julio 2020 / Inéditos

Por el trabajo que es vivir

Por qué si me postran mil veces me levanto

Los patios internos.
Los baños y cocinas con pileta cuadrada.
Los ambientes semicirculares
con ventanal corrido.
Un aro de básquet en la calle
para que tire cualquiera.
El café exacto que todo lo arrasa
y todo lo eleva durante media hora.
El cielo cuando se decolora hasta quedar en blanco.
La pronunciación de un idioma extranjero
rodeándome como una atmósfera
cargada de sentidos ocultos.
Las charlas con mi hija en el balcón.
Las charlas con mi hija en un colchón
atravesado en el living, sin sábanas.
La mano de mi hijo adolescente
en mi mano cuando nadie lo ve
trazando la misma caricia que en la infancia.
La memoria de todas las caricias
que dejaron su dibujo indeleble.

 

Amplían fotos en un chat

Mi padre manda fotos de Brasilia.
Dos días después vemos La Paz
desde su habitación de hotel.
En el medio pasó por Buenos Aires
y nos saludamos por teléfono.
¿Todo bien? ¿El trabajo? ¿El avión?
Fotos de San Francisco.
Fotos de Honduras. De Vancouver.
Se mezclan verde y árido
y enseguida se mezclan blanco y cristalino
desde una y otra y otra
ventana en piso alto. Conozco
Toronto a través de su relato,
(lo puse en un poema, la di por conocida).
Mi padre viaja por trabajo.
Por el trabajo que es vivir,
mi padre viaja. A nosotros
nos hace sentir quietos
casi inmóviles
tanto despliegue paterno
incluso a sus setentaipico.
A contrahora nos llegan las imágenes
y nos decimos ¿todo bien?
¿el trabajo? ¿el avión?
¿Es correcto que estemos
siempre acá donde estamos?

 

Kayak

Del largo día que pasamos juntos
rescatás, un rato antes de dormir
el momento en que llevaste el bote
hasta la salida de la playa
y al final me impulsaste y me alejé
remando con tus remos
las manos acolchadas por tus guantes
la luz menguada por la visera de tu gorra.
Te gustó, me decís,
esa asistencia técnica.
Y yo, remando de regreso
vi tu pelo plateado y desbocado
que asomaba del agua marrón
como una luz de bienvenida.
¿Cuáles son tus leyes y cuáles las mías?
Eso siempre va a ser un secreto.
Nada funciona sino a los chispazos.
Chispa de pelo bajo el sol,
chispas entre remo y río,
chispas justo antes
de dormirnos.

 

Volví a tener un limón en la mano

Es algo tan perfecto de agarrar.
¿Esto yo lo sabía? ¿Me acordaba?
Miren mi mano: se ahueca espontánea
y no queda nada en ella que no sea
limón: lo fresco, lo rugoso, el peso,
el perfume terrible, la acidez.
No hay distancia entre la mano y el limón.
Significan lo mismo por un rato.   

 

Doblamos por Libertador

Mi hija dice que el jacarandá
le parece un árbol de otro mundo.
Que esa bruma violeta
no puede estar en nuestro mismo plano.
Siempre quise tener
una conversación así:
se me viene a dar justo
con esta nena.

 


* Estos poemas pertenecen a Traducción de la ruta (Buenos Aires, Gog y Magog, 2020).


Autor

Laura Wittner

/ Buenos Aires, Argentina, 1967. Es Licenciada en Letras, coordina talleres de poesía y traducción y trabaja como traductora para diversas editoriales. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía El pasillo del tren (Buenos Aires, Trompa de Falopo, 1996); Las últimas mudanzas (Bahía Blanca, Vox, 2001); Lluvias (Buenos Aires, Bajo la luna, 2009); Balbuceos en una misma dirección (Buenos Aires, Gog y Magog, 2011);  Por qué insistimos con los viajes (Torrequemada, Ediciones Liliputienses, 2012/2017) y Lugares donde una no está. Poemas 1996-2016 (Buenos Aires, Gog y Magog). Es también autora de una docena de libros para niños.

julio 2020