
1. ¿Para quién editas?
Creo que lo más justo sería decir que para mí mismo: es un ejercicio que me obliga a leer, a prestar atención a diversas poéticas que quizás ignoraba y que, de pronto, se muestran como escrituras que me enriquecen y me dan placer. Decidirme a publicar tal o cual libro me coloca en la situación de tener que releerlo muchas veces, reflexionar sobre él, entender qué me resulta atractivo allí. Y por supuesto: ese editar para mí mismo es, en realidad, bastante menos egocéntrico de lo que puede parecer porque sospecho que mis gustos y criterios están muy lejos de ser tan especiales —muy por el contrario—, con lo que tiendo a pensar que eso que me ha sorprendido y me resulta valioso, también puede resultárselo a muches otres lectores.
2. ¿Cómo concibes tu labor como editor o editora de poesía?
En mi caso, hay tres o cuatro aspectos que son fundacionales y siguen ahí presentes. Por una parte, cuando surge Kriller71 lo hace como una respuesta a mi propia incomodidad ante el panorama de edición de poesía en España — y, de un modo más general, ante una noción de “cultura” que a mí, como sudamericano, me resulta exageradamente oficial y extremadamente filtrada por jerarquías económicas y sociales. Es decir: una cultura que queda en manos de las élites gobernantes, las corporaciones y las burguesías locales. Y en cambio mi idea era, y sigue siendo, mostrar que podía aspirarse a cierto grado de agencia en términos culturales —incluso en una supuesta capital editorial como Barcelona, incluso en medio de una crisis, incluso en una situación tan precarizada como lo era la mía en 2012, trabajando como recepcionista nocturno y con una hija recién nacida—. Para mí era importantísimo dar una respuesta a todo eso y, por ejemplo, desde ese lugar de inexistencia e invisibilidad, publicar la poesía de Paulo Leminski [1944-1989], que estaba inédita en España. Y acompañar el gesto con una independencia de criterio fuerte —esa capacidad de quienes no tienen nada que perder, justamente—. Siempre digo lo mismo: para editar un libro de poesía, un libro que no me hará rico ni famoso ni guapo, tengo que estar muy convencido, muy apasionado, porque tendré que dedicarle muchas horas de mi vida: horas en las que podría hacer estar con mi hija, o leyendo, o escribiendo, o durmiendo, cosas todas ellas esenciales para mí. Creo que mi labor como editor pasa por ahí, por mantener la coherencia con la radicalidad que originó el proyecto, con que la gente que conoce la editorial sepa, como creo que es el caso, que cada libro ha sido publicado con la convicción de compartir algo valioso.
3. ¿Cuál es el mayor reto de editar poesía?
Diría que la constancia, el ejercicio diario de fe, de seguir encontrando un sentido. Siempre hago la broma que la profesión de editor de poesía es la que más sufre crisis diarias de fe. (La prueba es que no hace falta que esta frase se explique, ¿no?) Entonces el reto tiene que ver con afinar la percepción, con seguir conectando con el principio de placer y el sentido que originó el proyecto, porque eso es móvil; pero, en mi caso al menos, que se mueva no quiere decir que desaparezca, sino que exige la sagacidad de ver por dónde anda a cada día. En el caso de Kriller71 hay, además, una fuerte identidad construida en contraste con gran parte de lo que el statu quo poético español propone y una apuesta importante por traducciones, autores y autoras de otras latitudes, lo que hace que nos resulte casi imposible hacer presentaciones donde elles estén presentes… A veces creo que nos lo ponemos tan difícil como sea posible solo para demostrar que si uno se obstina mucho en un despropósito, puede acabar por parecer una buena idea.
4. ¿En qué se diferencia la edición de poesía respecto a otros géneros?
Probablemente en la falta de rodaje que tenemos casi todes, ¿no? La sensación es que nadie sabe bien cómo se hace esto. (Al menos, yo no tengo ninguna idea de cómo hacerlo. No quiero ni recordar hace diez años, cuando comencé.) Y ese amateurismo, que por un lado es un lastre angustiante cuando tienes que hacer cosas como negociar derechos con agencias que pretenden tratarte (y cobrarte) como si fueras a publicar un best-seller, y que no entienden la naturaleza de la edición independiente de poesía o no les interesa entenderla; ese amateurismo, digo, la mayoría de las veces te lleva a una intemperie maravillosa porque tienes que ponerte de acuerdo con otros seres humanos en cómo hacer algo que nadie sabe muy bien. Es decir, tienen que exponerse, interactuar, mostrar sus deseos y sus temores sin el abrigo de una estructura. Eso me parece maravilloso. Desde luego, también hay quienes hacen su máster en edición en universidades carísimas y luego intentan implementar las fórmulas que les han vendido, ideadas para un mercado del primer mundo en el que la poesía nunca entra (eso no se los cuentan, ciertamente).
5. ¿Qué libro de poesía te hubiera gustado publicar y por qué?
Una antología de la portuguesa Adília Lopes [1960]. De hecho ese fue el motivo por el que monté la editorial; me encanta Adília y quería hacer un libro suyo. Y me gusta pensar que todo el trabajo de Kriller71 está edificado sobre un deseo que no se ha concretado, de modo que esa falta primordial nos garantiza que nunca estaremos satisfechos. Lo que paradójicamente es bueno, ¿no?
6. ¿Cómo convencerías a alguien que no lee poesía de acercarse al género?
Hay un primer nivel en el que suponemos que están operando los estereotipos habituales que hacen que la gente pueda expresar algunas reticencias y prejuicios contra la poesía: que es demasiado difícil de entender, o demasiado confesional, o demasiado solemne —en fin, todas esas cosas que hemos oído miles de veces y que están basadas en experiencias de lectura, o sea, que solo pueden ser desmontadas desde experiencias de lectura nuevas y más placenteras, pero que se enfrentan a la falta de deseo de una nueva oportunidad.
Esos casos son relativamente sencillos si podemos averiguar dónde reside el fastidio. La poesía, que tan pocas cosas puede darnos, tiene una cosa para regalarnos hasta la saciedad: contraejemplos de poéticas. Es la parte positiva de trabajar con un término tan amplio, tan confuso, que abarca tantos cientos de producciones distintas y que muchas veces no tienen nada en común. De hecho, hace poco estuvimos trabajando con el lado lúdico de todo esto, cuando creamos un recomendador de poesía para nuestra web, inventando posibles categorías y subcategorías que orientaran a quienes quieren acercarse a la poesía y no saben por dónde comenzar.
Pero más allá de ese nivel, que podría ser subsanable, hay otra posibilidad que me parece menos reversible: la de que alguien, ese alguien de la pregunta, no desee experimentar la intimidad con el lenguaje que propone la poesía. Y esto es mucho más difícil de negociar, porque ahí sí creo que se trata de una característica del género: eso que causa vergüenza ajena en un poema mal ejecutado, y que puede emocionarnos en uno bien logrado pero que, de un modo u otro, está siempre ahí —aunque sea como intento fracasado—. Ese vínculo entre el lenguaje y quien lee, esa espesura del texto, por supuesto que no es exclusivo de la poesía, pero sí creo que es una de sus características; hay quien se siente incómodo ante ello, ante este modo de ser interpelado. Como hay gente que siente pánico a comprometerse, o gente que no consigue hablar sin hacer bromas constantemente: creo que la poesía suscita una fobia similar en algunas personas.
7. ¿Cómo ganas dinero para editar poesía? ¿Tu editorial es sostenible económicamente?
Como decía un amigo: “La mejor forma de acabar con una pequeña fortuna editando poesía, es comenzar con una gran fortuna”. Lamentablemente este no es mi caso, con lo cual debo recurrir a las mismas estratagemas que tantas otras editoriales de poesía: autoexplotación, búsqueda de subsidios a la edición, amigos y amigas que colaboran de forma más frecuente o más esporádica con alguna traducción… La hipotética sostenibilidad es siempre una incógnita aunque, en general, siempre he sido muy austero en términos de gastos editoriales, al punto de que ha habido grandes períodos de tiempo en los que hacía todo, o casi todo, yo mismo. En cierta medida he privilegiado un tipo de edición “de guerrilla” frente a un modelo que llamaría más “europeo” y en el cual, si las condiciones materiales no están dadas de antemano y no pueden garantizar la continuidad del proyecto, sería mejor no hacer las cosas. Creo que en ese sentido soy más punk: lo hacemos y ya veremos cómo.
8. ¿Qué editorial admiras? ¿Por qué?
Zindo & Gafuri. Creo que el trabajo que hace Patricio Grinberg ahí es increíble, sobre todo para descubrir y poner en circulación propuestas poco o nada conocidas en el mundo hispanoparlante. También, desde el punto de vista de la estética de los libros, me parece que es una referencia para repensar la edición de poesía en nuestro tiempo.
9. Recomienda un poema. (Transcríbelo al calce o danos un vínculo donde pueda leerse.)
Este de Rafael Espinosa [1962], un poeta peruano al que admiro muchísimo y a quien tuve el gusto de publicar hace años:
Las nubes permanecerán limpias
No para las futuras generaciones
sino alrededor de mi cuerpo
he construido, sin ser vidriero,
un cubículo transparente.
Mis cadenas asociativas,
que las tengo, dibujan
adentro una deidad de dolor.
Lento blablablá inaudible
tallado en hueso que me hace
compañía y después llama
a la manada de humanos.
Pueden venir los reporteros,
pueden venir los artistas visuales,
sus egos en bolsas plásticas,
con la doble ganga de que una imagen
de devastación sea a un tiempo
una escultura efímera.
Yo estoy adentro, vuelto un plano,
es decir afuera de lo que yo mismo
pueda representarme, como
si llevara un pendiente
sin oreja. Tengo una estrofa,
tengo un peine; lo que no veo,
pegado al vidrio, es un peinado
que además sea un hombre,
posea una canción.
Autor
Aníbal Cristobo
/ Buenos Aires, Argentina, 1971. Poeta, traductor y editor. Entre 1996 y 2001 vivió en Río de Janeiro, Brasil, donde publicó Teste da Iguana (1997), jet-lag (2002), Minaturas kinéticas (2005) y Minha vida como bactéria (2014). En Argentina publicó Krill (2002), Krakatoa (2012) y Una premonición queer (2016), y en España, La ruta de la tos (2018). Ha traducido a diversos autores del inglés y portugués, entre ellos a Gonçalo M. Tavares, Fernando Pessoa, Rae Armantrout, Mary Jo Bang y Edward Hirsch. Desde 2012 dirige la editorial Kriller71.