1
Te doy, Claudia
el Tiempo
de un zapato
con su suela brillante
el Mar en un puño
un regimiento de hormigas rojas
el oxígeno y el fuego
en San Juan
la Noche más larga
en el Sur del mundo
el recomenzar la Vida
la tuya
tan breve o tan larga
–como quieras habitarla–
el estornudo de la Primavera
la marea blanda
el Tiempo, Claudia
te concedo el Tiempo
de un Zapato.
6
Mi marido tiene hambre,
es un gusano
yo
le traigo higos.
Ven,
limpiaré las costras marchitas de tu cuerpo
¿quién pudo hacerte esto?
–El amor.
–arranco cada costra
y me encargo de limpiar su sangre–.
Te llevaré colina arriba
donde sólo escuchemos
al viento
donde puedas ver la mar.
Te alimentaré
respirarás en tres tiempos y entonces
saltaré al barranco
podrás regresar
a tu hogar
sano y salvo.
8
Miguel Hernández
Yo le ruego a usted
la tormenta
¿podría dármela aquí en mis manos?
Me la llevaré para plantarla en mi jardín
le ruego también los piececitos de mi hijo
dulces peces de río
tierra naranja
esta tarde
¡el de allá es el mío!
Un venado.
Nadie puede jamás alcanzar las nubes
de ahí surgieron dos hombres
y una mujer.
Corría el tiempo de los cielos.
Usted tampoco ha sabido descifrar el secreto:
para eso hay que plantar un jardín
criar un hijo y
esperar la lluvia
No todos pueden hacerlo
¿verdad?
I
dos niños esta tarde se desnudan
ante sus madres y acarician un cielo
que nunca más será
igual de celeste
especies de hombres en miniatura
carentes de ropaje
brindan manzanas a dos mujeres
no vírgenes
que luego reptarán sobre la tierra
encuentran su corazón en medio de la espuma
pecadoras en el delirio
se auto infringen castigos
–lo que hicieron a quienes se negaron–
el placer
la carne
EL PECADO
los gemidos
y las sábanas rasgadas.
Golpean con sus manos la tierra
que se sacude con la marca del Séptimo Día.
Concluida la labor de parto
cualquier mujer se convierte
en hierba de campo
donde emigran las bestias.
Y así fue. Hizo Dios
las alimañas terrestres según su especie,
las bestias según su especie
tarde de inverno donde los corderos
en otros lugares del mundo buscan su rebaño
pecadoras redimidas
vuelven la vista y encuentran
–en medio del infierno–
a dos niños que
se desnudan esta tarde
“Porque tanto amó una madre al mundo
que no entregó jamás a su unigénito hijo”.
Ten
Raymond Carver
(Sólo eres capaz de imitar a los grandes)
Supón que te llamo de noche
y que tu mirada atraviesa el ventanal
Supón que bajas la calle
doblas la esquina y encuentras
que salgo corriendo a tu encuentro
Supón todo eso
Ahora apunta la dirección:
–te espero–
At Sunrise,
Street.

Autor
Viviana Gonzales
/ La Paz, Bolivia, 1985. Poeta y dramaturga boliviano-mexicana. Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid, Máster en Arte por la Universidad Complutense de Madrid y Especialista en Seguridad Internacional por la UNED y el Instituto Gutiérrez Mellado. Premio Nacional de Literatura en Poesía de Santa Cruz, Bolivia (2019), por su libro de poemas Hay un árbol de piedra en mi memoria. Es autora de diversos volúmenes, entre los que destacan Canto de un pájaro de fuego (2020) y Te doy el tiempo de un zapato (2022, finalista del Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press).