Libro al fuego
Por Claudia Sánchez
Durante el evento tuve la oportunidad de charlar con algunos de los escritores y, a propósito del prólogo que Mario Vargas Llosa hace a su novela Conversación en la catedral, en el que afirma “Ninguna novela me ha dado tanto trabajo; por eso, si tuviera que salvar del fuego una sola de las que he escrito, salvaría ésta”, planteé la pregunta: ¿cuál de sus libros rescataría usted del fuego? Yo creo que sería Las hipótesis de Nadie, porque me parece que ese personaje fantasma que es Nadie, que a veces puede recordar al Ulises de la Odisea, ese personaje de Nadie que ha sido una constante en toda la literatura, aparece en mi primer libro de poemas, publicado en 1973, Memorial del agua, en el que hay un poema que se llama Nadin, y es una reflexión sobre esa fantasmalidad, o sea que esa obsesión que me ha rondado a lo largo de los años, la veo mucho más concreta en ese libro, que lleva una carga que a mí me interesa mucho de la poesía, que tiene un cierto rasgo de humor que me parece fundamental en la poesía moderna y contemporánea; es un libro al que le tengo mucho aprecio. Pero también acabo de publicar un libro en España que se llama Biblia de pobres, al que también le tengo mucho cariño, ahora, si me tuviera que decidir por uno, entonces quemaría la mitad de uno y la mitad del otro.
Sería muy difícil, a lo mejor ninguno, si ya me voy a ir para qué me llevo nada, si lo maravilloso de la poesía es haberla vivido. Debido la práctica del budismo no soy muy afecta a tener cosas, pero si me viera obligada, quizá el libro que rescataría sería el de Arati [Premio Efraín Huerta 2009], que es mi último libro, y el último siempre es ese nuevo intento, ese nuevo lanzar la red, porque ahí están siempre las sucesiones de uno. En la juventud se forja un núcleo de imágenes internas y todo lo demás es la necedad de seguirlas persiguiendo y modificando y experimentando de diversas maneras. Sin embargo, otro de mis libros que lleva mucho de mí es La prosa de un viaje desesperado, ése lleva de mí la muerte de la personalidad, de la personae, para entrar en otro nivel, para no estar tan centrada en mi yo y en mi desgracia; es un viaje a Estambul después de mi primer divorcio que fue muy fuerte porque ahí nació la nueva mujer, la que yo era realmente, la feminista que soñé cuando era hippie, después la ama de casa feliz, con tres hijos maravillosos y un matrimonio con un poeta, trece años que fueron muy buenos, una vida, y con la separación murió una mujer. Luego fue un retomar la vida, retomar el camino, ya no ser la esposa de nadie sino yo, Maricruz, y buscar mi nombre, que es también uno de los temas de La casa del parque, mi nombre es lo que busco, me busco a mí misma en el espejo del mundo, como parte de ese todo que se respira a sí mismo, donde también está el encanto de la vida y de la muerte, que es el segundo apartado del libro. José Luis Sierra:
De mis libros yo rescataría Tambores para empezar la fiesta, publicado por la UNAM, porque pasaba yo de los veintitantos a los treinta, y me parece que ésa es una etapa muy fuerte en cuanto a las posibilidades del poeta para decir sus cosas, con cierta “madurez” y con cierta “frescura”; ese libro lleva de mí los sueños del joven que empieza a escribir a los 17 o 18 años y del que cree que está recogiendo frutos a los casi treinta. Antonio Deltoro: |
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