diciembre 2020 / Inéditos

Buscaré una extravagancia a la cual unirme

Extraño territorio o la ficción del cuerpo

Interna de mí
me escribo dos veces

pero las cosas ocultas
guardan con celo
mi yo más profundo

I

Estoy detenida
en el lugar del silencio.

A partir de hoy,
seré el sujeto
de una historia distinta.

Buscaré una extravagancia a la cual unirme,
aunque en ese principio tiemble temblemos1 de miedo.

 

II

Ahí.

Cuando por fin comprendes, quiero decir, cuando comprendo que el recuerdo de una figura humana es también una caricia

nace el fulgor
algo que arde
y comienza a dejar sitio a otra cosa.

Inmediatamente.

Pero conviene saber que un alumbramiento no es siempre algo maternal. Hay abismos que también se reproducen.

Estoy pensando, ¿es verdad que la hembra horrenda puede ser conquistada?

 

III

Provocación interminable:

el momento en que la imaginación y el cuerpo femenino sellan un pacto. Ese júbilo. Dos sexos o tres. El tipo de libertad que no necesita héroes.

Porque se está de paso.

Transitamos por la casa y la ciudad con indiferencia, nos dirigimos a un ritual de entierro.

Sabemos bien que no será suficiente; la cólera seguirá viva.

Por eso intento afirmar aquello que nos vincula.
Por eso abres tu escenario de piel
y cambias el nombre del padre que no da a luz y reclamas:

⎯es hora de que des a luz, por primera vez.

Hay algo extrañamente tranquilizador en esa frontera.

 

IV

A veces nacer implica ilusiones malsanas:

ostentar una herencia biológica para llamar a otro cuerpo,

por ejemplo.

O buscar una cura,
nosotras, sí, que somos tantas.

Regamos un perfume devastador para que alguien nos siga
y, aunque esté prohibido, mostrar nuestro objeto afilado.

Así nos volvemos apacibles y luego ya no.

Porque está ese deseo (no la carencia),
la avidez de la huida o un momento a solas,
en el anonimato,
para ser un/a impostor/a
con nuestras diferencias dentro.

 

V

Dicen que en un lugar distante algo terrible está sucediendo. Pero es aquí donde el cuerpo se entume y no puedes / no puedo / no puede moverse.

Los riñones
por su parte
aún separan
el agua de la sangre
y la orina comienza a enfriarse
bajo los pies.

Son inacabables las formas del miedo.

Dicen también que tu naturaleza no puede mecerse en la cama, que mi naturaleza precisa un dolor.

Somos figurillas de profundidad.

Nunca pudimos juntar las manos porque las llevábamos llenas de espinas.

 

VI

Nunca me rocé con las otras
para no sentir el mal.

No quería depender de una criatura viva.

Sospeché que la cólera y el juicio
me vendrían temprano,
y, sin embargo, rechazaba la necesidad
de un espectador.

El mal y yo
teníamos una historia propia,
las cosas se me aparecían
para ser tocadas,
pero el cuerpo no olvida el terror
de haber sido alcanzado.

 

VII

Antes de llegar aquí tramaba un aparato de carne.

Luego retomé mi narrativa de la falta.
Un discurso íntimo e inexplorado que me marcó un ritmo.

Hay, con todo, regiones de sombra en donde lo que digo instaura un rostro.

 

VIII

Al pavor de lo desconocido responde el de la tentación. Yo no sé si existen los cuerpos. Sé que peligran cuando hay un deseo.

Nuestras ideas del sacrificio son cándidas.

 
 

Notas que ella o él escribe en el borde
   

(es preciso que existan los cuerpos, decían)

pág. 11

Cuando todo termine, habré vivido una aventura distinta, habré capturado mi confrontación con el otro (¿la otra?).

pág. 16

Ahora sostengo mi rostro y no lo abandono. Busco el calor, busco sonidos extraños. Yo nunca creí en los pecados.

pág. 23

Hay un furor cuando los cuerpos se tocan. Pero el verdadero peligro es escribir el furor.

pág. 31

Las multitudes son enemigas del cuerpo. Nos aniquilan, nos hacen desaparecer.

pag. 33

Aquí debería estar el cuerpo que aprendió a militar entre los animales. La ausencia también nos desplaza.


1 Con el tiempo me fui convenciendo de que no estaba sola. 


Autores

Daniela Camacho

/ Sinaloa, 1980. Es poeta y traductora, Ingeniera Industrial y de Sistemas y Maestra en Letras Latinoamericanas. Publicó la traducción de El idio(s), de Christophe Manon (Cuadrivio Ediciones, 2019) y es autora de los libros Experiencia Butoh (Amargord, España y Cosmorama Edições, Portugal, 2017), Premio de Poesía Joaquín Xirau Icaza 2018; Lantana (Ejemplar Único, España, 2017); [imperia] (Fundación Editorial El perro y la rana, Venezuela, 2013); entre otros. En 2014 publicó dos libros de artista para la Colección Artes de México: Carcinoma y Híkuri. Durante diez años vivió en Tokio, Lausana y El Cairo. Actualmente reside en Mérida, Yucatán, donde dirige el espacio artístico-cultural La68.

Cynthia Pech

/ Ciudad de México, 1968. Poeta, ensayista y académica. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores. Algunos de sus libros son La mujer rota (2008) y Raíz de un instante (2014).

diciembre 2020