En estos días comienza a circular el nuevo libro de Jorge Esquinca: Rimbaud A/Z (Bonobos-Secretaría de Cultura de Jalisco, 2023). Escritos en orden alfabético, a manera de diccionario, estos ensayos son —de acuerdo con María Negroni— un “asedio amoroso” a la vida y la obra del poeta francés. Aquí ofrecemos una de sus entradas (la “b” de “Barco”) y una versión en prosa del poema “El barco ebrio”, contenido en el apéndice del volumen.
—La Redacción
Barco
Tendrá que convertirse en ese Barco ebrio para llegar, como Baudelaire, a lo desconocido. Para sumergirse de una vez por todas en el Poema del Mar. La ebriedad es, entonces, indispensable. Se trata de una embriaguez absoluta, una embriaguez cósmica. Dejar atrás a los vigías, huir de los faros, de toda ruta previamente trazada. Es el Mar providente. Sí, para llegar a ver aquello que otros, menos ávidos, solamente han creído ver. El poema, escrito a sus 17 años, sin conocer el mar, va más allá de la acumulación de glosas y paráfrasis de Verne, Hugo y Baudelaire que han señalado los comentaristas. Hay mucho más: el mar de los libros leídos le proporciona la materia prima para nombrar los nuevos lugares de la poesía, donde los peces y la fosforescencia de las aguas cantan las visiones del poeta; donde los monstruos de las mitologías –el Leviatán, el Behemot– conviven con “los pies luminosos de las Marías”; donde un Nemo extático, pleno de “horrores místicos”, se entrega a la contemplación de un amanecer que se eleva “como un pueblo de palomas”. Y la singladura se va creando conforme el Barco avanza, las visiones, los sueños –que se sueñan con los ojos abiertos– se suceden. Apariciones que anticipan el monólogo del Replicante, el invencible antagonista del Blade Runner: He visto archipiélagos siderales e islas/ cuyos cielos delirantes se abren al viajero… I’ve seen things you people wouldn’t believe. Attack ships on fire off the shoulder of Orion… Rimbaud desborda, inaugura otras 20 mil leguas, un nuevo Álbum del Mar para sus estampas visionarias. ¿Un nuevo mapa sideral? Más bien, en todo caso, un descenso de la mano de Poe hacia el Maelstrom: el Barco perfora el cielo, arrojado por el huracán, en una suerte de angustiosa deriva. (Y, dentro, en la dársena del recuerdo, otro navío más frágil aún, “como mariposa de mayo”, se dispone, desde la mano de un niño a surcar el sombrío piélago de un charco.) Barcos en el Canal de Suez, admirados por el niño Arthur en revistas de la época. Y, no mucho después, vistos de verdad. Una hazaña en los límites de la voluntad, de la audacia, de la necesidad de perderse… El anuncio, quizás, de una fatiga extrema, que lo llevará a perder una pierna. Tendrá que dejar pasar ciento cincuenta años para ver tatuado ese poema en un muro de París, tendrá que someterse a la embriaguez de la absenta y del viento en altamar para olvidarse de ese poema. Y el Vigor del que nos habla –“millón de pájaros de oro”– se ha exiliado, es un futuro. ¿El que habrá de necesitar, convertido en desertor, para atravesar las selvas de Java y en plan de traficante el desierto Danakil? Casi podría decirse que en ese poema se encuentran escritas, en código visionario, señales de lo que vendrá. Antoine Adam: “Le bateau ivre suponía, no sólo para Rimbaud, no sólo para el poeta, perspectivas misteriosas de fuerza y de libertad, un mundo desconocido donde el espíritu sueña penetrar. No se trata, para nada, del mundo interior de los místicos, sino aquel que la humanidad busca alcanzar y donde habría de encontrar la felicidad”. Pero el Barco hace agua, es un “mártir cansado” que si bien ha visto –y nombrado– lo inefable, ha de pagar por ello. En la página final de la biografía escrita por Enid Starkie, este párrafo: “En Le bateau ivre, por otra parte, encontramos todas las nostalgias de la naturaleza humana, sus aspiraciones y su apasionado deseo de dejar atrás valores que han perdido su vigencia para navegar hacia esperanzas nuevas. La carga de Le bateau ivre son los sufrimientos de un mundo herido, con el infinito cansancio que le produce todo lo que le rodea; esa nave lleva a bordo el ardiente deseo del mundo de navegar por alta mar, librándose del asfixiante hedor del puerto, para purificarse allí de todo lo que le ha manchado”. Aunque me parece advertir que la libertad libre tan ansiada, tan afanosamente buscada por Rimbaud no encuentra aquí otro camino que la aniquilación: “que reviente mi quilla, que me hunda en el mar”, exclama desconsolado hacia el final de los cien versos que componen el poema. Es el precio a pagar por el navío que abandona la estela. Es la aduana de la realidad que le cobra impuestos al vidente. “Toda luna es atroz y todo sol amargo”.
El barco ebrio

Autor
Jorge Esquinca
Ciudad de México, 1957. Poeta, ensayista, traductor y editor. Autor de una veintena de libros, entre los que destacan El huso de Andrómeda (poesía) y Rimbaud A/Z (ensayo), publicados ambos en 2023. Traductor de poetas de lengua inglesa y francesa, dirige el sello Mano Santa Editores, especializado en pequeños libros de poesía. Vive en San Antonio Tlayacapan, en la ribera del lago de Chapala, Jalisco.