enero 2022 / Ensayos, Reseñas

Una piedra en el zapato del sentido común

Alberto Cisnero, Media hora con el autor, Barnacle, Buenos Aires, 2021, 40 pp.

1. Autor, lectores

¿En qué tiempo puede leerse un volumen que reúne treinta y tres poemas, relativamente breves? Esta interrogante aparece a primera vista cuando leemos el título: Media hora con el autor. Ahora bien, de qué tiempo se trata: ¿es el tiempo del mercado? ¿Es el tiempo del poeta o el del lector de poesía? El tiempo que señala Alberto Cisnero (La Matanza, Argentina, 1975) es, sin lugar a dudas, el que puede emplear un lector sujeto al mercado. Aquellos que nos dedicamos a la poesía, a escribir y a leer, sabemos que la lectura es algo más compleja, que el tiempo funciona como parte de otros aspectos: el placer, el tono, las palabras… Un buen lector de poesía requiere más tiempo. En este punto, el título juega con la idea de ironizar sobre el público, el autor y el mercado. A modo de conjetura, bien podría decirse que interpela tanto la figura del lector como del autor.

Es la escena que suele presentar un periodista cultural, de los que aparecen en algunos programas de televisión o ciertos diarios, al entrevistar a un escritor por su flamante volumen e inmediatamente le pregunta cuándo piensa publicar el siguiente. El periodista, imaginémoslo, con pose de culto, parece razonar más o menos así: este libro del que hablamos, ya está; ¿en cuántas semanas o cuántos meses sale el otro? Pero hay algo más en esta escena: si el periodista razona así, es porque existen lectores que razonan de la misma manera. El libro de Cisnero pone en acción, aquí, una primera piedra en el zapato del sentido común de la literatura (y, claro está, de un sector del periodismo cultural).

Pues bien, ¿para quién escribe entonces? Cisnero escribe para aquellos a los que insta “a lograrlo juntos” (p. 28), para los que son del mismo palo, digamos —“nos juntamos con los que beben parecido” (p. 13)—. Los que se juntan, los que se parecen. A modo de conjetura, es posible decir que el poeta funciona en esta misma dualidad: escribe para los que son parecidos o están juntos, e insulta o ironiza al lector de mercado.

Retoma, a su modo, la línea que ya marcan los grandes poetas que vinculan “poesía y capitalismo”, como bellamente tituló a su libro Walter Benjamin. Me refiero, exactamente, cuando señala que Baudelaire escribe para los que son parecidos a él y, en paralelo, insulta al lector porque sabe que no lo van a leer (Benjamin, p. 123). Su propuesta poética, para decirlo directamente, no se adapta al mundo de lectores en el que escribe.

 

2. Las formas

Susana Cella señala en una fina nota publicada en Página 12,1 entre otros, la presencia de arcaísmos (“folgar y yantar”, “ora”), coloquialismos (“volarnos la tapa de los sesos”, “hasta las manos”), cultismos (“trémulo”, “oh”, “bullicioso”, “silente”, “óbolo”), neologismos (“pedaceados”, “enrigecerse”), esta “heterogeneidad, concluye, se combina en los poemas y se sostiene en una rítmica que los vincula y potencia”.

El libro de Cisnero, además, no tiene solo poemas; también tiene notas, aclaraciones, llamadas de atención. En esas notas al pie, en esas aclaraciones dentro de los mismos poemas, se da a entender que el libro que el lector tiene en sus manos fue otra cosa. Eran, nos aclara, “pliegos cosidos y hoy sueltos”. En algunos poemas señala que había tachaduras y manchas, incluso partes que no se ven bien y no se pueden reproducir. A primera vista, todo esto me atrae poco o nada. Desde un punto de vista formal, no hay nada nuevo. Las prácticas sobre la intervención en los libros están muy vistas, desde las cosas que acabo de mencionar hasta aquellos que señalan que debemos imaginar que había un primer tomo perdido en un viaje…

Ahora bien, al momento de realizar una lectura más atenta al libro —esto es—, cuando el lector puede atravesar sus páginas abandonando ciertos preconceptos, este tipo de interpretación comienza a quedar lentamente de lado. Digamos que, en un punto de la lectura, por lo menos a mí me resultó insuficiente, equivocada. Quizá, para explicarme, deba hacer un rodeo por otros aspectos formales del libro. Está escrito como si fueran apuntes, fragmentos, notas hechas con espontaneidad. Siempre en minúscula. No hay palabras con mayúsculas. Y no las hay porque, justamente en el mundo que nombra Cisnero, no hay palabras que merezcan escribirse con mayúscula: las grandes ideas están en crisis, los que hablan en las calles del mundo tienen poca legitimidad.

Hay un tono de protesta, de reacción. En esa línea, como lector, espero que desbarranque con alguna grosería, alguna vulgaridad. Ello no aparece. Incluso hay un cuidado de ciertas palabras. No es decadente.

Hay, como lo dije ya, una idea de libro. En ella se dramatiza con la imagen de que el libro fue otra cosa antes de serlo. Incluso, el autor señala en un momento que no es el autor. En la página 29 se dice, justamente, que se consulta al autor, como si, en verdad, estuviera hablando de otro. Cuestiona, en rigor, la figura autoral. No es un libro, dice, es un tipo de sangre. Son folios cosidos. Son restos de la vida de un poeta. Por este motivo nos aconseja: “tenga a bien quemar el folio luego de su lectura” (p. 16).

Luego de este rodeo por las formas, podemos volver sobre la idea inicial de este punto. La idea quizá más interesante es asociarla a la interpelación del lector y del autor. Es como si Cisnero le dijera a aquél: esto no es un libro completo, es el resto de lo que quedó de un libro que debería pulirse hasta la versión final. No se trata, digamos, de un libro de mercado; el autor no se piensa como un poeta que tiene que gustar hoy o que cree (en su linda cabecita): quizá la pego con este libro. El lector de mercado, en efecto, queda decepcionado, el editor (que también es Cisnero) con el autor que ni siquiera parece decir si es Cisnero o no.

Otra lectura vincula poesía y vida. Es que, si el pliego cosido y hoy suelto con tachaduras y manchas es lo que vivimos, entonces, a decir verdad, a todos nos pasa la vida por encima. Y si, como veremos, el plan de Cisnero es romper todo, debe pensarse la idea de romper. El plan de Cisnero, me adelanto a decir a modo de conjetura, no es romper todo; sucede, en realidad, que pone en acción la máquina de romper para crear otra cosa. En este sentido, los puentes se hacen con otras palabras y no con cualesquiera, menos con mayúsculas.

 

3. Afirmar

Apenas se comienza a leer el libro, se siente un golpe en la cara. El poeta toma partido. Cuestiona la idea de libro, de interpretación teórica. En el poema 1, afirma: “esto no es teoría literaria. es donde vivimos”. En el poema 2, vuelve a afirmar: “esto no es un libro, es un tipo de sangre”. Diferenciar la idea de libro, de interpretación teórica con la vida. Y, como tendré oportunidad de mostrar, hablar de plan, de sujetos y de estrategias puede llevar a pensar que Cisnero no hace arte sino un ensayo de táctica política. Y también es posible que alguien diga, como generalmente se dice en estos casos (podemos volver a imaginarnos al mismo periodista cultural o algún poeta): «Parece que escribe una novela».

Para proponer mi punto de vista, quisiera recordar una afirmación señalada por Hugo Gola. Analizando algunas reflexiones del músico francés Pierre Boulez, el poeta santafesino sostiene que “toda obra de arte es, en última instancia, irracional”. Gola señala que la inteligencia racional se suele considerar a sí misma omnipotente. Contra esa pretensión se opone Boulez. El origen de la obra, señala Gola, no proviene de ningún razonamiento, sino de una energía insoslayable que determina su existencia.2 Media hora con el autor no funciona con la lógica del ensayo donde se lee un plan o se cuestiona a la academia, sino con una energía vital que encierra un plan. Es poesía.

Al lector se le deja en claro que lo que lee no tiene como finalidad la interpretación del crítico o del lector, sino que ahí hay vida. Por este motivo, en los poemas hay vocablos que se repiten: sangre, violencia… En Cisnero, si bien hay zonas donde el lector puede dudar, en lo que le interesa no duda: señala, afirma. Es parte de un plan.

La poesía suele presentarse con ambigüedades. Se lee como cosas a medio decir. Digamos que insinúa más veces de las que se afirma. Cuando el poema es bueno, ahí, creo, está una de sus posibles eficacias. El poeta Cisnero no escapa tampoco a esta línea, pero lo que sobresale, lo que se destaca, es lo contrario. Como ya lo insinuábamos más arriba, afirma casi todo el tiempo, va a contrapelo de lo que, en esencia, la poesía propone.

Una digresión. Creo que, quizá por este motivo, cuando consulté sobre Cisnero a dos poetas que conozco, deslizaron un gesto no de rechazo, pero sí de indiferencia. Se conocen algunos de sus poemas porque dirige una editorial, se lo califica como alguien que quiere provocar o que intenta integrar esa “iglesia”. No hay, a mi juicio, provocación, ni ecos sonoros de escándalo. Ya nadie se escandaliza porque se señale que cuestiona todo el sistema, ni porque se tome un vaso de vino en una presentación. En mi lectura, lo interesante es otra cosa. Vale por su cuestionamiento a la figura del lector y el autor, pero, sobre todo, como propuesta de discusión dentro del discurso mismo de la poesía. En efecto, esa defensa tiene un doble recorrido: Cisnero no aúlla detrás de un escritorio o una mesa de café; escribe su libro sobre lo que pretende cuestionar, lo muestra, lo defiende. Esta es, a mis ojos, su eficacia.

Ahora bien, qué afirma Cisnero.

 

4. Hay un plan y está en marcha

El poeta señala que tiene un plan. Delimita sus referencias históricas y, sobre ese eje, actúa: la acción es reaccionar. No tiene un aire nostalgioso, ni melancólico. Esa reacción también moja los pies de los propios. No acusa (no llora, digamos): hace autocrítica.

el plan siempre fue incendiar todo. nunca/ fueron buenos momentos para la lírica. clase setenta/ y cinco, entre Ezeiza y el golpe, oh mi generación,/ hiperinflaciones, trueque y año uno del siglo. toda merca/ sin cortar. y ahora de vuelta al país de los bolsones/ de comida y de los disparos por la espalda./ así que nada de faunos, ninfas, sátiros o centauros/ por acá. la naturaleza hace su trabajo, damnifica./ nada de interludios líricos de pura beatitud/ pagana. ni de ropa limpia. no se trata de elegir/ entre dos cosas. ni de deserciones, para ello/ los hombres de partido. adonde vayan los iremos/ a buscar. rara vez invito a alguien a mi casa./ y desde afuera no vas a ver mucho, nos juntamos/ con los que beben parecido, nos hundimos lentamente/ en la tierra. y no escribimos, reaccionamos. (p. 13)

Como se ve, el plan está en marcha, no es algo nuevo. Lo reafirma en el poema 15:

hacemos las cosas atenidos a un plan./ no estamos internados ni recluidos. ambulamos./ ya desistimos de volvernos viejos en el menor/ tiempo posible. quizá implique el principio/o el fin de algo. mientras haya líquido, beberemos/ y si torna a enriquecerse, lo vamos a dividir /a patadas. en ese cubil no se habla lengua casta. viajamos tanto, tanto tiempo juntos. todavía/ sos uno de los nuestros. toda la fe de astier./3 todo el terror de nuestros corazones./ toda la violencia trascendiendo. nunca tratamos/ de agradar a nadie. es lo que nos permite/ aceptar nuestros propios errores. (p. 21).

Para lograr un objetivo, todo plan tiene estrategias de acción. El de Cisnero puede resumirse casi en una consigna: reacción y autocrítica. Menciono dos estrategias sugeridas más arriba. El papel de la distancia sirve para la acción: “tomamos distancia. una distancia desde la cual/ podemos consumar algún daño. (ilegible)” (p. 23). La posición frente al otro es clave para poder autocriticarse: “nunca tratamos/ de agradar a nadie. es lo que nos permite/ aceptar nuestros propios errores” (p. 21).

El plan, entonces, está en marcha, no es una especulación o una retórica. Pues bien, en qué etapa del plan se está. La idea de camino puede acercarnos a una posible respuesta. En el poema 5 afirma: “cuál será el camino que nos llevará más lejos”. En el libro hay varias imágenes de este tipo, lejos y cerca, una distancia. En otra parte se lee: “me pasas un brazo sobre el hombro, más curtidos y más cerca de lo que las palabras demoran en alcanzarnos, intactos por un momento”. La literatura, la poesía, siempre parecen ir un paso más atrás del hombre de acción, de la vida. En este sentido, funciona la respuesta que Cisnero ofrece en una entrevista realizada por Lidia Rocha para El coloquio de los perros: “Escribir es pisar la propia sombra”.4

 

5. Sujetos

Los que sostienen el plan no están en una prisión, ni en un loquero. Ni se creen viejos o retirados. Están activos, porque, justamente, hay un plan y está en marcha. Están definidos: los desertores, los inadaptados y un referente literario, Astier. No hay un puente entre literatura y vida. Vida y literatura conviven aquí en un mismo espacio, no hay distinciones. Astier es un referente, o un buen compañero de militancia para los que quieren quemar todo. De este modo, por un lado, señala a los que se hallan fuera de lugar, pero, por otro, también —no temamos insistir en esto— hay autocrítica; están los otros, el alcohol, las drogas y el partido falso.

Leamos el poema 19:

los hermosos días pasan volando y siempre/ nos hallamos fuera de lugar y cohibidos/ donde el espacioso, blanco y pacífico asilo,/ silentes como un copo. atención: puede crearte/ habito. otros siguen recurriendo al jerez o a las drogas./ o al marxismo leninismo argentino de la biela./ es rápido y fácil. Incluso logran atribuirse/ algún parvo volumen. siempre están en el punto/ más alto de sus poderes. De vivir, de eso se ocupan/sus retratistas. Vamos suerte, vamos juntos./ no nos mentimos en el corazón, somos desertores/ que regresan (en castellano en el original). (p. 25)

En este punto, quizá, es del todo pertinente volver a citar a Cella, quien afirma que, en el libro de Cisnero, “hay una dimensión política que evoca la vieja pregunta de Hölderlin ‘para qué poetas en tiempos de penuria’”.

 

6. Los sujetos invisibles

Los que desertaron, los fuera de lugar, los inadaptados. La política deja espacios vacíos pero se ocupan. Eso es lo que muestra la historia. Es la famosa imagen de Karl Marx describiendo lo que parece no visible. Lo dice en el Manifiesto: “un fantasma recorre el mundo: el fantasma del comunismo”. Esto es, señala el mundo obrero que no es reconocido como parte de la realidad, más allá que desde hace un tiempo estaban justamente allí. Cuando Marx propone esa metáfora, las consecuencias de la revolución industrial son diferentes en los distintos lugares: si en Inglaterra ya se nota en los 1830, en Francia todo comienza más tarde, en la década de 1840. Los sujetos que comienzan a tener cierta densidad en la realidad no son reconocidos como tales; ahí, precisamente, es eficaz la metáfora de Marx que funciona con una lógica de anticipación de los estallidos obreros en la segunda mitad del siglo XIX.

En Cisnero, los sujetos invisibles son lo que están fuera de lugar, los inadaptados. Él se presenta como uno de ellos, y tiene un plan. Pero son aún invisibles, se saben algunas cosas pero no está definido el sujeto. Pueden o no aparecer. En esa tensión funciona su escritura. La lógica de la espera y la lógica de lo incierto.

 

7. Poesía y vida, palabra y acción

El plan no es solo proponer, sino actuar con insatisfacción; no alcanzan las palabras. Algo así como: escribo, pero escribo que no escribo. Joseph Brodsky sostiene que el arte “no es un intento de escapar de la realidad, sino por el contrario, un intento de animarla. Es un espíritu que busca carne, pero encuentra palabras”.5 Cisnero escribe poesía no porque sea una persona contradictoria que quiere cambios sociales y solo escribe, sino porque el arte, la poesía, como dice Brodsky, no escapa a esa realidad. Es un intento de hacerla real, vital. Cisnero también busca carne, vida, y encuentra palabras. Por eso tiene una relación en tensión con las palabras y con eso que hace como autor. Y ahí funciona, de alguna manera, Astier, como si fuera uno de los sujetos del plan —un referente, digamos.

¿Cómo juegan las palabras en el plan? Las palabras, no temamos insistir en esto, no alcanzan, se escriben con minúsculas, están en pliegos, con tachaduras. El vínculo entre poesía y vida se sostiene solo en tensión: “ninguna palabra podrá/ reemplazar el corazón de nadie” (p. 17). El gesto contradictorio refuerza la idea: “escribimos un poema cuando no podemos escribir otra cosa” (p. 16). No cuestiona al poeta, sino que el poeta es además otra cosa: un militante. No hay escisión ahí, aunque haya problemas de convivencia.

El hombre de acción se interpela a sí mismo. El poeta no llora, no acusa; se mantiene atento, rodeado y atravesado por una línea autocrítica: “por qué estamos acá como tontos perros felices./ qué esperamos hallar salvo ceniza y olvido./ la lluvia es la última línea defensiva” (p. 15).

El hombre de acción se pone en movimiento y, lo dice claramente, no hay ambigüedades: “y no escribimos, reaccionamos” (p. 13). Se afirma, siempre cuando se habla del plan. Digámoslo en estos términos: hay lugar para autocrítica, pero no hay espacio para dudar del plan que está en marcha.

De nuevo poesía y vida: se escribe porque no se puede hacer otra cosa más trascendente. El poema 10 parece contestar al poema 7: “con la misma facilidad con que limpiamos aquestas narices escribimos poemas cuando no podemos escribir otras cosas”. Repite: no podemos escribir qué otras cosas: constituciones, proclamas, reformas…

 

8. Otro modelo: el hombre poderoso y políticamente nuevo

El poeta dice que tiene un plan, eso ya lo había escuchado antes (también Cisnero, que nació en La Matanza). La escena es la siguiente: se trata de un hombre poderoso, un millonario que se presenta como alguien que no tiene nada que ganar con la política porque ya lo tiene todo. Y como es nuevo en el arte de la política, afirma que no tiene mañas, ni vicios. En los comicios legislativos de junio de 2009, el millonario se presenta en el distrito electoral más importante (en términos de cantidad de votos), la provincia de Buenos Aires.6 Gana. Desde su tienda electoral en Costa Salguero (ciudad de Buenos Aires), afirma (como lo hace el poeta): “hemos derrotado a la vieja y mala política”. Así reforzó su spot de campaña: “el plan es cambiar”. Esto es: si el político burgués millonario es un hombre de acción, no viene de la política, asegura, para decir que no viene de los partidos políticos. Esto es: hace política pero dice que es apolítico. En su opinión, se trata de un hombre de acción, no de palabras vacías. A nuestros ojos es el falso luchador, el que escribe en los grandes afiches publicitarios, que tiene “un plan”. Resulta necesario hacer un resumen de la escena completa: es alguien nuevo, no tiene nada que ganar, dice que tiene un plan, gana las elecciones pero poco tiempo después lo que tiene que cambiar, cambia. No del modo propuesto. Esto es, decepciona a sus votantes y se retira de la política, y en ese camino jamás se sabe una línea de ese plan.

En rigor, es el perfecto contramodelo de Cisnero, lo que podríamos llamar, para seguir con la misma lógica, el modelo del hombre de acción falso. Es un impune. Se nombra apolítico, o dice no creer en la política y muchos menos en los políticos y, al mismo tiempo, hace política. En efecto: en las calles de la ciudad por donde circula el poeta Cisnero, hay otros hombres de acción. Por eso el plan. El plan permite la distinción.

 

9. La figura del hombre de acción

Benjamin, como se sabe, señala en Baudelaire que el esfuerzo poético se asemeja a uno corporal.7 Es la imagen que señalé más arriba, la del luchador. El poeta Cisnero se inscribe en la figura del hombre de acción, donde el esfuerzo corporal aparece de alguna manera en sus poemas. “Esto no es un libro, es un tipo de sangre”. En el video de presentación de su libro, no todo es palabra; lo corporal juega un papel: se ve al poeta moviéndose lentamente, haciendo un silencio y tomando sorbos de vino, con una media risa en los dientes. En otro video se le ve a leyendo en un bar, con dos o tres pequeñas mesas juntas que simulan una mesa o un escritorio. Se escuchan voces. El que observa el video puede imaginarse (porque no se los ve) que hay personas que escuchan y otras que solo comen o toman y, sobre todo, conversan (se escucha un rumor). Cisnero lee y lee, más allá de que el lugar no parece ser el adecuado. Hay un esfuerzo corporal. Es como si dijera: la poesía tiene un sitio en el no lugar.

Como el poeta comediante en Joaquín Giannuzzi, siempre aparece la dramatización; por eso los vocablos se reiteran: comedia, escena, representación. Cisnero también presenta su escena: la casa que tiene sus secretos porque, como sabemos, no es de invitar a todos, pero, sobre todo, la lluvia que aparece al fondo en muchos de los poemas. Como en una película, funciona como una metáfora del “mal tiempo”, “la mala época” (y aquí volvemos al autor de Violín obligado). En este punto, Cisnero y Giannuzzi se acercan. Pero también hay una distancia entre ellos. Cisnero no es Giannuzzi, cuyo personaje espera o describe la destrucción. Cisnero hace otra cosa: se pone en acción porque tiene un plan que está en marcha.

Imagino al poeta Alberto Cisnero paseando por algunas calles del conurbano, que bien puede ser La Matanza. O bien en las calles céntricas de Buenos Aires (en avenida Corrientes, por ejemplo), quizá cerca de algún bar. Como uno más, perdiéndose en algún momento en la multitud como en aquellas hermosas líneas del personaje Eneas. Luego de la lectura de Media hora con el autor, se sabe que en su cabeza hay un plan y está en marcha. Se debe tener, por supuesto, un plan y saber que hay otros que también lo tienen en la cabeza si uno desea pasear por las calles de este mundo, donde “ninguna palabra podrá reemplazar el corazón de nadie”.


1 Susana Cella, “Media hora con el autor, los poemas heterodoxos de Alberto Cisnero”, 22 de agosto de 2021, Página 12. Consultado el 16 de enero de 2022 en: https://cutt.ly/pEVdAyJ

2 Hugo Gola, Prosas, Alción, Córdoba, 2007, p. 36.

3 Silvio Astier es el personaje principal de El juguete rabioso, novela de Roberto Arlt (1900-1942) publicada en 1926, en la que se narra una historia de aprendizaje: un adolescente pobre quiere triunfar en la vida y lo intenta todo, y en todo fracasa. En las novelas de Arlt, el melodrama popular y los estereotipos de la cultura de masas son la materia de los sueños de los personajes y definen el destino contra el que luchan. Ricardo Piglia indicó sobre el autor: “Cualquiera puede corregir una página de Arlt, pero nadie puede escribirla”.

4 Lidia Rocha, “Pisar la propia sombra”, El Coloquio de los Perros. Consultado el 16 de enero de 2022 en: https://cutt.ly/iEVp8IU

5 Joseph Brodsky, Menos que uno. Ensayos escogidos, trad. Carlos Manzano, Siruela, Madrid, 2006, p. 115.

6 Francisco de Narváez nació en Bogotá en 1953. Es un importante empresario colombiano nacionalizado argentino. Participó en política en diferentes grupos políticos. En los comicios legislativos de 2009, en alianza con Mauricio Macri y Felipe Solá, obtuvo una resonada victoria en la provincia de Buenos Aires en la que venció al ex presidente Néstor Kirchner y logró renovar su banca en el Congreso Nacional. Años más tarde se retiró de la política.

7 Walter Benjamin, Poesía y capitalismo. Iluminaciones II, trad. Jesús Aguirre, Taurus, Madrid, 1990, p. 86.


Autor

Fabián Herrero

/ Santa Fe, Argentina, 1965. Es profesor en Historia (unl) y doctor en Historia (uba). Investigador de Conicet (uba, Instituto Ravignani). Ha publicado once libros de poesía, entre ellos: Cielo, momentos, caminatas (Rangún, 2018); Sobre la tierra (2020) y Entre Aguas (2020), ambos en Editorial Ana; Una casita que arde (Alción, 2020) y la antología Quien no le tiró una piedrita al mundo. Poemas 1988-2018 (2020) en la misma editorial. Su libro más reciente es La luna tiembla en mi cuerpo de agua (Barnacle, 2021).

enero 2022