noviembre 2024 / Inéditos, Reseñas

Una áspera blandura de expresión

 
Alberto Cisnero, De rayos negros. Barnacle, Buenos Aires, 2024, 35 pp.
 
 

 
La poesía vuelve a tener un destinatario y, en el mejor de los casos, tanto el autor como aquel que escucha o lee pueden ser cualquiera y se confunden con nuestro propio ser.

Porque sí, la mayor parte de lo publicado hoy en día, luego del objetivismo y la subsiguiente cualquierización de la gran mayoría de lo que se escribió a partir del auge del primero, se dirige a veces incluso con nombre y apellido a personas reales sin que estas pretendidas creaciones aporten a la gran ficción y mundos de la palabra escrita, sino que fracasan en ese su volcar la vida privada hacia los lectores, hastiados ya de tanto yo impúdico.

Pero cierta poesía —la que prefiero— es consciente del problema: el nulo desafío que representa lo escrito en la actualidad debido a su excesiva literalidad. Hay que volver a los viejos rediles, aunque de una manera renovada (tal es el método a que a la postre debemos apelar): alguien le dice algo a otro, pero de un modo elaborado, novedoso, realmente decidor.

Alberto Cisnero (La Matanza, Argentina, 1975) es un autor que va por tal camino. Si bien en muchos de sus poemas interpela a alguien (en otros habla solo y perora de un modo lacónico y descreído), sabe siempre que esas voces en realidad no son oídas de una manera transparente sino que están mediadas por el papel y la tinta y que se dirigen a un futuro incierto, anodino, casual. Modus operandi habitual, repetimos, de la poesía que trata de hacerse un lugar en lo que vendrá y que nuestro autor baraja: cada libro ha de esperar, brillar quizás en otros labios, volver a apagarse en el anaquel en el que reposará a la espera de otro navegante de versos y también de su deterioro inevitable, tasa y término de cada cosa o ser.

Esas voces, entonces, se traducen en sucesivos, alternantes pronombres. Pueden ser los íntimos, el vos y el yo, con los que se habla a una pareja. Pueden ser los plurales, el nosotros y el ellos, cuando se refieren a lo político. Se mueven siempre en pleno desarraigo: porque el mundo —amor y guerra— es inhóspito, transitorio, frágil, sometido de continuo al reluctante Poder.

Los poemas aparecen como fragmentos de enunciados que se recogen sin más, uno tras otro, conviviendo lo privado con lo público sin aparente solución de continuidad, que sólo se presenta en el verso final o tope, cuando se alcanza un clímax, cierto fulgor, un brevísimo lampo de sentido.

Porque a veces la expresión es confusa, desorientadora. Algo que es infinitamente compensado por la dulzura de la expresión. Es grato leer estos versos en voz alta. Tienen ritmo, viven el sonido, poseen gran blandura. Frente a los poetas de la idea, Alberto Cisnero es poeta de las palabras o, mejor dicho, de las frases. Así, el autor capta un modo, una expresión, una manera de referirse al mundo y los traslada a lo escrito con suavidad y aspereza al mismo tiempo.

El poeta del que hoy nos ocupamos tiene ya un largo trecho recorrido y todo indica que seguirá escribiendo muchos libros más. Si De rayos negros por algo se destaca, es por esto: cierto tono homogéneo, trabado, bruscamente expresivo se ha alcanzado. Invitamos al goloso lector a adquirir esta obra, leerla, regresar a ella cada tanto.

 

*
 
De rayos negros (fragmentos)

 
 
6

sólo nos pasábamos una limeta. calentábamos
los gargueros. no había otros síntomas. todavía
no preguntábamos si teníamos puestos los anteojos
mientras nos abrazábamos a nosotros mismos
como enfermos mentales. y estábamos listos
para el resto de nuestras vidas. el sonido del río
corriendo en la oscuridad regresa al mundo,
teje su desventura, vaga por el mundo
como vos y como yo.


14

¿desde dónde me llamás? ¿qué hay en un día,
para recrearlo sobre el papel aunque
decline a medida que nos acercamos?
¿porque estuvo antes va a estar después,
intacto, en una sola dimensión? ¿no quisiste
ni pudiste repeler, vertida en español,
aquella línea: en alguna parte te espero?
¿dejaste de huir y trataste de recordar
cómo se rasgaba una guitarra
o cómo se computa el tiempo? ¿qué hay
en un nombre? ¿señalaste el horizonte?


15

hace muchos años que nos defendemos
de nosotros. hablar de causas sería mentar
un hábito. procuramos incidir en los mismos
errores y salir de ellos. amigos, viandantes
y especialistas escriben libros geniales todo
el tiempo. acaso porque no tengan otros.
por un acto de fe nos basta una ambición
modesta, urdir oraciones anónimas
o simplemente inconclusas. y practicar
el mal, admitirnos por nuestros defectos.


24

resultaba muy sencillo cambiar una letra
o una palabra mendaz por otra, destinar
al lector solitario algo que ya existía antes.
por la línea punteada, como se admite la luna,
el sol y la caída de las hojas durante el otoño,
de una sola vez, tras un solo acto. algún día,
si pudiéramos, haríamos lo mismo con nosotros,
para recordar cuanto olvidamos (creíamos,
buscábamos, pero que al fin destruimos)
en tantos domicilios repetidos y precarios,
en sus patios umbríos, en cada sopa de fideos
instantánea, en todos los chinos del mundo.

 


Autores

Pablo Seguí

Córdoba, Argentina, 1973. Autor de Los nombres de la amada (1999), Claves y armaduras (2005), Naturaleza muerta (2011), Otro verano y éste (2017), Animal de bien (2018), Noción de ritmo (2019) Lizard y otros poemas (2020), Babía y otros poemas (2021), La internación (2022), Remy LaCroix y otros poemas (2023) y Poesía juvenil 1995-2011 (2024).

Alberto Cisnero

La Matanza, Argentina, 1975. Ha publicado los libros El límite de la materia (2012 y 2015), Tagsales (2013), Adiós y hasta pronto (2013), El movimiento obrero granizado (2014 y 2019), Robé un auto para trasladarme a las soledades vivientes (2015), Drugstore (2015), Ajab (2016), Oquei, gracias (2017), Las casas (2018), Forma parte de mi guerra (2019), Akata mikuy (2020) y De rayos negros (2024).

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