julio 2020 / Inéditos

Sin la bendición del agua

Shoelaces

My father settles his foot atop my right shin. He’s come to terms with the fact that he can no longer tie his shoes. Months away from fifty, he threatens to switch to velcro, his belly a dome to the edifice of his body, chambering the vastness of years. I pull on the laces, swerve them over and under, around the bend, the kind of maneuvering his back has stiffened to, tree-trunked to the length of a chair, a gypsum wall. Avoiding my eyes, the tender slope of his stomach mountaining away from him, I think about how far the back bends when it has to. When it branches the blows endured countries ago. Bending to pick up the bags and leave México. To pick up the bags and leave the United States. Pick up again and leave Puerto Rico, bowing further in the pleading to return. Folding over for an estranged mother, a dying father, a moth-holed lineage fluttering at his feet. For a bankrupt government, credit scores and citizenship. To pick me up when I needed holding. I see, in his strain to reach the laces, in the whirlpool of his mouth, what all this bending has braved. He sets down his foot, and places the other one in position for this reckoning. I tie his shoe gently, double-knot the strings, so he won’t have to reach down at their undoing.

 

Agujetas

Mi padre coloca su pie sobre mi espinilla. Ha aceptado el hecho que ya no se puede amarrar los zapatos. A meses de cumplir cincuenta, amenaza con cambiar a velcro, su panza una cúpula a la edificación de su cuerpo, encubriendo la vastedad        de los años. Halo las agujetas, las llevo por encima y por debajo, a la vuelta de la esquina, el tipo de maniobra   a la cual su espalda se ha endurecido, convertido en tronco de árbol a lo largo       de una silla, una pared            de yeso. Evadiendo mis ojos,  la tierna pendiente de su barriga haciéndose montaña, pienso en cuánto dobla una espalda cuando se ve obligada. Cómo echa ramas por los golpes aguantados hace países atrás. Doblando para recoger las maletas e irse de México. Para recoger las maletas e irse de los Estados Unidos. Recoger nuevamente e irse    de Puerto Rico, doblegándose más aún en la súplica           para regresar. Plegándose     por una madre alejada, un padre moribundo, un linaje con agujeros de polilla revoloteando a sus pies. Por un gobierno en quiebra, puntajes de crédito y la ciudadanía. Para tomarme al hombro cuando necesitaba consuelo. Allí veo, en su esfuerzo por alcanzar las agujetas, en el remolino          de su boca, todo lo que su doblar ha desafiado. Él baja su pie, coloca el otro en posición para esta contienda. Ato su zapato dulcemente, hago un doble nudo a los cordones, para que no se deshagan y tenga que volver a agacharse.

 

Noche de San Juan

 

I left Puerto Rico
on a Noche de San Juan.

By left I mean howled
out the airplane window

the way sirens and strays
put us to sleep each night.

Tradition dictates, at midnight,
you must fall back into the sea

at least three times to ensure
good fortune all year.

I watched from my window
in Luquillo, bags packed,

as bodies axed through brine,
snapping like tree trunks downriver.

Marveled at the trust
in water. In night and falling

 into it. The belief in magic
and some strange providence—

how it might conjure up
an insurrection, expel

existing government, undo
the curse of colonialism.

Plunging one, two, three,
four times into oncoming

waves, a fifth just in case,
hoping that harpooning

yourself into ocean
will change things.

This was how I’d last see the island:
slicing through the deep, looking

to fish out a bottle cap
of endurance, hope.

This was how I’d leave:
knowing things wouldn’t change—

or worse, they would change
without me. Everyone fell

backwards into the lap
of the Atlantic or Caribbean.

I boarded an overnight flight. My back
shuddering, dry, unblessed by water.

 

Noche de San Juan
 

Me fui de Puerto Rico
una Noche de San Juan.

Quiero decir, aullé
por la ventana del avión

como las sirenas y los satos
que nos acuestan a dormir

por la noche. La tradición estipula
que a la media noche debes caer

de espaldas en la mar
al menos tres veces

para asegurar la buena fortuna
todo el año. Las maletas empacadas,

observé desde mi ventana
en Luquillo cuerpos caer

como hachas sobre la salmuera,
quebrantando como troncos río abajo.

Maravillada por la fe
en el agua. En la noche

y el caer en ella.
La creencia en la magia

y una extraña providencia—
cómo podría conjurar

una insurrección, expulsar
al gobierno actual,

desaparecer la maldición
del colonialismo.

Cayendo una, dos, tres,
cuatro veces sobre olas venideras,

una quinta por si las dudas,
esperanzadx que lanzarte

como arpón al océano
cambiará las cosas.

Así vería a la isla por última vez:
tajando la profundidad,

buscando pescar una chapita
de aguante, esperanza.

Así le dejaría:
sabiendo que las cosas

no cambiarían —o peor aún,
cambiarían sin mí.

Todxs cayeron de espaldas
en la falda del Atlántico o el Caribe.

Yo abordé un vuelo
de madrugada. Mi espalda

estremecida, seca, sin
la bendición del agua.


Autor

Ana Portnoy Brimmer

/ Nueva York, Estados Unidos, 1995. Es poeta-performera, escritora y gestora cultural puertorriqueña. Estudió en la Universidad de Puerto Rico y es egresada de la maestría en Escritura Creativa de Rutgers University (Newark). Obtuvo el premio 92Y Discovery Poetry Contest 2020, y su manuscrito To Love An Island fue el ganador del premio YesYes Books’ 2019 Vinyl 45 Chapbook Contest. Una versión ampliada de dicho libro será publicada en edición bilingüe por YesYes Books y La Impresora, en la primavera del 2021.

julio 2020