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![]() Fernando Ayala Barnacle, Buenos Aires, 2017 |
Por Alberto Cisnero |
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No. 99 / Mayo 2017
¿Es la ausencia la raíz de todas las cosas que importan? En Tanto amor plateado, el paisaje y sus marcas, sus tachaduras, comprenden una expresión personal, una identidad y un deseo estético; nos interrogan acerca de qué clase de literatura es aquella que no está sometida en igual medida a la avidez sensual de las palabras y a la fe en ellas, para evocar cómo partir hacia algún lado o malignar un recuerdo, en algunas («Buscamos que el cielo monótono nos diga, / qué techo es mejor.»), un destello oscilante, en otras («Qué fácil es hablar de amor. / ¿Cuándo fue la última vez que comiste?») o el amparo de un mismo dolor («¿Quién nos dará el tiempo y la distancia, / Quién se llevará nuestro mal?»).
Hay veces en las que no se dispone más que de una oportunidad para decir algo: («No alcanza con hacer las cosas bien, si estás solo»); cada poema, como una herida o un anhelo, crece donde no hay nada certero. El autor nos habla en varios idiomas, todos en la ferocidad práctica y visible, punk, del suburbio. Y al hacerlo nunca pierde de vista aquello que supo escribir un diácono anglicano e insular: No importa el significado de las palabras, lo que importa es saber quién manda.