De aquí a la muerte es un instante

Cuando encontraron los pliegues/
de mi vestido flotando/
en el lago como un abanico,/
los cisnes dejaron caer en el /
agua sus plumas negras./
No sé durante cuántos años/
estuve muerta…

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Los sueños más desvalidos

Los navíos existen, y existe tu rostro/
superpuesto al rostro de los navíos./
Sin ningún destino flotan en las ciudades,/
parten con el viento, regresan en los ríos.

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La dirección del equívoco

Garabateo en la penumbra que compartimos.
Duermes y me tocas con los gestos
de cuando estaba embarazada.
Mis ojos se entrecierran.
Seremos intrauterinas
dentro de nada.

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El comienzo de un libro es precioso

El comienzo de un libro es precioso. Muchos comienzos son preciosísimos.
Pero es breve el comienzo de un libro — mantiene al comienzo prosiguiendo.
Cuando este se prolonga, un siguiente libro se inicia.
Basta esperar que la decisión de la intimidad se manifieste.

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Como una tregua secreta, como un regreso a casa

Abraza esta claridad, es un hálito que/
recorre nuestras venas. Hace un tiempo/
escribí: cuando me cansé de mentirme/
a mí mismo, comencé a escribir/
un libro de poesía. Hoy de nuevo /
aprendí esa lección y por eso/
estoy aquí, estamos aquí.

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La vida, que también es una palabra

Es verdad que Lisboa, en el invierno, no tiene la/
dureza de una ciudad del norte. El aire/
es húmedo, el frío no entra en el alma, y no/
tiene esos blancos puros, ni los grises que/
perduran, ni siquiera el sentimiento inquietante/
de que el mundo se detuvo bajo la mortaja celeste.

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No importa si Londres o nosotros

Claro que todos mis prejuicios
de mujer se me vinieron encima, porque en el merendero
sólo había hombres que comían tocino y huevos y jitomate
(si estuviera en Portugal, serían sándwiches de queso),
pero pensé: Estoy en Londres, estoy
solita, a mí qué me importan los hombres, los ingleses
ni se meten tanto con una como los nuestros,
y así…

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El instinto que nos dice

El corazón de la madre ilumina/
el territorio de la mano./
Con impulsos rápidos /
sube el dedo más largo/
para agarrar al pájaro salvaje./
El dedo que indica el silencio/
está coronado de estrellas./
Por la ladera derecha/
se desliza el pez rojo…

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