¿Qué hago para amansar mi agapornis?
Toca el koto
con el pico
y me distraen
sus colores
de mango
o salamandra
que chupa un mango
o quema un libro
para calentarse,
un libro caliente:
once mil formas
de chupar un mango
sin pelarlo,
Hermes en la portada
balanceando
un baloncesto
con el dedo,
Hermes Trotamundos
mete el balón en la cesta
con un tiro de 3 puntos,
Hermes Trismesgisto
3 veces campeón
en las míticas canchas de Harlem
frente a los tamales Lupita:
Hot Tamales
Hot Books,
bestiarios medievales
en la vitrina.
Animaux sans vertèbres / ANIMAUX APATHIQUES
dio un giro de tuerca
en 1793
cuando fue nombrado maestro de
“insectos, gusanos
y animales microscópicos”
en el Muséum National
d’Histoire Naturelle,
a pesar de
no saber nada
sobre el tema.
Impávido, Lamarck
se dispuso a clasificar organismos
que los demás naturalistas
consideraban
una total pérdida de tiempo.
No entran por leña
al bosque del sueño
sin el permiso del Conde.
Si al dormir
hay puerta al crimen
le ponen candado.
Si al despertar
hay ventana al misterio
le ponen
cortinas floreadas.
Su predador
los mata sin ganas
o decide mejor
dejarlos ahí
para que mueran
de causas naturales.
Vendí a mis hijos
Al principio la oferta me pareció
bastante mala
así que seguí caminando
a través de las nubes de perfume
que los guardias sueltan
dejando caer una cápsula
con un gesto
que acentúa su trasero
y me hace sentir nostalgia
de playa
y filtro solar.
Luego comenzaron las llamadas
a media noche
y pude apreciar
a través de la niebla
de las pastillas
que me recetaron para no
soñar que el cielo
es una gran semilla de loto
llena de ojos que buscan las llaves
del baúl donde guardo
dónde estaba
sí, la oferta,
pude apreciarla
poco a poco,
pude ver miles
de detalles
cientos de miles
de pequeños agujeros
en perfecta disposición geométrica
como una colmena
o una terrible enfermedad de la piel
que convierte una mano
en un panal de avispas.
Vendo la máquina contestadora que mató a George Last
Hola, si escuchas esto es porque
el mapa está sangrando sobre la alfombra.
Dentro del mapa
el pasado que nos une
está delimitado
por la carroña de un dios
que usa lentes oscuros.
Aquí es donde ofertan su alma
en un garaje
afuera de Tulsa.
Su alma es un costal
lleno de mundos ahogados
que alguien dejó frente a la estatua
del primer hombre
que murió de cáncer.
Casandra
vende frascos
con vinagre y la cabeza
de la primera mujer
que reinó
sin tener cuerpo.
¿Sabías que la luna huele
a queso necrótico?
¿Qué botón aprieto para dejar de grabar?
Esta alfombra es lo único que no quiere matarme.
Esta máquina
es lo único que amo.
Quod est superius est sicut quod inferius,
et quod inferius est sicut quod est superius.
En el cielo hay
uñas negras
rasgando una pizarra.
Tres cabezas
Durante el sitio de Caffa tres cabezas
son catapultadas sobre una muralla.
La primera aterriza en lo alto de una escalinata.
La segunda se estrella contra el trasero
de un corcel blanco que jala un carro
—perfumes y sedas—
en dirección al castillo.
La tercera cae en una fuente decorada con serpientes marinas
frente al mercado de esclavos.
Las tres cabezas comienzan a cantar
la canción de la peste
cuando el reloj de sol
apunta con su sombra contra el templo
como quien jugando
apunta una daga
contra el ojo de un amigo.

Autor
Eduardo Padilla
/ Vancouver, Canadá, 1976. Poeta y artista visual y sonoro. Es autor de Zimbabwe (2007), Minoica (escrito en colaboración con Ángel Ortuño, 2008), Mausoleo y áreas colindantes (2012), Blitz (2013), Un gran accidente (2017), Hotel Hastings (2019) y la antología Paladines de la Auto-Asfixia Erótica (2016). Su libro más reciente es Zwicky (2021). En cine ha escrito Gizmo con Everardo Felipe, así como Lalo y Luquin van a La Baja y Los ahorcados con Jorge Curioca.