junio 2024 / Reseñas

Una mejor cordura

 
Fanny Enrigue, Manía, Jalisco, Salto Mortal, 2023, 96 pp.
 
 

 

El mito es parte esencial del pensamiento antiguo, en
particular del pensamiento científico y filosófico, y los
elementos que lo componen constituyen indicadores
fiables de las construcciones mentales y sociales de
una comunidad.

Francisco Javier Fernández Nieto, Catedrático de Historia Antigua,
Universidad de Valencia
 
 
A toda hora cometemos injusticias con nuestros
prójimos juzgando mal sus actos, por olvidar que acaso
se dirigen a elementos de su contorno que no existen
en el nuestro. Cada ser posee su paisaje propio, en
relación con el cual se comporta. Este paisaje coincide
unas veces más, otras menos, con el nuestro…
Evitemos, pues, el suplantar con “nuestro mundo” el de
los demás. Otra cosa lleva irremediablemente a la
incomprensión del prójimo.

J. Ortega y Gasset, “Las Atlántidas y
del Imperio Romano”, Revista de Occidente, Madrid, 1960

 

El libro Manía, de Fanny Enrigue (Guadalajara, Jalisco, 1976), nos muestra que la poesía es otra forma de pensar. La autora se posiciona respecto al tema de la salud mental y la locura, objeto de estudio y tratamiento de la psiquiatría. Se trata de una visión crítica que presenta al lector el sinsentido de toda certidumbre, el ridículo de los saberes absolutos y la banalidad de las categorizaciones. En el mundo mítico de Enrigue, son las ovejas, las espadas, los muertos y las serpientes las que dan fe de la vesania de los dioses, tan parecidos a nosotras, las personas. La poesía es una forma de la locura. Y la poesía es, también, una forma de la inteligencia.

La locura y su contraparte, la cordura, pero sobre todo la primera, han sido definidas en base a convenciones sobre lo que es normal –lo que es norma– y lo que no lo es, y la medicina ha propuesto diagnósticos psicopatológicos con base en signos y síntomas presentes o ausentes en un “caso clínico” determinado. Desde tales criterios descriptivos se deciden tratamientos médicos, se dictan abordajes familiares y se pronostican desenlaces reservados o fatales.

El psicoanálisis, haciendo una lectura diferente a la de la psiquiatría, ha visto en la locura un producto valioso del inconsciente, como los sueños, los mitos y las enfermedades, como el arte y las religiones. Pero también esta vertiente de pensamiento se dejó llevar por el racionalismo civilizatorio de los siglos XIX y XX, y olvidó por un tiempo el lugar y el derecho que en sus albores otorgó al lenguaje metafórico de los seres humanos. Manía abre una vieja discusión entre los defensores del racionalismo y las mentes que se abren a los saberes aprendidos por otras vías.

Enrigue nos recuerda con este libro que la poesía es nuestra dimensión metafórica y nos invita a apropiarnos de ella a través de los mitos de la Grecia antigua, que la escritora interviene y resignifica. Los personajes de la mitología griega, sus acciones, sus relaciones con otros seres, son recreados en estos nuevos mitos de la autora.

¿Cómo cuestiona la poeta las verdades impuestas? ¿De qué recursos se vale para desarticular el discurso de la normalidad? A través del lenguaje. Como compete a una escritora excéntrica, el núcleo de este libro está en el poema final: “Asclepio”. Fanny Enrigue —nos dice ella misma— es llevada ante las autoridades sanitarias por un acto vandálico: haber liberado a las serpientes del herpetario y ser responsable de las mordeduras que causaron la muerte del encargado de la limpieza. Enrigue, en tanto personaje, es acusada de asesinato pero un diagnóstico de locura podría disminuir la penalidad del crimen.

Este escenario creado da la oportunidad a la poeta de empalmar dos discursos irreconciliables: el del expediente psiquiátrico y el del mito. El primero, un lenguaje de descripción fenomenológica, frecuentemente usado en las historias clínicas y los manuales de diagnóstico (como el DSM-IV), y el segundo, un lenguaje poético y simbólico. La poeta va entreverando las categorías informativas con la narrativa metafórica hasta el absurdo. Un absurdo, por supuesto, genial. Es este cortocircuito el que genera un cuestionamiento sobre la verdad de los saberes y sobre la validez de los procedimientos “terapéuticos”.

A la luz de este poema puesto estratégicamente por Fanny hasta el final, logrando que el lector avance con incertidumbre expectante, pueden comprenderse de otra manera los poemas anteriores.

El título Manía corresponde a una estructura bien reconocible de psicosis, pero también la palabra, en una segunda acepción, describe cualquier extravagancia cotidiana, cualquier hábito singular, las locuras privadas que nos hacen humanos. Yo también, como muchos, me cercioro una y otra vez de que la llave del gas esté cerrada y las hornillas de la estufa, apagadas; como tantos, evito pisar las líneas de las banquetas y doblo mis calcetines de una forma especial; yo, librepensadora, me persigno cuando el avión despega y calmo mi ansiedad con vicios y plegarias. Esto lo sé de mí y puedo contarlo, pero los dioses saben que, como Áyax, he confundido a mi vecina con un ovino y la he herido cruelmente, pero también, como Licurgo, he sido jalada de mis extremidades por caballos hasta el descuartizamiento. Como a Casandra, el dios más bello me otorgó el don de la adivinación, pero hizo que nadie me creyera. Yo también, como Medea, he asesinado en varias ocasiones a mis hijos y le he cortado la lengua a algún amante. Con Jantias y Dionisio, he atravesado la laguna Estigia para llegar a los infiernos y he regresado con los ojos abiertos para toda la eternidad. He querido seducir a mi hijastro, como Fedra, y como Hera, he sembrado el odio y la discordia entre los míos. Estoy adentro del poema como quien irrumpió en el territorio de los sueños.

La poesía de Enrigue se parece a la de Wisława Szymborska, me recuerda la de Silvia Plath y me hace pensar en las ideas plasmadas por Rosario Castellanos. Es un libro grave en su contenido y lúdico en su escritura.

Quiero hablar ahora de algunos hallazgos encontrados en estos poemas. En el primer poema, “Odiseo”, plantea con mucha claridad este descentramiento con los siguientes versos:

Los locos no van a la guerra.
La venganza sólo viene de quienes tienen juicio.

Y más adelante, en este mismo poema:

Algunos cuerdos siembran embuste, sal, cizaña.
Algunos locos terminan lapidados
hasta la muerte, a manos de sus propios hombres.

Descubro un gusto particular por el lenguaje como cuando escribe, por ejemplo “Artiodáctico, ungulado” en el poema “Áyax”, y destaco en él la fuerza de la imagen:

Mis treinta y dos dientes
triturando la devastación.

Atravieso su cuerpo como se cruza
en medio de una multitud
de desahuciados.

En el poema “Licurgo”, donde establece una tensión entre la locura divina y la racionalidad humana —que resulta ser más cruel que la locura divina—, Enrigue utiliza, al final, otro recurso literario: una especie de nota historiográfica escrita con fina ironía.

El poemario en su totalidad está lleno de un humor culto casi negro; encontramos el tono irreverente en la manera de hablar de los coros griegos (en el poema “Casandra”, por ejemplo), que describen cosas terribles con lenguaje obsceno. Esta aguda hilaridad la encontramos también en el poema “Jantias”, en el que hace croar a las ranas de la comedia de Aristófanes con el fraseo onomatopéyico Brekekekex koax koax. Manía es, en momentos, un poemario muy divertido.

La poeta trata la tragedia como si fuera un juguete verbal, por ejemplo, en el poema “Lamia”:

…en una era
Hera me suplició.
[…]
¿Era necesario…? ¿Era necesario
verlo mirarme así, Hera?

Y en el poema “Heracles” disfruta el uso de enunciados fragmentados como si fueran las piezas de un rompecabezas.
 
El poemario de Fanny Enrigue nos brinda una mejor cordura: el valioso caos polisémico del psiquismo que se manifiesta en metáforas y metonimias, que construye arquetipos, rompe pautas, desobedece esquemas y crea, todo el tiempo crea; construye nuevas sintaxis y nuevas representaciones, como si fueran flores que nacen espontáneas en el árbol callado de los pensamientos o en el ruidoso despliegue de los actos.

Lo dice mejor Emily Dickinson en un volumen, ¿Quién mora en estas oscuridades?: “Algunos seres aquí vuelan, pájaros, instantes, abejorros, no pertenecen a este poema. Algunas cosas que permanecen aquí, aflicciones, colinas, eternidad, tampoco son mías. Y otros que, arraigados, ascienden. ¿Puedo entender al cielo? ¡Qué inescrutable yace el enigma!”
 
 


Autor

Carmen Villoro

/ Ciudad de México, 1958. Escritora y psicoanalista. Es autora de varios libros de poesía, entre los que se encuentran Jugo de naranja (2000 y 2008), Obra negra (2006), Espiga antes del viento (2011), Liquidámbar (2017) y El habitante (2019). Entre los reconocimientos que le ha valido su obra se encuentran el Premio FILIJ Ensayo sobre Literatura Infantil y Juvenil en 1993, el Premio Jalisco en Letras en 2016 y el Premio Internacional Hugo Gutiérrez Vega a las Artes y las Humanidades en su octava edición, otorgado por la Universidad Autónoma de Querétaro. Actualmente es miembro del Seminario de Cultura Mexicana y directora de la Cátedra de Arte, Poética y Literatura Fernando del Paso de la Universidad de Guadalajara.

junio 2024