Blanca, el agua del florero se pudre cada día
ahora abraza a los mosquitos como una madre
yo la dejo ser
porque también me estoy pudriendo
encerrada entre tablones y espejos
que sólo muestran mi espalda
porque escribo hacia el futuro
atada a una silla
pero el futuro es solo la evocación de un árbol
una materia de polillas
quisiera herirlo, Blanca,
pero sólo escribo en la madera
mi estúpido nombre
y pongo música alegre y observo la rigidez de las flores
con ganas de quemar mi alma un poco para encontrarla
la busco con el cigarro a través de mi aliento
pero se esconde, Blanca,
cuando la llamo con el humo
cuando le digo que acá afuera ya huele a fruta rancia
si tan valiente, que salga
pero sólo la escucho
como una risa apartada
mi alma tiene flores vivas
las roba del jardín de un dios
que no vive en mis libros
las esconde en mi espalda
las entierra en mi sombra
y yo no las alcanzo, Blanca,
los días son breves frente a la corteza
y los espejos
opacados por el humo
tampoco quieren mirarme
y mi sombra está atrapada en el suelo
y mis manos no quieren soltar la pluma
tienen miedo a espinarse
los pétalos se amargan sobre el papel
el agua huye
la tinta se hace transparente como sudor entre mis dedos
y el árbol se vuelve mi rostro
y mis palabras madera seca como leña
quizá también mi alma
quiere quemarme
yubarta*
escucharé tu salto en el agua
tu forma de tomar oxígeno
la exhalación de vapor
un chorro escupido al cielo
tres metros de nube que caen al instante
escucharé tu pirueta en la brisa
la inhalación de tu espiráculo
el golpe en la superficie
el reventar blanco
escucharé el aire atravesar tu conjunto de pliegues
te escucharé cantar
inmensos anillos de burbujas
tu trampa para peces
te escucharé lenta como yo
no podré entender tu poesía
pero leeré que escribes versos en el tiempo del mundo
secuencias de unidades
temas de siempre
te escucharé a ti sola
salvar una foca atrapada por orcas en el hielo
los escucharé confundirte con comida enlatada
con sirenas
con monstruos
escucharé tus sesiones de canto
vendidas como frecuencia de alta vibración
música de fondo para ecologistas
escucharé la reproducción de tu voz
el agua en las bocinas
un tono grave
escucharé el nombre de tu extinción
escucharé el mar
y nada escucharé
humo negro
la última vez que el fuego prendió la vela
tu cuerpo era todavía
una sombra en el cuarto
mis rezos fueron quemados
entre gemidos
el calor a través de los surcos transparentes
dibujó la música con movimiento
nuestros músculos absorbieron el ardor
y convertí la vela en mi propia isla de hielo
derretida gota a gota
por una fuerza insomne
sobre el sudor de nuestra piel
su capa blanca se impregnó
en el libro azul que leímos por la tarde
en los lirios marchitos
en la lámpara de sol cerrado
en los zapatos quietos
en nuestro cielo de piedra
como las huellas de un rayo lento
entregado al ritmo de la noche
entregado al deseo
de flotar hasta el amanecer
gira sol gira
el hombre con las palmas abiertas yace sobre tierra fragmentada
en su torso han caído pétalos de otra carne
breve como la hora
escucha los latidos de su pecho
caliente bajo el sol
percibe la temperatura de uñas y cuerpo
confundido
hace una pregunta con los ojos cerrados
los girasoles de ceniza
casi en el cielo
observan la luz sobre su piel
el viento me seduce dice en voz baja
la pintura del firmamento cae hasta sus pies
resplandecientes intuyen largas raíces
es el abismo de los ojos cerrados
fuera del tiempo de pájaros y lombrices
acostado frente al cielo
el hombre repite la pregunta
las flores son negras como manchas de tinta
imagina estrellas en lo oscuro
destellos en el cerebro y en sus órganos
marchitos después del largo viaje
su desnudez
conoce la noche de cerca
sus manos perciben los trazos que unen
ángulos a las hojas
vello al follaje
y respiración al vacío
tendido entre sus átomos
el hombre repite la pregunta
sus primeros años
aparecen a su alrededor
en el comienzo de cada tallo
en la flora con color de universo
con la profundidad de lo que ya no existe
sus ojos miran el interior
los girasoles absorben las células que se apagan
el ritmo cada vez más lento
las cicatrices del rostro
las huellas de sus dedos
iluminan al ser con su ceniza
él convertido casi en tierra
ha olvidado la pregunta
su calor
como una estrella lejana
aún resplandece
detrás de los pétalos
un espiral infinito
detrás de sus párpados
en la disolución del cuerpo
entra
su corazón hace unos minutos
ha jugado a detenerse
el sol
negro y en su interior una mancha
flor que alimenta
el abismo

Autor
Renata García Rivera
/ Guadalajara, Jalisco, 1997. Poeta. Estudió Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Publicó su primer libro, Sombras desde el árbol, en 2020. Su obra aparece en Todos los dioses: antología panhispánica de jóvenes del siglo XXI (2022) y en Ciudad poema: la ciudad en voz de los jaliscienses del siglo XXI (2023). Realizó una estancia de escritura en Under The Volcano (2023). Fundadora y directora de Conticinio Poesía, un proyecto que busca acercar a los jóvenes a la poesía escrita por mujeres. Cofundadora del colectivo de poesía multimediática Inubicables. Becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el periodo 2023-2024.