Nunca me interesó acercarme al horizonte, pero sí quería estar cerca de la estufa
no te acerques tanto me decía mi mamá o era mi papá
que volvían de trabajar para la cena, cenábamos en una mesa octogonal
teníamos un living en que lamíamos las puntas de los icebergs
una televisión que se podía mirar sólo dos horas
con un buzo gris canguro, con la mano en el bolsillo
aprendí a cortar los tiempos a sumar y a dividir
Vivíamos en una casa grande en que mi padre construyó
un cuarto en la terraza para no enloquecer
un cuarto azul en la terraza, un cuarto propio
y dijo “aquí pondré mi estudio”,
entonces me enseñó a hacer un fuerte, rodear de libros las paredes
Vivíamos en una casa amarilla grafiteada
un día él los encontró con aerosoles en las manos
quieren que llame a la policía? Así los ahuyentó
como mi madre me ahuyentaba: “querés que llame a tu papá?”
“voy a llamar a tu papá”
Sé que ella quería decirme: hay un orden por encima
pero también decía algo por lo bajo
decía que un padre no es fácil de tener
Vivíamos en una casa en una esquina, primero se fue mi hermana mayor
a ser exitosa en el reino de los novios y la ciencia
A los que siempre tuvo, novios locos, novios buenos, compañeros de control,
máquinas de devorarla, novios antropólogos,
con los que compartió el agujero negro
novios padres de sus hijos
Vivíamos en una casa hipotecada, en una apuesta que había que ganar
y yo tenía dos colitas, un uniforme amarillo de dibujos animados
un pájaro amarillo
Yo me arrastraba por los bordes de una habitación
yo me arrastraba tras las rejas gritando “déjenme salir”
aunque la puerta estaba abierta
las palabras de mis padres, más fuertes que una llave
mientras la familia cenaba en una mesa octogonal
Una vez él me dijo: cuando uno pierde tres veces
tiene que irse del casino
Pero yo vi cómo apostaron por esa pareja de viento
cómo se aplastaron tras paredes amarillas
Él cuenta que yo le pedía siempre otra paradoja
quién corta la barba del barbero
quién da su vida por tener donde vivir
Teníamos una pileta de plástico
dos hermanas nadábamos en círculos
antiparras aunque el agua apenas nos cubriera las cinturas
un jardín que crecía en los canteros
Vivíamos en una casa que mi madre odiaba por enorme, que mi padre odiaba por repleta
ningún cuarto es suficiente cuando un hombre quiere soledad
pero en vez tiene familia,
cuando un hombre quiere una familia, pero en vez tiene soledad
Ese es mi padre, hacía asado los domingos
me cantó en idish cuando nací
una enfermera me puso en sus brazos
y él me dijo que estábamos en Argentina
ahora mismo es que le escribo: “cómo había sido que nací?”
teníamos una casa más abajo que la tierra
un sótano marrón al que llegar, escalera que se abre
Quedamos dos hermanas en un cuarto con estantes
ella, mayor que yo, traía un miedo sin final
entonces aprendí a compartir la luz prendida
no podía ir peleada hacia los sueños “los hermanos sean unidos
esa es la ley” tres hermanas, tres fantasmas deambulando por la casa
unidas por la ley. A veces siento que todavía estoy en ese cuarto
son los pasos de mi madre
que se acerca a espiar si el orden de los astros sigue cumpliéndose esta noche
Antes de escribir poemas
cuenta mi padre yo pedía “decime otra policía”
hay un desacierto, un orden imposible, una sílaba distinta
en el origen de la palabra poesía hay un padre que se ríe del lenguaje
una madre que me trae un refrán nuevo “siempre que llovió”
mi padre prende el fuego en un patio hipotecado y yo me siento a hacerle compañía
plástico blanco bajo el atardecer
él quiere contarme otro fallido, “eran las once y diez de la mañana”.
Hay un desierto que sigue a las ideas
(antes yo escribía como
amor, sí quiero
tener y amar no puedo)
en un ascensor miro el piso
en un colectivo la ventana
entre el ruido dentro de mí
y el ruido fuera de mí
yo soy lo que calla.
Cuando me despierto
leo un libro nuevo cada día
antes de dar clase
antes incluso de prender el celular
elijo uno de la biblioteca
hago mate, salgo al balcón del monoambiente
y ahí me quedo, el sol y el frío, juntos
en mi ritual de estar sin ella
que es como correr sábanas
que tapaban espejos, de repente me acuerdo
que yo pasaba quieta las mañanas
para que no se despertara, no, era algo
más, creo que la enojaba despertarse
y que yo estuviera en otra cosa
como si la dejara abandonada
en la entrada de este mundo, pero
esto es lo que pasaba: cuando
volvía del sueño, y abría un ojo
y después el otro, marrones, como almendras
cansadas, aunque yo estuviera
justo a su lado, abrazándola,
ella estaba sola. Más sola en ese instante que el resto
de los mortales. Pienso ahora que
pudo ser la persona más sola que vi
Y en realidad, yo también la que ella vio —imaginen
la escena en reversa: una mujer
despierta hace horas, con la persiana
cerrada a mediodía, escribiendo en el celular
para hacer menos ruido, brillo a mínimo,
intentando no moverse por miedo a molestar—
creo que la soledad fue nuestro territorio,
¿qué podíamos fundar en él?
Estábamos paradas en la puerta
dije que esa chica que llegaba
era como ella, acto seguido mi amiga agregó
“sabés qué parece?” La vi llegar con su
pollera de jean, cuerpo flaco, a esto
se referían con pelo corto pensé, ni
siquiera es tan corto. Estaba con otra
muy cerca, llegaban riendo. Es lo que puede
pasar en un instante, todos los tiempos
Caminé en dirección contraria, una, dos,
sintiendo que desde el extremo de
la cuadra había podido reconocerla, casi sin verla pude
reconocerla. Hasta que mi amiga me mandó un mensaje
“che”, seguido de este otro “es”
Como las que vuelven, apareció en la puerta
de la presentación de un libro, no en
los lugares que durante un año evité: su barrio,
Avenida de Mayo. Y ahora que lo pienso
también tenía puesta una pollera
de jean cuando venía del kiosco hacia la reja,
ese portón en donde yo
esperaba a conocerla. Terminan
trayendo la ropa del principio estos ocho
años de evitar la escena: verla
llegar con otra, verla llegar. Me alejo
de lo que más conozco, me alejo de ella.

Autor
Micaela Szyniak
/ Buenos Aires, Argentina, 1993. Poeta. Licenciada en Artes de la Escritura por la Universidad Nacional de las Artes (UNA). Docente en Introducción al Análisis del Discurso (UNA). Autora de los libros Último año juntas (2023 y 2024), Contrato precario (2019) y Escribo pidiendo ayuda (2018). Coordina talleres de escritura. Cursa la Maestría en Escritura Creativa en la UNTREF.