Joaquín Hurtado, Teorema del equívoco, Pinos Alados Ediciones, Mexicali, 2019, 60 pp.

Desde hace muchos años, la publicación de un libro de Joaquín Hurtado (Monterrey, 1961) es motivo de júbilo para mí. Aún puedo recordar, después de casi un par de décadas, la impresión que me causó leer Crónica Sero (2003), un documento tan valioso porque no tiene paralelo en la literatura de nuestro país. Con ese libro descubrí a Hurtado y supe que siempre le seguiría la huella. Su manera descarnada de retratar situaciones tan íntimas y la insolencia de su prosa, aunada con el activismo social que deja impregnado en sus páginas, conjuraron un efecto hipnótico que hasta el día de hoy sigue vigente.
Enterarme de que Teorema del equívoco era un libro de poesía y no uno de crónicas o relatos me sorprendió sobremanera, así que leer a Hurtado en estrofas y no en párrafos resultó ser una experiencia para la que nada pudo haberme preparado.
Si bien es cierto que no había publicado poesía, cuando me detengo para reflexionarlo, pienso que este giro es el resultado lógico de un proceso orgánico y una visión lírica que llevaba décadas gestándose. Después de todo, incluso en los textos de sus primeros libros, es posible detectar sus inquietudes poéticas, que explora mediante frases cortas y rítmicas que casi devienen letanías.
En Teorema del equívoco, Hurtado favorece un nuevo registro: el de un hombre vociferando imágenes contundentes, pero rotas, como si alguien estuviera aplastándole el cuello con el pie para desfigurar su voz y convertirla en un canto muy original, en una especie de miasma lírico y prosaico que se anuncia como una bofetada a las buenas costumbres, donde intercala estrategias narrativas y poéticas con coloquialismos para que quien lo lea aprenda un nuevo dialecto dentro de la lengua hurtadiana.
Desde el inicio, el autor siembra una serie de versos que funcionan como llaves maestras para acceder a este lirismo tan lúdico y enloquecido que golpea a los lectores como una avalancha. El libro comienza de la mejor manera posible, con un chisme sobre una de las tres figuras protagónicas del poemario que establece el tono desenfadado y socarrón que ha de venir. Una de sus estrofas dice:
Y le haga cocorito en el chimuelo
¡Por favor, no se lo digas a nadie!
Enseguida cierra el poema con el siguiente verso: “Mi lengua es lápida.”
En este poemario, la lengua de Hurtado es todo menos una lápida porque, incluso, se atreve a decirnos lo indecible. Y el libro avanza de esta manera, registrando los quehaceres de un triángulo y salpimentándolo con idiosincrasias como la anterior. En sus páginas, Hurtado deja en claro su talento y la amplitud de registros que es capaz de yuxtaponer en una sola obra.
Teorema del equívoco es, también, un ensamblaje de mosaicos que se unen para contar una historia, detalle que encuentro admirable, pues se trata de un libro de poemas con cierta ambición novelística.
Algunas veces, la poesía resulta difícil de descifrar porque un solo poema puede contar con numerosas lecturas, pero en ese detalle también reside su potencial. Quien lea este libro no debe preocuparse si acaso no comprende alguno de los textos o algunas de las palabras que Hurtado inventa, porque poco a poco él mismo construye un universo autosuficiente, lleno de símbolos, pero también de significados que admiten múltiples interpretaciones —y todas serán correctas—. Creo que la mejor estrategia para acercarse a Teorema del equívoco es asimilándolo como una especie de diorama, como la representación casi teatral de las aventuras de tres personajes en un escenario tropical y amenizado por la cerveza, el sudor, las hamacas, los mariscos y ese contraste tan inusual entre las expresiones vulgares y las reflexiones filosóficas.
Este es, definitivamente, un nuevo aire en la producción literaria de Hurtado y uno que es necesario celebrar. Espero que Teorema del equívoco sea apenas el primero de muchos volúmenes de poesía que tiene planeado escribir.
Autor
Luis Panini
/ Monterrey, 1978. Escritor y arquitecto. Ha publicado una docena de libros, entre ellos seis novelas (Esquirlas, El uranista, La hora mala, Los Cronopolios I: Las Espirales del Tiempo, Los Cronopolios II: La oscuridad paralela y Los Cronopolios III: La noche infinita), cuatro colecciones de ficción breve (Terrible anatómica, Mala fe sensacional, Función de repulsa y Retrovisor), un libro de poesía (Destrucción del amante) y un álbum infantil ilustrado (Una cabeza distinta). Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.