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Por Miguel García Ascencio |
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No. 85 / Diciembre 2015 – Enero 2016 |
Existir es alejarse: del aforismo filosófico al retrato de imágenes Comento a partir de lo antologado. Esto significa que lo que aquí afirme tiene mucho de provisional. Con base en lo que el antologador ofrece al comentarista. Un análisis mayor exige ir a cada uno de los poemarios y extraer de los mismos su eje, su entorno intelectual y/o emotivo, sus características. Aquello contrario a la intención de las antologías. Éstas muestran o seleccionan logros. Por lo tanto, esbozaré aspectos generales de este libro en su conjunto. Esos que remiten más a las constantes del autor en su obra, que a los ejes conductores de cada poemario. Existir es alejarse nos acerca a momentos de una obra no definitiva; entrega trozos de lo publicado a partir de 2002 y hasta 2009: En el vacío de la luz (2002), Morada ulterior (2004), Páramo de la ceguedad (2008), Prexilio (2008), Hospital civil (2009). Y la integración de material no fechado en el libro (Modus operandi). Faltan poemas de otros textos publicados. Con esta advertencia me aboco a lo general y las constantes del autor, a sus obsesiones y al perfil de su discurso. El perfil de su discurso Los poetas en general son difíciles de leer. ¿Por qué? Porque su capacidad de abstracción rebasa la del común de las personas. Aprehenden con mayor lucidez los significados y los vericuetos de la realidad. Esta deficiencia en la mayoría la provoca la estructura educacional del país. No enseña a pensar. Los educandos o lectores entienden más pronto lo descriptivo-realista, la información básica o de academia. No siempre en un porcentaje ideal. Los ataranta el análisis. Cuando no los apoya un guía, una lectura “con manzanas”, se dan por vencidos. Unas segundas, terceras o más interpretaciones de un texto, los vencen y nunca los convencen del todo. Los derrotan y quedan exhaustos, por lo que prefieren cerrar los libros de poesía. También otros. El argumento lo oímos a diario: “escriben para un grupo de intelectuales’’. Verdad a medias. Esto precisa una aclaración: el que escribe, piensa, pero unos lo hacen a través del sentimiento (son líricos, según frase trillada de la preceptiva tradicional) y otros auxiliados por la filosofía, por el discurrir intelectual más que el amoroso o emotivo. Al menos este es el esquema convencional, que llevado a un examen profundo, no resulta eficaz. En pocas palabras, conceptos más que sentires emocionales, inteligencia más que corazón, análisis más que visceralidad. En Nungaray el proceso creativo englobado ya, tal vez funciona de la manera siguiente: parte de los ojos, de la vista: “Lo vital se mira a sí mismo’’, sentencia en un verso, como la mayoría de los suyos, breve y en ocasiones aforístico. Junto con la “captación’’ del poema, haberlos “visto”, porque éste radica en el paisaje, que permite ir del concepto a su descripción poética. Ello hace que el poeta afine las palabras y las trasmute en esbozos, viñetas, bocetos y finalmente en cuadros. Miniaturas al óleo con la palabra. Filosofía de las imágenes La poesía de Ángel Rafael Nungaray, además de sus dosis de abstraccionismo, pide un lector con bagaje filosófico, para que logre leer las imágenes y aterrizar o amarizar con éxito. Ojo, mucho ojo: este poeta exige ojo-imaginación y pensamiento deductivo. No hay retrato del paisaje sin que intervenga el planteamiento filosófico. ¿Cuál? El que fuere. En este caso, el de la visión del poeta. Poeta definitorio Ángel Rafael Nungaray es definitorio. Busca definiciones o sin buscarlas salen a su paso. Quizá para una vez encontradas, fincar sobre conceptos firmes. Por lo regular ninguno habla de lo que no es. Por tanto, constituye una encomienda definir lo que “si es”, para fincamos en los cimientos de lo considerado sólido. Baste remitir a los lectores a que sumen las veces que emplea la partículas es y sus variantes. Ejemplos: Las constantes en Nungaray No existen autores sin constantes: en los temas, en las imágenes, en las palabras. Hay quienes afirman de algunos autores que toda su obras es un libro único, a pesar de que hayan escrito muchos. Miles de vueltas a determinadas obsesiones. Un pozo de que sacamos nuestra agua para mitigar una sed de encontrar/se con la esencia: el ser, lo que es. La esencia: preocupación de los filósofos de la antigüedad y de lo científicos modernos. Entonces discusión y dialogo socrático. Hoy también, pero con mayor complejidad y asimetrías. • La sed, la fuente Englobaré algunos de los mencionados. El caminante o peregrino procura el agua. La ansía y se deleita en-y-con ella. Sabe que es dueño o víctima de una sed que contempla a la fuente, manantial que retorna al canto, que trasmuta los espejismos del ojo: el cuerpo, la vía, la dirección, la aridez, la flecha. Esta sed remueve a la semilla de la escritura, para que germine en obra.
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