Aún
Siempre alegre nadie alegre.
Siempre triste nadie triste.
Alegre nadie alegre siempre.
Triste nadie triste siempre.
Siempre alegre nunca nadie.
Nunca nadie alegre siempre.
No
No quiero ser más —escribidor
gobernante, sabio o docto, letrado, gendarme— este chimpancé.
Las academias me enseñaron MATEMÁTICA.
QUÍMICA. FÍSICA. ECONOMÍA.
A garabatear, a mover los dientes.
No a amar —o sentir— el nervio que hay
escondido en las personas.
Cómo se escribe la palabra A.
Cómo se abre, redacta o borra el sentimiento amor.
Ninguna escuela me enseñó a querer, por eso
ardo solo, buitre al que pican los mosquitos.
Gritar. Gruñir. Qué más. Si pudiera.
Cuánto me gustaría cambiar los poemas
escritos en agonía, por una pistola. Un disparo
en el aire para acabar con el campo hegemónico
que el discurso de Sócrates grabó en mi cerebro.
No más dejaría un hombre, una mujer, el árbol
del principio hablando, y los animales dormidos,
ríos de llamas, el infinito
cantando mar, casa, horizonte, abrazo
alma abriendo el ser, desnudo
raíz hermosa y cándida, negra
o luminosa, humana. Luego
(sin pensar) pondría la ropa de playa en mi sombra
y me iría a nadar a la bahía.
El perfil de mi muerte
Mi muerte y yo: uno.
Fosforera.
Mi muerte y yo: dos.
Refrigerador.
Mi muerte y yo: tres.
Lavadora.
Mi muerte y yo: cuatro.
Escaparate.
Mi muerte y yo: cinco.
Botella.
Mi muerte y yo: seis.
Escafandra.
Mi muerte y yo: siete.
Zapato.
Mi muerte y yo: ocho.
Comida.
Pero en el momento en que fosforera,
refrigerador, lavadora, escaparate, botella, escafandra,
zapato y comida se besan.
Mi muerte y yo…
El río de los minutos
Con el curso de mi reloj podrido en el brazo
miro las flores.
observo el parqueo,
el rostro magullado de Moctezuma en el contén.
Veo la parte absurda de los crisantemos.
Esa abeja que busca perforar su cara en el pistilo,
cómo se abre. Escruto el cielo y dentro a un gusano
que se carcome a sí mismo. Veo al amor
sentado en una silla esperando el biberón de su mamá.
Examino el mar y ciego quiero despedir mi lenguaje
del acontecimiento. Cómo es,
que la esposa del buey dice mü, se pregunta
el zapato izquierdo de mi rostro derecho
antes de pisar ese cráter
(charco de chicle, oasis
embebido en petróleo)
y quedar atado a la costumbre del vacío
o a la sombra ecuestre de la nada
que zumba boquiabierta
alma de postre
sueño continuo de las hormigas. Los cables
y la electricidad han corrompido mi condición humana, el miedo
mamífero que agazapado en el horror guardo entre las manos,
mi cabeza, la agonía de ser, mi política, el sabor
agridulce de mi sangre ordinaria, fractal, domesticada
y el aroma a estiércol de los sentimientos.
Solo espero el bostezo de la bruma.
Quiero encender un fósforo y recostar mi cabeza en África
Vallejo, Pizarnik, Lezama, Gabriela, Borges, Fina, López Velarde, Nicanor
Vengan. Tóquenme la respiración y el pie izquierdo, seré persona.
Tóquenme la lengua y seré rey.
Tóquenme el páncreas, los riñones, el agujero de las orejas, los ojos
donde resucito y seré mono, guasasa, América en cueros.
Alcáncenme las palabras, por favor, para gritar: Cuba.
Quítenme los cascos y pezuñas.
Arránquenme las manos con que escribo.
Sáquenme de este basurero en el que brillan focos
rectangulares de pespunte gris con agua en la frente.
Sé que la Tierra parece una ambulancia,
y será una mancha de aceite.
Sé que el mundo es una discoteca sin música
aunque hoy es un baño público
en el que mis pasos buscan el cañón de una pistola
antes de gritar o quedarme sin el aire
—que Dios presta a regañadientes—
en las oblicuas puertas de entrada.
Superficie

Autor
Derbys H. Domínguez Fragela
/ Matanzas, Cuba, 1974. Poeta, ensayista y editor. Ha publicado Diálogos bajo la llovizna (1998), Residuo (2009), y Futurama. (2014). Obtuvo la Beca de creación Juan Francisco Manzano en 2018 y 2022. Sus poemas y reseñas han aparecido en revistas nacionales e internacionales, y han sido antologados dentro y fuera de su país.