junio 2024 / Reseñas

Minucia y plenitud

 
Irene Artigas Albarelli, Ábacos, Mantis Editores, Guadalajara, México, 2023, 128 pp.
 
 

 
 
Ábacos (Mantis Editores, 2023), de Irene Artigas Albarelli (Ciudad de México, 1965), es un libro que se plantea a través del lenguaje de la poesía inquietudes que son probablemente más de la incumbencia de la ciencia o el pensamiento racional que de la imaginación literaria o la subjetividad lírica. Pero la sutileza del nombrar de Irene Artigas se permite dirimir tales preocupaciones sin disociar un ámbito del otro. Ábacos induce una disolución de las fronteras entre la formulación poética y la operación lógica, por distinguirlas de un modo, perfilando una curiosidad humana, ecuménica, incluyente, que congrega diferentes y hasta opuestas vías de acercamiento a los fenómenos del mundo y la experiencia vital.

Y es que Ábacos incuba una mística de la observación, donde el pasmo del iluminado cede a la mirada analítica y deductiva, generosa y permeable, del espectador de, sobre todo, los inadvertidos milagros del universo. Esa receptiva y afilada manera de ver posee las virtudes de un organismo antediluviano que uniera estados de la materia, reinos de la naturaleza y estratos de conciencia. En su tentativa de cerrar la brecha entre los objetos y el juicio abstracto, Ábacos se remontaría a los procedimientos a la par metafísicos y corpóreos de la filosofía presocrática, cuando los elementos primigenios se encontraban al servicio de la interpretación de la realidad, de su origen y consistencia.

Ábacos contiene una voz cuya infrecuente gama de matices la vuelven una rara avis en el mapa de la poesía mexicana actual. Su toque de extrañeza se debe en buena medida a la mezcla de una mecánica simple, de entrada, y una plástica precisa y austera, como se aprecia en cuantiosas expresiones: “me/ convertí […] un guijarro suelto en el tablero del tiempo”, “Los días que vas de tránsito son días que se detienen”, “Diapasón/ que niega lo múltiple./ Tensión del ébano hacia/ el metal”, “Habitar el rompecabezas de lo que nos desestabiliza:/ la inflexión de la quietud y el movimiento”. Una mecánica que es igual una acústica y una sinestesia; una plástica que se expande al collage verbal con la concurrencia de W. S. Merwin, Kay Ryan, Mark Strand, Christopher Reid, Eavan Boland y Louise Glück, y que se conjuga, en distintas coordenadas, con la cédula monográfica y la ficha descriptiva, la filología y el culturalismo. “Nube silábica de agua”, se lee en una página, frase rica en resonancias que alterna con la reivindicación de la desapercibida nadería: “Cuánta abundancia de cosas pequeñísimas:/ lo que cava el agua,/ el rumor de orugas,/ el aire en la sien”. En suma, minucia y plenitud.

Por su carácter felizmente empírico, propio de la poesía, Ábacos representa, como en la vocación residual, primitivista, del arte povera, un rústico sistema de registro de prodigios y acontecimientos. No grandes episodios sino eventos las más de las veces imperceptibles que, a la sombra de la historia, deparan los recónditos mecanismos del plano terrestre, “una arquelogía fragmentada como identidad”, evocando un pasaje del libro. Los portentos de la física y la química, la zoología y la mineralogía, lo mismo que la botánica y la meteorología, abren puertas de diálogo con los enigmas del aquí y el allá, erigiendo un puente entre la intuición y el conocimiento, el conocimiento y una fabulación que raya en el mitologema. Para muestra el título de los siete apartados que orquestan el índice: “Contar”, “Bestiario”, “Derivas”, “Lo no escrito, posible”, “Nocturnos”, “Solos”, “Mínimas”. El magisterio de los animales, las lecciones de la casualidad y un decantado inventario de piedras preciosas condensan y dotan de sentido la concomitancia de ciertos territorios de la existencia antes que del saber.

Dicho lo anterior, Ábacos combina también el guiño metaliterario y la tentación performática. Hay, por ejemplo, una asunción premeditada de la caligrafía y la lectura como ejercicios inseparables de la trama del texto, lo que deja entrever una poética autorreferencial y, por ende, comprometida con la noción del trance creador. Así, en varios momentos se reitera a través del uso continuado o intermitente del infinitivo la invitación a la acción rotunda, el cambio de paradigma, la toma de conciencia. Exhortaciones, sugerencias que insinúan una ética sobre la vida o el arte y que mediante la factura aforística lindan con el kōan del budismo zen y la cláusula del decálogo. Cito algunos reactivos: “El insomnio es un remedio para no tener que despertar”, “La risa es un abismo traído por el aire en espiral”, “La luz que se filtra a la memoria es justo lo que llamamos memoria”, “El principio de un misterio es que sea incomprensible”, “La percepción es un escudo que nos expone y protege”, “Escribir, como quien usa una lengua que no sabe pronunciar”, “Tropezar, como quien aplaca la arrogancia de las definiciones”, “Percibir es esbozar”.

A caballo entre una suerte de minimalismo panteísta y una alta dosis de reflexividad inherente al ensayo o la especulación, Ábacos, de Irene Artigas Albarelli, constituye una obra filtrada en ambos tamices, manifiestos, por lo demás, en la aparente contraposición de su repertorio formal. Por un lado, en las secciones “Derivas” y “Lo no escrito, posible”, hallamos parámetros de construcción versal y enunciativa que responden a una prueba de cálculo, ora acuñando poemas de cuatro estrofas integradas de cuatro líneas análogas, ora generando poemas a partir de versos de poetas traducidos del inglés por la autora; y, por otro lado, junto a estos segmentos de cuidadosa construcción, hay poemas en prosa y en versículo de orden narrativo que hacen del libro un circuito serpenteante que se desmarca constantemente de sí para reinventarse al explorar diversas modalidades rítmicas. Bajo la advocación de una fina alianza entre imaginación y pensamiento, Ábacos nos convida, pues, a dimensionar nuestro más íntimo y lejano alrededor desde el idioma hondo y hospitalario de la poesía.
 


Autor

Jorge Ortega

Mexicali, Baja California, 1972. Poeta y ensayista. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona. Autor de una docena de libros de poesía, entre los que destacan Estado del tiempo (2005), Devoción por la piedra (2011 y 2016), Guía de forasteros (2014) y Hotel del Universo (2023), con el que obtuvo en 2022 el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen. Ha obtenido además el Premio Estatal de Literatura de Baja California, el Premio Nacional de Poesía Tijuana y el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines. Actualmente forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

junio 2024