Tautologías (o el salto chino)
A Margarita, siempre todavía
1.
Te amo, amor, porque respiras,
porque en la voz
de ti
comienza un mundo
hecho de ti
con todos tus haberes:
las malvas y canolas
del mercado,
los aromas del pan
que nunca compras,
las calles que fatigas
hasta llegar a ti
a comprobar que
acaso
ibas contigo.
Dispones tus jornadas
más allá del deber, hacia
la libertad, esa que ejerces
a reserva o distancia
del amor
que de ti
nace a diario/ de tu balcón,
tus vinos,
tus macetas.
Te amo,
amor,
porque ya estabas
a la sombra del tiempo
venidero,
antes de aparecer
en las crestas del mar
que revolvías.
Te amo
y más
porque me coges,
y no nos desprendemos
hasta mermar la médula
jugosa del placer,
y luego me jubilas
sin trifulcas,
con un tácito adiós
que nos dispensa
hasta el día y la hora del renuevo.
Amo con raro amor
nuestros caudales,
los bienes intangibles
que confiscas
y no repones
nunca,
porque nada es lo sido
cuando pasó
por ti,
por el fino cedazo de tus almas
o el negro y negro sol
de nuestros cuerpos.
No me cuentes, amor,
que no te acuerdas
del pacto sedicioso
que cerramos
el día que salté desde la silla
hasta el lado contrario
de la mesa, donde me convocabas
con un gesto
que nunca sé decir
y que no digo;
pero no salgas
con que ha llegado el tiempo
de sumarse al redil,
contritos,
claudicantes.
¿Y el trato bautismal,
la acrobacia oriental,
el salto chino?
2.
Porque dices que no
a lo que encuentras;
porque saber te colma
de aciaga luz el buche;
porque dudar
te mortifica tanto
como entender y estar de acuerdo;
porque un día te esfumas
como la gata parda
de la fábula,
y te instalas al margen
de las buenas conciencias,
los fueros consabidos,
los cuadrantes celestes;
porque te aborda el llanto
como una brusca toma
de conciencia,
como el presagio
adverso
que hace una vida te amenaza;
porque vienes de vuelo
y te devuelves
y te sales
adentro
a merodear;
porque exploras la alcoba
y la intemperie
con mapas
y aparejos de mujer;
porque aunque vengas, vas
/y a veces llegas…
Diciembre de 2021
Preverbal
Ya estaba dicho
y bien
cuando indiciaste: pERRO (con el índice, claro)
y el animal
ladró.
Luego apuntaste: lUZ
y algo empezó a brillar
antes del predicado. Ya estaba dicho
y bien
cuando entreviste: fLOR
/y un viento que soplaba
se dispersó en aromas.

Autor
Eduardo Hurtado
/ Ciudad de México, 1950. Poeta, editor y ensayista. Autor de varios libros de poesía, entre ellos: Donde conversan los amigos (Punto de Partida, UNAM, 1982), Puntos de mira (1997) y Casi nada (2011), entre muchos otros. En 2005 le fue otorgado el Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada por Las diez mil cosas (2004). Actualmente radica en Tijuana, Baja California. Su título más reciente es Renata (2016).