antes me aterraba el
encontrarme solo en el
mundo—
sin la más remota fracción
de compañeros/as silentes.
yo quería que mi vida
fuera como una película
interminable,
donde nunca encontraría
un asiento vacío a mi lado.
Puerto Rico
Sin la bendición del agua
Mi padre coloca su pie sobre mi espinilla. Ha aceptado el hecho que ya no se puede amarrar los zapatos. A meses de cumplir cincuenta, amenaza con cambiar a velcro, su panza una cúpula a la edificación de su cuerpo, encubriendo la vastedad de los años.
Yo sé los nombres extraños
temblé una vez en la cama,/ el día en la ventana,/ cuando la bárbara vela/ quemó su piel amada./ gocé una vez, en la calle,/ al ver mis versos volar,/ pues supe que no hay quien calle/ la voz que puede migrar.
Cosa extraña que piensa
Allá en el Sur
los árboles de la magnolia
explotaban en extraña fruta
morada era la pulpa
y sangrienta.
Ella las vio
y luego tuvo que escaparse
de la visión.
La belleza de los accidentes
Mis tripas aún abiertas./ Nueve libras insurrectas/ de llanto y calor/ habían salido de mí/ como de un volcán.
Como el musgo que crece sobre la piedra fría
Hoy era el aniversario de la muerte de tu madre.
Te acordaste
mientras comías
farina —le llamabas semolina—
y me contaste que le echaba una cucharadita de jalea.