Aquí puede leerse la primera entrada de este dossier.
Pereira, 1996. Profesional en Estudios Literarios por la Pontificia Universidad Javeriana. En 2021 recibió el Premio de Poesía Joven RNE-Fundación Montemadrid por Coordenadas de un plano irrealizable. Entre 2023 y 2024 fue becario de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. Su libro Tener un cuerpo es mala poesía ganó el Premio Internacional de Poesía Emilio Prados 2024.
Ley primera
La casa cruje como Dios.
Nadie oye su derrumbe
por lo mismo
Ley segunda
Si hay materia, hay fisura.
Cuántos quiebres
cuántos minúsculos fiordos por donde reptar
por donde agitar las alas torpemente
¿hay plantas
me pregunto
que crecen hacia dentro?
La casa es ante todo una entrada que desfasa:
siempre hay algo que queda fuera.
Ley tercera
Toda grieta es un umbral.
Ley quinta
Las casas también organizan a los hombres.
Basta con entrar en ellas
caber en donde ellas nos dejen caber
acomodar la mudanza que somos según sus jerarquías.
Basta un desliz sobre la baldosa
quizá un índice que obstruya el encaje de la puerta en su jamba
el paso en un peldaño flojo
para recordar
que el cuerpo es otra cosa.
Precisamente: una cosa.
Que se quita y se pone
tan fácil.
Ley sexta
Si hay un traqueo mínimo en la noche
como cuando la madera cruje de pronto
tienes que saber que ha sido una cucaracha que escalaba por la pared
y se cayó de espaldas.
Incluso esas minúsculas caídas fracturan el suelo de la casa.
Para vivir tranquilo hay que ignorar el propio peso.
Pisar y olvidar. Pisar y olvidar.
Es muy sencillo.
También hay otro requisito: no mirar
bajo ninguna circunstancia
hacia abajo.
Date cuenta
quédate quieto, mi amor, date cuenta
de que la lagartija sale de pronto
desde atrás de las cortinas
y corre
frenética hasta tus labios
se queda allí
detenida ante la grieta
como si todos miráramos
tu boca
nuestros ojos siempre están encima de la lagartija
por eso tiene una anatomía
tan aplastada
desde el comedor de Pereira
mi madre está tan asustada ante la lagartija
como ella de la humana
y es que es verdad que tus labios le dan miedo
mi padre, por el contrario, no le presta atención
quiere que se infeste la casa de lagartijas
para que se coman a todas las cucarachas
pero no sabe
que las lagartijas también son una plaga
que esta lagartija suena
que su cuerpo lánguido
retumba en todo el barrio
su cuerpo contra mi cuerpo asusta
date cuenta
de que nuestro beso
es una alimaña en nuestra casa
es una rapidez que se esconde
pero cuando se muestra
diminuta e insignificante
hace de la pared
el muro de la masacre
y las escobas caerán en tu boca,
mi amor,
caerán los gritos
caerá la sangre
en el muro del sacrificio
pero no importará
porque entonces me habrás tragado
Barranquilla, 1993. Escritor y periodista cultural. Autor de Por eso yo me quedo en mi casa (2018). Editó la página cultural del diario El Heraldo. Periodista de la sección LGBTQ+ de Infobae desde 2022.
Mordedura
Voy a meterme en la boca un trozo de pan
no importa que esté rancio o esté duro
o que las moscas y otros dientes
se hayan cebado largo tiempo con él
Tan solo me llenaré la boca
de una sustancia concreta
un pan blanco que al comerlo me haga pensar
en la orfandad de la mordedura
No exigiré que me sacie o alimente
a su manera cada mordisco sabrá decirme
que también la orfandad es una masa inflable
un trozo de mendrugo que atorado en la garganta
incluso con una bebida caliente
y varios puñetazos en el esternón
cuesta tragar
Tumbatecho
La brisa que pasa por la cuadra
se está llevando los tejados de las casas
ahí va un vecino volando
sonríe en lo alto
no sabe que al caer le espera
un poste de luz con su enredo de cables eléctricos
amortiguarán su descenso
pero lo dejarán tostado y tieso
en pleno día
Encuentro
Si el arroyo que pasa por mi casa
me llevara a la tuya
cuántos chapuzones no me hubiera dado ya
tan solo para presentarme ante tu puerta
sucio harapiento y húmedo
pidiendo refugio en tu habitación
Allí, al calor de tu axila
veríamos caer la lluvia por la ventana
como una película mil veces repetida
—Las muertes ajenas serían un cálido
tema de conversación—
Pero el arroyo que pasa por mi casa
arrastra cuerpos bañados en sangre
hacia un lugar lejano habitado por otros cuerpos
Muchos cuerpos apilados
formando una montaña
semejante a una fuente que en vez de agua
escupe alaridos y huesos
Allí el arroyo es más poderoso
porque las lágrimas de los ahogados aumentan su caudal
Allí desembocan todos los arroyos
incluso los de tu infancia y la mía
A veces imagino que esa desembocadura
es nuestro primer y último punto de encuentro…
Bogotá, 1992. Antropólogo, poeta y editor. Fundador y director editorial de la revista virtual de poesía Otro páramo. Compiló Sobre las macetas. Antología de poetas nacidos después de los ochenta en Colombia (2018) y Emilia Ayarza. Antología (2020). Autor de Algo blando en cada trámite (2023). Desde 2022 publica junto a otrxs la instalación poética y artística Contaminación cruzada en el espacio público de Bogotá.
El recuerdo
El nombre de este edificio
era CUERDO.
Extraño gesto
es señalar lo evidente
porque al decir
que esos ladrillos son sensatos
racionales
se abre otra oscura posibilidad
que no lo fueran.
Habrá sido por vergüenza
por estar a una altura
más eminente
que los propietarios
minuciosos
cambiaron el nombre:
Edificio EL RECUERDO.
Creyeron
que así se alejaban de la anormalidad
y entraban al mundo sosegado
de los nombres correctos.
Pero debajo
de lo solemne
cruje la desproporción:
Prefijo procedente del latín
Unido a adjetivos
refuerza el significado
re-
Las palabras
tienen raíces que palpitan
no se pueden arreglar
tienen su propia abundancia
por venir de muchas bocas.
Son impredecibles
salvajes
no les basta con una sombra
les brotan patas y cabezas
cambian
enloquecidas.
Ningún deseo humano
las va a domesticar.
Todo persiste
No se puede destruir a los fantasmas
solamente diluirlos
hasta que sean tenues ramas transparentes
que se posan en cualquier parte
que se agregan a cualquier grieta
y se mecen con el viento de la noche.
La montaña
Fuimos con un amigo
a caminar por la montaña
habíamos dormido
tres horas solamente
y la terquedad del sueño nos rayaba las cabezas.
Paramos en un claro
agotados
el viento había partido nuestros labios
y nos dolía hablar.
Entonces nos sentamos en silencio
simplemente
sobre la punta de unas piedras
en lo alto
y nos fijamos en las figuras
que armaban las hojas a lo lejos.
La naturaleza temblaba levemente
y nosotros temblábamos con ella
en un arrullo antiguo y verde.
Hacía calor y él cerró los ojos
no sé qué pensó.
Yo pensé (unas aves negras
nos empezaban a orbitar)
que este momento era importante
y tenía un lustre propio
aunque la vida fuera larga e imperfecta.
Medellín, 1985. Estudió Periodismo y cursó la maestría de Creación Literaria en la Universidad Pompeu Fabra. Autora de La vida como era (2017) y La hora de los satélites (2020). En 2017 obtuvo la Beca para la Creación en la categoría de poesía, de la Alcaldía de Medellín, y en 2019, el premio del Ministerio para la publicación de una obra inédita.
Las agujas y los hilos
Admiro a las mujeres
que saben en qué lugar de la casa
se guardan las agujas y los hilos,
saben coser lo que se desgasta
limpian los envases
de mantequilla y mermelada
para ponerlos en la caneca
del reciclaje,
saben cuántas
fundas de almohadas,
cuántas sábanas tienen.
No soy como ellas
pero conservo
en una cajita bien cerrada
los regalos que me hace
mi hijo,
un pedazo de un globo
bolitas diminutas
que antes fueron un collar
recortes
de papel dorado
la punta
de un meteorito
de ladrillo,
un corazón de plástico
que brilla al sol.
Los encuentra
en el parque de su colegio
a la hora del descanso,
los mete en el bolsillo
de su sudadera azul,
me los entrega
todavía con las manos
llenas de tierra,
y yo los guardo
en esta cajita
de metal
que puse
sobre mis libros
y que me gusta
abrir a veces
cuando estoy sola.
Antes
Antes
mi hijo decía luenga
en vez de lengua.
Yo no lo corregí
ni una sola vez.
Amaba el sonido
de esa palabra extraña
como recién nacida.
Cuando alguien le enseñó
“Se dice jirafa, no firasa”
de verdad lo lamenté.
Igual con la mariposa
que antes era papiosa.
Sabía que esas palabras
no se quedarían
mucho tiempo
ahí,
en su voz.
¿Para qué apurarse entonces?
Las palabras habituales
están ahora en su sitio.
Excepto,
cuando quiere hablarme
de jaguares y dice
“mamá están en vida de extinción”.
Ya sabemos
no hay que decirle nada,
quizá queden algunos días así
en que la vida se extinga
sin intermediarios.
Bogotá, 1990. Profesor universitario y abogado colombiano.
Sueño
Sueño con mi padre.
Cabalgamos juntos
sobre poderosos caballos
en las praderas de ultratumba.
Despierto a la lluvia,
al café, al cigarrillo,
y a los seres humanos.
¿Por qué temen a la muerte?
La vida es don sobrestimado.
Otro sueño
Sueño con mi padre.
Ya soy adulto.
Él me da besos
con su nariz
en mi nariz
y con sus manos acaricia mis orejas.
Esto lo hacía cuando yo era un niño
(lo confirmó mi madre).
No lo sabía,
no poseía este recuerdo
hasta que el tiempo,
no sin piedad de empático enemigo
y con algo de ironía y de cinismo,
me lo devolvió en el sueño.
El muerto
Los otros no lo entienden:
cada uno carga con sus muertos
hasta su propia muerte.
Pasadas unas semanas
dejarán de darte el pésame,
y eso es bueno
(nadie quiere lástima).
Lo malo es que lo olvidan,
creen que superaste a tu muerto,
que lo dejaste atrás y eres,
otra vez, como ellos.
Los otros no lo entienden:
eres cripta, lápida y mausoleo,
tu palabra es epitafio
Lluvias
¿Cuántas generaciones habrán presenciado
esta misma lluvia?
¿Cuántas se habrán preguntado
lo mismo?
Piedra
Quisiera ser piedra.
Piedra rodante.
Piedra más vieja que todos los hombres.
Piedra más sabia que todos los seres,
porque guarda respetuoso silencio
y solemne quietud
ante el venerable prodigio cósmico.
Reencarnación
La eternidad repite sus signos.
He visto repetirse los mismos ojos en los gatos.
¿Cuántos gatos habrán visto repetirse en otros hombres los míos?
Everest
Those Himalayas of the mind
Are not so easily possessed:
There’s more than precipice and storm
Between you and your Everest.
Cecil Day Lewis
Me pregunto si Everest
quiere decir descanso eterno,
si algún explorador inglés
lo nombró con soberbia idéntica
a la de Adán cuando nombró las cosas del jardín,
creyendo nombrar por primera vez
algo que en realidad ya tenía un nombre
mucho más antiguo y poderoso.
Me pregunto si lo nombró Everest
para aludir a la muerte como final
de la expedición de la vida.
Pienso en los monjes del Himalaya,
retirados en las cuevas
junto a manantiales cristalinos,
sentados hace milenios en posición de loto.
De no ser por su meditación,
que les prepara para la muerte,
este mundo ya habría desaparecido.
Manizales, 1996. Periodista, magíster en Hermenéutica Literaria por la Universidad EAFIT y en Escritura Creativa en Español por la Universidad de Iowa. Trabaja en el periódico El Colombiano como macroeditora de Tendencias y editora de la revista Generación. Es profesora de Expresión Escrita de EAFIT. Autora de Tal vez a las cinco (2022).
Te mataron un día
cuando yo no sabía aún que la gente se moría.
No entendí la muerte ese sábado aunque lloré toda la noche
como si hubiera sabido de tu confesión temprana:
desde las cinco eras un muerto
tal vez antes o un poco después.
Nadie se acuerda de la hora exacta
y menos yo
que entonces no sabía de horas.
Comenzaste tu vida de muerto esa tarde
y yo mi vida de huérfana ese día.
Lloramos una vez en un sueño
la única vez.
Hablamos toda la noche
y regresaste a ese lugar donde vives ahora
que no es mi casa.
Te he liberado varias veces
por un consejo repetido de los amigos:
vete, sé un muerto tranquilo
Adiós.
Y siempre has sido ese espacio vacío
en un lugar de mí que o sé dónde ubicar.
Nos mataron un sábado en la tarde
tal vez a la cinco, papá.
Ya estás viejo.
que tras la muerte
los años dejarían de contar.
Creíste mal.
Envejeces igual que yo
que estoy de este lado
sola
sin vos.
Estás viejo
aunque no se te noten los años en esa foto azul
que me mira todos los días
mientras me arrugo.
A las fotografías
no se les notan los años,
pero a los muertos sí.
Felices treinta y tres.
Existes porque te pienso.
Pongo todos los días un poco de mí
para que vivas.
No importa
si no llegas en las noches
ni respondes en las tardes.
Entiendo que en la muerte
también se esté ocupado.
Bogotá, 1992. Estudió Derecho y Literatura en la Universidad de los Andes. Trabajó en el gobierno durante las negociaciones de paz entre el Estado y las FARC. Sus intereses académicos radican en la intersección de la ley, las humanidades y la historia de las ideas. Actualmente estudia un doctorado en Derecho en la Universidad de Yale.
Partes
ya no sé cómo ser
del mundo
sino por partes,
nunca entero
Archipiélago
Como un descubridor
cuando ve tierra
y no entiende la tierra
—luego el tiempo
da las certezas
o las disipa—,
así, yo me di cuenta
de que tú eras el camino
más corto
para volver a mí.
Samsa
mi tren sale a las 5
y me rasca la barriga
no sé no sé qué hacer
no sé qué hacer
con tantas patas
Plegaria
Hazme otro
Comparaciones
Como una voz que se va
y que viene y que se va.
Como algo con alas,
como un bicho.
Como un consuelo.
Como un puñal.
Como la piel.
Como un continente,
como el tiempo.
Como un río y, allá,
como la orilla de un río.
Como una voz.
Como una pregunta,
como el mar,
como una liebre.
Como una puerta.
Como una voz
que abre puertas.
Como algo que se mueve
en la oscuridad,
como una magia.
Como un animal.
Como bastarse.
Como no ser nunca suficiente.
Como una lista.
Como el consuelo de las listas.
Como el desorden.
Como, digamos, la noche.

Autor
Darío Jaramillo Agudelo
/ Santa Rosa de Osos, Antioquia, Colombia, 1947. Poeta, novelista y ensayista. Autor de más de 10 libros de poemas y siete novelas. Fue becario de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation en 2008. Entre sus múltiples reconocimientos, destacan el Premio Nacional de Poesía de Colombia 2017 y el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca 2018 por el conjunto de su obra. Es miembro honorario de la Academia Colombiana de la Lengua y miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.