Versión al español de Giorgio Lavezzaro.
Traducir es escribir. Cualquier traductor literario te lo diría. Aviso: si le preguntas a cualquier traductor literario “Entonces, ¿también escribes o sólo traduces?” probablemente se pondrá un poco a la defensiva. Verás, a muchos de nosotros nos amarga la insinuación de que la producción de obra “original” (lo que sea que signifique) es invariablemente la meta, el estándar, la aspiración más elevada; que la traducción, en comparación, es un ejercicio, un oficio de segunda mano, un arte provisional.
Hay otras preguntas que nos hacen retorcernos. Aquí hay un ejemplo personal, como alguien que dedica la mayor parte de sus horas de vigilia a traducir pero que también escribe poemas “nuevos”: me preguntan de vez en cuando si mi trabajo como traductora afecta mi poesía. Y siempre me pone nerviosa y digo que sí, porque creo que siento que sucede. Siento que las puertas de mi lengua se entreabren de a poco por las voces y estilos a los que estoy expuesta mientras traduzco. Siento que me incitan, que despiertan mis sentidos, que me mantienen en sintonía con la pura materialidad de las palabras. Pero ¿más allá de esto? ¿Más allá de una sensación? No me retuerzo porque encuentre la pregunta insípida, sino porque simplemente no estoy segura de cómo responderla.
Algo hace un ruido leve debajo de la superficie de estas preguntas. Al tratar de entender la relación entre escritura y traducción, al tratar de probar (con curiosidad o suspicacia, con reverencia o desdeño) dónde termina una y comienza la otra, nos topamos rápidamente con un par de asunciones viejas y persistentes:
¿Acaso un escritor no aspira a ser original?
¿Acaso un traductor no aspira a ser invisible?
No voy a lazar una disquisición sobre la originalidad y la invisibilidad. En lugar de ello, quiero hablar sobre una poeta y traductora cuyo trabajo explora estos asuntos con vitalidad y rigor.
Adeeba Shahid Talukder traduce del urdu al inglés y es la autora del poemario Shahr-e-jaanaan: The City of the Beloved. Ella está intrigada, me cuenta, por el tropo de la “buena traducción” como una en la que el traductor se esfuma por completo. Es un concepto en sí mismo ingrato y adquiere formas concretamente problemáticas al traducir del urdu: “En la mayor parte de la poesía clásica urdu cada imagen, metáfora y pensamiento pertenecen a un mundo”, explica Adeeba, y resulta intraducible más allá de él.
La idea y la práctica de la transcreación resulta esencial para su trabajo como traductora y poeta. Ella encontró inspiración en The Rebel Silhouette, las traducciones de Agha Shahid Ali del poeta paquistaní Faiz Ahmed Faiz. Estas traducciones son transcreativas en el sentido de que, en las palabras de Adeeba, “Shahid acompaña a veces lo literal con una especie de explicación o exploración del verso, en el que se le facilita al lector una idea en lugar de darle el significado literal de las palabras y dejarle que arme las piezas”.
Adeeba se sintió inspirada por este enfoque y empezó a incorporarlo en su propia poesía “usando la traducción como un vehículo para la creación de nuevos poemas”. Descubrió que su obra, que abreva de leyendas árabes, persas y sudasiáticas era malentendida a menudo. En su poemario Shahr-e-jaanaan: The City of the Beloved, toma un nuevo camino: “intento empezar el trabajo de traducción del contexto mismo… creé un libro en el que se asumen las normas del ghazal y cuyos poemas usaban sus imágenes, metáforas y tropos en lugar de los que hay en el canon inglés”.
También incorpora versos específicos de texto traducido en sus poemas: no como referencias, no como meros guiños intertextuales, sino como material con el que trabajar, reconfigurar, transformar, para hacerlo nuevo. Por ejemplo, tomó un verso de Mirza Ghalib, poeta del siglo XIX, y lo tradujo directamente al inicio. El amante en forma de ghazal le habla a su amada:
who will live until your curls are conquered?
[Un suspiro necesita el tiempo de una vida para que haga efecto;
¿quién vivirá hasta que tus rizos sean conquistados?]1
“Cuando escuché por primera vez estos versos me dejaron perpleja”, dice Adeeba. “¿Qué podría significar para un rizo ser conquistado y por qué alguien querría hacerlo?” En seguida, escribió un poema que representa al amante ghazal como un hombre que hace gala “de adorar la belleza y a las mujeres hermosas, pero que en última instancia busca dominarlas, que las ve como ídolos que hay que derribar”. Cito por extenso a Adeeba cuando desentraña su proceso:
Longing, air-spent
travels the length of age, then receives
a faint reply:
You have conquered a curl, at last.
[Anhelante, el aire apagado
viaja a lo largo de la vida, luego recibe
una débil respuesta:
Has conquistado un rizo, al fin.]
Los bucles de los rizos de la amada son una metáfora de su misterio, complejidad e inasequibilidad. Hay capas por deshacer, secretos por desvelar. En urdu el verbo sar hona, o ‘ser conquistado’, puede también significar ser ascendido a la cima, como en español. En “Ah!”, me imagino entonces al amante trepando por las trenzas de la amada y, claro, el trasfondo es sexual:
Long,
how long I’ve traveled your tresses,
their black thick as night
forest of tangled twisting thoughts:
hip to waist,
along the length of the back
to the neck—made of softest light—
[Tiempo,
cuánto tiempo he viajado por tus trenzas,
su oscuro espesor como la noche
bosque de ideas enmarañadas y torcidas:
de la cadera a la cintura,
a lo largo de toda la espalda
hasta el cuello —hecho de la más suave luz—]
Termino el poema con un retrato débil del amante que solo tiene un éxito moderado en su ridícula tarea, burlándome del concepto del verso mismo:
but before I could reach your temple’s summit,
my breath collapsed.
I fell, clutching just a lock of your hair.
[pero antes de que pudiera alcanzar la cima de tu templo,
mi aliento colapsó.
Caí asiéndome apenas de un bucle de tu pelo.]2
En este caso, uso temple para sugerir que la adoración y la conquista están entrelazados, que de hecho son dos caras de la misma moneda. Aquí, el suspiro, el aliento, resulta demasiado corto, demasiado insustancial para soportar al amante en la escalada por las trenzas de la amada. Se sumerge en la muerte habiendo derrochado su vida en una búsqueda banal.
El poema de Adeeba existe gracias a la traducción. Y la traducción existe, sólo puede existir, gracias a la creación. Ambos son originales. Ninguno es invisible.
Tanto escribir como traducir implican la búsqueda de la libertad dentro de límites. Quizás las restricciones son más obvias cuando se trata de traducir, porque ya hay unas cuantas palabras delante de ti, una forma, un pulso, un lugar, un tiempo. Pero escribimos, también, en respuesta a los que sean los términos de involucramiento que nos han enseñado.
Lo que encuentro tan contundente sobre la forma de transcreación de Adeeba es que explora y desafía constantemente los términos en sí. Escribe sus poemas en lengua inglesa, pero los construye afuera de los parámetros del canon inglés. Al extraer de la poesía urdu y persa, se involucra en la traducción como manantial y aliada, no como estasis o borradura.
Uso palabras traducidas del verso original para construir un hogar en el que caminar.
Eso me suena a libertad.
1 La versión al español es mía, uso la traducción de palabras traducidas para construir una casa en la que otros puedan caminar. [N. del T.]
2 Uso, también yo, la palabra templo porque es tan sugestivo como el temple inglés que sugiere adoración y conquista. En cambio, prefiero bucle en lugar de mechón porque lock no sólo puede significar “mechón”, sino “cerradura”, y en un juego de conquista fallido, que se escala por los rizos y se llega a la cima del templo y se cae, de pronto tengo la sensación de que el conquistador aferrado sí, al pelo, pero también a la cerradura que no logró abrir. Pero aferrarse a la cerradura es no dejarla ir, un, quizá, intentarlo de nuevo. La idea del bucle me parece que condena al conquistador a la caída y la repetición, en la escalada de los rizos que no puede conquistar. [N. del T.]
Autores
Adeeba Shahid Talukder
Poeta paquistaní americana, cantante y traductora de poesía urdu y persa. Es la autora de What Is Not Beautiful (2018), y su primer poemario, Shahr-e-jaanaan: The City of the Beloved (2020), obtuvo el premio Kundiman Poetry Prize. Es maestra en Escritura Creativa por la Universidad de Michigan y obtuvo una beca para poetas emergentes de Poets House.
Robin Myers
Nueva York, Estados Unidos, 1987. Poeta, traductora y ensayista. Su obra poética ha sido traducida enteramente al español y publicada en México, España y Argentina en los volúmenes titulados Amalgama (2016), Lo demás (2016), Tener (2017) y Poquita fe (2023).