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Por Karina Falcón y Balam Rodrigo |
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A propóstio de Aviso de ocasión Por Karina Falcón Aviso de ocasión de Jesús Bartolo Bello |
A propósito de Aviso ocasión Se ha dicho que Yo es un Otro con respecto al narrador y al poeta. Quien escribe es otro, hasta cierto punto ajeno al autor, pero también completamente inseparable de él. "Descubrí una voz femenina…" dice David Rosales en el prólogo a Aviso de Ocasión, de Jesús Bartolo Bello. Y sí, es una voz prestada, ciertamente femenina, la que habla y parece desprenderse de toda sujeción y moralina para dar paso a su pensamiento, es decir, a la crónica y voz que autor le concede. Aviso de Ocasión abre con dos epígrafes, el primero de Jacinto Valtierra y el segundo de Enrique González Rojo, el cual cito: “Se requiere también un poeta de la guarda/ que sea cronista/ de la historia verdadera de las cosas sin historia.” Y sucede en este libro, que Bartolo Bello crea una ficción a través de una voz femenina, que no es la voz cliché de lo que suele tildarse como propia de lo “femenino”, pero es una de sus formas a partir de una postura personal, dígase una impostura o artificio: médula de todo poema. No hay crónica sin tragedia ni humor. En Aviso de Ocasión ciertas resonancias en la voz guía, la selección de palabras y la construcción de ciertos versos logran inyectar al texto un corrosivo pero dulce bálsamo de humor. “Soy una mujer que nació póstuma, Algorítmica, con la cuerda larga para reír, Desfasada y con una vejiga diminuta e impertinente” dice la voz del poema, y es ésta la crónica que se cuenta, la de una mujer escrita como póstuma, inaudita, casi paródica. Ahora, en específico la musicalidad en la escritura de Bartolo Bello, que desde su libro No es el viento el que disfrazado viene (CTE-IMC, 2004) ha llamado mi atención, es un punto a señalar aquí, pues la armonía lograda se atiende con fluidez, pasos nada forzados que bien podrían explicarse y resolverse cuando atendemos la frase del poeta chileno Gonzalo Rojas, quien decía “No tengo remedio, soy un animal rítmico”. Digo, sin duda, que Bartolo Bello es también un animal rítmico, cuyo instinto y tiento logran proveer al poema con una precisa cadencia y certeras cesuras. Así pues en las dos estancias que componen Aviso de Ocasión, es decir el texto que da nombre al libro y "Este fuego habita de cangrejos la carne", existen varias resonancias rítmicas que funcionan como un imán para continuar la lectura e ir a la par con el texto, ir respirando con el texto, con el autor implícito y con esa voz "A 25 60 a la derecha": “En el ardor de su embestida crecer al mundo, desmoronarme en su respiro, respirar en la claridad de mis vértebras, vertebrarme en su voz el desvelo y develarme (…)”. Y ahí entre el desmorono, entre “la soledad pendeja, sentimental”, “entre Kant y Corín Tellado” o “Vanidades, Hola y People”, ahí al centro, se sospecha una voz singular, la voz del hombre que aún se maravilla y la cordura sórdida —casi precaria— del poeta que suelta amarras y va tomando el nombre de todos los puertos y mares por donde cruza. Es la cadencia del discurso, la selección de las palabras y la manera en cómo Jesús Bartolo va dando forma a su personaje, a la voz poética, aquello que intensifica al poema, aquello que sin duda lo lleva lejos del riesgo de llaneza siempre latente, ante el cual toda prosa poética puede sucumbir al menor descuido. Ya el motivo de lo erótico, del sexo, de la soledad o la necesidad vuelven al poema, hasta cierto punto, una revuelta escatológica; totalmente corpórea, no física, pero corpórea, de sentido, sensualismo y palabra. Una voz femenina se ha construido para decirnos de un aviso, de un fragmento, de la soledad y su voz que devienen crónica y circunstancia. Con respecto al segundo poema del libro "Este fuego habita de cangrejos la carne", debo decir que en éste encuentro aún más el talante escritural por el cual ubico a Jesús Bartolo Bello. Un poema sensorial, musical, más hacia la esencia escucha de la poesía, hacia la contemplación; cuya índole se palpa en el encuentro de los contrarios. Entonces “el incendio humedecido” y el “agua ardiendo” en el poema de Bartolo Bello, retratan el peso de esta relación simbiótica, por muchos considerada el ánimo de la poesía misma. En esta sección del libro, en este poema que para mí juega el papel de una gentil addenda por parte del autor, encuentro una voz más lánguida, más acompasada al cuerpo del Otro, una respuesta a la voz del primer poema que posee más una suerte de estar en sí misma. Encuentro el detalle de una imagen, una especie de retrato que adquiere su movilidad desde el traslado que intuye el poeta, que el poeta dice como si fuera el motivo una cartografía del sentido: “Sacarse del sexo la espina de su aire/ pero el aire se aloja en la columna y sube músico, gotea el cuerpo,/ la mano tiembla, húmedamente se quema, se hace ceniza (…)”. La mano se vuelve a la unidad entera, y es a partir de ella como motivo que se comienza a hablar de nombres, de respiros, de lo que nos es demasiado humano y, por tanto, paradójico. En este poema no sólo las palabras, sino mayormente los silencios, van urdiendo el texto; el aire, también el viento ―motivos medulares en la escritura de Bartolo Bello― son, para mí, una evocación de aquellas vibraciones que se deja escuchar vagamente, luego de que en un instrumento de cuerdas, dígase violín o chelo, da su última nota, y ésta se ve prolongada por el silencio. Ya aprovechando mi intromisión en cuestiones musicales, debo decir que Aviso de Ocasión me parece una composición contrapuntística que despliega el talante vario de la escritura de Jesús Bartolo Bello. Ya en esta intromisión en el asunto del silencio, concluyo ―para describir el oficio de mi buen amigo Jesús― con las palabras de el maestro Hernán Lavín Cerda: “es él, una criatura hecha de palabras rítmicas o de silencios cifrados: un poeta, o mejor dicho una aguja sismográfica enterrada en el corazón del hombre”. |
Iniciar con una negación de la nostalgia no sólo es un acto de fe, sino, también, una postura ante el mundo, ante el otro, en este caso, lo femenino, que es exigido en la animalidad de la carne —animalidad pensante— del poeta, del hombre, acosado por ella/otra en Aviso de ocasión de Jesús Bartolo:
De corte conversacional, los versos de Aviso de ocasión enunciados en primera persona destilan por las páginas “sin adornos ni falsos retruécanos”. Si algo tiene este libro, además de los zarpazos a carne viva de las imágenes que son un “río crecido”, poderoso, es la honestidad y lo descarnado de su lenguaje:
De la ternura y la vanidad sin desasosiego, y de la experiencia vital de la queja por la falta de verdaderos hombres hasta el uso coloquial de las más floridas palabras del castellano de México —de las cuales hay aquí varios ejemplos de cómo usarlas y escribirlas correctamente—, Jesús Bartolo propone en Aviso de ocasión revisitar lúdica, amatoria e intensamente esa “X” interior que todo hombre lleva dentro para acercarse más a ese otra que también somos: la mujer, la Eva de la que forman parte todas nuestras células. Finalmente, y a mi parecer, quizá los versos que mejor describen la tradición poética que antecede la escritura de Bartolo son los del segundo poema del libro. Aquí la dualidad de elementos opuestos como agua/fuego ocupan el mismo lugar, por lo que los líquidos de Aviso de ocasión, abrasan:
Esta serie de versos cortos son verdaderas postales escritas a la hora de los solos, los amantes, desde el aguacero de la carne (¿escritos mientras el poeta descansaba en una hamaca, allá en su natal Atoyac de Álvarez, Guerrero?) y son, al igual que toda la poesía de Jesús Bartolo, una invitación sin boleto de retorno para mojarse completamente en la inmensa lluvia que puede lograrse al abrir y leer este sabroso e inesperado Aviso de ocasión.
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