No lava nadie el mundo cuando llueve
| Inéditos
Entrevisión
Sin poder juntar los hatos
porque de ésa no te vas más
qué me venís a hablar de duelo sano
cuando la melancolía no te deja,
encepada en una cama tranca,
inclinarte ni a la soledad de toda despedida.
El cuerpo torcido en yacente cara
equipárase pero con cuál sueño
en la cuaternaria agonía secreta
de lo que nunca supimos ni sabremos.
Un silo, una casa, el pasto raso, la mano atragantada de evitares, el primordial deseo de arder amor
tapados por unas luces violentas y doradas de reyes egipcios que desviaban todo cuanto…
Qué paredes tercas qué caritas dulces
qué cargas acumuladas en la vez
torva vez de último intento de apego y sentencia
apuntada a un nunca más incrédulo
para dejar suspendida como telas bambalinas la nuda verdad.
La nuda verdad
¿Se llora el cuerpo ausente, se habla al alma figurada?
¿Se encuentra el silencio entre ambos tallado
concreto como roca y madera sin cortar
inasible como aire viento suave o huracán
rojo vivo como fierro para herrar
corriente como agua que ha de repetir segura su ciclo habitual
entre cielo y tierra, volcanes, nube y mar?
Ruido sordo en procesión al matadero
Escuchen la música de los tiempos
por encima y alto de los días del moho y el cartílago.
Caminaban con aquel paso lento que llevan las letanías en el mundo
no se veía nunca el mojón de la llegada
o una puerta cancel para golpear
contra las rejas calientes o la cerradura quitada
no había sendas o ríos o azar.
Caminaban con aquel tropiezo que tienen los percutores,
muy apartadas las losas desnudaban las casas sus interiores
y era el hormigón o hierro puro esqueleto inclinado
queriendo y no, caer sobre el paso ya poblado
de piedras, gente y otras gruesas de cemento o metal.
Caminaban siempre, y hasta nunca fuera sinfonía
acorde como le dicen celestial porque mucha tierra había
de la peor, de la más desigual.
A rastras por perdurar sin música de tiempo
apenas si se retoba una sustancia animal.
El sentido de la descripción
El Objetivo mira crecer una planta
Fija en lo inmutable una cifra del pájaro
Desasido el sujeto sigue en su vacuo contemplar
sucedidos, trabajos y casos
horizontales pasos, riñas, fiascos
que nunca lo han de alterar
Objetivo el sujeto en otra parte
cava gritos y pronombres y dice que instila verdad
Erigida su casa de cemento pintarrajea
inverosímil deseo de protagonizar
Asordinado impasible describe
con objetiva logicidad el fingido aprender
Y bien conoce que no es lógica ni sentido ni razón
lo que al pájaro y la planta atañe
sólo un paraguas andrajoso
disfrazado de imparcialidad.
Los altares del infierno
¿Valen dos pies temblantes
diez dedos atiborrados
de rastreros elementos?
¿Vale la ingente fatiga
en la ajena calle tirada?
¿Valen gesto piadoso condolencia
sin fehaciente bendición
rezo menor al suelo
estampados en el hondo resoplar?
Ante los altares del infierno
en tierra firme, agua y pedregal
vale seguir otras horas y qué más
solo in mente la rutina
la cumplida inercia de durar
No hay sombras largas
Abatís hoy día tu sombra
Todavía
Y no te da rabia ni remordimiento alguno
ejercer y brotar
exaltarte y dejar
todo el tronco avaricioso de hojas
Que hoy por hoy andan amarillándose
para cumplirnos nueva estación
de presagios múltiples
por más que sigas desluciendo el movimiento del mundo
como si nos faltaran las revueltas.
La noche mojada
No lava nadie el mundo cuando llueve
Se empañan los vidrios de densa gota
Las naves son naves irredentas y chorrean
Las filtraciones llueven agua en las casas
El agua inunda sin catálogos que la contengan y el barrial
urge de asquerosas huellas las calles sobrepasadas
de tanta y tanta humedad gelatinosa
y por los arrabales se disfruta de su mugre cuando
pisar es achancharse en el fango más atroz.
Maldita, que andás mojando, donde no te corresponde
Qué mentira fatua dice tu caer envalentonado
a hacernos cuál espesa misiva de melancolía y tierno.
No nos vengas lluvia, no nos vengan melancos padres
con sus felices o tristes lluviecitas
Estamos excesivos lejos de sus cielos
Para nosotros, los hijos desnutridos
de estirpe cobertora
la lluvia es nomás, sin pena ni gloria
un inmundo charco en el que no pudimos
ni podremos quizá nunca chapotear.
Apurar cielos pretendo
Estribos, bridas mansas, nodular.
Todavía no se peleaban el destino y la libertad
juntos cabalgaban mi madero, sin medida su hablar
El miedo huyó conmigo o el ángel se lo llevó
por tanto no pude escapar del cerrojo
la llave perdida desde antes de cegar
Cuál error tendría tal polen
Qué bifurque variedad o modo
Si esto no fuera lo que debía habitar
Si esto no fuera lo que quería evitar
Qué humo
Ah, el amor, las elecciones, lo que fue toda la andamia, la jugada, la más válida y sapiente
Serpiente en arena movediza escenario de cartón pintado barro sin alfarero
Cantó tres veces el gallo la luna nueva ni mosqueó
No podemos decir que fuera andaba ululando la verdad
No podemos decir que fuera que fuese hubo sido habría de
Qué mayor parte
Qué humo
Malditos para siempre mercaderes de la ley por mojarnos los rescoldos
Brasitas quemadas sin leña
Qué porquería a consumir nos han dado para rumiarla como vacas obedientes.
Negaciones
Raíces hundiéndose y a la vez pugnando hasta abrir la superficie de la tierra dentro de la que debería vivir por raíz para abajo
No se aguanta el humus negro y oscuridad, por eso se fuerza como parturienta a que asome el tallo que requerido niega y reniega el brote inicial

Susana Cella / Buenos Aires, Argentina, 1954. Escritora, traductora, docente e investigadora. Doctora en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras y profesora de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Ha traducido novelas, cuentos, poemas y ensayos de diversos autores en lenguas inglesa y francesa. Coordina el Departamento de Literatura del Centro Cultural de la Cooperación. Integró el Consejo de Redacción de Diario de Poesía y colabora en el periódico Página 12. Es autora de los libros de poesía ante (2001), Río de la Plata (2001), Entrevero (2008), TirEclipse (2005) y De amor (dientes, paredes arrugadas) (2006).