abril 2023 / Reseñas

Alta literatura y alto daño

 
María Negroni, El corazón del daño, Literatura Random House, México, 2022, 144 pp.
 

 
Podemos llegar a este libro como quien amanece en el rencor y en el idioma, deslumbrados y aterrados por un daño que no sabe si podrá decir o decirse: el daño infligido por la madre. Podemos llegar a este libro sin previo aviso y hallar alta literatura y alto daño.

Un libro en la asfixia, el asma que respira con dificultad entre sus páginas, la angustia de la primera herida, la que todo vertebra. De pronto leemos esta frase como un látigo: “Mi madre: la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida.”

Puede ocurrir, tal vez ya a la segunda página, que hagas una marca grande en la hoja y quieras retenerla. Poco después sabrás que son tantas las páginas, las frases en las que detenerte, que habrías de transcribir de nuevo el libro completo, y ni siquiera deseas ser Pierre Menard, tampoco Cervantes.

También podemos llegar a este libro habiéndonos acercado a otros libros imprescindibles de María Negroni (Buenos Aires, Argentina, 1951). Porque viniendo de otros libros suyos encontraremos alta literatura y alto daño, sólo que el daño de este corazón vibrará generando muchos ecos, hilos de una voz que son siempre hilos umbilicales, herencia, modos de una matria atroz.

Hay muchas cuestiones medulares en este libro, que no se agota en ninguna lectura porque no es superficie sino profundidad (esa cualidad imprescindible). Enumero algunas de las posibles.

La primera tiene que ver con que no estamos ante un problema de memoria sino ante un problema gramatical. Es una cita del poeta francés Emmanuel Hocquard que acabo de parafrasear y sitúa la temperatura de este libro, seguramente porque la alta literatura es siempre hambre de forma.

¿Y si la forma es uno de los nombres del ritmo? Aquí lo es: fragmentos separados por blancos entre sí que forman un continuum en los que entran muy distintas propuestas: breves recortes narrativos, reflexiones metaliterarias, suma de citas propias y ajenas, resta de citas propias y ajenas, ensayos luminosos y concisos, todo siempre tan conciso, tan elegante y rítmicamente conciso… Una colección de miniaturas que son las cicatrices verbales que supuran del amor y del daño.

Sin embargo, en medio de ese ritmo, la profundidad extraordinaria de una vida: la casa familiar, el irse, la clandestinidad revolucionaria, la migración a Estados Unidos, el descubrimiento del sí a través de la escritura.

Creo que toda la obra de Negroni es hambre de forma: la del diccionario ordenado alfabéticamente en ese conjunto prodigioso de entradas ensayísticas que es Pequeño mundo ilustrado (Girona, Wunderkammer, 2019), donde encontraremos la J de Juguetes o la C de Casanova; la del libro titulado Exilium (Madrid, Vaso Roto, 2016), en el que los poemas están centrados en la página que ocupan exactamente, de modo que hallamos 52 textos de respiración acompasada donde el signo no se repite mecánicamente, sino que se armoniza como lo hacen los organismos que son conscientes de la presencia de otros individuos de su misma especie; la de sus ensayos, la de sus textos inclasificables. (Aunque quizás toda la obra de María Negroni sea un conjunto de textos inclasificables y esa sea una de sus grandes cualidades: no se deja solidificar, momificar, constreñir).

Una segunda cuestión medular es que no necesitamos hablar de hibridez genérica, no necesitamos decir si es o no una novela ni tampoco autoficción ni si es una autobiografía o no, ni si es una suma de crónicas o versos o aforismos, aunque participe de todo ello y vengamos, claro, de preguntarnos qué clase de texto tenemos delante y sepamos que ninguna categoría le sirve plenamente. Hay una reflexión de la autora en su ensayo El arte del error (Madrid, Vaso Roto, 2016) donde habla de ese viejo malentendido de las categorías, los géneros y las escuelas. En ese viejo malentendido nos movemos como peces que se asfixian porque la intensidad del lenguaje literario nos asfixia.

Ocurrirá en este libro que las potencias del poema atraviesen todas las formas de la prosa o viceversa, no importaría el orden porque lo que sí es relevante es que la madre es infinito Aleph, es innombrable, es cegadora, es alfabeto propio de un lenguaje imposible que tiembla y aúlla, que arde:

Todo libro debe arder, quedar quemado.
Ese es el premio.

Hay una tercera cuestión medular de este libro: si escribir es tramposo, ¿cómo escribir sin escribir?, ¿cómo salir de la trampa o escribir conociendo la trampa?

Lo anota la autora: escribir “decora el dolor, le pone plantitas, fotos, manteles y después, se queda a vivir ahí para siempre, en la capilla ardiente del lenguaje, confiando en que nada pueda agravarse porque si ya duele, ¿cómo podría doler más?”

Para evidenciar esa trampa, Negroni conversa con voces imprescindibles a lo largo de toda su obra. En este libro es una cuestión vertebral que pasa por las buenas y malas lecturas, y cuando lee mal una obra, se pregunta qué significa esa conversación ininterrumpida. Además, otros libros suyos arrancan de esa misma experiencia de lectura: ahí está Archivo Dickinson (Madrid, Vaso Roto, 2018), en el que se propuso la abrumadora y hermosísima tarea de hacer hablar de nuevo a Emily —o su análisis de la obra de Alejandra Pizarnik.

La cuarta cuestión medular tiene que ver con los órganos de la escritura. Podríamos imaginar que la escritura se asociaría al ojo, o al oído, o a la lengua. Pero El corazón del daño se propone escribir “con una mano arrancada a la infancia”. Porque de pronto se hace visible esa pregunta tramposa de si escritura y vida son cosas separadas, de si cuando se deja de escribir se vive o a la inversa. Y fundamentalmente, si puede decirse que quien escribe sabe, que su reino es el del saber.

Escuchar lo que vive en “las palabras no escritas” me parece una de las claves para acercarse a la obra de Negroni, como puede leerse en la dedicatoria de su novela La Anunciación (2007). Un epígrafe inicial del cineasta Jean-Luc Godard (“Je cherche la pauvreté dans le langage”) [“Busco la pobreza en el lenguaje”] señala precisamente la tarea de Negroni: abrir un espacio primero, un vacío que está colmado de pulsaciones sonoras aún no convertidas en palabra, un no saber, lo que está antes de un lenguaje racional, instrumental, el que ha perdido cualquier posibilidad de ser vibración, de ser ritmo, de dar cuenta.

Así, El corazón del daño hace visible, audible, decible, lo que en un momento determinado en Exilium nombró como “epistemología/ del no saber”, esas paradojas a las que nos enfrenta permanentemente la obra de Negroni.

Una autora que nos ha acercado a la palabra asombro a través de los territorios de lo irracional, lo alucinatorio o lo onírico, que se ha interesado por la ciudad gótica, por los espacios de la literatura gótica y que aquí ofrece uno de los textos más potentes y perturbadores, más imprescindibles del conjunto de su producción.

Porque una palabra aparentemente doméstica como memoria recuerda que toda palabra es distancia y extrañeza, toda palabra muerde: sólo es cuestión de prestarle la suficiente atención.


Autor

María Ángeles Pérez López

/ Valladolid, España, 1967. Poeta. Profesora titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca. Antologías de su poesía han sido editadas en Caracas, Ciudad de México, Quito, Nueva York, Monterrey, Bogotá y Lima; también, de modo bilingüe, en Italia y Portugal. Autora de los libros Carnalidad del frío (2005), Incendio mineral (Premio Nacional de la Crítica, 2022) y Libro mediterráneo de los muertos (Premio Margarita Hierro, 2023), entre otros. Miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, honoraria de la Academia Nicaragüense, Hija Adoptiva de Fontiveros y miembro de la Academia de Juglares de Fontiveros, pueblo natal de san Juan de la Cruz. Es madre de dos hijos. La acompaña la perplejidad.

abril 2023