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Leonard Cohen |
Leonard Cohen: Cinco canciones*
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Versiones de Raúl Carrillo Arciniega Nota de Víctor Cabrera |
Primero tomamos Manhattan Me sentenciaron a veinte años de aburrimiento Me guío por una señal en el cielo, De verdad me encantaría quedarme a tu lado, nena, ¡Ah! me amaste perdedor, No me gusta su moda señor empresario Y le agradezco los regalos que me envió: ¡Ah! Recuérdeme, suelo vivir para la música.
Del álbum I’m Your man (1988)
El futuro
Devuélveme mi noche rota, Dame crack y sexo anal, Las cosas se deslizarán en todas direcciones Cuando dijeron: “Arrepiéntanse, arrepiéntanse”, No me conoces por el viento, A tu sirviente le han advertido Las cosas se deslizarán en todas direcciones Cuando dijeron: “Arrepiéntanse, arrepiéntanse”, Se desmoronará el viejo Devuélveme el muro de Berlín, Destruye otro feto ya, Las cosas se deslizarán en todas direcciones Cuando dijeron: “Arrepiéntanse, arrepiéntanse”, Himno Los pájaros cantaron Haz sonar las campanas Pedimos señales Ya no puedo correr Puedes sumar todas las partes Haz sonar las campanas La democracia Ya viene por un hueco en el aire Ya viene por una grieta en el muro Ya viene desde la tristeza en la calle, Navega, navega, Ya viene, primero a los Estados Unidos, Ya viene desde las mujeres y los hombres. Soy sentimental, si entiendes lo que digo, Hora de cerrar ¡Ah! bebemos y bailamos Estamos solos, somos románticos Juro que así ocurrió: Te amé por tu belleza, Sí, te extraño desde que nuestra casa fue destruida Sí, bebemos y bailamos
Del álbum The Future (1992)
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* Publicadas entre 1988 y 1992 (una época definida por el comienzo del derrumbe de las “certezas” que confirieron sustancia a los discursos político y social de la segunda mitad de nuestro convulso siglo XX, y que, como lo hemos podido constatar en los últimos tiempos, continúa hasta nuestros días) estas cinco canciones del poeta y cantautor canadiense Leonard Cohen dan cuenta de ese cariz premonitorio según el cual el arte se anticipa a la realidad. A caballo entre el mito griego y los mitos de la sobreinterpretación, el arte y la literatura han fungido a lo largo de las eras como inquietantes arcanos del porvenir. Como Casandra, la pitonisa hija de Príamo y Hécuba a quien Apolo concedió el don de la profecía negándole al mismo tiempo el de la persuasión, múltiples autores han hecho de las visiones futuristas una corriente artística a la que conferimos valor estético pero cuyas advertencias desechamos como mero producto de la fantasía desbordada. Qué son aquellas bestias y esas maquinarias infernales reveladas por el irascible Yahvé a los profetas judíos, qué los bocetos de Leonardo que anticipaban el helicóptero y el submarino cuatro siglos antes de su fabricación, qué los viajes espaciales y las expediciones al fondo del mar descritos por Julio Verne en el siglo XIX y las pesadillas totalitarias de George Orwell y Aldous Huxley sino obras maestras de la imaginación inflamada. Aunque sabemos del Apocalipsis de Juan que es un mensaje destinado a dar consuelo y certeza a los primeros cristianos en una época convulsa para ellos, paradójicamente, el texto ha llegado hasta nuestros días como un agorero de la desesperanza y las calamidades que aguardan a la humanidad entera en un futuro incierto por desconocido (“Nadie conoce el día ni la hora”, advierte el profeta). Así, a la manera del Menard de Borges, podríamos afirmar que todo texto premonitorio consiente, en la infinidad de sus lectores potenciales, la multiplicidad de interpretaciones que cada época le confiere. A fin de cuentas, lo que tal vez empariente a Jonás con Nostradamus, Philip K. Dick y Richard Kelly quizá no sea lo inquietante o atroz de sus vaticinios sino la simple y pura imaginación. Porque allí donde terminan la realidad y sus certezas empieza el imperio de la imaginación. Y allí también nace el futuro. |