junio 2023 / Miscélanea

 
Para leer una poética

 
Como un rumor, sin estridencias, aun con el sonido reverberante de la belleza extraña, la siempre viva pequeña voz del mundo encarna en una poeta que, afincada en el sur más austral, irradió una obra insoslayable y hoy se erige en faro y guía para las nuevas generaciones de escritores de la Patagonia.

La poesía de Niní Bernardello (Cosquín, Argentina, 1940 – Río Grande, Argentina, 2020), producida a lo largo de casi cincuenta años, esplende en poemas de versos compactos de sutil orfebrería e imágenes prístinas que no desdeñan la metáfora opaca ni soslayan lo indescifrable. Preguntas que, para la poeta, son imperecederas: las que se sostienen en verso y también las que perduran sin respuestas para seguir escribiendo, las que tensionan el hilo de la lírica en cada pieza. No hablo de preguntas retóricas, sino de esa capacidad profunda de las grandes voces: no aseverar en el vacío, ni jugar a ser poseedora de iluminación alguna, mucho menos como vehículo de grandes verdades. La pequeña voz del mundo.

Una obra única, sin concesiones ni atisbos de demagogia (eso que los otros quieren escuchar), alejada del ruido de la urbe y abriéndose a una infinita vagancia: la del deseo, la del amor, la del viaje interior y atravesando un paisaje familiar y extranjero. Tal es la línea invisible que une todos sus libros, desde Espejos de papel hasta Atardeceres marinos.

Dueña absoluta de su poética, Bernardello explora en la poesía como lo hace en su obra pictórica. No es regular en el acercamiento al poema: cortes de verso, sangrías, saltos de párrafos y justificaciones en medio de la página o en el margen derecho, versos tachados, mayúsculas y minúsculas conviviendo amablemente. Como quien dice: pintura, dibujo, acrílicos y lápices, collages, fotografías, tomas directas y Photoshop. Mixturas como infinitas posibilidades.

Hija dilecta de las vanguardias, su trabajo nunca se ciñe a los dictados de la moda ni mucho menos a las maneras correctas —cuando no homogéneas— de la poesía universal. Para entrar en su obra, hay que despojarse de prejuicios y dejarse ir por las aguas mansas y cadenciosas de su lírica. Reflexiva, sin la opaca sinuosidad de los discursos de la teoría o de la filosofía, los poemas de Niní son pequeñas piezas para pensar y pensarnos en una poética de aristas múltiples.

Hablar de su poesía es hablar de la mirada de la artista: una marca, un dibujo en la hoja, una tachadura; dice y así lo expresa: “Quisiera anunciarte en la blancura/ del papel/ y soy sólo/ una línea que se ondula,/ se repliega y calla”. Un silencio para dejar lugar al poema, a veces como error o desvío, a veces como una presencia, siempre un ojo avizorando lo terrenal y lo celeste. Imbuida de las oleadas del surrealismo, la obra de Bernardello se abre con singular prestancia al juego de las formas, a la libertad compositiva. Ahí funda su territorio y ahí se funden los mitos, las lecturas, el amor y el paisaje. Como si en el gesto de escribir, el error o el desvío reinara: “Quiero escribir y dibujo flores,/ mares, signos, barcos de tinta…”

De aquel primer atisbo, rumoreado en Espejos de papel (“el dibujo irrealizable/ de una palabra de amor en el aire”), la voz poética de Copia y transformaciones profundiza ese deseo y afirma: “Toca lo que ves/ mira lo que tocas./ Mirada y mano desatando/ palabras ropas cuerpos”. Es el erotismo de las formas lo que desvela a la poeta, y otra vez la mirada de escritora-pintora impera: “Tachones, borrón, guerrero del deseo”, porque lo que viene de aquella que se miraba en un espejo de papel ahora se transforma para no ser copia de sí misma, sino para volver a una pregunta existencial: “¿Quién fueras aquí?: una embarcación,/ una tela en el viento, una llama, o escritura./ ¿Quién eres?: una línea, un hueco, un espacio,/ un vértigo”.

Vertiginoso, el paisaje mítico de los primeros libros comienza a difuminarse o a fundirse con la experiencia de una nueva geografía y el eco del eco del paisaje de infancia. Lo testimonia la autora en uno de sus grandes poemas (en este caso, de Malfario), donde afirma, contundente: “Inconsolable mar escrito, detallado en su/ espuma mínima, inconsolable mar atlántico/ letra muerta, restringida, orlada”. Y hacia el final: “Nacida entre montañas, mi mano toma/ el gesto de las letras grabadas en el aire/ y escribe/ todavía/ toda vida”. 

En el centro de su poética, entonces: la pintura, el dibujo, el trazo. Y el paisaje, familiar y extraño, lejano y en el borde de su mirada, al que se le une, como una amalgama indestructible, el mito fundante de los pueblos originarios. En el transcurso de los años, un libro único: Puente aéreo. “Yo insisto: leo en el paisaje/ pero no recuerdo nada”. Para desandar el camino de la memoria es necesario decantar la evocación, adentrarse en el terreno inasible de los mitos fueguinos, para afirmar “Soy Selknam, en mí rompe/ lo primero, lo nunca escrito”, y volver en vuelo rasante a eso que la mirada devuelve en poesía (“Río Yuspe”, “Pasaje Cosquín-Río Grande”). Esa experiencia vital, encarnada, signa los poemas de Niní Bernardello hasta el final: “Barco encallado en la sierra” (Salmos y azahares); “Amada voz que une en el pecho/ el corazón a un sueño, el mar a una montaña./ Único paisaje erguido como una llama.” (Natal); “Atlántico, te hallé en mi fervor/ de huir y huir desbocada hacia/ el pliego cerrado de un enigma/ el mío” (Atardeceres marinos).

 

—Juan Fernando García

 
Espejos de papel (1980)

 
Vida que se deshace
vida que no se nombra
más que oscuridad fulgor
vida subiendo
entre el corazón y los ojos,
paisaje pequeñito,
azul, de papel azul
tapándome el sol
y la vida que apenas respira
animal tristísimo
durmiéndose
al borde del abismo.

 

rama cargada de lluvia
curva preciosa como la del amor.

quiero y no puedo dejar de estar
asomada a estos paisajes calcados
en alcohol y sangre,
patria de mi desasosiego, tierra mía

vacío, leve línea cruzando
la nada,
espacio iluminado
centro de oro.
rama única cargada de lluvia

 

Quiero sumergirme en un paisaje pintado,
vagar por su niebla de témpera,
enlazarme en sus luces de oro,
remontar un río de delicado lecho
tocando el aliento de quienes lo miran.
Y de pronto colocarme en un extremo,
y ser un triste personaje de pintura
estático, pequeñísimo, único.

 
 
 
Malfario (1985)

 
Lecturas

Negarás acaso que un pequeño rumor
puede devolvernos años de vida,
todos sus detalles
en un mínimo espacio?

Hallar allí un resabio,
la huella pavorosa del amor
que nunca fue compartido.

Contemplar un muestrario de muertes
y opciones.
Intentar la escritura
y pensar en el fusil,
arriesgar el alma
y quedarse con lo más mezquino.

Hoy he sumado un libro más
a mis días.

 

Una ciudad pequeña
con dos estaciones marcadas
te dio la maravilla del amor.
Cerró la gracia de la escritura,
cercenó los sueños dejando
tu alma en la orilla del equilibrio.
Estás aquí.
En el goce de vivir sin importarte
la falacia de ser en la literatura
papel, tinta y misterio.

 
 
 
Copia y transformaciones (1990)

 
Inconsolable mar escrito, detallado en su
espuma mínima. Inconsolable mar atlántico,
letra muerta, restringida, orlada.

¿Qué será mi voz entre tantas voces?

Maqueta de plata, hermética escritura.
Galvaniza por fin este corazón de grave
luz, que escribe y escribe amenazado.

 

¿Quién fueras aquí?: un rumor, un insecto solar
un rubor, un abrazo, un silbido.
¿Quién fueras aquí?: un grito, un arrebato,
una luz, un gemido, un puñal certero.
¿Quién fueras aquí?: una embarcación,
una tela en el viento, una llama, o escritura.
¿Quién eres?: una línea, un hueco, un espacio,
un vértigo.

 
 
 
Puente aéreo (2001)

 
Es deseo de mí. Viene de mis páginas buenas.
Del lugar sin bordes de los sueños.
Es deseo de mí. Profundo en su cauce
te lleva realzada en su luz.
Es deseo de mí asegurar el abrazo
cerrar tu corazón sobre mis labios
darte el bálsamo, aquel perfume
de olvidada santidad
que tiene la mirada enamorada.
Es deseo de mí.

 

 
Toma de mí este trozo bendito de mi lengua
deja en ella la oración que unidas
murmuramos en el alba de nuestra pasión

Toma de mí este rubor, la dulce canción
que entre tus dientes dejo como agua
sagrada. ¡Boca de tu amor sobre mi llaga!

Toma de mí el látigo de piel humana
que construí en mis peores días.
Toma de mí mi absurdo rencor y viértelo
sobre el atlántico como una saliva amarga.

Toma de mí este trozo bendito de mi lengua
y deja en ella la oración que juntas
murmuramos cada día al nacer el alba.

 

 
Mirando siempre el mismo lugar
siempre el mismo lugar
sin palabras, desértico, áspero.
Soy Selknam, en mí rompe
lo primero, lo nunca escrito.
Espalda cubierta, ojos atónitos
silencio muscular, siempre sentada
sin poder quemar los deseos.
No hay paredes, un techo cónico
abierto al cielo empuja la mirada
a los cuatro espacios conocidos.
Antelación del símbolo. Opacidad.
-¿qué dices mujer en tu caída?-
Olvidé todo. Soy Selknam,
centro de la mirada, sólo fuego
y obediencia. Excluida de los ritos
sólo canto. En la inmensa noche canto.



 
Salmos y azahares (2005)

 
Te contemplo como un diamante infinitamente biselado. Suavidad. Regencia. Lo que castra y no da sombra. Derecha o izquierda árbol frutal. Necesito de tu presencia y de tu voz bienamada. Te salvo de toda guerra, piedra mate, terciopelo de ronda, luciérnaga muerta, asunción de una clave, llave maestra.
 
Y es la palabra bálsamos y hoguera. Te encierra en cal viva, une tu voz al sollozo. Es la corteza de la palabra ¿quién avanza entre tanto despojo? ¿Quién, en la profundidad del día, en la tibieza de una mirada, avanza?
 
Sonoridad oscura adscripta a la noche, palabra insana, revés de todo. Un cuarto en penumbras donde reinas, emperatriz del combato. Rojos labios abriéndose en un cristal de aguas negras.
 
Sumada al llanto y a las naves, tu ala de hielo corta los sueños.
 
Lo sabes todo, lo ignoras todo, diosa velada, diosa asesinada.
 
Viajo hacia atrás. Se abren puertas antiguas.
 
Lo que escribí hace veinticinco años vuelve a mí, rehago el mismo dolor.
 
¿Es posible establecerse en el mismo camino, con las mismas flores y los mismos perfumes? Ponte tu sombrero rojo y huye. No quieras verte más desnuda, embadurnada de miel y atada como una víctima.
 
Todo es lúgubre, húngaro, sospechoso.
 
Envoltorios envejecidos moviéndose en un rincón del sótano. ¿Alguien está ahí? Arroja tus flechas amadas, déjame gozar. Desata estas piernas, estos brazos. Abrázame.
 
Años hundida en mí como si mi pecho fuese una hornacina. Si es así, ¿quién te colocó en el suntuoso hueco que te guarda? Cierro los ojos y estás al lado de mi cama, abro los ojos y estás sobre mí ardiente, sola para mi delirio.

Me volví loca de amor. Como Al Hallaj yo moría de amor, moría de ardor en tus brazos, en tus lágrimas.

 

Cosquín, la casa está encallada en el azul
de tal modo que es como si sangrara.
Entonces golpeo mi cabeza hasta que
desapareces.
Golpeo tanto que se hace pedazos
y cae en mis manos mojándolas.
¡Oh! casa, pura lágrimas y sangre.

 
 
 
Natal (2011)

 
No soy buena nombrando flores
o plantas. Son un verde prodigioso,
de sueño amazónico, verde imaginario
de agua y cielo juntos. Llamo apenas
trébol, azucena, después es
un jardín salvaje, sin orden aparente
enredaderas caídas, unidas tallo a tallo
un universo mate hundiéndose
en un charco nocturno, sin un piar
sin un volar. Tendida entre cicutas
y corolas rotas empujo el olvido
como un velero antiguo tocando
un borde
    labios
       lengua
          boca

 
 
Poética II

Dimensión oculta
un desparpajo
para seguir hablando.
¡Qué sé yo de qué!
Pienso siempre en un papel de calcar
colocado sobre textos
antiguos, sagrados
Sobre escrituras ajenas
copiarlos y copiarlos
como si fuesen
dibujos de maravillas
quitarle partes
transformando otras
hasta realizar una copia
que no deje vestigio
del original.

 
 
Oficio

Extensiones plomizas de cielo
y de mar galvanizados
en un plano único
demorado en el abismo

En esa densa penumbra veo
un punto de luz roja
dibujando en el horizonte
un movimiento de vaivén
de perpetua oscilación
sobre el vacío

Es el resplandor del fuego
encendido en el fondo
de una canoa yámana

En medio del viento y de la nada
crear día a día pareciera
ser idéntico a este oficio extremo
de cuidar más allá de sí mismo
la vida de la llama

 
 
 
Yeso tango (2012)

 
Señora de los Buenos Aires

Te perdí, mi señora
de los Buenos Aires
en un corte y una quebrada
giro del pie en la sentada.
Me voy sin verte
del Plata mi Señora.

Este tango chiquito
te pide otra vuelta
con punta y taco
y un as de espadas
que marque el cruce
de mis piernas malas.

Que para siempre tengan
el don de la danza
que nunca pierdan
el poder de sus alas.
Que nunca pierdan
el poder de sus alas.

 
 
En un solo pie

Quiero retruco.
Olvidé mi tarde
y mis sueños.
Deme de mi flor
lo que traiga la dama.
¡Aguarde amiga
voló mi zapato!
   Me quedé sin bailar.
En un solo pie
haré la danza.
Tango chiquito
en un solo pie
para la dama
que es rubia.
La Mireya no
en un solo pie
para que sí.

Para que sí
en un solo pie
para que sí.

 
 
 
Agua florida (2013)

 
Vienen de lo arcaico
de la nobleza del doblez
aquello montaraz que riega
en seco el pasto nocturno
y deambula en la sangre
hasta ser sintagma febril

 

Patria

Patria carbón, carbonada
sistema musical de rodajas
metálicas rayando un cielo
de carbón, negrura sutil
abalanzándose sobre
banderitas de hule, de tiza
y lápices infantiles
sombreando la noche

 
 
 
Atardeceres marinos (2019)

 
Estepa

Palio protector de lluvias estivales.
La razón, la mía, ha fracasado.
Sostengo estos días sin hablar
sin resonancia alguna, estériles
como semillas en el desierto
como un suceso vacío, sin revés.

 
   Brote azaroso del día
   Deslumbrante
aquí estoy
   aquí

 
envuelta en la tibia marea
de un sueño estepario
blanco, invariable, eterno.

 

Parpadea el recuerdo intermitente
relámpago revelando la corriente
espejada de un río de aguas claras
que salpica el deseo de olvidar.
Traspaso el líquido que moja
bordes aéreos de textos antiguos.
Quien los trajo aquí olvidó que eran
sagrados. Abandonados en la playa
el agua, la nieve y el viento
los reescriben sin pensar en nadie.
Secretamente sé que alguien
mantendrá por siempre en vilo
el bordado oscuro de la historia.

 

Acordé la paz conmigo misma
mirando caer la tarde sobre el mar.
En viejos relatos guardé mi corazón
y el espejo ya no los reconoce.
Soy otra pensándose irreal.
Caminando entre hojas otoñales
fogatas y humos atávicos soñé
con un borde marítimo y el vaivén
eterno de sus aguas parecido al amor
como cuando una entra en la otra
para desaparecer del mundo unidas.

 
 
* Poemas pertenecientes a Oficio. Obra reunida (1980 – 2019), editada por Juan Fernando García y publicada por Editora Cultural Tierra del Fuego en 2023.


Autor

Niní Bernardello

/ Cosquín, Argentina, 1940-Río Grande, Argentina, 2020. Poeta, editora, pintora y profesora de educación básica. Entre otros libros de poesía publicó Espejos de papel (1980), Malfario (1985), Copia y transformaciones (1990), Puente aéreo (2021), Salmos y azahares (2005), Natal (2011), Agua florida (2013), Antología íntima (2016) y Atardeceres marinos (2019). Juan Fernando García / Necochea, Argentina, 1969. Poeta, docente universitario y gestor cultural. Desde 1995 dicta talleres de lectura y escritura en ámbitos públicos y privados. Sus últimos libros más recientes son Frente al bosque de pinos (2021) y Charo (2022). En 2022 y 2023 integró el comité de evaluación del Festival Poesía Ya del Centro Cultural Kirchner y fue coordinador del Espacio de Diversidad Sexual y Cultura de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

junio 2023