junio 2022 / Traducciones

Cinco poemas del Ómnibus de poesía griega

 

Safo y la poesía en la Grecia antigua - Revista Esfinge

 

Las traducciones y notas publicadas aquí pertenecen al Ómnibus de poesía griega: de los poemas homéricos a Paulo Silenciario, una antología bilingüe de la poesía griega. Esta compilación comprende desde los primeros testimonios de poesía griega hasta el s. VI d. C., lo que constituye mi proyecto como miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, en la disciplina de traducción literaria.

—Luis Arturo Guichard

 

1    Arquíloco 128 West

θυμέ, θύμ’, ἀμηχάνοισι κήδεσιν κυκώμενε,
†ἀναδευ δυσμενῶν† δ’ ἀλέξεο προσβαλὼν ἐναντίον
στέρνον †ἐνδοκοισιν ἐχθρῶν πλησίον κατασταθεὶς
ἀσφαλέως· καὶ μήτε νικέων ἀμφάδην ἀγάλλεο,
μηδὲ νικηθεὶς ἐν οἴκωι καταπεσὼν ὀδύρεο,
ἀλλὰ χαρτοῖσίν τε χαῖρε καὶ κακοῖσιν ἀσχάλα
μὴ λίην, γίνωσκε δ’ οἷος ῥυσμὸς ἀνθρώπους ἔχει.
 
 
 
Alma, mi alma, agitada de incontrolables penas,
ponte en pie y defiéndete mostrando al enemigo
el pecho en la primera línea del combate,
con valor. Y si vences no presumas en público
ni en casa te derrumbes llorando si te vencen.
Con la dicha alégrate y con la tristeza aflígete,
mas no mucho. Recuerda: la vida tiene un ritmo.
 
 
 
En el estado actual de nuestro conocimiento de la poesía griega, Arquíloco es el primer poeta lírico. Todo en él es nuevo y sorprendente. Este poema, que no sabemos si está completo (pero podría ser), es el primer monólogo interior de la poesía occidental. El poeta se dirige a su thumós, el soplo vital que en la cultura arcaica se encuentra en el diafragma y que se exhala al morir. El término no tiene una traducción exacta en lenguas modernas y suele traducirse por corazón, pero es más cercano al alma. Cualquiera de las dos opciones comporta cierto anacronismo. En todo caso el poeta dialoga con su yo interno en segunda persona, y se dirige a él usando metáforas militares: mostrar valor y sobreponerse, sin ufanarse en la victoria ni derrumbarse en la derrota. En conclusión, la vida es una lucha y tiene altibajos. Ahí la metáfora no es militar sino poetológica: la vida tiene un ritmo como la poesía. Recuérdese que la métrica griega es cuantitativa y funciona a base de proporciones y alternancia de sílabas largas y breves que conforman un sistema tonal de posiciones “altas” y “bajas”. Ritmo aquí significa por igual “alternancia” (Ferraté), “cadencia” (García Romero”), “ups and downs” (Bowra) y “vaivén” (García Gual y Suárez de la Torre). La vida tiene la textura de la poesía, con los altibajos que el oyente contemporáneo percibía de manera natural.

Texto: M. L. West, Iambi et Elegi Graeci ante Alexandrum cantati, Oxford, 1992. Los problemas de texto en los vv. 2 y 3 no dificultan el sentido.

Metro: tetrámetros trocaicos catalécticos.

Versión: alejandrinos. El tetrámetro trocaico suele tener 15 sílabas con una cesura medial muy similar a la del alejandrino español.
 
 
 
 
2    Íbico 286 y 287 Page

286

ἦρι μὲν αἵ τε Κυδώνιαι
μηλίδες ἀρδόμεναι ῥοᾶν
ἐκ ποταμῶν, ἵνα Παρθένων
κῆπος ἀκήρατος, αἵ τ’ οἰνανθίδες
αὐξόμεναι σκιεροῖσιν ὑφ’ ἕρνεσιν                                                              5
οἰναρέοις θαλέθοισιν· ἐμοὶ δ’ ἔρος
οὐδεμίαν κατάκοιτος ὥραν.
ἀλλ’ ἅθ’ ὑπὸ στεροπᾶς φλέγων
Θρηίκιος Βορέας
   ἀίσσων παρὰ Κύπριδος ἀζαλέ-                                                               10
      αις μανίαισιν ἐρεμνὸς ἀθαμβὴς
ἐγκρατέως πεδόθεν λαφύσσει
ἡμετέρας φρένας
 
 
 
287

Ἔρος αὖτέ με κυανέοισιν ὑπὸ
  βλεφάροις τακέρ’ ὄμμασι δερκόμενος
κηλήμασι παντοδαποῖς ἐς ἄπει-
  ρα δίκτυα Κύπριδος ἐσβάλλει·
ἦ μὰν τρομέω νιν ἐπερχόμενον,                                                                 5
ὥστε φερέζυγος ἵππος ἀεθλοφόρος ποτὶ γήραι
ἀέκων σὺν ὄχεσφι θοοῖς ἐς ἅμιλλαν ἔβα.
 
 
 
286

En la primavera florecen
los membrillos de Cidonia, regados
por las corrientes de los ríos,
ahí, en el jardín inmaculado
de las doncellas, y retoñan                                                                           5
los brotes de la vid. Pero el amor
no está quieto para mí en ninguna
estación: igual que bajo el relámpago
y el fuego el Bóreas de Tracia
se agita dejando atrás Chipre                                                                     10
con indomable fuerza enloquecida,
así, sin piedad, oscuro, invencible,
devora mi corazón desde el fondo.
 
 
 
287

Amor me clava otra vez su mirada
lánguida bajo unos oscuros párpados
y con variados embrujos me lanza
a la inescapable red de Afrodita.
Cuando se aproxima tiemblo igual                                                             5
que un caballo viejo que en las carreras
vencía de joven y ahora acude
sin ganas a correr un veloz carro.
 
 
 
Dos fragmentos de Íbico, con toda seguridad pertenecientes al género de la lírica monódica, es decir, compuestos para ser cantados por un único intérprete y con un acompañamiento fundamentalmente de cuerda. En los dos casos se trata, con mucha probabilidad, del inicio de los poemas, pero no parecen estar completos. Ambos se refieren a la fuerza abrasadora del amor. En el primero hay un muy logrado contraste entre un locus amoenus, plácido y fértil, en el que crecen los mejores membrillos (Cidonia es la actual Janiá, en Creta) y los pámpanos de la vid, y la furia terrible de una tormenta del peor de los vientos, el Bóreas que viene del norte y es conocido por causar todo tipo de destrozos. El amor es así: oscuro y destructor, y de la misma manera que el maremoto surge de las profundidades, surge él del corazón humano. El segundo fragmento utiliza una metáfora presente en la literatura griega desde sus inicios: el amor que se transmite con la mirada. Nótese cómo, hábilmente, el poeta combina los ojos del Amor personificado con el rostro del amante: la mirada es del dios; los párpados, de la persona. El amor lanza al enamorado a las redes de Afrodita (seguramente una red para cazar aves, como aparece en otros poemas) y lo obliga a volver a la acción aunque ya está viejo, como un caballo de carreras que ha visto pasar ya sus mejores tiempos pero tiene que volver a competir. El primero de los poemas lo tradujo Anne Carson al inglés usando exclusivamente las palabras que aparecían en el manual de su horno de microondas en Float (2016).

Texto: F. Budelman, Greek lyric poetry. A selection, Cambridge, 2018, para ambos, pero con las conjeturas de Hermann en 286, 8 y West en 286, 12.

Metro: combinación de dodrantes ibiceos y tetrámetros dactílicos en 286 y anapestos en 287.

Versión: combinación de eneasílabos y endecasílabos en 286; endecasílabos en 287.
 
 
 
 
3    Semónides, fr. 6
 
  ἓν δὲ τὸ κάλλιστον Χῖος ἔειπεν ἀνήρ·
“οἵη περ φύλλων γενεή, τοίη δὲ καὶ ἀνδρῶν”·
  παῦροί μιν θνητῶν οὔασι δεξάμενοι
στέρνοις ἐγκατέθεντο· πάρεστι γὰρ ἐλπὶς ἑκάστωι
  ἀνδρῶν, ἥ τε νέων στήθεσιν ἐμφύεται.                                                 (5)
θνητῶν δ’ ὄφρά τις ἄνθος ἔχηι πολυήρατον ἥβης,
  κοῦφον ἔχων θυμὸν πόλλ’ ἀτέλεστα νοεῖ·
οὔτε γὰρ ἐλπίδ’ ἔχει γηρασέμεν οὔτε θανεῖσθαι,
  οὐδ’, ὑγιὴς ὅταν ἦι, φροντίδ’ ἔχει καμάτου.
νήπιοι, οἷς ταύτηι κεῖται νόος, οὐδὲ ἴσασιν                                            (10)
  ὡς χρόνος ἔσθ’ ἥβης καὶ βιότου ὀλίγος
θνητοῖς. ἀλλὰ σὺ ταῦτα μαθὼν βιότου ποτὶ τέρμα
  ψυχῆι τῶν ἀγαθῶν τλῆθι χαριζόμενος.
 
 
 
  El hombre de Quíos dijo algo muy bello:
“cambian las generaciones de hombres cual los árboles de hojas”.
  Pocos mortales que han escuchado esto
lo han guardado en su corazón, pues habita vana esperanza
  en el pecho de cualquiera que es joven.
Cuando están en la flor amable de juventud, los mortales
  buscan con alma ligera imposibles:
tienen vana esperanza de nunca envejecer ni morir
  y olvidan la enfermedad si están sanos.
Necios los que así piensan y no saben que corto es el tiempo
  de nuestra juventud y nuestra vida.
Entiende tú esto ahora, al final de tu vida, y disfruta
  con el alma lo bueno que te queda.
 
 
 
Este poema de Semónides aborda un tema importante en la moralidad popular griega: el de la esperanza sin fundamento. Para los antiguos, la esperanza no es necesariamente un valor positivo: recuérdese que es lo único que quedó dentro de la jarra de Pandora, con toda la ambigüedad que eso supone. El poema, partiendo de una cita de Homero, recuerda al oyente el carácter cambiante de la vida humana y cómo las esperanzas de los jóvenes se ven atemperadas por la experiencia.

Texto: M. L. West, Iambi et Elegi Graeci ante Alexandrum cantati, Oxford, 1992.

Metro: dísticos elegiacos.

Versión: hexámetros de 17 sílabas, con acento en 13ª y 16ª, más endecasílabos para los pentámetros.
 
 
 
 
4    Safo 1 Voigt
 
ποικιλόθρον’ ἀθανάτ’ Ἀφρόδιτα,
παῖ Δίος δολόπλοκε, λίσσομαί σε,
μή μ’ ἄσαισι μηδ’ ὀνίαισι δάμνα,
            πότνια, θῦμον,

ἀλλὰ τυίδ’ ἔλθ’, αἴ ποτα κἀτέρωτα                                                            5
τὰς ἔμας αὔδας ἀίοισα πήλοι
ἔκλυες, πάτρος δὲ δόμον λίποισα
            χρύσιον ἦλθες

ἄρμ’ ὐπασδεύξαισα· κάλοι δέ σ’ ἆγον
ὤκεες στροῦ[θοι περὶ γᾶς μελαίνας                                                       10
πύκνα δίννεντες πτέρ’ ἀπ’ ὠράνωἴθε-
            ρος διὰ μέσσω·

αἶψα δ’ ἐξίκοντο· σὺ δ’, ὦ μάκαιρα,
μειδιαίσαισ’ ἀθανάτωι προσώπωι
ἤρε’ ὄττι δηὖτε πέπονθα κὤττι                                                               15
            δηὖτε κάλημμι

κὤττι μοι μάλιστα θέλω γένεσθαι
μαινόλαι θύμωι· τίνα δηὖτε πείθω
ἄψ σ’ ἄγην ἐς Fὰν φιλότατα; τίς σ’, ὦ
            Ψάπφ’, ἀδικήει;                                                                                 20

καὶ γὰρ αἰ φεύγει, ταχέως διώξει,
αἰ δὲ δῶρα μὴ δέκετ’, ἀλλὰ δώσει,
αἰ δὲ μὴ φίλει, ταχέως φιλήσει
            κωὐκ ἐθέλοισα.

ἔλθε μοι καὶ νῦν, χαλέπαν δὲ λῦσον                                                         25
ἐκ μερίμναν, ὄσσα δέ μοι τέλεσσαι
θῦμος ἰμέρρει, τέλεσον, σὺ δ’ αὔτα
            σύμμαχος ἔσσο
 
 
 
Afrodita inmortal de colorido
trono, hija de Zeus que tejes engaños,
con dolores y angustias, te lo ruego,
    no dañes mi alma.

Ven aquí, en cambio, como en aquella
ocasión, al escuchar mi llamado,
viniste desde la mansión del padre,
    el carro de oro

ayuntado. Te conducían bellos
gorriones veloces sobre la tierra
oscura, batiendo a través del éter
    alas espesas.

Al punto llegaron, y tú, dichosa,
con una sonrisa en tu inmortal rostro,
me preguntaste por qué te llamaba,
    qué me afligía

y qué deseaba con tanta premura
mi alma atormentada. «¿A quién Safo, ahora
quieres que Seducción conduzca a ti?
    ¿Quién te rechaza?

Pronto te buscará, si hoy te rehúye;
si no acepta regalos, los hará,
y si no te ama, pronto te ha de amar,
    quiera o no quiera».

Así ven a mí ahora y libérame
de este grave sufrimiento: que aquello
que mi alma anhela se cumpla y tú misma
    seas mi aliada.
 
 
 
El único poema de Safo que conservamos completo, citado en un tratado de Dioniso de Halicarnaso, retórico del siglo I a.C. Todo parece indicar, además, que era el primer poema de la colección alejandrina de los nueve libros de Safo, es decir, que los alejandrinos vieron en él un carácter programático lo suficientemente fuerte como para convertirse en el poema de apertura (recuérdese que ninguno de los poetas arcaicos, que vivían en una cultura predominantemente oral, ordenó en libros su obra, sino que se hizo posteriormente). El hecho de que aparezca su nombre, sin duda contribuía también a esto.

Se trata de un poema muy personal, pero elaborado siguiendo la estructura de un tipo de poesía popular muy establecido: la de los himnos cultuales de tipo clético, es decir, un poema en el que se pide que el dios se manifieste y acuda a la celebración que se hace en su honor. Tiene las tres partes típicas de este tipo de himnos: una invocación, una sección narrativa en la que se alaba al dios y se recuerdan favores anteriores, y la súplica en sí, lo que se pide. La invocación a Afrodita de la primera estrofa menciona su poder sobre los hombres (su capacidad para traer dolor y engañar los sentidos) y su ascendencia. Las siguientes cinco estrofas narran un encuentro anterior entre Safo y la diosa; cómo, en otra ocasión, acudió a su llamado desde el Olimpo (la mansión de su padre, Zeus) conduciendo (y aquí un toque personal de Safo) un carro tirado por gorriones. Afrodita se dirige a ella y le pregunta a quién quiere que la diosa Peito, Seducción, que trabaja para ella, conduzca hacia su amor, y luego da una serie de órdenes divinas, cumpliendo con la súplica. La estrofa final pide que haga eso de nuevo y, en otro toque personal, que la diosa sea su aliada en el amor.

La manera en que Safo combina la súplica a una diosa con lo que bien podría ser una conversación con una amiga cercana, es muy novedosa: ni Ulises le había hablado así a Atenea. Las palabras están cuidadosamente seleccionadas para no ser insolente, pero sí expresar, al mismo tiempo, una gozosa complicidad.
 
Texto: E. M. Voigt, Sappho et Alcaeus, Amsterdam, 1971. En el v. 19 adopto las correcciones de la propia Voigt en su aparato crítico, pues creo (al igual que Aurora Luque en su edición) que no hay de momento mejor opción.

Metro: Estrofa sáfica: tres «endecasílabos» sáficos + adonio (en verdad, en época moderna se ha demostrado que los vv. 3 y 4 son uno solo y por eso tienen casi siempre encabalgamiento, pero ya es difícil cambiar la costumbre).

Versión: Endecasílabos + adonio (pentasílabo con acento en primera y cuarta).
 
 
 
 
5    Safo 31 Voigt
 
φαίνεταί μοι κῆνος ἴσος θέοισιν
ἔμμεν’ ὤνηρ, ὄττις ἐνάντιός τοι
ἰσδάνει καὶ πλάσιον ἆδυ φωνεί-
            σας ὐπακούεικαὶ

γελαίσας ἰμέροεν, τό μ’ ἦ μὰν                                                                     5
καρδίαν ἐν στήθεσιν ἐπτόαισεν,
ὠς γὰρ ἔς σ’ ἴδω βρόχε’ ὤς με φώναι-
            σ’ οὐδ’ ἒν ἔτ’ εἴκει,

ἀλλ’ ἄκαν μὲν γλῶσσα †ἔαγε λέπτον
δ’ αὔτικα χρῶι πῦρ ὐπαδεδρόμηκεν,                                                        10
ὀππάτεσσι δ’ οὐδ’ ἒν ὄρημμ’, ἐπιρρόμ-
            βεισι δ’ ἄκουαι,

κὰδ δ’ ἴδρως ψῦχρος κακχέεται† τρόμος δὲ
παῖσαν ἄγρει, χλωροτέρα δὲ ποίας
ἔμμι, τεθνάκην δ’ ὀλίγω ’πιδεύης                                                              15
            φαίνομ’ ἔμ’ αὔται·
 
 
 
Me parece que es igual a los dioses
ese hombre que se sienta frente a ti
y está escuchando de cerca tus
    dulces palabras

y tu risa encantadora que vueltas
hace dar al corazón en mi pecho.
Si te contemplo aunque sea un momento,
    sin voz me quedo,

se me hiela la lengua y un suave fuego
al instante corre bajo mi piel,
no veo con los ojos, el oído
    me ronronea,

me baño en sudor y de todo el cuerpo
se apodera un temblor, me pongo pálida
más que la hierba y muy cercana la muerte
    ya me parece.
 
 
 
Citado ya por un tratado del siglo I como ejemplo de lo sublime, este es probablemente el poema más conocido de toda la lírica griega y, como tal, ha sido imitado y traducido desde Catulo hasta Carson en todas las tradiciones literarias (Racine, Tennyson y Foscolo hicieron bellísimas variaciones). Se le conoce como el poema de los síntomas del amor, pues, como es sabido, para los antiguos el amor y el deseo son realidades tan físicas como afectivas (y si hubiera que darles a escoger, sin duda dirían que son más físicas que abstractas). En este caso, la situación es la siguiente: la hablante (Safo) está en un lugar público, seguramente una reunión en la que hay tanto hombres como mujeres, y ve a otra mujer, cuyo nombre no se dice, sentada frente a un hombre con el que conversa. El hombre se inclina para escucharla y esto hace que se desaten todas las alarmas de los celos y que la hablante recuerde lo que siente en una situación similar: palpitaciones, voz cortada, calor, sudor, pérdida de la vista y el oído, palidez y la sensación de ahogo que precede a la muerte. La influencia que ejerce la cercanía física de la persona amada provoca una reacción también física. La descripción de esas reacciones es magistral, llena de recursos métricos y fonéticos que hacen todavía más visible el estado de profunda emoción que provoca el enamoramiento: los oídos están tomados por un runrún (epirrombeisi akouai) y el fuego corre por debajo de la piel (hypadedromeken).

El tratado Sobre lo sublime cita, extrañamente, lo que parece ser parte de un verso más (v. 17): «Pero todo hay que soportarlo, pues incluso al pobre…» Ha habido una larga discusión acerca de si ese verso pertenece al poema o si es un problema de transmisión del tratado. Las cuatro estrofas tienen una cierta estructura circular, pues el mismo verbo que aparece al principio está también al final: «me parece que es un dios / me parece que estoy a punto de morir». Esta simetría entre las dos sensaciones de la hablante, en un caso dirigiéndose a un tercero y en el otro a ella misma, abonaría la hipótesis de que las cuatro estrofas son el poema completo, unido al hecho, no desdeñable, de que un comentario en prosa en papiro del siglo III comenta los vv. 14-16, pero no hay nada del presunto v. 17, y que la imitación de Catulo tiene, en efecto, una estrofa más, pero que no tiene nada que ver con este verso. Si el verso realmente pertenece a este poema y con él comienza otra estrofa, parecería que el texto cambia de dirección y que comienza aquí una parte más sosegada, en la que la hablante aceptaría con cierta resignación lo que sucede. Como Ahrens, Bergk, Bowra y otros filólogos, creo que ese verso no es parte del poema y por ello no lo pongo en la traducción, pero la discusión está lejos de estar zanjada.
 
Texto: E. M. Voigt, Sappho et Alcaeus, Amsterdam, 1971, pero con la corrección de Aldo Manuzio en el v. 13, aceptada hoy casi unánimemente (véase, por ejemplo, la reciente edición de Camillo Neri).

Metro: Estrofa sáfica: tres «endecasílabos» sáficos + adonio.

Versión: Endecasílabos + adonio (pentasílabo con acento en primera y cuarta).


Autor

Luis Arturo Guichard

/ Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1973. Poeta, traductor y ensayista. Su poesía reunida hasta 2012 ha sido publicada con los títulos Una fe provisional (2012) y Realidad y márgenes (2013). Posteriormente aparecieron Yo también estoy cruzando un puente sin orillas (2018) y El jardín de la señora D. (2017), con el que obtuvo el 41è Premi Vila de Martorell de Poesia en España y el Premio Iberoamericano de Poesía para Obra Publicada Carlos Pellicer INBA 2018 en México. Trabaja como profesor de literatura griega en la Universidad de Salamanca.

junio 2022