Mientras esperabamos la lluvia…
Mientras esperábamos la lluvia, notamos que había un ovni entre las nubes. Estaba grabando nuestros rituales, todos y cada uno de ellos. Algunos no se dieron cuenta y siguieron bailando, poseídos por frenéticos destiempos. Los más listos nos percatamos de la gravedad del asunto y nos retiramos. Comenzamos a mirar con desconfianza cada recuerdo que nos asaltaba. Después lo aceptamos. Estábamos en el casting de un reality show interplanetario que no viviríamos para ver. No había nada que hacer más que esperar la lluvia. Nuestro cabello fue creciendo, al igual que los cementerios.
Se trata de ser algo que nadie…
Se trata de ser algo que nadie quiera ser, de recoger bachitas buscando la luna, de escupir en las paredes y aceptar que cuando vas a dormir una parte de ti sale a regar las plantas de los vecinos y a robar internet de las farmacias. Se trata de dirigir una obra de teatro imposible de ejecutar, con múltiples temporalidades y perspectivas distorsionadas. Se trata de seguir el camino y no saber si se está viviendo o se están midiendo las últimas esquinas de un icosaedro imaginario o se están recitando primaveras por presión gubernamental, saqueando gasolineras o imitando los hábitos de las moscas. Hay que comer, porque así pasa con los vacíos existenciales. Una sopa instantánea, una lata de sardinas, una ensalada, tú puedes hacerlo. Se trata de querer sin tener idea de qué es lo que se está queriendo, de ser una zona metropolitana fantasma donde hay un bosque oscuro hecho de huesos. Se trata de tener cada vez menos amigos y hacer un esfuerzo por no olvidarlos. De saber que las formas pasan como el viento y sentir que los momentos se dilatan cuando las superficies absorben color. Se trata de no mirar hacia atrás porque eso no tiene sentido, de envejecer y estar en paz con eso, demencia incluida. Las imágenes bellas eventualmente nos alcanzan y nos encuentran en la fila de un baño. Se trata de meter cosas en el refri y olvidarse de ellas, de morir y seguir respondiendo los mensajes de los fans, en una tundra cibernética, a punto de perder acceso a internet.
Los plátanos maduran…
Los plátanos maduran
demasiado pronto en este clima.
Se supone que ya es otoño
pero aún no siento la spooky season.
Ayer fui al súper y ya se fue la mitad de lo que compré,
en especial lo dulce y sencillo.
Lo bueno es que ya viene la spooky season.
Después de noches de evasión,
saqué la basura del departamento.
Se desbordaba de una bolsa que no quería cerrar.
Cuando la cargué a la puerta
un líquido café se derramó sobre el suelo:
el rastro de las ganas que le echo,
una nota para que no se me olvide trapear.
Restos de tabaco y manzanilla
sobre libros de poesía.
Se supone que ya no fumo
pero soy parte de la poesía.
¿Cómo estoy en redes sociales?
¿Cómo estoy en redes sociales? ¿Cómo me llamo
cuando no hay nadie que pronuncie mi nombre?
¿Cuándo me convertí
en miembro productivo de la sociedad?
Cumplo todos los requisitos para hacer arte:
respiro contenido,
he recibido muchas llamadas en la vida
pero cuando intento responderlas
solo escucho el sonido de la línea
y la eternidad del otro lado.
Me he sentido atrapado entre las rimas
de una canción que recomienda Spotify
o una nota de voz que grabé en mi celular una noche
que me sentí particularmente inspirado
y me convencí tanto de ello
que nunca la he vuelto a escuchar.
Puedo ver patrones
en las plantas, en las cosas que me metía
en los memes que configuran mis días
y en los momentos entre parpadeos.
Cada vez estoy más cerca de donde vengo.
Me gustaría despertar de una manera más efectiva
cuando escucho el despertador por las mañanas
pero parece que andar entre sueños es mi pasión
y puede que un día agarre el rollo.
He sido varias cosas en la vida.
He vivido mi vida como una mentira
desde que comprendí que decir
mentiras no me hacía una mala persona,
sólo alguien que construye verdades.
¿Cómo me llamaba antes de que esos anuncios
de la línea de vida salieran en la radio?
Es un juego de niños…
Es un juego de niños en el que todos
pierden la vida al mismo tiempo
y ganan crédito bancario
aunque preferirían no hacerlo,
pero sobre todo ganan experiencia y criterio.
Eventualmente estaremos escribiendo
los mismos poemas
sin miedo alguno salvo al concepto
de sintetizador musical.
Algunos reirán y otros mandarán correos electrónicos
a toda área de recursos humanos existente.
Aquí empieza la gran odisea de cómo perdí
y posteriormente recuperé
cada uno de mis dientes.
* Poemas pertenecientes a Mentiras de poetas, México, Juan Malasuerte Editores, 2024.
