No. 101 / Julio-Agosto 2017
desciendo, arranco
hacia un bosque de colonos presurizados,
de troncos marmóreos: por todas partes donde
camino, el pie de Augusto me brinda sombra.
En la segunda mitad aparece otro poemario de Catalano, titulado Índice. En él hay un desplazamiento del locus de enunciación desde una de las grandes capitales europeas hacia el territorio americano. Y, en contraste con los poemas dedicados a Roma, los que van dirigidos a América se alejan del contexto urbano y se internan en una realidad más agreste. No sólo cambia la ubicación, sino también el tiempo, pues los versos describen un mundo que se remonta a la ocupación inicial del continente por los seres humanos. Nuevamente el vínculo con el espacio es central para este grupo de poemas, pero ahora la escritura es más bien telúrica, hunde su raíz directamente en la tierra continental, vista como un bloque ancestral en medio de los océanos. La placa Laurentia, que da nombre al primer conjunto de poemas de Índice, vive debajo de América del Norte, es la capa profunda que sustenta a la superficie, sobre la cual van y vienen los cambios geológicos, los eventos climáticos y las migraciones humanas. Lentamente los seres humanos se internan en ese territorio desconocido, “de un extremo al otro Bering presiona / los campos magnéticos devoran mis ojos”. Y si en Romamor el orden cronológico reconstruía el viaje individual de un día que se iba desprendiendo a cada paso del paseo por Roma, en la primera parte de Índice se condensan millones de años de desarrollo geológico (“fragmento de Pangea que se dirige hacia donde se despliegan / sus piedras lentamente”) y el posterior viaje colectivo que la humanidad hizo por apenas algunos milenios hacia lo desconocido. Dicha travesía viene rematada por la segunda parte de Índice, en la que la voz poética abandona las regiones norteñas del continente durante la prehistoria y se traslada a Latinoamérica para dar cuenta de la colonización europea. La llegada de Colón a América y las atroces consecuencias que ello tuvo son el tema central de estos poemas, que no dudan en denunciar la verdadera cara de la conquista:
Tu economía iba mal,
tu deuda te entristecía,
por eso pillaste sus ciudades
y violaste a sus hijas.
En cuanto a la traducción, ésta corre a cargo de Gabriel Martín, quien debe enfrentarse con la escasa puntuación de los textos originales. Martín mantiene casi todos los patrones de puntuación empleados por el autor y es fiel a la distribución de los versos. No obstante, la traducción presenta algunos defectos puntuales que alteran el significado de ciertas palabras y pueden llegar a repercutir en el sentido de los poemas. La traducción de “Des visages ravinés sombrent ça et là / dans l’opaque poudrerie” como “Rostros arrugados yacen por aquí y por allá / en la turbia nevisca” ilustran la manera en que dos palabras pueden afectar el sentido de la imagen; sin importar que la versión en español conserve el orden gramatical del francés, la traducción de “sombrent” por “yacen” y “poudrerie” por “nevisca” altera el matiz semántico del poema y termina por desembocar en una imagen diferente, que se aleja de lo caótico, de la confusión en plena tormenta de nieve, y describe un paisaje más bien calmo, en el que la nieve es pertinaz y constante. Estos cambios de sentido y algunas imprecisiones francas (“cheveux” por “caballos”, “transi” por “transportado” o “inlassable” por inasible, como ejemplos) en las versiones en español no son la constante ni caracterizan toda la traducción, que fuera de eso está bien lograda; pero aparecen ocasionalmente y afectan tanto el sentido como las posibilidades de comprensión para el lector hispanoparlante. Por estos detalles es llamativo que la edición haya estado al cuidado tanto del traductor como del propio Francis Catalano.