noviembre 2024 / Inéditos

Toda piedra es ocasión de música

 
Una historia

Es una vieja historia, y cuando digo vieja
quiero decir nuevísima, quiero decir
que está pasando ahora y esperándome
en todos los rincones del futuro.

Algo se abrió, primero.
Entonces acá estoy, mi cara muda,
como el que va empapándose
de una lluvia invisible.

Afilo mi armadura y mi caballo
para que sean siempre fieles
al corazón que nace si me quito.

A través de los días y mi sangre.
A través de mi sangre,
mis labios y mi lengua.

 
 
Qué es el amor

Supongamos que hay una escalera de oro:
tiene que haber entonces una hormiga
que sonríe y menea la cabeza.

Una gota de sangre cae en un vaso de agua
y mientras va de a poco abriéndose
caen una, dos, tres gotas más.

Algo adentro de algo,
algo al lado de algo,
algo encima de algo, con algo encima.

Lo que es muy grande y a la vez muy chico,
por ejemplo: una hormiga,
una naranja,
la luna.

Una semilla sueña adentro de un melón,
unos ojos abriéndose a unos ojos.

Y el agua se hace vino;
el vino, sangre.

Imaginémonos nosotros, cada cuerpo
y adentro el sol: una escalera de oro.

 
 
Otro poema sobre el agua

Llovió, literalmente, más de un millón de años:
las aguas desatadas, podríamos decir.

Es como si una línea que se viene trazando
más o menos derecha en una hoja
de repente se alzara para empezar un círculo
y después se rompiera en muchas líneas
que a su vez hacen círculos, etcétera.

Como gotas de mar y de rocío.

Por eso es que no tengo miedo. O sea,
claro que tengo miedo, pero puedo
enderezarme firme,
un humilde monito,
y esperar.

Mientras pisan el agua con sus botas.

Mientras rompen, gritando, las peceras
porque querían que los peces fueran libres.

 
 
Sextina

Había una vez una música.
Parecía una piedra,
pero era una semilla.
Había una vez, hace mucho.
Ahora hay una acacia
tocada por el aire y por el cielo.

Las ramas entran en el cielo
atentas a su propia música,
y las raíces en la piedra.
Una vez, hace mucho,
latía una semilla.

Había una vez una semilla.
Creció como una música
hasta tocar el cielo
enraizada en la piedra.

Ahora lo vemos: toda piedra
es ocasión de música,
de cielo.

Sí, todo el cielo.
Sí, toda la música.

Había una vez una música.

 
 
El sol me seca la muerte

Quemé ramas y troncos.

Me mordieron las hormigas,
la espina de la acacia negra.

Un humo espeso crepitaba
y se perdía en el azul del cielo.

Después anduve un rato
hasta hundirme en el río.

Ahora me apaga el agua,
ahora el agua me lava todo el cansancio.

A todo mi cansancio se lo lleva la corriente.

 

 


Autor

Alejandro Crotto

/ Buenos Aires, Argentina, 1978. Publicó los libros de poemas Abejas (2009), Chesterton (2013), Once personas (2015), Francisco –un monólogo dramático (2017) y Quiero (2023). Publicó también una traducción anotada del Infierno de Dante Alighieri (2020) y la crónica Final (2022), escrita con su hermano Marcos Crotto. Enseña poesía y traducción de poesía en la Universidad Nacional de las Artes y en la Universidad de Buenos Aires. Dirige desde 2017 la revista Hablar de Poesía.

noviembre 2024