Así como hay trabajos de paseador de perros, me gustaría ver un aviso que dijese que se pasean sueños. Esos que rascan la puerta por salir y realizarse, los que orinan nuestros bienes para marcar su territorio, los que le ladran con envidia a todos los sueños sin collar y van al parque. “Se sacan a pasear sueños” y vuelven calmados, satisfechos. Ya no le causan molestias a sus amos. Entonces ya no tendría uno que empuñar el periódico de los domingos con una furia incontrolable para reprenderse lo que sueña. Entonces uno leería y escribiría con más calma. Entonces no odiaría dormir con él a un lado del hastío. Pero los sueños no se doman fácilmente. El sueño muerde hasta a la noche, el sueño orina en la esperanza. El sueño muerde nuestra mano a todas horas, sin aviso y a la mala. Si no lo suelta el paseador, un día lo puede morder.
Es poco lo que me hace ser un árbol. Mis brazos cargan una parvada de hojas contra el viento, mi voz se queda al ras de las hormigas y sus minuciosidades. Algunas veces grito de dolor y, como un árbol, levanto de más una raíz o dejo caer mis garras secas sobre un auto. También a mí me aplastaron creyéndome arbusto, también a mí me dieron un hachazo y seguí sonriendo cada año cumplido. Mas, como un árbol, fui terco y todos los brazos que perdí los sigo sintiendo al llover.
Para hablar de cuentos de hadas mi vecina, tan locamente enamorada, con la que comparto una puerta. Y yo la miro tan ventana, ventana abierta que recibe fragmentos de luz hasta en la noche. Ella, a quien sí le pasó y le dice amor al amor. Ventana de canciones cuando la madre no está cerca. Para hablar del amor ella, pero para que su amor exista, corruptible, hecho verdad, yo tengo que callarme para no importunarlos. Y corro las persianas de mi ventana silenciosa. Porque mi ventana no respira, es solo un vidrio sin moverse. El amante se asoma al edificio, esperando las notas que le avienta mi vecina enamorada, un piso más alta que yo y casi dos vidas más astuta. Entre las rendijas los miro. Los miro en secreto y escribo en cartas que no mando una canción hecha con anthrax.
Es un joven capaz de robar o de mentir. Lleva las manos sudorosas el deseo, sabe que aquello que ansía es una moneda de otro dueño y él la busca entre los bultos. No. El deseo se deja hacer, deja que el sol mismo se agache. El deseo tiene la sombra larga y abnegada, fugitiva, como árbol que se enreda entre las nubes para capturar al sol. Como un roce de manos o como no llevar anillo. Deseo, hombre tirado boca arriba mirando enredarse las ramas de los árboles con él o con la luz. Hombre que se quita el pasto para volver al manicomio. Deseo, mujer de pelo interminable como un árbol. Deseo que cambia de forma y de color, deseo de abrigo o de bochorno. Deseo bisexual, deseo de manada. De vientos medianos, duros, recios como un tronco. De tantos rostros, de tantas cosas, de manos vacías, de hacer upgrade, de vengarse.
El calor recorre el encierro de su casa y se recuesta sobre el piso fresco. El calor ve a la distancia, como un chita, en la ventana, cuando pasa un crío de cebra. El calor se sienta sobre sus testículos como un muchacho desnudo. El calor suda en la sombra lo que nunca suda al sol. El calor resopla terco como una tetera goteando que humedece el cuarto entero. El calor se cansa de sí mismo. El calor se da un regaderazo y, en las rejas de agua fría, el calor avienta un claro grito. Luego duerme en la memoria de su prisión ejemplar.
Tirador
Las personas se pasean ajenas
cada una de la mano
de su distracción electrónica
Una mujer rompió su vida
y no ha recibido ni un like
las aves circulan grises
como las escamas del cielo
Un hombre gay sin camisa
ruega por ojos que lo laman
Allí estás tú creyendo tener la razón
Aquí estoy yo y 300 otros
haciendo memes de tu equívoco
y un punto blanco/rojo
recorre la palabra aire
viento muchedumbre
Mientras los cuellos nos empiezan a doler
A mis amigas les gusta llevar
un cubrebocas que combine
A mis amigos les gusta
decir que son puras mamadas
hasta que la palabra piel termina por ceder
mientras los transeúntes
esquivan los árboles el pasto
y la demás flora hipócrita de la ciudad
Nadie te putas mira.
* Estos poemas pertenecen a Yo no vine a hacer amigos (Amazon Kindle/Epub, 2021).

Autor
Ériq O Rulo Sáñez
/ Ciudad de México, 1986. Premio Nacional de Cuento Breve Julio Torri 2014. Premio Nacional Punto de Partida 2010 y finalista del Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor. Textos suyos han aparecido en diarios y revistas como El Universal, Letras Libres y Este País. Autor de La novela zombi. Ficciones y de Yo no vine a hacer amigos. Es becario del programa Jóvenes Creadores del FONCA (2021-2022).