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No. 54 / Noviembre 2012 |
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Las asombrosas palabras
Por Claudia Montaño
Para fortuna de los niños, la oferta de literatura infantil le apuesta cada vez más a la inteligencia, gradualmente van quedando atrás los diminutivos y la suma por demás básica de elementos que se cree, conforman el universo infantil. La complejidad y la belleza se hacen presentes en ediciones que apelan a un lector muy joven, ávido de encontrar contenidos que propongan y hasta ofrezcan retos. Nombrar el mundo que los circunda no se logra mediante sustantivos obvios o facilones, tampoco a través de historias fantásticas que siempre requieren de la presencia de un dragón, un castillo y un príncipe. No, ahora son otras historias. Específicamente con la poesía infantil pasan cosas muy interesantes, pues como señalé líneas arriba, demanda a un lector inteligente. Pongo por caso un fragmento del poema inaugural del libro La suerte cambia la vida del poeta Javier España.
Las dos primeras estrofas sirven de presentación, ubican a la voz lírica y le dan un nombre: “yo soy Omar”. La exposición de características es interesante en tanto no revelan a un niño seguro ante el mundo. El primer verso es una declaración: “Omar le teme a los relámpagos” temáticamente esto basta para llevar al poema a otro nivel, pues no nos encontramos ante los temas habituales. Es decir, un niño seguro que se enfrenta al mundo y que siempre, siempre saldrá victorioso. Es en otras palabras, la voz de un héroe infantil que triunfa en el mundo de los hombrecitos, los arbolitos, las florecitas y los animalitos. Aquí es Omar y le teme a los relámpagos, pero además su miedo da lugar a una serie de dudas legítimas, en tanto busca el sentido u origen de este temor: “Nunca se irá la lluvia? ¿Nunca el miedo?/ ¿Cuánto ha vivido aquí?/ ¿Mis ocho años?/ ¿La edad de mi padre, de mi abuela siempre?”. Las preguntas formuladas son profundas y las palabras sencillas. El poeta no recurre a artificios retóricos para hacer este poema, entre otras cosas, porque tiene la clara conciencia de que prioritariamente va dirigido a un público infantil, pero tampoco desdeña la inteligencia del joven lector. “Otro relámpago y otro: esta luz que duele”. Es a mi parecer un verso afortunado, claro y directo. No menosprecia la inteligencia infantil, sitúa de manera justa las palabras y al poema. Para concluir, hay que subrayar que en su mayoría la poesía que se escribe hoy día para los niños, apela a la inteligencia, no subordina lo complejo en aras de una aparente belleza que no es más que la suma de adjetivos que muy poco tienen que ver con el universo infantil. |