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Por David Ruano González |
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No. 74 / Noviembre 2014
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Gracias a la filial mexicana de Valparaíso Ediciones, llega a nuestras manos el libro Bailando en Odesa del poeta Ilyá Kamínsky (1977), que desde su publicación en 2004 por los estadunidenses de Tupelo Press, ha sido alabado por la crítica de esas tierras, además de ser galardonado con más de una distinción. En una buena traducción del costarricense G. A. Chaves, está a nuestro alcance una obra de calidad, que nos da una idea de la producción de la poesía norteamericana actual. El primer aspecto que se tiene que tomar en cuenta para abordar este libro, y que no se puede dejar de lado, son dos cuestiones autobiográficas. Ilyá Kamínsky nace en el pueblo de Odesa, de la desaparecida Unión Soviética y hoy territorio ucraniano que en su adolescencia debe abandonar por tensiones políticas, lo cual lo lleva a exiliarse en Estados Unidos. Y, por otra parte, su pérdida del oído a los cuatro años de edad. Esto se conjuga, ya a nivel literario desde los poemas iniciales, pues nos introducen a la línea que mantendrá toda la obra. En Oración del autor revela las primeras intenciones y razones de ser de la escritura:
Seguido por Bailando en Odesa:
Estos poemas presentan a Kamínsky como un poeta no común del exilio, ya que parte de una poética donde la avidez por la palabra va enfocada no exactamente al tono nostálgico Tierra mágica que exige un uso del lenguaje que nos ambiente en un mundo de fantasía y, por momentos, de cuento de hadas, donde distintas realidades pueden tocarse, es decir, Una parte medular del libro consiste en los distintos homenajes que el autor hace a varios poetas rusos, como Tsvietáieva, Brodsky, el ya mencionado Mándelstam, o el rumano Paul Celan.“Músicos ambulantes” como los llama el poeta, en cuya obra la lectura del yo lírico se convierte en experiencia vital, pues el desarrollo de los textos responde a la influencia en el vivir más que con la literaria, y donde, a partir del exilio y la relación que éste guarda con la obra de cada poeta, la construcción de los poemas retratan la búsqueda de sobrevivencia gracias a la palabra. Todo esto sin quedarse en la pura mención, ya que dicha estructura permite el diálogo entre los finados, el sujeto lírico y el lector. De orígenes judíos, con toda una tradición mística basada en el libro, y el lenguaje detrás, Ilyá Kamínsky recupera una pequeña pero esencial porción de ésta, en la que a partir de la palabra hay la construcción y reconstrucción de una tierra donde el ser errante se termina. Tal vez eso signifique la Odesa del libro, es decir, el libro mismo. La aparición de Bailando en Odesa en las librerías mexicanas trae una propuesta diferente para los lectores, ya que no es solo una novedad más, sino un libro sobresaliente que enriquece y centra nuestro panorama de la poesía norteamericana actual ante la avasalladora cantidad de textos en la red.
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