4 enero, 2021

La belleza que huye a primera vista

de Alberto Nessi | Traducciones

Versiones del italiano de Pablo Ingberg.

 
 
Como escritor, y no hay diferencia si de narrativa o de poesía, Alberto Nessi siempre se propuso prolongar en el papel —y, por lo tanto, en nuestra memoria— algún momento en la existencia de las mujeres y los hombres comunes que han quedado en la sombra, excluidos de la Historia e incluso de la crónica. No por casualidad, I giorni feriali (Los días laborables, 1969), Ai margini (En los márgenes, 1975) y Rasoterra (A ras de tierra, 1983) eran los títulos parlantes de sus primeros volúmenes de poesía, como prueba de una precoz elección de campo temático y estilístico a la que ha permanecido fiel, aunque sin negarse con el transcurso del tiempo a desarrollos y actualizaciones en los contenidos y en las formas.

[…]

En esta hermosa antología cuidada y traducida por Pablo Ingberg, los lectores de lengua castellana podrán descubrir a un poeta que, fiel a sí mismo, ha hablado siempre de sus temas privilegiados: la atención fraternal a los humildes y a los marginados, los afectos familiares, la naturaleza (en especial, flores y plantas) y el arte (en especial, la pintura); pero los lectores encontrarán también a un poeta que, sin renunciar jamás a un tono afable, ha sabido ampliar el propio horizonte y recorrer otros caminos, incitado por nuevas experiencias de vida, incluso dolorosas, y por nuevas lecturas o relecturas.

[…]

He ahí entonces una de las razones de la fascinación discreta de la poesía de Nessi: es una poesía accesible como pocas otras a los lectores no especialistas, porque no presenta en la superficie oscuridades ni obstáculos a la comprensión literal; pero es también una poesía que ofrece generosas satisfacciones a los lectores más entendidos que sepan aprovechar su riqueza profunda y no exhibida. Se trata, es evidente, de alusiones, citas más o menos secretas que por lo general escapan a quien lea la poesía en traducción, pero es justo recordar que ese componente intertextual está y contribuye no poco, de modo directo o subliminal, al efecto poético. Porque la poesía de Nessi, como la de todos los poetas honestos, nace de la vida, sí, pero en compañía de otra poesía, o de la poesía de otros.

—Pietro De Marchi

 
 

En recuerdo de la casa de los prados

Eres ahora este montón de piedras
que aquí rodaron casi por azar, por un
rencor del viento, viejo aliado tuyo,
pero cuando la hierba estaba clara de ranúnculos
y la grosella relucía en el seto
—en tu feliz vejez—
tú eras la casa de los prados
y yo el niño salvaje que todos los días
venía a verte para descubrir el mundo.

Mas para ti no tengo lágrimas guardadas.

Tu recuerdo es un canto de gorriones
de ciruelas azules sacudidas de la planta
y no tengo lágrimas guardadas porque yo también
soy tu recuerdo de casa feliz.
Solo querría que estas del prado
fueran piedras despeñadas de un monte
no tus escombros aún calientes
de aquella dulce luz meridiana.

 
In memoria della casa in mezzo ai prati

Adesso sei questo mucchio di sassi
rotolati qui quasi per caso, per un
rancore del vento, tuo vecchio alleato,
eppure quando l’erba era chiara di ranuncoli
e il ribes splendeva sulla siepe
– nella tua felice vecchiaia –
tu eri la casa en mezzo ai prati
e io il bambino selvatico che ogni giorno
veniva a trovarti per scoprire il mondo.

Ma per te non ho lacrime in serbo.

La tua memoria è un canto di passeri
di prugne azzurre scrollate dalla pianta
e non ho lacrime in serbo perché anch’io
sono la tua memoria di casa felice.
Vorrei soltanto che questi nel prato
fossero sassi franati de un monte
non le tue pietre ancora calde
di quella dolce luce meridiana.

 
 
Los muertos

Raros los muertos, nos miran desde nichos
con aires de hacerse perdonar. Nos vemos luego,
dicen. Éste sonríe, tiene puesto el moñito
que se ponía para los conciertos de gala; aquel otro
lleno de alcohol atropelló a un muchacho
en la cuneta; la mujer desvaída
muerta en el ‘29 me habría gustado, con ese vestido
bordado como las hojas del plátano
que dejan la rama y dibujan lentas
un número en el aire matinal.
Y tú
tú me miras perplejo con tu hoyuelo en el mentón:
no estás seguro de haber sido. Te pareces a mí.

 
I morti

Strani i morti, ci guardano dai loculi
con l’aria di farsi perdonare. Ci vediamo dopo,
dicono. Questo sorride, porta il farfallino
che metteva ai concerti di gala; quest’altro
pieno d’alcol ha travolto un ragazzo
dentro la cunetta; la donna sbiadita
morta nel ’29 mi sarebbe piaciuta, con quella veste
ricamata come le foglie del platano
che lasciano il ramo e disegnano lente
un numero nell’aria del mattino.
E tu
tu mi guardi perplesso con la tua fossetta nel mento:
non sei certo d’esserci stato. Mi assomigli.

 

Las cosas

—¿Dónde pones todas las cosas que lees?—
me preguntas después del chaparrón
mientras el cielo se enciende de relámpagos
tardíos. Azul cobalto con ceniza. Estoy sentado
como un indio, espío desde el sillón. ¿Dónde las pongo?
Algunas van a terminar con los estorbos
el primer jueves del mes pasa el camión
y se lleva las falsas alfombras
los sillones deformados, los juguetes rengos.
Algunas se enredan en los cables, otras el viento
se las lleva, las sepulta en la arena.
Quedan las cosas que no dejan en paz
las cosas que cortan, que hieren
las que excavan túneles
las cosas que gorjean y relucen
las cosas vivas
las cosas.

 
Le cose

– Dove metti tutte le cose che leggi? –
mi chiedi dopo l’acquata
mentre il cielo s’accende di lampi
tardivi. Blu cobalto con cenere. Io sto seduto
come un indiano, spio dal divano. Dove le metto?
Un po’ vanno a finire negl’ingombranti
ogni primo giovedì del mese passa il camion
e se li porta via i falsi tappeti
le poltrone slabbrate, i giocattoli zoppi.
Un po’ s’impigliano ai fili, altre il vento
le porta via, le seppellisce nella sabbia.
Restano le cose che non lasciano in pace
le cose che tagliano, che feriscono
quelle che scavano gallerie
le cose che cinguettano e luccicano
le cose vive
le cose.

 

Un viento misterioso

En los últimos tiempos mi tía modista perdió los cabellos
un viento misterioso se los llevaba de noche
cuando santa Ana se dormía
en la iglesita de Boffalora: en el sueño
todas las horas pasadas hilvanando
regresaban y a cada hora un cabello
se iba, como un copo de nieve:
a la mañana, en el espejo, ya no era ella.

Recuerdo el tinelo con vista al taller
el balcón donde su madre, la vieja Florinda,
pasaba los últimos años al lado de una amarilis
con su cajita de rapé
en los ojos de lino la sombra del paleador
que la había traicionado en el amor, como en la canción:
yo escuchaba su voz enturbiada
agua de río después del chaparrón.

En los últimos años la tía era sacristana
le llevaba las velas a la virgen de yeso
daba un golpe de escoba en el umbral
respondía al rosario para recobrar los cabellos
cambiaba el agua de las flores, me ofrecía Cynar
acortaba mis pantalones en la salita
removía un remordimiento suyo secreto:
afuera pasaba el tren ómnibus de las siete.

 

Un vento misterioso

Gli ultimi tempi mia zia sarta perse i capelli
un vento misterioso glieli portava via nottetempo
quando la sant’Anna s’addormentava
nella chiesetta di Boffalora: nel sonno
tutte le ore passate a imbastire
facevano ritorno e ogni ora un capello
se ne andava, come un fiocco di neve:
la mattina, allo specchio, non era più lei.

Ricordo il tinello con vista sull’officina
il balcone dove sua madre, la vecchia Florinda,
passava gli ultimi anni accanto a una clivia
con la sua scatoletta di rapè
negli occhi di lino l’ombra del badilante
che l’aveva tradita nell’amor, come nella canzone:
ascoltavo la sua voce intorbidita
acqua di fiume dopo l’acquazzone.

Gli ultimi anni mia zia faceva la sacrista
portava i lumini alla madonna di gesso
dava un colpo di scopa sulla soglia
rispondeva al rosario per riavere i capelli
cambiava l’acqua ai fiori, mi offriva il Cynar
accorciava i miei pantaloni nella saletta
rivangava un suo rimorso segreto:
fuori passava l’omnibus delle sette.

 

Conversación con el ángel

“¿Y tú que recibiste, qué diste?”
me pregunta uno sentado bajo el carpe
frente a la mesa de piedra envuelta por la hiedra,
un ángel con un zapato solo, me parece,
y un ala agujereada, tal vez le dispararon,
un contrabandista de dios, un Ícaro caído
entre las zarzas fulminado por el sol
“¿qué te queda, por qué vives escondido?”

“No sé. Pesan los muertos sobre los hombros
sus figuras me salen al encuentro
luminosas, dibujan sombras en el prado:
yo soy un poco todos ellos, me trepo a la higuera
pierdo cabello, tengo el mentón de mi madre.
¿Qué recibiste? Ya más años que mi padre
y di más de un abrazo a las nubes.
Vivo apartado como hace el corzo
caracoleando entre carpes y hayas
pero a menudo me pierdo en la hondonada,
hablo solo, persigo a más no poder
la belleza que huye a primera vista.
¿Qué me queda? Un poco de asombro
por el carrizo, de pena por los dementes
que crían serpientes en el corazón,
me queda el placer de pelar una naranja
dar vuelta una página, rozar el viburno
seguir rastros de animales en la nieve
rosazulada si la enciende el sol,
escuchar el silencio de su canto
el contrapunto de los hayucos en el blanco
la urraca descarada que se embosca
con un vuelo borracho. Y de golpe
un guante negro se me planta delante
a orillas del sendero, una calavera
resurge en el sotobosque. Pero terco
yo pongo un pie detrás del otro, en vilo
sobre las simas, como hace el cazador furtivo”.
“¿Tienes remordimientos, retornos, represalias?”

“Regreso cada día a los fuegos de estación.
Y me retuerzo contra el tiempo que me tuerce
el cuello: hoy se vuelve de pronto ayer
hoja de diario que se arremolina
en la alcantarilla, nieve hecha
del mismo material que los sueños”.

“¿Y todos esos renglones que vas trazando?”

“Nada, sólo hormigas, patitas
de miriápodos, restos de menudencias
aires de un musicante de pueblo
rezagado después de la fiesta, flabelos
de vinca contra los soplos del viento
diagramas en fuga sobre los barrancos escarpados
discursos divagantes, rezos. Pero tú ¿quién eres?
¿Me llamaste? ¿Ya es la hora? ¡Qué rápido!
Guardo la corneta en el estuche
preparo la valija: voy y saludo
a las mujeres las hojas la luz
que amé”.

 
Conversazione con l’angelo

“E tu cos’hai avuto, cos’hai dato?”
mi chiede uno seduto sotto il carpino
al tavolo di pietra avvolto dall’edera,
un angelo con una scarpa sola, mi pare,
e un’ala bucata, forse gli hanno sparato,
uno spallone di dio, un Icaro caduto
in mezzo ai rovi fulminato dal sole
“cosa ti resta, perché vivi nascosto?”

“Non so. Pesano i morti sulle spalle
le loro figure mi vengono incontro
luminose, disegnano ombre sul prato:
io sono un po’ tutti loro, mi arrampico sul fico
perdo i capelli, ho il mento di mia madre.
Cos’ho avuto? Già più anni di mio padre
e ho dato più d’un abbraccio alle nuvole.
Vivo in disparte come fa il capriolo
caracollante fra carpini e faggi
ma io spesso mi perdo nel fondovalle,
parlo da solo, rincorro a perdifiato
la bellezza che sfugge a prima vista.
Cosa mi resta? Un poco di stupore
per lo scricciolo, di pena per i dementi
che allevano serpenti dentro il cuore,
mi resta il piacere di sbucciare un’arancia
voltare una pagina, sfiorare il viburno
seguire tracce di selvatici nella neve
rosazzurrina se il sole l’accende,
ascoltare il silenzio del suo canto
il contrappunto delle faggiole nel bianco
la gazza sfrontata che s’imbosca
con un volo ubriaco. E d’un tratto
un guanto nero mi si para davanti
ai margini del sentiero, un teschio
riemerge nel sottobosco. Ma ostinato
io metto un piede dietro l’altro, in bilico
sui greppi, come fa il bracconiere”.
“Hai rimorsi, ritorni, ritorsioni?”

“Torno ogni giorno ai fuochi di stagione.
E mi ritorco contro il tempo che mi torce
il collo: oggi diventa subito ieri
foglio di giornale che s’ingorga
nel tombino, neve fatta
della stessa materia dei sogni”.

“E tutte quelle righe che vai tracciando?”

“Niente, solo formiche, zampine
di miriapodi, resti di frattaglie
arie di un musicante di paese
rimasto indietro dopo la festa, flabelli
di vinca contro i soffi del vento
diagrammi in fuga sulle balze scoscese
discorsi divaganti, preghiere. Ma tu chi sei?
M’hai chiamato? È già l’ora? Che fretta!
Ripongo la cornetta nella custodia
preparo la valigia: vado e saluto
le donne le foglie la luce
che ho amato”.

 
 
* Estos poemas y el fragmento del postfacio citado al inicio pertenecen a Conversación con el ángel, selección y traducción de Pablo Ingberg (Zindo & Gafuri, 2020)


Alberto Nessi / Chiasso, Italia, 1940. Creció y vive en el Tesino (Ticino, el cantón suizo de lengua italiana). Estudió en Locarno y en Friburgo y trabajó como docente y publicista. Su obra incluye los libros de poesía I giorni feriali (1969), Ai margini (1975), Rasoterra (1983), Il colore della malva (1992), Blu cobalto con cenere (2000), Ladro di minuzie – Poesie scelte (1969-2009) (2010), Un sabato senza dolore (2016), Ogni oltraggio (2017), además de narrativa, ensayos, testimonios y guiones para radioteatro. En 2016 recibió el Gran Premio Suizo de Literatura por su trayectoria.


Pablo Ingberg

/ Dolores, Argentina, 1960. Ha publicado ocho libros propios (poesía, novela, ensayo, poesía para niños) y unos cien traducidos del griego antiguo, el latín, el inglés y el italiano, de autores como Safo, Sófocles, Virgilio, Shakespeare (mitad de las obras completas), Austen, Melville, Whitman, Conrad, Joyce, Woolf y Svevo, que le han valido los premios Teatro del Mundo, Konex y Aurora Borealis de la FIT. Dirigió unas Obras completas de Shakespeare y la colección Griegos y Latinos para la Editorial Losada.