5 junio, 2023

Enchufemos el módem al poema errante

de Enrique Winter | Inéditos

 
El único discurso que no está
 
subyugado a algún fin. Más bien lo vence.
No es una ley que imponga una conducta
ni un narrador que informe una noticia,
tampoco un cálculo que aguante el puente.

El poema no sirve para nada
si entendemos “servir” como un cotejo
entre un pedido igual a un resultado,
pero la poesía es la pregunta

y “está al servicio” del lector. Le sirve
precisamente porque lo emancipa
de los demás discursos, los que solo

usan palabras para un objetivo
interesado. En el poema bailan
las palabras cambiando lo que veo
 
 
 
(Que suele asemejarse a quien yo soy).

Enchufemos el módem al poema
errante, antes de que emerja aquí
un mercado efectivo (como existe
en Estados Unidos y en España)

para la “poesía” que recorre
de la A a la B sin distracciones, que
se deja comprender como se entiende
la narrativa comercial, sencilla

y más directa que cualquier película
taquillera, o denuncia sin imágenes
lo que el documental hace mejor.

Al no tener mercado, hasta el momento,
ni un aparato crítico que oriente
dentro del griterío, los poemas
 
 
 
Son menos distinguibles entre sí
 
de lo que son el resto de las artes
en las redes sociales. Ya cualquiera
escribe poesía o es tomada
por poeta y según algunos cumple

la lírica premisa de expresarse
íntimamente. Nelson mismo escribe
poemas de esos. Pues este fenómeno,
que a bastantes espanta y que levanta

aburridos talleres y lecturas
públicas en los barrios, me fascina.
Tal espanto desnuda, por lo pronto,

el apego inconsciente del poeta
a competir con sus colegas y a
la jerarquía, a privilegios que
 
 
 
No quiere compartir por más simbólico
 
(risibles) que parezcan. El futuro
posrevolucionario es colectivo
como el taller. También nos reconfirma:
la poesía gusta y ha gustado

siempre, consagra dudas y dilata
sentidos. La experiencia con poemas
muy difíciles ante audiencias legas,
que entran en ellos como al agua, lo

muestra. Para poner la cosa en orden,
en cambio, está la policía, ¿cierto?
La puntuación la emula en el poema,

por eso una poética por otros
medios reduce al mínimo a los pacos
de aquella puntuación, la descoloca,
 
 
 
Renuncia a ella. Todas las palabras
 
son, de verdad, ambiguas y el poema
prefiere celebrarlas como tales
en vez de encarcelarlas al «sentido».
Para decirle a una persona cuánto

vale se necesitan varios números;
por el contrario, los poemas tienen
palabras. Me resulta indispensable
discutir sobre poesía en este

caos, entonces, para distinguir
las relaciones entre cada obra
y cosechar el canon propio, mientras

otros sacan los suyos, igualmente
legítimos, del humus general.
Difícil ejercicio, sin embargo.
 
 
 
En primerísimo lugar, la culpa
 
es de la era, la medial encoge
la visibilidad de los poemas
por el exceso inabarcable de
información. Hay mucha producción,

pocos lectores (salvo cuando hay audios,
¡vivan los nuevos medios!) y no puede
estar al día en libros electrónicos
y físicos ni el más especialista

de entre los académicos poetas,
tan dados a leer por gusto a sus
compañeras. Unido a eso, la

industria editorial y los mundillos
de los autores refinaron tanto
el más feroz capitalismo que,
 
 
 
Tal como antes se compraba queso
 
simplemente y ahora ya cualquiera
distingue el mantecoso del azul,
cada corriente de entre las poéticas
(en el mejor caso posible) o grupo
 
de amigos (en el peor) se junta en torno
a una editorial independiente
que controla un concurso y organiza
un solo evento público en las redes,

con presencia en un medio noticioso,
sin exponerse más a lo distinto.
No es necesario: quien sonetos quiera,

los obtendrá de quien los va ofreciendo
sin que el lector ni menos el autor
pasen por el mal rato de un litigio
 
 
 
En torno a su atingencia. Nos sucede
 
lo mismo con quien hace experimentos
sonoros, ruidos. A esta inevitable
eficiencia que trae el capital
me opongo, como un integrante más

del espacio poético. Con nuestra
poética por otros medios, moros
y cristianos se bañan en el mismo
río revuelto. Nadie me convence

que el lateral derecho del equipo
de fútbol nacional y masculino
es rápido si veo en el estadio

o en la televisión cuán lento es.
Es la ausencia de prensa, de debate
y, sobre todo, de lectura atenta
 
 
 
La que nos deja a algunos vender humo
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
* Poemas pertenecientes al libro Una poética por otros medios (Bisturí 10, Santiago de Chile, 2022).
 


Enrique Winter / Santiago de Chile, Chile, 1982. Ha publicado en once países y cuatro idiomas los poemarios Atar las naves (2003), Rascacielos (2008), Guía de despacho (2010) y Lengua de señas (2015), además del disco Agua en polvo (2012) y la novela Las bolsas de basura (2016). Traductor de Emily Dickinson, G. K. Chesterton, Philip Larkin, Susan Howe y Charles Bernstein, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Nacional Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie, entre otros, y las residencias de narrativa de la Sylt Foundation en Alemania y de la Universidad de los Andes en Colombia. Su libro más reciente es Una poética por otros medios (2022).