octubre 2024 / Traducciones

 

Retrato de Alexandr Pushkin por Orest Kiprenski (1827).

 

A Gabriel Zaid, que ama los versos, en sus 90 años

 
Tan fértiles en fábulas, los griegos destacan por su talento para crear pequeñas historias que ilustran dramáticamente cómo empezaron cada cosa y fenómeno: los mitos. Y sin embargo, no estimaron necesario explicarse el surgimiento de la rima. No es desdén: el verso griego se estructura cuantitativamente (valores de largo y corto) y no “a sillauas cuntadas”, como prescribe el mester de clerecía castellano, con la consecuencia de prescindir de la rima como remate obligado de línea. De hecho, en el periodo clásico se evitaba el homoioteleuton o igualdad sonora, considerándolo un vicio de lenguaje –tal como los prosistas de las lenguas modernas derivadas del latín evitan la cacofonía de consentir asonancias involuntarias–. Fue sólo en el periodo alejandrino, es decir postclásico, que se experimentó ampliamente con el homoioteleuton como efecto buscado en la prosa –guiño no del ojo sino acústico– y no como defecto. Ya Aristóteles reporta el fenómeno (Retórica, 5.9.9), lo mismo que Quintiliano (9.3); la oratoria de Cicerón presenta en su inigualable prosa pasajes famosos de paralelismos sonoros.

Pues ayuntar palabras debido a la semejanza fonética es tan antiguo como la civilización humana. La poesía china rima desde tiempos milenarios, lo mismo la sánscrita; posteriormente, el procedimiento es común en árabe, desde antes de la era islámica, tanto en verso como el homoioteleuton o prosa rimada (en árabe sadj o saj’), presente lo mismo en las Mil y una noches que en el Corán.

Andando los siglos de siglos, Alexandr Pushkin (1799-1837), espíritu refinado sin perder pie con la belleza de los usos llanos de la lengua hablada, tuvo la ocurrencia o divina inspiración de cubrir la laguna y le inventó una fábula a la génesis de la rima. Las convenciones literarias de la época postulaban que la poesía rusa, y de lenguas eslavas en general, tuviese escansión cuantitativa, a semejanza de las clásicas, pero con la gala o dificultad añadida de rimar.

Tal como nos informan los especialistas en Pushkin, este poemita habrá sido sumamente llamativo para sus primeros lectores, pues el poeta, ya entonces célebre, presentó una composición cuantitativamente medida pero sin rima. Acudió al dístico o pareado elegiaco (hexámetro seguido de pentámetro), robustecido por un par de cláusulas espondeas que se encuentran en el paso de los hemistiquios (óó+óó). El asunto del poema es, entonces, doble: tema o anécdota de la historia y tema (o recurso estructural) dominante: sonidos que repercuten y machacan. Todo ello de modo que la trama sonora tendiese un puente entre el inicio y la última palabra, consistente en el nombre de la divina criatura, por aquel entonces miel y hiel consuetudinarias de los versadores. Es así que Rima surge de las cuartetas, entrevista como personaje a lo largo del breve poema y sonoramente anticipada.

Pienso que si algún scholar hubiese explicado a Poe lo que informan en sus prefacios los traductores del padre de la poesía rusa moderna, el bostoniano habría sentido que un alma gemela eslava lo había precedido por algunas décadas, al otro lado del Pacífico norte, cruzando las estepas hacia el oeste del globo terráqueo. Pushkin y Poe: dos de los mayores arquitectos decimonónicos del artefacto y artificio de la composición medida y rimada. (Cómo traducir a Pushkin era uno de los temas recurrentes de discusión entre Edmund Wilson y Vladimir Nabokov.)

Si la laboriosa estrategia de Pushkin fue ésa, ¿por qué no intentar invertir el camino y que por una vez, desde el inicio, los sonidos consonantes estén diciendo el nombre de la recién nacida así como el oficio al que su madre fue condenada? En este caso: un ejercicio indirecto en versos rimados pero libres de medida silábica. Pues ahora, en nuestro tiempo, en español como en tantas lenguas occidentales, la mayor parte de la poesía escrita se presenta a línea suelta y sin igualdad sonora en el remate, en formas más o menos estructuradas del universo llamado verso libre. (No obstante, la poesía de tradición oral mantiene medidas y rimas, donde ha encontrado sus nichos y bastiones, con su propio público destinatario que celebra o vitupera a cada vate.)

Con toda evidencia, en esta modesta emulación no parto del poema original sino de traducciones; en particular ha retenido mi atención la solución que Antony Wood propone para el inglés, acompañada de algunas notas complementarias (Alexandr Pushkin, Selected Poetry, Harmondsworth, Penguin, 2020).
 

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Rima

Paseaba Eco una mañana, ninfa sin reposo, por el río Peneo,
Febo la descubrió, al instante poseyéndola, incendiado de deseo.
Así la ninfa maduró la semilla del fuego divino,
parlanchinas Náyades rodeándola, en el trance sibilino.

La partera Mnemosine dio a luz una criatura de grande estima;
maliciosa, ágil, favorita de cada musa;
creció a imagen de su madre, dotada de ciencia infusa,
fue de todos consentida; la llamamos Rima.

 


Autor

Alexandr Pushkin

Moscú, Rusia, 1799 — San Petersburgo, Rusia, 1837. Poeta, dramaturgo y novelista ruso. Protagonista del movimiento romántico en su país, se le considera el fundador de la literatura rusa moderna. Entre sus obras destacan la tragedia Borís Godunov y la novela en verso Eugenio Oneguin.

Traductor

Alberto Paredes

Pachuca, Hidalgo, 1956. Poeta, ensayista, crítico literario, editor y catedrático. Es doctor en Letras por la UNAM y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma institución. Algunos de sus libros de poesía son Cantapalabra (2003), Tres cuadernos (2010) y Los soles del nómada (2023). Asimismo, es autor del libro de ensayos La poesía de cada día: un viaje al modernismo brasileño (2000).

octubre 2024