marzo 2024 / Inéditos

La vida amontonada

 
Juventud

A los veinte años nos encontrábamos en un aula de la facultad
que daba a la calle 48
a la que llegábamos por escalera
girábamos a la izquierda
caminábamos derecho por un pasillo y listo.
Después de tanto tiempo, no recuerdo qué día de la semana era la clase
no empezaba puntual
tardábamos un tiempo en saludarnos
acercar o alejar las sillas hasta formar un semicírculo
conformado por diez personas entre las que estabas vos
con una mochila pesada y rollos de papel que acomodabas en el piso
hasta que te pregunté qué era eso
y me contestaste, al pasar que, además de la carrera que compartíamos,
habías comenzado bellas artes
y quise ver tus pinturas
pero me dijiste que no, que de ninguna manera.
Noté cierto enojo en ese momento
y supuse que era porque, a las dos, nos gustaba el mismo chico
entonces, además de compañeras éramos rivales.
Después de escuchar teoría sociológica íbamos a ir a comprar cervezas
salir todos juntos para terminar durmiendo con una persona
que no sabíamos quién sería
era la juventud
no pensar en los 45 años ni que, a esa edad, alguno de nosotros iba a morir.
Después de recibirnos nunca más tuve noticias tuyas
hasta el año pasado que, nuestra amiga en común,
me pidió que fuera a ver a un médico en la ciudad
que, tal vez pudiera, curarte.
Y fui sin preguntar nada, con el espíritu de comunicar una esperanza.
Pienso en ese día en el que te pregunté si me mostrabas tus pinturas
y contestaste que no, que de ninguna manera
seguro no era la persona indicada para compartir
¿un dolor?
¿un baile?
¿un beso?
O, todo eso junto, que era la vida amontonada.

 
 
 
Abandono

Entro a la escuela en la que doy clases
pregunto si vinieron estudiantes para rendir exámenes
y los preceptores dicen que sí,
que suba
que vaya al aula 15.
Cuando llego, tres de ellos, aseguran no haberse llevado la materia
entonces bajo
busco las planillas para chequear.
Dos estaban aprobados
pero otro no,
vuelvo a subir, le propongo que, como tiene poco tiempo,
realice un trabajo que le enviaré esa misma tarde.
Pregunto en qué aula están lxs estudiantes que cursaron quinto año el año pasado
y deben la materia
y los preceptores dicen, “hablá con la vicedirectora”
ella, “mejor con la regente”
y ésta me contesta, que en ese caso, son chicos de terminalidad
que yo tengo que ir a pedido de ellos, no ellos a pedido de la escuela.
Y que si no fueron busque a otros, que seguro la escuela está llena de deberes.
Camino hasta el patio para pensar en cambio de hacer cualquier cosa.
Regreso a la vicedirección y digo que no hay chicos que deban la materia que doy
entonces la regente responde,
“tendrás que quedarte para cumplir tu horario”.
Pido una computadora así paso notas
pero las que tienen están descargadas
y si quiero aprovechar el tiempo, sí o sí,
tengo que hacer una fila para solicitarla en una aula
en la que hoy atiende el psicólogo.
Vuelvo al patio para pensar mejor lo que me piden
quedarme sin que haya estudiantes
máquinas
sin cobrar el sueldo desde marzo cuando estamos en julio
entonces así como entré me voy
desde el colectivo observo un vidrio roto
con la forma de un corazón
como si hubiera sido un piedrazo que alguien lanzó
para que se escuchara
la posibilidad del amor en el encierro y el abandono.

 
 
 
Maniquí

Estábamos en una especie de shopping catedral
había poetas
filósofos
periodistas
y una historiadora rubia rapada
que, en un momento dado, dijo,
“si en este congreso no me dejan expresar lo que pienso
sobre el concepto de historia
voy a romper todos estos vidrios a piedrazos”.
Era delgada y se hundía, cada vez más, en un sillón
mientras que el resto la veía como si hablara una pose.
Oh
ah
qué tal
es realmente hermoso
eran frases de asombro sin preguntas.
Yo estaba sentada al lado de una chica, de la cual había sido muy amiga
en otro momento,
y le preguntaba qué le parecía ese festejo
pero parecía no implicarse en las impresiones que, antes, compartíamos de las cosas.
Como si a partir de un determinado momento se hubiera convertido
en un maniquí porque en algunos lugares era mejor estar que no estar.
Yo veía que algunas personas usaban sacos con botones que eran réplicas del lugar en el que estábamos
y pensaba que caminarían mejor sin esa redundancia
pero me quedaba en silencio para entender dónde estaba
y darme cuenta por dónde salir.
Hasta que le clavé los ojos a un hombre y le dije,
“estoy aburrida, huyamos de la moda”.

 
 
 
Mao

Mao vestido con un jean negro, un cinturón marrón
y una remera roja con un rostro fantasma
da un discurso en mi sueño
en el cual sostiene que la nueva existencia consistirá en:
la auto sustentabilidad económica
a partir de la distribución, por parte del estado, de tierra y herramientas;
el eclipse de la producción de bienes culturales,
a partir de la financiación de estadías en paisajes naturales
para que las personas entren en contacto con el río, el mar,
los árboles, las flores, el cielo, los animales
y por último,
el diseño de un dibujo futuro programa político en el que
cada unx refleje la luz de lxs demás.
Habla con un tono fuerte entonces pienso que, con las letras de su nombre,
también se forma la palabra amo.
Al despertarme, pienso en el Amor,
en tanto nombre que, con una letra más,
cambia una instrucción por una invitación,
el volumen con el que prestamos libros,
convidamos un mate o una cerveza.

 
 
 
Tres patas

Espacio común
conversatorio
lecturas
preguntas
saberes
salir del hogar
y del trabajo
reduccionismo
dibujar una práctica que altere y, por lo tanto, alterne
lo que vivimos con otra cosa
asamblea, juntada, reunión, movida
o cualquier otro nombre que ligue el adentro
con el adentro de otrx
en un afuera
especie de centro cultural sin la palabra centro ni la palabra cultural.
Promover un estado de rebalse
un licor rosa, azul, verde, turquesa que llega a penetrar espacios estrechos
silenciados
olvidados
impensables
que embriaga el abandono de las instituciones
y, en ese cruce, mezcla, roce de materiales distantes
se susciten cuadros vivos
tomar una pared de la ciudad y allí inaugurar muestras, lecturas, músicas
redactar una programática que no tenga puertas sino tres patas que tambaleen las cosas:
la formación: escucharnos hablar de lo que sabemos por intereses,
elaboraciones de proyectos, experiencias de vida.
Deformación: apropiarnos de algo que no sabíamos que queríamos.
Acción: materializar una relación, espacializarla
dar un paso distinto en la coreografía de la rutina de todos los días
que la escuela esté en la galería
la galería en la calle
la calle en la academia
que haya contaminación de géneros, formatos, movimientos, temas, colores.

 
 


Autor

Tamara Domenech

/ La Plata, Argentina, 1976. Poeta. Es licenciada en Comunicación Social (UNLP), diplomada en Gestión Cultural (UNSAM), profesora del Nivel Superior (UTN), escritora, editora y artista visual. Ha publicado decenas de libros, entre los más recientes: Eyo –ella y yo— (2022), El latido de la cantante (2022), Poética de los oficios y Tallar te obliga a pensar en las cosas junto a Selva Dipasquale, Sonia Neuburger y Romina Ger (2020); La escuela, el castillo (2020) y Una burbuja en el pico de una botella (2020).

marzo 2024