octubre 2024 / Inéditos

Qué se oculta al fondo, en la penumbra

 

I

Una vez, hace poco, me preguntaste porqué decía que te temía. Como de costumbre
no supe qué contestarte, en parte precisamente por el miedo que me das,
y en parte porque son demasiados los detalles que fundamentan ese miedo.
 
Franz Kafka, Carta al padre

 
Hace casi tres semanas intenté poner fin a mi vida.
En un acto desesperado (o de exceso de esperanza)
subí hasta el techo de la casa y me arrojé al vacío.

Momentos antes me encontraba en la cocina.
Cortaba una hoja de papel por la mitad.
Luego corté las mitades resultantes,
y las siguientes también
hasta verme rodeado de pequeños fragmentos de papel
perfectamente simétricos.

Era importantísimo cortarlos bien. Con delicadeza.
Comencé a pensar que los cortaba para ti,
para llevártelos hasta tu tumba
como si fueran un puñado de recuerdos,
un ramillete de momentos bien proporcionados.

El aire de la noche se coló por la ventana.
Los fragmentos volaron por toda la cocina.
Entonces subí hasta la azotea.
El vacío tenía tres metros de altura.

Fue como despertar de un largo sueño,
como si dejar esos papeles en blanco y recortarlos
fuera mi manera de hacer las paces con el mundo.

Y eso pretendo.
Los fragmentos vuelan en torno a mí,
blanquísimos. El Mundo
eres tú.


 
III

Era incomprensible por sí solo el hecho de que me despreciaras.
 
Franz Kafka

Nací con labio leporino.
Mi madre, por temor a ti, no mencionó con nadie mi defecto.
Te enteraste días después de mi llegada al mundo.
Dicen que te volviste loco, que miraste tu reloj,
que saliste del hospital para tomarte un trago.

Los médicos te explicaron el motivo:
Todavía no lo asimilabas cuando te hablaron de la cirugía.
Donde menos lo esperabas te saltó la liebre.

Nunca he tolerado los espejos. Su sola imagen me horroriza.
Tengo la impresión de que a quien miro es alguien más,
que es otro, y que nada tiene que ver conmigo.
¿Alguna vez te dije cómo me apodaron en la escuela?
“El depredador”. Yo era el extraterrestre con el labio hendido.
Ese mote no era tan malo porque me convertía en un guerrero poderoso.

El dolor estaba en otra parte.
¿Recuerdas el mito de Perseo y Medusa?
Cuando lo leí me identifiqué con ella,
con la Gorgona de cabellos de serpiente,
colmillos de jabalí, manos de bronce y alas de oro.
Tenía labio leporino y provocaba el espanto de quien la miraba,
convirtiéndolo en piedra.

Medusa: Méduser: quiere decir “pasmar”.
Yo pasmaba a mis compañeros en la escuela.
No dejaban de mirarme. Tocaban sus bocas al hacerlo.
Naturalmente no hice amigos. Hice mirones.
Alimenté su miedo.

Encontrar a alguien con labio leporino
era mirarme a mí en otro.
Experiencia insoportable.
Quería golpearlo hasta desfigurar mi cara.

Medusa se petrificó a sí misma, presa del espanto,
al mirar su reflejo en un escudo.
Ahora dime, ¿tú qué sentías al mirarme?


 
IV

Hace poco leíste las memorias de juventud de Franklin.
Es verdad que con toda intención te las di para que las leyeras.
 
Franz Kafka

Nunca logré que leyeras Carta al padre de Franz Kafka.
En varias ocasiones puse el libro sobre tu buró,
a un lado de tu cuba, sabiendo
que en mitad de la noche te levantarías.

Buscaba que tuviéramos algo de qué hablar.
Algo distinto a los insultos.

Para acercarme un poco a ti, para que me miraras,
me metí detrás de un mostrador durante diez años.
¿Qué hubiera hecho con ese tiempo
de no habértelo dedicado inútilmente?
¿Qué camino pude haber tomado?

Como nunca abriste ese libro sobre tu buró
ahora lo reproduzco para ti.
Lo copio vilmente: es lo mejor que se hacer mal.
Y quiero pensar que me escuchas,
te guste o no te guste, revolviéndote
bajo esa tierra que nunca he visitado.


 
XI

“Esa niña tiene que sentarse a diez metros de la mesa”.
 
Franz Kafka

Mientras se limpia las lágrimas con furia
mi hermana pinta a una mujer muy triste con un vestido rosa
en un salón muy amplio.
Por ahora, el sillón en donde está sentada
es todavía una mancha de colores claros en el lienzo.
Al fondo de ella está el olvido, o al menos eso me parece  
porque el fondo es oscurísimo,
y mi hermana lo resuelve con pinceladas suaves.

Son treinta y cinco años a la sombra
y ella sigue siendo aquella niña
que suplicaba en vano por tus besos.
Deberías verla salir, muy aprisa, hacia el trabajo,
siempre se le hace tarde.

Como podrás imaginarte sigue sola, herida, insalvable.
Sobrevive a su modo a la destructibilidad de tus palabras.
Se deprime con facilidad,
no le gusta hacer amigos y, como tú, evita las reuniones.
Detrás de la mujer, en la pintura, apareció un florero con orquídeas.
Las hojas otoñales se funden con el color de su cabello.
¿Es un pequeño bolso, en su mano derecha?
El rostro de la mujer es muy hermoso; su mirada, fría.
Mi hermana no te ha perdonado.
Después de tanto tiempo.
Me pregunto qué se oculta al fondo, en la penumbra. 


 
XXV

Compartió doblemente todas las enfermedades de la familia.
 
Franz Kafka

Siempre estará la soledad.
Es el destino de los padres.

A pesar de todo, a pesar de la vida que tuvo a tu lado,
mamá es un alma en pena desde el día que la dejaste.

Encadenada al mundo,
se arrastra a misa todos los domingos.
Va al mercado el jueves, se encarga de pagar el agua,
y suele caminar a media calle,
con las manos juntas y la mirada al piso.

Es natural. Nunca le permitiste ver al frente.

Es increíble la paciencia que te tuvo.
Soportó tus celos, tus quejas, tu alcoholismo.
Era un roble.
Ahora se derrumba cada día
y no siempre logra levantarse.

A veces tiene ganas de vivir.
Hace un año remodeló su cuarto y regaló tus cosas.
Pero la veo cansada, ya no sabe dónde pisa.
Extraña tus insultos.

Sus hijos, siempre que estamos en casa,
la cuidamos mucho.

No debes preocuparte.
Ella dice que nunca te ha soñado.

 
* Poemas pertenecientes al libro La medida de todas las cosas (Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen 2024).

 

 


Autor

Eduardo Saravia

/ Ciudad de México, 1977. Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Su trabajo ha merecido distinciones como el Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura (2009), el Nacional de Poesía Efraín Huerta (2012) y el Nacional de Poesía Amado Nervo (2018), entre otras. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

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