Renzo
Soñé con una terma volcánica
de hirviente linfa,
despierto en la espuma amarga,
perdido como hormiga que circunda nervaduras
de adoquines blancos.
Al santero, santero malvado, le digo:
¿Qué miras
desde tu choza, Renzo?
Yo sigo tendido en la arena
y el mortal bejuco
como escalera
arranca
para encallar en la madeja.
Pa’ escapar tengo
un palo y dos cristales.
Nunca rezo pero siempre exijo:
así, la coyuntura del hombre.
Parece una mosca ahogada
en el tazón de agua protista del perro.
Entonces,
¿cómo puede ser un ángel?
De la puna
Cuando mataste a los gorriones
tuve que enterrarlos.
Los llevé a la tierra yerma de la puna
donde el monzón nunca amaina.
Nación del amarillo escueto y jadeante
donde no hay azul con que batirlo.
Era un páramo de abundante nostalgia:
en la noche no
tilitaban los astros
y una comunidad de pavorreales quietos
que por plumas llevaban hojas como espadas…
Tuve que enterrar a los gorriones en la puna,
a los que eran nuestros.
En su tumba escribí la palabra silencio.
Juana y María
Una tarde Juana y María se treparon al tren.
La tarde se caía por los agujeros del costal de arroz,
las cazuelas de barro enmudecieron en los rincones,
los comales se enfriaron
y las jícaras se ahogaron en el pozo.
Juana:
¿Y si los trenes fueran al mar en vez de a la guerra?
¿Y si en vez de mandar balas al Bajío,
subiésemos tunas al monte?
¿Por qué nos levan, comadrita, de nuestra alameda azul?
María:
No importa a dónde nos lleven los trenes,
no importa qué traigan los costales,
no importa ya las gardenias a los pies de la parroquia.
Los hombres saben matarse,
no saben hacer frijoles.
Juana:
Oiga, comadrita,
¿y por qué obligan a nuestros huaraches
a correr por otros tepetates?
¿Ya no con canastas sino con winchesters?
¿Ya no con cántaros sino con colts?
María:
Los hombres dicen que es por patria.
Codician patria. Jadean y arañan por patria.
Hincan los muñones en el barro de la ciénaga por patria.
Juana:
Y cuando el sol se escape por la nuestra garganta
y la vida se escurra por nuestros vestidos,
cuando las moscas habiten las cazuelas que dejamos
y se marchiten las gardenias a los pies de la parroquia
¿sabremos lo que significa patria?,
le dijo Juana a María antes de treparse al tren.
Sombra
Me hinqué en la tarde y le chiflé a mi esencia.
Vino el galgo trompetando el viento.
Tomé, de nuevo, plumas y ramajes
para traer al éter visible solo por el ojo fuera.
Espectro que viene al tiempo de la luz
y se extiende en el yunque,
en la fragua de una unidad silvestre.
Celebro la llegada de mi alma al cuerpo,
llevo pasto al cordero de agua,
cera unida con astillas a las cestas,
eslabón esquivo del frío
de un calor.
Esta relación trinitaria
mastica junta amargos dátiles,
amargos dátiles nacidos en la honda arenisca de la duna.
Fin
al fideo no-humano
que reptaba,
reverencia a esto que se yergue.
Soy bípedo y puedo usar la tráquea,
una laringe para mezclar colores,
cerebro que clama el azúcar de granadas tiernas.
Veo unas venas tejidas a la tierra
nada menos que el anclaje
de un mástil endosistémico invadido de bocas.
Veo rampantes ocas que devoran
los restos del resto índigo del sol,
de esa luz que da, que nos mira
ardiendo en lo peligrosamente cerca.
En el parque
Vine al parque el día de mi cumple
para tomar algo de sombra en una banca verde
(mis amigos de la infancia venden armas y perico y fuman piedra y roban quemacocos)
mientras las palomas mueven el cuello
(Yo los vi comulgar en la parroquia
con sus trajes garzas en el estanque azul.
(Como pisadas (como manchas) estaban parados en el presbiterio frente a la crueldad de la sordera.
Hoy junto a esos perros
en la sombra de la banca verde
me burbujea el vacío
desde lo más adentro de mis órganos)
justo delante de los niños que bajan por los toboganes.
Autor
Jassin Antuna
/ Ciudad de México, 1998. Estudiante de la Licenciatura en Arquitectura por la UNAM y egresado de la Escuela de Escritores de la SOGEM. Ha publicado poesía y ensayo en Cardenal Revista Literaria, Letralia, Taller Igitur y en el periódico La Jornada. Poemas suyos han sido traducidos al catalán, inglés y bengalí.