octubre 2023 / Inéditos

La técnica convierte al hambre en tiempo

 
Escribo desde afuera
testifico lo que veo, en donde existo

aquí está lo irreparable y
[
los días
el sudor
dos hombres armados
un tramo desierto
la tragedia
]
el ruego por auxilio

[de cuatro ganchos colgarán mis pies]

escribo desde afuera
incapaz de abarcarme.
 
 
 
Cuando hablan de mucosidad
de cerdos cubiertos en desperdicios, ballenas inmovilizadas
o garrapatas hinchadas hasta herirse
están hablando de ti.

Piensan en tu nombre al decir que temen un número en la báscula.
Piensan en tu espalda grotesca cuando tienen hambre.

“Todo menos ser ella”, dicen

El movimiento involuntario y espasmódico del asco
te señala.
 
 
 
*

Oír la voz del hambre como a un monje budista
y sentir la línea, el padecimiento que apesta y hace llorar
a los años de evolución que le tomo a tu estómago
aprender a decirte que algo le hace falta

**

La voz imperativa sobrevive, se acostumbra
a la soledad de los fragmentos que caen y significan
simpatía de tu boca
sobrevive a medias, apenas con jirones líquidos
pensados para posponer la desconfiguración del atasco

***

La técnica convierte al hambre en tiempo
el tiempo espera, el tiempo es paciente,
el tiempo carcome, el tiempo es infalible
el tiempo hace oír la voz, pero palabras son palabras
y el hambre sobrevive.
 
 
 
La idea de persona no nos toca a las gordas
nosotras somos
grasa encapsulada en los inocentes huesos
pobres
no han visto nunca la luz del sol

como mierda aplastada en la tierra
nos toca la carga idiomática del asco
la identidad y cultivo metafórico, eufemístico
del animal perdido en la ciudad
porque huyó antes del sacrificio

no somos personas, pero nos parecemos
tenemos el llanto bajo la carne
una historia del cuerpo
y el desconocimiento de qué tanto vacío podríamos ser
si quisiéramos ser algo distinto.
 
 
 
A las niñas nos dicen que los fantasmas son azules
y la fuente del atardecer es la comida que nos terminamos
también nos dicen que los coches pueden llevarnos lejos de casa aunque una no quiera
o que el amor debe durar para siempre

a las muchachas nos dicen que nuestro cabello debe medir no mucho-no tanto
que nuestra mayor meta debe ser el ser alguien en la vida
como si no fuéramos alguien cuando cantamos fuerte y bailamos
en un cuarto tapizado de flores

pero a las grandes
a las que llegamos a esta edad intermedia entre las arrugas y el dolor de rodillas
a nosotras ya no nos dicen mucho

entonces podemos cepillarnos mutuamente el cabello
mientras sacamos todo lo que no pudimos antes por estar tan llenas de otros
nos descubrimos la cara y vemos
al fin
quién estaba detrás de la voz ausente

llegamos hasta aquí
porque una de nosotras nos orilló a resistir el vacío
una de nosotras convirtió el llanto en un mar donde nos descubrirnos sirenas
como cuando éramos niñas y juntábamos las piernas para pensarlas aletas

a las grandes, insisto, ya no nos dicen mucho,
pero el silencio ha dejado de ser ausencia
y se convierte en lo que nosotras queramos.

Las grandes, nosotras, nos salvamos diariamente al decir

señalando nuestro pecho.
 
 

A Yolanda, Jaime y María

 
Si nos llenáramos de agua ante el miedo
de expulsar lo que nos define al herirnos
es probable que creciera un río capaz de alimentar aldeas
aunque el agua sea inaccesible a nuestra lengua

o tal vez
arrastrados por la negación
nos ahogaríamos
diríamos que no sabemos cómo llegó
toda esa agua
ahí
que nos inundamos de la noche a la mañana
como si una herida abierta
inadvertida
hubiera dejado pasar el agua

esta rasgadura no estaba 
no somos esto que mata
que permite la negrura de la miseria

pero tal vez también
llegarían a nuestros ojos esas aldeas y agradecerían
el agua que cae y nutre y riega y limpia y sana
como si fuera un milagro
como si pudiera ser otra cosa
que un río desolado
con un fondo empobrecido de vida

si nos llenamos de agua ante el miedo de expulsar lo que por herirnos nos define
es probable que esas aldeas pronuncien la palabra río sin naufragio
es probable, insisto, que el agua hecha llanto
nos permita ser más que una herida abierta.
 
 
 
Habrá que bailar de nuevo
y ver si esta vez sí nos suena el ritmo.
Habrá que contemplar la luz
y ser sombra del otro.

En el sonido rasgado de esta soledad acompañada
habremos de encontramos bajo el agua
intercambiar aletas
y ver si hemos migrado.
 
 


Autor

Lorena Aviña

/ Zapopan, Jalisco, 1996. Poeta. Egresada de la Licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara y fundadora del Taller de Poesía en Voz Alta Conticinio. Ha participado en congresos nacionales e internacionales en instituciones como la Universidad de Guadalajara, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma de Nayarit y la Universidad Autónoma del Estado de México. Su obra poética, narrativa y ensayística ha sido publicada en varias antologías y revistas nacionales e internacionales.

octubre 2023