Juana Adcock, Manca. Fondo Editorial Tierra Adentro, Ciudad de México, 2013, 91 pp.

“El jueves pasado me levanté y decidí cortarme la mano. Lo vi todo muy claro y cuando veo algo muy claro no titubeo ningún segundo”, escribe Juana Adcock (Monterrey, México, 1982), poeta y traductora mexicana, en su poema “Manca”, el cual le da título al libro publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro en 2013. ¿Cómo se escribe desde la ausencia o la imposibilidad? ¿Cómo se habla de la violencia sin romantizarla? ¿Cómo se puede escribir en un país donde sólo “hay cadáveres”? De manera muy precisa, pero también manca y ausente, el yo lírico del libro nos invita a preguntarnos por la naturaleza de la violencia, el lenguaje del horror, por “las palabras atoradas en la garganta”, según explica Adcock. México es un país que no se puede disociar de la violencia; pensar en México es pensar en la violencia, los desaparecidos, el desplazamiento forzado y, aunado a todo lo anterior, en la falta de justicia. ¿Qué hace una en un país sin verdad? Escribe poesía:
unbearable
El título del libro ya es, en sí, un manifiesto de algo que falta, que es imposible e ilógico. ¿Cómo va una a escribir, lo que sea, si fuera manca? Desde el principio del poemario, Manca se niega la existencia, se niega la escritura. El libro de Adcock es un libro de la negación, de lo arriesgado, de la zozobra, del desgarro de vivir en uno de los países más violentos del mundo:
Esta mano entumida de destiempo, predicciones
agrias, no sé para qué, de dónde, cuándo curando bo-
rrándote, resolviendo todo lo que nos duele vergon-
zosamente, lo que no fue tan malo ni tan largo ni tan
alarmante
Las imágenes que nos presenta la autora están mutiladas y algunas resultan incomprensibles. Porque eso es el horror, ése es el lenguaje del miedo; porque para la violencia, que resulta una constante, también hay un lenguaje que no responde a lo racional, que se parte, se quiebra y se deshace. Este libro, en palabras de Adcock, está influido por las vanguardias históricas y también de la estética neobarroca, que han hecho de la incompletud, del vacío y de lo inintelegible una práctica poética. Por medio de la mutilación de sus palabras, Manca busca la perplejidad y el asombro de su lector, pero también le parece necesario que éste trate de llenar los vacíos, que balbucee algo, que hable a pesar de que parecería mejor guardar silencio:
Y su voz
quemadura meteorito
estalla cascarón
metálico huevo
menudo inocente
que salió cocido
charca colorida un iris
salpicando la banqueta
me mataron ay a mis hijos
implora materno colgándose del faldón
militar golpe de culata
en el estómago y a salir vomitando
las recalcitrantes laderas
(Zambrano lo había previamente
pavimentado todo)
y nosotros nos callamos a lo uno solo
no vayamos a amanecer doblados
en un tambo sosa cáustica
astillas los huesos
espuma las vísceras.
Este libro es una implosión, una insistente pregunta desde lo incomprehensible; es un libro valiente porque, a través de las palabras, intenta intervenir en la cruda realidad a la cual no le alcanzan los datos para entender cuántos menos y por qué. Manca es un aullido y una desarticulación de nuestro lenguaje para decir: “del horror sólo se puede hablar así”. Para leer el horror hay que devenir cuerpo mutilado, al que le faltan y sobran las palabras. Porque, a pesar de que el libro es una revolución contra la violencia del silencio y la denuncia, hasta ahora las palabras no han sido suficientes para comprender nuestra propia deshumanización o para evitarla. Para Adcock, la no ficción resultó insuficiente para hablar de las atroces matanzas de los cárteles mexicanos. Para demostrar su poder y su fuerza, ante el gobierno, el pueblo y sus rivales, el narcotráfico empezó a exponer a sus muertos como si fueran trofeos. Y es aquí, en este momento, donde lo real se vuelve irreal. Por ejemplo, pensar que la personaje Daniela lleva la cabeza de su prometido en una charola, resulta convincente:
Otro ejemplo de la saturación de imágenes violentas que nos rodean puede verse en el poema “Loro”:
Para Adcock, los contrastes eran necesarios para crear esta estética de la violencia y para reforzar su discurso poético, despojado y parcial; un discurso posmoderno fincado en la no racionalidad y en la imposición de otra normalidad en la que no estamos inmersos. Manca no es un poemario bilingüe: para su autora fue importante usar en inglés más allá de su migración lingüística porque, para conseguir el american dream, México se ha convertido en un campo de batalla. Además, la frontera entre México y Estados Unidos es lingüística, política y social. Tomar la lengua del fuerte para hablar, de manera atrevida, de la inestabilidad de ser un país de paso, de ser un laboratorio de drogas para Estados Unidos, es subvertir, así sea de forma simbólica, la agenda política o lo que siempre nos han contado. Es alterar la historia y contarla desde lo caótico de ser fronterizo:
Truth is structured like a fiction:
As if to teach me una lección, como si tomara
disciplinary action, the microphone fell
on my keyboard, breaking off
the accent key, chingándose
la tecla del acento, como para decirme:
Thou shalt renounce your own language
Manca es el cojo tratando de correr rápidamente, Manca es un tartamudo tratando de decir un discurso, Manca es regresar de la batalla con el cuerpo mutilado, hambriento, angustiado, con las palabras atrofiadas, harta y con ganas de más violencia. Manca es
Autor
Lorenza García Hegewisch
/ Ciudad de México, 1997. Poeta. Tiene estudios en Letras por la Universidad Iberoamericana y actualmente cursa la Licenciatura en Comunicación por la misma casa de estudios. Su cuenta de Twitter es @garhegelorenza.