Bitácora de daños
contra el fondo del bote La playa aún
se espejeaba en la opaca luz de sus ojos.
Raúl Zurita
Ordenar los cadáveres a lo largo de la playa
—catálogo de barcos—
Página uno: medusas transparentes —la carne de cañón—
las invisibles van al principio
el experimento fallido de la historia.
Fila dos: los cangrejos y las jaibas:
su dura coraza estoica mantiene
una postura erecta inquebrantable
sólida voluntad de durar a toda costa.
Queda aún el eco de su fuerza.
Ordenar los cadáveres para llevar un registro:
una bitácora de daños.
Capítulo tres: las conchas de los moluscos.
Nadie sabría que aquí hubo un cuerpo alguna vez,
retrocediendo frente al dedo inquisitivo
la marea traicionera
que los va cubriendo lentamente con arena,
como a la hermana enterrada por el niño
con su cola de sirena inmovilizando sus piernas.
Ordenar los cadáveres para poder enterrarlos
página cuatro del catálogo de daños:
los montículos de algas podridas,
el escupitajo mosqueado de las olas
ellas tejen una red que es un sudario
para cubrir los cuerpos expuestos de la guerra
¿qué pasó aquí? ¿Quién mató a quién?
Sección 5: los pelícanos intoxicados
que murieron ahogados por el plástico marino.
Sus interiores revelan en la autopsia
un intestino intervenido donde tuercas y tubos
han reemplazado a sus órganos vitales.
Yo miro el naufragio desde lejos
contando los cadáveres improvisando las fosas
recuperando los miembros mutilados
para armar el rompecabezas de los cuerpos
reconstruyo, en fin, el paisaje antes de la tormenta
el majestuoso mástil devenido fardo inservible
incapaz de salir del agua
como una ballena ahogada
agitando ridículamente sus aletas sobre la orilla
mientras el fabricante de barcos duerme
sin ver el esqueleto de lo que ha construido
con sus manos
los destazados navíos en el muelle
los pescados sin pellejo
las espinas dorsales ondeando al desnudo
la playa saqueada en el país vacío
Así las cosas
A los cinco años
pensaba que tenía que decir tanto
hice promesas a mi yo futuro,
le dije que aún no era tiempo
de madurar juicios sin fruto
creer en miradas sin árbol.
Y sin embargo
aquello era más cierto
más nítido y exacto.
Ahora, de vieja,
siento que no tengo nada
para dar o saber.
Acaso fui sabia a los cinco años
y lentamente
he desaprendido mi rabia
Pico de pájaro
ellas caen arriba de sus hijos
piel aplastada el agua.
Silvia Goldman
Tengo que escribir sobre mi madre.
Porque escribir sobre la madre es pedirle cuentas a la historia
Cuentas claras.
Amistades largas.
Era un dicho de mi tiempo.
Duraban poco, mis amistades largas
duró poco el tiempo con mi madre.
¿Pero qué podría decirle
el pico de un pájaro al pájaro que la alimenta?
Exactamente.
Duró poco, por más
que me dio mi tiempo
y su tiempo y el tiempo
le pedí más ámame amamántame llévame contigo
no te vayas ven, siéntate ven,
necesito un árbol para abrazar cuando las manos
se me llenan de miedo y no llega el sueño
cuando lo llamo como tú
todavía sueño
que se meten a la casa a sacarte
y me dejan sola con la casa sin la madre.
¿Qué es una casa sin madre?
¿Qué es una madre sin madre?
Catedral despedazada
De tu mirada
solo recuerdo la rabia
como si quebrar fuera
la única respuesta
abrir algo por la fuerza
dejar que tus ojos me partieran
como a un coco el machete
y yo miraba desde lejos mis fragmentos
como quien mira
después de la guerra
la catedral despedazada
Autor
Violeta Orozco
/ Ciudad de México, 1989. Poeta bilingüe, traductora y ensayista. Autora de El cuarto de la luna (Literal, 2020), As Seen by Night/La edad oscura (en prensa). Estudió Filosofía y Letras Inglesas en la UNAM. Actualmente realiza el doctorado en Literatura y Cultura Hispánicas en la Universidad de Rutgers, donde investiga poesía y performance feministas de chicanas y mexicanas, da clases y traduce poetas estadounidenses.