No. 82 / Septiembre 2015 |
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Poéticas de la negatividad:
Ángel Ortuño |
Ana Franco Ortuño …la borradura de su eficacia… Habría que hacer la justificación del título de esta columna pero la haremos conforme avanza. Sitúo a Ortuño en posición de negatividad en el desarrollo poético de México de los últimos veinte años. La ‘negatividad’ como concepto me interesa porque se trata de posiciones posibles, no únicamente de un opuesto con respecto al logos, al sistema, al PRI o al PAN, al género, a los gringos, etc. La negatividad considera, por ejemplo, terceras posiciones o (se) reconoce como parte del defecto del discurso predominante y lo usa, lo burla. Sabe que éste es insuficiente y que su poder es hueco. Ortuño declara que “sonríe chueco” o que no entiende nada de un mundo que es ‘normal’ para los demás. Para Ángel, posiblemente un vestido de novia sea una botarga o al revés (aquí interpreto). El autor organiza una colección de anécdotas y dialoga con sus personajes. Los personajes pierden. El poeta es un hombre común que pertenece a lo que se opone: el deber ser, los valores tradicionales, el consumo, la inmediatez, la lectura del mundo, los discursos presupuestos, la televisión, la simulación, la economía. Los usa, los modifica. Reconoce el defecto y lo activa. Sus motivos son evidentemente irónicos pero no hay rastro de nostalgia (agradezco este desinterés). La nostalgia es negación, no negatividad; la negatividad es una toma de posición, una política y una lógica fundamentada en lenguaje poético. A Ortuño no le preocupan las cuotas, dice lo que le viene en gana (agradezco este interés). Tampoco hay queja, agonía o renuncia, ello sería ontologizar demasiado y hablamos de uno de los pocos poetas en este país que logra no tomarse en serio la poesía. El peso (ligereza o densidad) se basa en el recurso de lo cotidiano: el noticiero y la vecina. Importan las cosas y la situación de las cosas: el sombrero, los guantes, las muñecas; su puesta en escena. Interesan los lugares siempre y cuando suministren el anecdotario: el circo es un espejo. A modo de posdata, puedo considerar su perfil de Facebook como parte de la obra; en el híbrido que puede organizarse en un perfil hay también una forma de libro que suma recursos gráficos, el diálogo con los lectores y con el verso impreso —diálogo impensable en otro medio. Lo que Ángel Ortuño comparte y comenta —cosas sobre rock, foto, parodia, referencias literarias, cine, crítica, indignación, poemas que le gustan y un largo etcétera—, se integra a la lectura de sus poemas (incluso, los acota, o de nuevo, al revés), originando una presencia. Si ‘el sistema’ (lo que éste sea) se encarga de generar cortinas de humo, Ortuño tiene la paciencia de mirarlas y de encontrar formas en sus circunvoluciones, formas que luego materializa, fragmenta y anota con otra vuelta de tuerca que mantiene en el mostrador. No dogmatiza. Borradura del contexto original, el poema deja suficientes huecos como para remitir al aparente equívoco, sugiere o estornuda. Así pues, la suya es una escritura que requiere de un lector informado y abierto que comparta la capacidad de reír. ¿La eficacia?, está en los libros (que me prestó Víctor Cabrera). If I only had a heart El Hombre de Hojalata se detiene. collar de corazones y falda de serpientes —una mano en el cielo, cada nube El camino, por fin, es amarillo. (en Perlesía, 2012) Soles de grosella Los faros de automóvil y la anciana Cinco que tragan La primera parece disfrutarlo. Dura siete minutos y te lo regalaron. (En Aleta dorsal, antología falsa (1994-2003)) El cetro electrón Así como el comercio o venta de indios Ella era famosa. Instrumento de muerte Y sus gemidos hagan un mercado de esclavos. (En Minoica, 2008) Sería incapaz no muy limpiamente. Las malas acciones En forma de animal o de mujer impúdica, es Por supuesto, no existe. Pero el Infierno sí. (En Boa, 2009) |