La tríada del deseo se implanta sólo si se concibe bajo los aromas
adecuados. Arrastra el candor, el aroma de una naranja recién cortada, el
vestido vaporoso que se fue volando entre los matorrales, en una tarde
perniciosa de verano. La verdadera trinidad está compuesta por el amado,
el amante y el elemento que encarna lo inasequible. Este tercer
componente es una contradicción activa: los mantiene en constante
anhelo y separación del otro. He ahí el verdadero equilibrio: en el deseo.
Como una danza continua, donde la distancia se elonga y se compacta,
pero nunca pueden tocarse. En ese espacio vacío habita Eros, entre un
lejano desierto de aromas posibles.
me suavizas, me ablandas, me aletargas,
tu voz me guía entre la bruma,
atravieso los pasos entre todos los infiernos,
soy agua trenzada en tus palabras,
y tu voz me teje como un rocío ceñido, íntimo,
soy el hilo que sale de tu lengua,
un escarabajo que danza al filo del precipicio,
se estira cuando el contorno de la quietud
casi me toca,
atravieso la puerta de un ocaso,
un valle cubierto de brea,
me encamino hacia un portal,
líquida de mí, exhausta,
me convierto
en la palabra que sueño.
gardenias brotaron, rotundas,
por todo mi cuerpo,
cual sagrada perfumista
que, generosamente, ofrece
sus óleos para sanar, pero
este florecer es, en realidad,
húmedo.
si vamos a ser algo, seamos el agua:
suave y fluida,
calmada para contenerse,
salvaje para transformarse.
Cuando el arco del lenguaje común ha caducado entre los amantes, se
experimenta una extrañeza, un latido amargo que rompe el hechizo. El
néctar del amrita se transforma en lágrimas y, al igual que el ciclo del
agua, se evapora, se precipita, se condensa.
Entre las historias de desilusión destaca la de Ofelia, doncella de
Dinamarca. Rechazada por Hamlet y en pleno duelo por su padre,
preparó su propia muerte con un ritual de naturaleza acuosa. Una vez
enloquecida, ofreció a su hermano Laertes: hinojo, ruda y margaritas.
Quería regalarle violetas, pero todas se marchitaron desde el entierro del
padre. Humedad y plantas medicinales, la acompañarían.
te has comido mi carne como un higo
mientras contemplabas mi muerte, a lo lejos.
(polvo de oro, hojas de vencedor,
se mezclan enardecidamente
con las lágrimas de la amada.
se maldice tres veces la ausencia del amante,
con su sagrado nombre inscrito debajo del sahumerio.
polvo de plata, aceite de ajonjolí,
cubran su sexo con hojas de laurel.)
el dolor es un líquido
que me pronuncia, a voz plena,
desde adentro.
Ofelia elaboró una guirnalda con ranúnculos, ortigas y flores purpúreas
que las doncellas llamaban “dedos de muerto”. Coronada con su tocado,
ascendió a un sauce ubicado a un costado del río. La rama se rompió con
el peso, y al arroyo fueron a dar el tronco, la corona de flores y su cuerpo
enloquecido. La corriente se la llevó cantando, como a una sirena. Ofelia
se hizo agua.
como un cántaro viejo y arrumbado
así late mi cuerpo en aquella esquina,
mientras pido, entre oraciones, atrapar lo posible,
como un arrullo que se agotó entre los escombros,
la piel, ese desierto lleno de secretos,
la palabra que me convertía en agua,
aquella cadencia —tu nombre—
el sabor que pronunciabas muy cerca
y que yo recibía al instante,
como un susurro mítico y enloquecido,
cuando era suave y fluida,
cuando trasitaba de calma en calma
como un agua tibia y salvaje,
un agua entre aguas,
mientras te deseaba tanto que no podía ni pronunciarme,
cuando toda la humedad, destilada en una esencia,
perfumista de la más alta categoría,
un agua sin nombre, sin contención,
era como la palabra:
inagotable.
* Poemas pertenecientes a “Amrita”, poema de largo aliento que forma parte de Nomenclatura secreta, libro ganador del Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2023.

Autor
Fátima López
/ Ciudad de México, 1981. Poeta y directora de teatro. Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2023 por Nomenclatura secreta, que será publicado bajo el sello Mantis Editores.