Iniciar un viaje prolongado
decidido a ciegas
es liberar el elíxir tóxico
volátil el tiempo
aroma de alcoholes en el horizonte
el animal sin espalda se extiende
y todo es lastre alegremente volando
sólo un compromiso has de reconocer
la dicha de la incertidumbre
y que te baste con eso
come ese pan
mira tu plato festinado de aromas y colores
que tu tierra no brinda
bebe el vino forastero
pierde la cabeza en las vueltas del calendario
exhibe en las plazas tus atolondrados temores
regálate el extravío
que el corazón calle sus aflicciones
y aprenda nuevamente a perderse
porta el salvoconducto del peregrino
la herida del vagabundo
acepta el presente como patria
intoxícate todas las noches con el azoro
y todas las mañanas con el horizonte abierto
*
No es un río
–me digo me dice su reflujo
este río es una dimensión del tiempo
un cuenco de barro
entre las colinas
la parábola del hijo pródigo
con la patria en el zurrón
la ciudad se resigna y medra
se cubre con la niebla del siglo
pero cada madrugada y cada tarde
el Tejo proclama un estilo en la luz
atrás de mí las voces una multitud
que algo corea tras la primera valla de edificios
y conmigo acompañando el ocaso
algunos lisboetas y ciertos viajeros
traen su silencio a la ribera
la ofrenda de contemplarlo
el Tejo bajo el viento de la tarde
es una fronda extinguiéndose
persistente
la brasa de un reino memorable
y luz de sueños
el minuto cae abandona su fulgor
llega el crepúsculo ejerciendo matices
arriba de nosotros
el gajo de la luna
resguarda ya la noche de Lisboa
*
O mar de cá –fala português?
dice sus ondas en el metro de Camões
y cuando es vasto y sereno
murmura lecciones de estoicismo
en el sobrio tempo de Ricardo Reis
escandiendo en exactas pulsaciones
la profunda voz del mar?
Pues eres tú quien dicta el ímpetu
desenfrenado y venturoso
de Álvaro de Campos cuando sueña infinitos!
Saben estas aguas que miro
–donde las naves aman partir y extraviarse lejanas–
que una raza vive precipitándose hacia su enigma
en una lengua mediterránea
de esperanzas y saudades?
Es esto sólo mar y rocas
o también un fastuoso abecedario
diseminado en el mapa cósmico
entre estas playas y aquellas donde otras lenguas
bajo otras estrellas agoreras
prosiguen el himno de fuego sal y viento?
Cómo escucharte sino en esta lengua señalada?
Antiguas voces de proverbios
te saludaron en este horizonte
frondas nuevas germinaron
de aquel vigor fenicio
griego morisco y celta
lascas sobre llamas se añaden
al vértigo de voces
Así el verso intangible
que la lengua lusa ambiciona
avanza surca el enigma de los siglos
al impulso de todas las porfías
de sus barones marinos y poetas
cuando la sangre empeñan
hacia la tierra oculta
La mar también aquí
es un designio de los dioses
una forma del Tiempo
que la materia de nuestros días
deberá deletrear sin ultraje
pues no hay más reinos venturosos
que los del canto coronado!
* Poemas pertenecientes a Los soles del nómada (Bonilla Artigas, 2023).

Traducción del kurdo de Jiyar Homer y Gabriela Paz
Sayyid Muhammad-Amin Shaijolislami Mukri, mejor conocido por su pseudónimo Hémin, fue uno de los poetas kurdos más importantes del siglo XX. Nació mientras Reza Shah gobernaba, cuando la lengua y ropa kurdas estaban prohibidas. Junto con el maestro Hajár Mukriyani, fue uno de los principales poetas de la República de Kurdistán en 1946, gobernada por el presidente Qazi Muhammad. En 1983, fundó la editorial Saladín Ayubi en la ciudad de Urmía, donde publicó libros kurdos y la revista icónica Sirwe, la más antigua de Irán. Falleció una noche de 1986, mientras escribía. Tras su muerte, llevaron su cadáver a Mahabad para ser enterrado en el Cementerio de los Poetas. Ésta es la primera vez que una muestra de su poesía aparece en español, gracias al Periódico de Poesía.
—Los traductores
Besos divinos
¡Ven, mi amor, ven, mi nuevo amor!
¡Ven, estrella de mi noche en penumbra!
¡Ven, plumas de mi imaginación alada!
¡Ven, linterna para iluminar mi casa!
¡Ven, mi perdiz hermosa y doméstica!
¡Ven, mi inspiración de medianoche!
¡Ven, paz de mi pecho ardiente!
¡Ven, mi sagrada de vuelo alto!
¡Ven, rocío en la rama de la flor roja!
¡Ven, chispa cálida y antorcha de luz!
¡Ven, aguacero de primavera!
¡Ven, poesía perfumada en detalles!
¡Ven, brinzal del jardín de mi vida!
¡Ven, magnífica flor del prado de mi amor!
¡Ven, lucero de mi alba!
¡Ven, recuerdo y deseo de mi juventud!
!Ven, ídola, para que pueda adorarte!
¡Ven, para tomar tus pechos con mis manos!
¡Ven, la Khaj, ven, mi señorita Zîn!
¡Ven, déjame para ver tu cuerpo y altura!
¡Ven, deja apagar mis deseos y anhelos!
¡Ven, deja que mi aliento toque tu cabello!
¡Ven, déjame saborear tus labios calientes!
¡Ven, déjame apretar tus muslos suaves!
¡Ven, hermosa, ven, que yo te acaricio!
¡Ven, que te pongo frente a mí como un ramo de flores!
¡Ven, que dejo de quejarme!
¡Ven, déjame oler tu suave cabello!
¡Ven, déjame con los dedos delinear tu altura!
¡Ven, déjame frotar mis mejillas contra las tuyas!
¡Ven, insiste en las citas y las promesas!
¡Ven, sé una kurda y no rompas tus promesas!
¡Ven, yo sacrifico mi alma en tu ojo negro!
¡Ven, déjame sentir el calor de tu cuerpo!
¡Ven, dame besos, besos divinos!
¡Ven, que ya estoy harto de besos cinematográficos!
Instrumento desafinado
Soy un ruiseñor con alas rotas durante la floración
mi corazón tan triste sigue ondeando como siempre
Soy un prisionero kurdo en los albores del Nawroz
mi interior colmado de pasión se ha encendido
Soy un mago sin llamas en la noche de Yalda
en espera del destino perdido
Soy una perdiz sin voz de primavera
una flor incolora esperando la lluvia
Soy la esquina vacía y tranquila para la cita
la sombra de una bella en traje de luto
Soy la mano que suelta a una chica mientras baila
los sentimientos ahogados de un chico apasionado
Soy la tumba del mártir anónimo
el árbol solitario y sin agua
Soy el cuaderno desnudo de un poeta
la vela en las tumbas y los ataúdes
Soy el agujero sellado de una vieja flauta de madera
los sueños complejos y los recuerdos amargos
Soy la ceniza reluciente del fuego de la mañana
el padre de las lágrimas y el hijo de las penas
Soy las alas quemadas de una mariposa
la botella vacía de la taberna
Soy una rama de albahaca lejos del riego
el instrumento desafinado y descuidado
Soy el rocío sobre una hoja amarilla
el agotado y adolorido por todos los dolores
Soy el último rayo del sol de otoño
el viejo poeta enojado y resentido
¿Cómo puedo decirte quién soy?
¡Mientras dudo, si existo o no!
El amor y la libertad
¡Aunque termina la noche, sírveme un poco más, oh mayordomo!
Porque esta noche, otro dolor surgió en mi interior
Sáciame de vino, soy el desgraciado sediento
quizá no veré otra noche, otro trago
Soy tan hiriente y huérfano, creo que,
en el pastel de la vida, ya no se encenderá otra vela
He visto tantos momentos amargos y dulces,
entonces ¿me permitirá la muerte ver otra época?
Un día llegué a la cima del deseo, pero observé
que hay en mi camino otra montaña rocosa
¡Hasta que vea un velo en tu rostro, oh bella kurda
otra niebla se extiende sobre las pupilas de mis ojos!
Khani no está vivo para recitar nuestra historia de amor
todavía están viviendo en Kurdistán otro Mem y Zîn
Mi mariposa del amor no descansa en ninguna parte
aterriza y agita las alas sobre otro pecho y otros senos
Aunque yo viva mil veces más inquieto y desgraciado
tengo en el corazón deseos de otros lunares y otras trenzas
Soy un viajero del camino del amor y la libertad
hasta mi último aliento, aunque no vea más que fracaso
Al ver lágrimas en el rostro de la muchacha con el corazón roto,
dije: “¡Dios! Ojalá yo no vea otro rocío sobre la anémona”
Una noche te estaba esperando, no viniste, mi querida
querías que yo, el poeta del tierno corazón, volviera a estar de luto
No soy Khidr, loco por la edad y busco el agua de la vida
tanto quiero vivir hasta poner esta boca en otra boca
¿Cómo puedes curar mi conciencia llena de dolor?
¿Por qué pierdes otro remedio, oh sabio doctor?
La primavera y la flor, la muchacha y la luz de luna, la poesía perfumada
y el vino, ¿qué más necesitas en este mundo, oh señor jeque?
1977
¿Dónde están?
¿Dónde están los dedos que apretaban los senos firmes?
¿Dónde están los pies que iban a citas de pueblo en pueblo?
¿Dónde están los ojos que veían la belleza y nada más?
¿Dónde están los pensamientos que volaban hacia lo alto y a las cimas?
Las gafas
Desde que mi corazón latió por tener citas
soy fanático de los ojos hermosos, ojos hermosos
aunque soy del país de la gente de ojos hermosos
no vi suficientes ojos hermosos que brillen en mis ojos
cuando era joven los hermosos ojos estaban ausentes de mí
velas, velos y mantos eran mis enemigos
ahora, viejo al borde de la muerte
las gafas no me permiten los hermosos ojos
Deseo
Deseo no haber visto la noche oscura como el sol
deseo no haber pasado un momento sin mi amante
deseo que la vejez no me agotara
deseo haber muerto en la primera cita
1977
El aguacero
Prométeme para que me vuelva a la cita
dame un beso húmedo de tus labios, déjame ser joven de nuevo
mientras mis manos temblorosas tienen fuerza para apretar los membrillos
déjame ser huésped de nuevo en el jardín de los senos por un tiempo.
La bella lechera limpia las lágrimas por no tener un pastor
todavía puedo ser un pastor en las montañas.
Soy la flor sobre la tumba de un viejo deseo, pero
si me cae el aguacero creo que podré volver a sembrar
el jeque de San’an dio la espalda al Islam por una cristiana
estoy a punto de arrepentirme de dejar el Islam por una muslumana.
19 de julio de 1978
Te recuerdo siempre
En la fiesta, al bailar
en la alegría, al reír
en la junta de luto y llanto
te recuerdo siempre, oh mi patria.
Por la noche hasta que me gana el sueño
por el día hasta que vuelve la penumbra
mientras estoy hablando con otros
te recuerdo siempre, oh mi patria.
Cuando visito el rosal
con la banda de amigos leales
incluso mientras me acaricio con mi amor
te recuerdo siempre, oh mi patria.
En la montaña, en la temporada de caza
en la granja cuando me arremango para trabajar
en la cita cuando aprieto los senos de mi amante
te recuerdo siempre, oh mi patria.
Te dedicaré toda mi vida
me enfrento a enemigos en la trinchera
lo juro por tu tierra, al borde de morir
te recuerdo siempre, oh mi patria.
Şîlanawê, 1944
Tema y variaciones (1950) es un poemario de experiencias. En él, el lenguaje y la plasticidad sonora y visual de la palabra toman posición y distancia de ese universo poético que Jorge Eduardo Eielson (Lima, Perú, 1924-Milán, Italia, 2006) estuvo construyendo en colecciones anteriores como Reinos (1944), Bacanal (1946), Doble diamante (1947) o el poema largo “Primera muerte de María” (1949). En las piezas de 1950, el artista mueve y estira las palabras en una especie de ludismo vanguardista que convierte a estas en objetos físicos y matemáticos.
Con esto me refiero a que el poeta ya no se rinde ante el poder creador o mediador del lenguaje, sino que se despoja de esta comodidad hacia una palabra poética en la que nadie habla y que, como recuerda Maurice Blanchot en El espacio literario, no sirve para designar algo ni expresar a nadie.
En Tema y variaciones, la palabra no crea ni ordena o media; al contrario, permuta, desarma, confunde y escamotea lo que representa. Se abre hacia un tipo de experimentación y se convierte en un síntoma de otras operaciones en las que la poesía no solamente se entrelaza con las artes plásticas —probablemente, una idea que siempre ha estado orbitando en la obra y en los estudios sobre la poética de Eielson—, sino también con las c0m1n4c10n3s m4t3mát1c45. Por ello, frente a esta práctica estética descubierta, es necesario replantear o reinventar las formas de lectura de la obra del peruano, al menos en este libro.
Ironizando la experiencia de lectura de un poema, Mario Montalbetti, en su ensayo “Desdichadas lecturas. Sobre ‘Los reyes rojos’ de José María Eguren”, enunciaba la hilarante oración “Un poema no es un sudoku”. Con esta feliz afirmación, el poeta y ensayista cuestionaba cómo la sobreinterpretación básicamente destruye el poema. Con el símil “poema sudoku”, compara los dos términos al relacionar la interpretación de un poema con el desarrollo del juego matemático de cuadrantes. La sobreinterpretación convierte al poema en un ejercicio de resolución y respuestas. Lo agota y lo deja sin el “resto”, ese “algo no explicado” que concita la atención de Montalbetti.
Me pregunto si en realidad un poema es un sudoku, es decir, un juego matemático de resolución y respuestas, más aún cuando nos enfrentamos a algunas piezas de Eielson. A esto le sumo otra pregunta: ¿cuándo se agota el poema? o ¿cómo sabemos que ya se agotó? La cualidad valorativa de esta pregunta es similar a otra cuando, ante formas poéticas “no tradicionales”, surge la siguiente interrogante: ¿cómo sabemos que ese poema que juega con números y letras tiene calidad sobre otros? Y es que una de las reiteradas preocupaciones de los análisis de poesía es la medición del verso por medio de ciertos recursos: ésos que permiten o dan la sensación de simbolizar una cantidad, la misma que determina si el poema se agota o si el poema es mejor que otro. En ello radica que, para interpretar un poema, nos apoyemos de la versología, la retórica, la semiótica, la estilística, entre otras formas de medida orientadas a develar el funcionamiento del lenguaje verbal, ya que representan algo como un tipo de enfoque que emplea un tipo de sistema. El poeta siempre está jugando con el lenguaje; el estudioso de poesía siempre está buscando una forma de medirlo, así sea partidario o no de “agotar” el poema. La poca o nula diferencia entre interpretar o sobreinterpretar, o la consciencia ausente de saber si el “resto” fue explicado o no, ver el poema como sudoku o no, emplea en él una medida que siempre piensa en un lenguaje verbal por sobre otros aspectos del poema. Sin embargo, creo que éste no es el potencial del sudoku que me interesa, sino lo que ocurre si identificamos el sudoku literalmente.
Pensar en el poema como un sudoku no es una limitación; al contrario, el sudoku juega con la limitación. Pensar en el poema sólo como un objeto de palabras le resta espacio a pensarlo también como un objeto de estructuras y patrones. Para evidenciar esto, me propongo leer algunas piezas de Tema y variaciones no como un depositario de figuras retóricas, sino como una muestra, precisamente, de patrones y estructuras. Al leer poemas como “Solo de sol” o “Nocturno”, una primera impresión es la recurrencia a la aliteración, esa figura retórica en la que prima la repetición de sonidos, de modo que “solo”, “sol”, “solamente”, “lechero”, “leche”, “pecho” y “noche” se endulzan poéticamente.
Solo de sol
sólo el sol
el sol solamente
solo en el cielo
y yo tan solo
a solas con el sol
sonrío simplemente
Sin embargo, pienso en la cacofonía, en esa misma operación en la que artificios como éstos causan ruido y no presentan una voluntad estética. Despejar la mirada de la aliteración y, en su lugar, enfocarnos en la cacofonía resulta significativo, pues nos entrega palabras con sonidos silábicos repetidos que permutan. Las palabras van de un lado a otro como intentando colonizar el poema en una sola operación: la combinatoria de aquéllas. De hecho, considero que Eielson capitaliza la pobreza léxica y, con esta limitación, reduce la construcción poética a su mínima expresión en la que es posible crear con algunos elementos o variables, como en el poema “Nocturno”.
Nocturno
es el lechero que me trae
la leche por la noche
o más bien la noche que me trae
la leche de tu pecho
o es acaso la gran dicha
de blandir un hacha
cuando la lucha es mucha
o la muchacha que se viste
todas las noches
con mi desdicha
no es el lechero ni la noche
mi desdicha ni tu pecho
sino la mucha dicha
de blandir un hacha
entre el muchacho y la muchacha
Otro ejemplo de esto es la pieza “Poesía en A mayor”, cuyo título ya anticipa un poema escrito desde el límite, en el que prevalecen pAlAbrAs que contienen la letra “A”. En estos tres casos, los ejercicios son retos interpuestos al lenguaje en los que la limitación se convierte en la condición creativa.
Poesía en A mayor
estupendo Amor AmAr el mAr
y vivir sólo de Amor
y mAr
y mirAr siempre el mAr
con Amor
mAgnífico morir
Al pie del mAr de Amor
Al pie del mAr de Amor morir
pero mirAndo siempre el mAr
con Amor
como si morir
fuerA sólo no mirAr
el mAr
o dejAr de AmAr

Es quizá esta forma de tratar la construcción poética una dimensión que orilla la obra de nuestro artista con la experimentación ensayada posteriormente, en 1960, por el Taller de Literatura Potencial (OuLiPo), fundado por el matemático François Le Lionnais e integrado por Raymond Queneau, Jacques Roubaud, Georges Perec, entre otros. Los miembros del OuLiPo transpusieron la matemática a la literatura como una forma de experimentación, en la cual las palabras pueden ser variables de una ecuación y generar distintos resultados. Esto es lo más parecido a crear obras que juegan con restricciones como la de escribir una novela sin la letra “e” de Perec en La disparition (1969), o un relato S+7 como “Translation” de Queneau, que consiste en reemplazar cada sustantivo de un texto preexistente con el séptimo sustantivo que sigue en un diccionario específico. Es más, a estos procedimientos los oulipo las denominaron contrainte, traducido por Antonio Fernández Ferrer como “coerción”, ya que aquello que surge son obras obligadas a ser construidas con ciertos límites.
Diez años antes al Taller de Literatura Potencial, las coerciones o limitaciones con las que juega Eielson me hacen pensar en el poema como ecuación. En ese sentido, considero que las piezas de Tema y variaciones están más cerca de la matemática que de la poesía. Estas pueden ser construidas con algunas variables o ciertos límites previamente establecidos. De hecho, formar versos y estrofas son ejercicios de agrupamiento de sintagmas verbales que apuntan a un cierto sentido establecido por la voz poética. Eso explica que la variación matemática, forma de agrupación de elementos en los que importa su orden y en los que no se emplean todos ellos, sea una de las operaciones más practicadas en este poemario.
De acuerdo con el matemático Michael Hurtado, en su conferencia virtual “La poesía de las matemáticas” (2020), este tipo de combinatoria es la que se observa en el poema “Variaciones en torno a un vaso de agua”.

En los 12 versos del poema, son cuatro los elementos presentes, entre sustantivos y pronombre: el vaso de agua, las manos, el tú y los labios. Es decir, estos cuatro elementos son los que crean un poema completo o se trata de un poema completo creado sólo con cuatro elementos. Para hacerlo, el poeta forma grupos o versos compuestos por dos elementos cuyo orden es relevante a pesar de contener los mismos. Es decir, en la variación no es lo mismo “el vaso de agua en mis manos” y “mis manos en el vaso de agua” (a-b y b-a) o “tú en mis labios” y “mis labios en ti” (c-d y d-c). En el poema, la limitación (coerción) posibilita una combinatoria que en lenguaje matemático puede sintetizar esta pieza como una variación de 2 sobre 4, formulación en la cual 2 representa el número de la cantidad de elementos que integran los grupos formados, y 4, el total de los elementos que lo pueden componer; o también se puede entender que donde 4 son los elementos y 2 son los que, sin repetición, se emplean en cada verso:

El poema “Variaciones en torno a un vaso de agua” es una variación de 2 sobre 4 que es igual a 4! sobre (4-2)! Al desarrollar la operación dentro de paréntesis, ésta se sintetiza en 4! sobre 2!, cuya expresión es la siguiente:
Esto quiere decir que el poema de Eielson contiene 12 variaciones (o 12 versos) resultantes de combinar cuatro elementos en versos compuestos por dos de ellos.
Para Eielson, los poemas de Tema y variaciones oscilan precisamente entre estas operaciones, un conjunto de sustantivos o nombres que entran en combinatorias matemáticas como la variación. En ese sentido, las palabras se convierten en variables poéticas; es decir, son signos susceptibles de contener un valor determinado (gramatical o numérico), conocido o no, dentro de la ecuación o pieza de la que forma parte. Y es “ecuación” el nombre de otro poema que resulta ser un arte poética de estas ideas.
El poema parece fijar una estructura de dos quintetos en los que subsisten elementos gramaticales como adjetivos interrogativos, interjecciones, preposiciones; mientras otros pueden cambiar, pero manteniéndose en la misma línea gramatical de los adjetivos (Y) y sustantivos (X), como si éstos fueran variables cuya incógnita podemos reconocer.
¡oh qué tremenda ecuación
cuánto doliente esplendor
entre esta manzana rojiza
que reposa en una mesa
y mi cabeza!
¡oh qué brillante ecuación
cuánta celeste alegría
entre esta naranja amarilla
que reposa en una silla
y mi mejilla!
¡oh qué Y ecuación
cuánto Y X
entre esta X Y
que reposa en una X
y mi X!
¡oh qué Y ecuación
cuánta Y X
entre esta X Y
que reposa en una X
y mi X!
Manteniendo la estructura, el poema juega con sus variables poéticas (atendiendo a una primera restricción, la gramatical) y transforma el sentido entre las dos estrofas. En “ecuación”, la limitación es una posibilidad creativa que, desde el significado de las variables, puede revertir el sentido de las estrofas. Una segunda restricción sería la rítmica que, según lo señalado por Eduardo Lino en la conferencia virtual “Temas y variaciones de Jorge Eielson: Aproximaciones desde la versología” (2021), se presenta de la siguiente manera:
Análisis de Eduardo Lino
¡oh qué tremenda ecuación o ó / o ó o / o ó o
cuánto doliente esplendor ó o / o ó o / o ó o
entre esta manzana rojiza o ó o / o ó o / o ó o
que reposa en una mesa o o ó o / ó o / ó o
y mi cabeza! o o o ó o
¡oh qué brillante ecuación o ó / o ó o / o ó o
cuánta celeste alegría ó o / o ó o / o ó o
entre esta naranja amarilla o ó o / o ó o / o ó o
que reposa en una silla o o ó o / ó o / ó o
y mi mejilla! o o o ó o
Mi versión
¡oh qué profunda ecuación ¡oh qué Y ecuación
cuánto gozoso resplandor cuánto Y X
entre esta guayaba morada entre esta X Y
que descansa en una grada que reposa en una X
y mi ventana! y mi X!
En los poemas de Tema y variaciones, la poesía no juega en cuadrantes pero sí se compone por patrones y estructuras; es un acto de probabilidades en la que sus variables gestan operaciones que se desarrollan en un espacio-tiempo de la hoja en blanco de acuerdo con reglas, condiciones o coerciones de creación. Es lo más parecido a lo que Johan Huizinga definía como juego. Se reconfigura la performance del lector hacia una experiencia en la que, ahora como jugador, habita y juega en el lenguaje con las reglas de la matemática. Será por eso que para Terry Eagleton la poesía no es algo que se nos dice, sino que se nos hace. El sudoku busca acrecentar este nivel de experiencia en el lector que sigue los patrones del juego, así como el estudioso de poesía sigue los tropos del lenguaje.

Creo que leer como sudoku es leer la matemática del poema, si es que la poesía no es ya matemática en sí misma. Pero, por muy elemental que esto puede parecer, la combinatoria, como operación predilecta de este poemario, no lo es. El poeta puede saber cuántas posibilidades numéricas existen, pero no cuál de ellas será la que crecerá en el poema. Si el ser de la poesía radica en lo que no se puede aprehender o carece de sistema de medida, es la combinatoria de variables ese algo no ilustrado ni explicado que aún juega y se escapa de nosotros, azar y determinismo finisecular que tanto me gusta de lo poético. Como Mallarmé, Eielson juega a los dados con las palabras así como los poetas, en realidad, las combinan o agrupan en versos, estrofas y poemas. Es la premisa que nos señala que aquéllas pueden ser objetos intercambiables de valores y posiciones, como escapando sólo de la exclusividad verbal para asumir que la poesía es un puente entre la matemática y el lenguaje.
* Ensayo perteneciente al libro Estos ensayos no tienen principio ni fin. Textos para perder la orilla sobre la obra de Jorge Eduardo Eielson (Ediciones MYL, 2022).
Bibliografía
Blanchot, M. (2002). El espacio literario. Editora Nacional. (Original publicado en 1955).
Eielson, J. (1976). Poesía escrita. INC.
Fernández, A. (2020). Introducción. En R. Queneau. Ejercicios de estilo. Cátedra.
Huizinga, J. (2007). Homo Ludens. Alianza Editorial; Emecé Editores. (Original publicado en 1938).
Hurtado, M. (2020). La poesía de las matemáticas [videostreaming]. En Concytec Perú. (4 de diciembre del 2020). La poesía de las matemáticas. [Archivo de video]. Youtube. https://youtu.be/tAQf6t2moj0
Lino, E. (2021). Temas y variaciones de Jorge Eielson: Aproximaciones desde la versología [videostreaming]. En Masmédulab. (29 de mayo del 2021). Texto para permutar / permutar para texto – Diálogos tridimensionales entre ciencia y poesía. [Archivo de video].
Mallarmé, S. (2017). Un tiro de dados. Ediciones El Tucán de Virginia. (Original publicado en 1897).
Montalbetti, M. (2014). Cualquier hombre es una isla. Ensayos y pretextos. Fondo de Cultura Económica.
Morales-Almazán, P. (2021). Poesía y Matemática [videostreaming]. En Masmédulab. (29 de mayo del 2021).Texto para permutar / permutar para texto – Diálogos tridimensionales entre ciencia y poesía. [Archivo de video].
20
¿Estás frente a la pared? :
No
Contra la pared :
Me cuestiono rezo
Miro los ladrillos las grietas
Contra la pared :
Me masturbo susurro
Me hurgo
Contra la pared :
Contra la pared :
Escupo
Vomito
Deslizo mis garras
Contra la pared :
Me sofoco
Me odio
Contra la pared :
Hablas:
No me quieren,
aunque fui buena.
21
Buscas en el lugar correcto
las respuestas equivocadas
la gente pasa
no se detiene
la calle cálida te envuelve
hace tiempo que no siento un par de brazos
rodeando mi cuerpo
no hay quién se acerque
a tocarte :
Detrás del espejo suenan las alarmas.
22
Miras sobre tu hombro
Las campanas repican
En lo alto las nubes se tornan rosa y azul
como los algodones de azúcar
que te compraban de niña
el sol recién despertado
te abraza
Quieres escuchar una palabra
que borre tu memoria
La ausencia :
Gruñe en tu cabeza.
27
Ha pasado un siglo en sólo dos días
Quieres pinchar tu dedo con la rueca
y seguir dormida:
No transcurren las horas en esta ciudad.
28
Gastadas las zapatillas
aún son rojas
¿Brillan?
Chasqueas los talones
no hay destellos
¿Existió Kansas?
Hace tiempo que Toto no ladra
¿Murió?
No lo recuerdas:
el tornado sigue en tu cabeza.
30
Entre tus brazos meces
la cabeza de una muñeca
acunándola tiernamente
Miras su rostro
la acaricias tratando de alisar su cabello
sólo pudiste quedarte con ese pedazo
Le cierras los ojos
para no despertarla :
Quiero dormir el sueño no llega.
Esta serie de cómics son parte de Nihilistas de internet 5, un fanzin de cómics experimentales que autoedito desde 2017. Fueron escritos en el laboratorio de poesía impartido por Xitlalitl Rodríguez Mendoza y Luis Eduardo García en 2022.
Escribo
Escribo con las fauces abiertas
y el deseo en alto.
Escribo ante la imposibilidad
de arrodillarme.
Escribo para quienes
creen que lo han perdido todo.
Escribo para acallar un silencio
que al fin puedo nombrar:
violencia.
Escribo quién soy para no perderme
entre los mandatos
de lo que debí haber sido.
Balada a la codependencia
Un mar de sábanas blancas
llega hasta la orilla de la cama.
Por un lado el vacío
y por el otro, las barras
que enmarcan y aprisionan.
Sábanas limpias.
Las almohadas
se acurrucan
una en otra y resplandece
la blancura.
Todo ha sido
amorosamente calibrado.
La cama domina la habitación.
Esto es el escenario para una balada
en honor a la codependencia.
Segunda lengua
Creamos un lenguaje
lleno de lugares comunes.
Los días fueron habitados
por la voz del otro.
Así nos mantuvimos
hasta que me nombraste
asfixia
vientre colgado
sobra
bolsa de basura
sobra
de las sobras.
Las palabras rompieron
contra mi cuerpo.
Nunca pensé
que ese idioma
iba a costarme tanto.
Miedo al dolor
Temo a la colección de adjetivos
que acompañan el dolor
y al fraude verbal
de las supuestas mejorías.
A pesar de los registros
soy incapaz de hablar de esto.
Cada vez más aislada.
Mi situación me avergüenza.
Temo a las imágenes
repetidas en cientos de mujeres:
el cuerpo
contrahecho
arrastrado a la misma mesa
a la misma noche
al mismo vacío.
Es patético reconocerse
en la tristeza de las otras.
Hay una culpa ciega
por no ser suficiente.
Alguien toca la puerta.
Domino la tensión del día.
El dolor de examinar el dolor
y continúo con mi desplome.
Presagio
Mamá va a morir.
La promesa de su falta
me da la fuerza que necesito
para disolver esta perpetua noche
donde mis hijos
son el único punto
luminoso.
Las aves de mis manos
Los pájaros me miran
desde sus nidos
detrás del cristal de la ventana.
Aquí dentro
hay aves en las sombras
de mis manos.
Nos hacen compañía
sus aleteos
y sus trinos
llenan el espacio.
Los reflejos confunden
a los pájaros de afuera
como si en mi casa
hubiera aves domésticas
que no sienten miedo
de estar encerradas.
Pasan
por las paredes,
se detienen
en cables invisibles.
Un pájaro del mundo
se estrella contra el cristal
y cae al piso
tiembla con sus alas rotas.
En desbandada
los otros pájaros
se alejan.
No hay angustia mayor
que la de un ave que agoniza.
Tomo la muerte entre mis manos.
Mis dedos de ave rozan
el diminuto cadáver
al tiempo que surcan
voraces
los cielos
de las paredes que nos confinan.
28/03/2020
Estaba segura de que mi madre
daría la vida por cualquiera de nosotros.
Internarse en el fuego
a pesar de tenerle fobia.
Cortar el cable de la escafandra
si el barco necesitara perder peso.
El día que enfermó
intentamos inventarle
una nueva vida
pero ella quiso conservar la suya
en una patria de sábanas
medicamentos y estudios.
Así fue hasta que la cuerda
del dolor fue apretando
y su cuerpo se convirtió
en un paisaje imposible.
Mi madre
murió mientras decía:
me alegra saber que aceptas
lo imperfecto del futuro.
* Poemas pertenecientes a Nacieron flores en mi boca cuando olvidé tu nombre (Espina Dorsal, 2023).
Un día de san Gerardo
Cuando anuncian por el altavoz que se ha
perdido un niño, siempre pienso que ese niño soy yo
Ramón Gómez de la Serna,
de las Greguerías
Un día de san Gerardo, mi madre
me llevó a la Agonía, la iglesia
estaba llena y me perdí. Pensé
que mi madre me había abandonado.
No recuerdo. Quizá tres o cuatro años.
Tal vez cinco. La busco desde entonces
y sólo
hasta ahora
empiezo a encontrarla.
Uno breve, sobre la madre
Madre, estas palabras que te escribo
crecen. Son la enredadera que nunca
tuviste. Estos poemas son los frutos
de aquella vida que te fue negada.
La mansión de los justos
¿Quién vive en la Mansión de los Justos?
¿Quién ha entrado en esa casa?
Rodeada por siete muros acoge las almas
piadosas que no recibieron el bautismo.
Es una sala de espera donde aguardan
trece figuras bajo seis arcos de piedra.
¿Qué esperan? Acaso el perdón, acaso
las visiones de un jardín donde crecen
mariposas de alas transparentes y vivos
colores como el rocío tras el sol.
¿Su madre estará en uno de sus cuartos?
¿Habrá cruzado los anchos portones?
Su hijo no cree, pero reza cada noche.
Repite con cuidado esas frases
que ella le enseñó desde pequeño,
un mantra antiguo para los fantasmas:
“Abuelita y mamá,
que Dios las tenga en
la Mansión de los Justos
gozando por toda la eternidad”.
He ahí el rezo donde nacen
la poesía y el asombro.
“La maldición de Jehová está
en la casa del impío, mas Él
bendice el hogar del justo”.
Proverbios 3: 33
Job
Todo el sacrificio del que somos
capaces. Toda la tortura,
el duelo. Todo el tormento cabe
en un grano de sal.
Aprendemos en la niñez
la contención, la voluntad
inquebrantable. El ragú
nos enseña la paciencia.
Sabemos que tendremos
una dieta austera, a base
de hierbas y vegetales.
La sal provoca sed. Copos,
cúmulos, montañas. Es la blanca
ausencia del silencio,
la matriz de mejores días.
Danos la fuerza, Señor, para
seguir adelante a pesar
del mundo. Señor, vos que sabés
el olor de la sangre y la herrumbre
danos esa fortaleza. Hacenos
hincar sobre piedras, hacé
que nuestras rodillas sangren. Sólo
sabe el sacrificio quien camina
a tientas mucho tiempo.
¿Cuál dios ha modelado nuestro
dolor? ¿De dónde la fragilidad?
Señor, danos esta fuerza
que te pedimos. No podremos
pagártela jamás, pero estamos
seguros de que no te hace falta,
porque todo lo tuyo
es herencia del padre.
En el paraíso las campanas
suenan al revés.
Es un sonido que no empieza
ni termina, sólo existe.
El sacrificio no tiene razones.
La sal no caduca.
Danos la fuerza, Señor,
solo eso te pedimos.
Mi madre aún amasa la masa
En el Silabario castellano la imagen era clara: “Mamá amasa la masa”. Así practicábamos
“ma-me-mi-mo-mu”.
Papá. Papá, por supuesto, “lee el periódico”. ¿Quién podría cuestionar eso en un hogar de
clase media a mediados de los años 80 del siglo XX en una provincia
centroamericana?
Mi madre aún amasa la masa. Se inclina luego sobre esas circunferencias blancas que
para ella son la única forma del amor que aprendió. Por un tiempo, parecía que la edad ya no se lo
iba a permitir. Como un último aliento, hoy muele mucho más que antes. Su último hijo siente culpa.
¿Cómo impedirle que haga eso que para ella es una ofrenda sagrada, su repartición del
pan, su multiplicación de los peces, su transformación del vino en agua?
¿Por qué permitirle que lo siga haciendo, que su cuello sufra, que sus manos se cansen y
su cuerpo sucumba? ¿Qué tengo que ver en sus escogencias? ¿Es vanidad o egoísmo?
Qué puede uno saber de lo que arrastran sus 90 años. ¿Cuántos gramos de culpa?
¿Cuánta sal? ¿Por qué una mujer cuya bondad es infinita ha de soportar sus penas y entregarlas en
forma de alimentos?
De niño la vi llorar muchas veces por su madre muerta. Yo pensaba que era lo natural.
Una imagen recurrente que con el paso de los años se fue difuminando. Sólo muy de vez en cuando
regresa a mí y se queda girando por unos días.
Toda familia se funda en un secreto. ¿Cuál es el de la mía? ¿Cuál es el de mi madre? La
masa enmudece ante mis preguntas. Las sílabas no me dicen nada: “cul-pa, “cul-pa”. Pero estoy
seguro de que hay algo más.
Hijo
No supo nada sobre
su hijo. Recorrió el mundo
entero para encontrarlo.
Cuando lo tuvo de frente
no supo qué decirle,
cómo hablarle. Esperó
cuatro inviernos hasta que
los prados lo acogieron.
Para entonces, se le había
clavado en el pecho una
estaca hecha de hiel.
Sus manos eran cuencos
vacíos: nada tenía
para ofrecer. Su hijo
habitaba una región
antigua. Bebía de
las fuentes como quien
bebe de las estrellas
o del tiempo. Su diálogo
fue el silencio. Se había
hecho tarde y ya era
hora de partir, de irse
para siempre hacia la noche.
Se despidieron como
quien despide a un amigo
incómodo. Ambos, madre
e hijo, sabían que
se iban ellos mismos,
en otros pies, a otro ritmo.
*
No comprendía su voz.
Por las noches se preguntaba
de qué podía enorgullecerse
y entonces la embargaba
la tristeza y la culpa.
Jamás aprendió o más bien
seguía aprendiendo,
pero sentía que ya había
pasado el tiempo necesario.
Quería abrazarlo y se alejaba,
quería sentirlo y no podía.
Quería decirle “Te amo”
y se atragantaba.
No supo nunca encontrar
el camino de regreso
hacia sus brazos. Excepto
aquella vez en que fueron
juntos a recorrer la ciudad,
como si nada, como
si no hubiera nada más.
“Siempre me gustó este
parque. Aquí me traían
a comer después
de comprarme la ropa
de Navidad”. Pero ya esas
palabras resonaban lejanas.
En otro tiempo, otra voz.
No eran para él, no le decían
nada. Sus ojos se posaban
en las palomas que comían
las migajas de un silencio
compartido.
* Poemas pertenecientes a La culpa (Nadar Ediciones, 2023), ganador del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de Poesía 2023.
Blanca Berjano, Rosario, Valparaíso Ediciones, Granada, 2023, 58 pp.

La poesía, ese demonio de la tradición que surge para escribir lo que en la lengua no existe. Nos lo enseñó Idea Vilariño y cada vez nos parece más certero. La poesía permite distinguir los bordes del abismo y, a veces, vislumbrar la liana brillante que nos puede sostener pendulando sobre la nada. La poesía, “qué es sino mástil al que me aferro que en seguida se oxida porque la palabra se desvanece”, escribe Blanca Berjano (Madrid, España, 1987) en Rosario, un poemario magistral en torno a la memoria íntima y colectiva, a los silencios heredados y al odio entre hermanos y hermanas. La ternura y la delicadeza con las que Berjano empuña la pluma contrastan con la brutalidad que esconden sus poemas. Y en este hallazgo de piedra y corazón está el regalo de este poemario: Berjano escribe lo que en la lengua no existe. Un libro que se abre como un precipicio desolado y nos invita a pensar en los mecanismos que trazan la memoria personal y la memoria política. Un poemario deslumbrante y ambicioso.
“Grita/ me escapé de casa a los diecisiete/ grita/ ¿tú ya sabes que tu abuela fue franquista?” Rosario —la tía Rosario— se asoma al portón con la escopeta, como si toda su vida fuera un protegerse del daño de los otros. La niña que observa y se posa en el poema diciendo “somos nosotras tía, somos nosotras”. La niña tiembla frente al silencio de la cámara magmática familiar, ese volcán que lleva mucho tiempo apagado pero cuya influencia silenciosa trepa por las bocas como chimeneas apagadas. La voz poética, niña-joven-otra vez niña, sabe y no sabe pero insiste y reclama el lenguaje que la nombre. Enuncia, enciende la mecha al nombrar las palabras silenciadas, y toda la lava acumulada durante años de inactividad brota y transforma el mundo conocido. La conciencia de la verdad, el peso y su responsabilidad, el testimonio desgarrador de la madre que ha decidido huir de la violencia pero no ha podido salvar a sus hijas de ella… Todo lo que impone la herencia tremenda de las dictaduras, los cuerpos marcados para siempre, son algunos de los temas que articulan los poemas y componen este libro extraordinario.
La voz poética se asoma a la fisura que deja el movimiento sísmico y araña los vestigios de un tiempo brutal de soldados bravucones, que entran en las casas y se llevan a las mujeres; de mujeres que fingen demencia para volver a casa, sabiendo que casa nunca volverá a ser igual; de mujeres que huyen del hogar de sus padres para no llevarse con ellas el pasado, pero a quienes el ayer las persigue y las alcanza en cada esquina, porque entre las cosas que no podremos olvidar está la violencia que a veces nos ha educado más que el afecto. “Busco a mis muertas/ aunque sé que sus héroes fueron los verdugos de la plaza de España/ bañándose grotescos/ en la sangre que brota de la tierra”. Berjano se acerca a la herida en carne viva de la tierra y elabora la pregunta que tanto miedo parece tener el mundo de pronunciar: ¿quiénes eran los justos? En su voz la palabra anhelada entronca con la miseria, la violencia sin explicación y sin perdón, la familia destruida por la brutalidad que sale a las calles y no distingue nombres, la vida horadada por la rabia de poner rostro a los enemigos que antes eran amigos. La memoria histórica está compuesta de memorias individuales que persisten en su dolor, y esa herida es la que se asoma a este libro, lo atraviesa y nos arranca todas las seguridades. El gran tema termina siendo la destrucción del mundo, que es a lo que apelan todas las guerras, la enajenación que lleva a la distorsión de la mirada —el otro ya no es el otro sino una representación de los propios miedos, y la única forma de sobrevivir es eliminándolo— y la soledad a la que todos los perseguidos son condenados. “No conozco la historia/ pero siento el peso/ de la violencia/ anidando en las pestañas/ de una niña pequeña”, escribe Berjano.
El silencio familiar es el gran protagonista de este poemario. La voz poética recorre los paisajes de la infancia —desde su memoria, la de su madre, su tía Rosario y su hermana trans— e intenta reconstruir un relato salvífico, una nueva forma de nombrar el mundo sin el silencio que apaga la verdad dormida del volcán. Aquí encuentro algo fascinante: la voz es colectiva. Por momentos, quien habla es la niña nacida en la democracia —“¿Cómo me considero hija de la libertad si tengo un pasado que me pesa?”—; pero luego la voz se tuerce y aparece un registro nuevo, la tía Rosario, que reconstruye el secuestro y la rabia de los hombres sobre su cuerpo —“y me queda qué lengua/ si me arrebataron/ la voz/ y mi hermana no es mi hermana/ ni mi casa es ya mi casa”—. Y su testimonio será pronto una voz colectiva nacida de la tierra —“se hizo la loca para que la dejaran marchar”—. Berjano fusiona los discursos de forma extraordinaria, difuminando la distancia generacional y construyendo una voz feminista plural, salvaje y rotunda que nos invita a pensar en la fuerza de la reconstrucción de nuestra genealogía y de la memoria de las nuestras. Porque entender el pasado de nuestras ancestras —y pronunciar también sus desvíos y su violencia— nos puede servir para revisar nuestro propio pasado, poner luz sobre la incomprensión y el dolor heredado que hemos mascullado sin ser capaces de verbalizar. Este viaje del nosotras al yo es el gran ejercicio de este libro alucinante: “Aprehender el color de la piedra/ sus diferentes estratos que eran mi carne/ hasta llegar a la grasa/ de mi cuerpo de niña”.
Rosario es un poemario donde la furia coordina los vértices del relato, pero donde también hay paisaje y ternura, en un equilibrado y sofisticado trabajo formal. La voz poética busca explicar sus propios fracasos a través del silencio hereditario, quizá con el deseo de hallar perdón por no haber sabido cuidar lo que se ama —“No logré cuidar a nadie/ rescatar aquel hogar descompuesto/ y aquella sensación de fracaso”, leemos. Y también: “Yo […] que había mordido la manzana de la princesa/ que seguía creyendo en la bondad”—. Pero para conseguir el indulto debe antes reconstruir el relato, y para hacerlo debe adentrarse en las ruinas de la casa familiar a fin de interrogar a los fantasmas que habitan todavía en la memoria. Recién desde ahí, y poniendo en palabras la memoria de las idas, podrá acceder a la gracia. “Aquella casa hacia fuera erguida/ llena de escombros por dentro”, escribe Berjano en un poema que lleva un fragmento de La casa perdida de Wisława Szymborska y el mismo y bello título. Por todo esto, lejos está este libro del discurso derrotista; rezuma un testimonio luminoso que late en los gestos primigenios y se eleva desde la sororidad. A lo largo de todo el poemario, la autora hace pie en múltiples voces y nos ofrece una doble lectura sobre la memoria íntima y colectiva, en un libro durísimo a la vez que lúcido y que derrocha ternura. “Entrégame tu abismo,/ lo cubriré de sueño”, escribe Szymborska. Y es precisamente eso lo que hace Blanca Berjano: asomarse al abismo para encontrar palabras que transformen la realidad en un sueño de vida y memoria colectiva.
shopping
Segundo piso. Espacio circular
como el ruedo de una plaza de toros.
Grandes ventanales para que uno
no se dé cuenta de que, alotro lado,
amenaza la salvaje primavera
con mosquitos, escarabajos, arañas lobo
y una lluvia que repite el estribillo
de una perdida canción de infancia.
Mientras cada uno
en sus juegos de ocios y soledades.
A veces, acompañados, comentan
sobre los objetos que han contemplado
en las vitrinas del primer piso.
Otros, en cambio,
toman café como una ceremonia del hastío
en un lugar que se parece a los aeropuertos.
Y tal vez llegan a enamorarse unos de otros
porque allí el amor y la felicidad se parecen
a una bolsa ecológica de supermercado.
Pero ese miércoles entró un gorrión
sin plumas como perro calvo por su casa.
Días más tarde, alguien advirtió:
el canto desentonaba con el paisaje.
—Y comenzaron a juntarse entre todos
para matar al pájaro.
matrushka/
El instante estrenó el caos
durante la lectura después de la siesta:
Un insecto cayó
entre las páginas donde se narraba
la historia de David y Goliat.
El lector hizo una pausa para contemplar
ese insecto largo de comba caparazón irisada
entre azul y verde, antenas con borlas negras,
patas que sacuden la brisa de la tarde.
No podía darse vuelta,
pero tampoco había tregua.
Entonces, un pájaro
entró para picotear al insecto.
La agonía fue breve.
Luego de varios segundos,
escapaba por la ventana
con la algarabía de ser benteveo;
mientras el lector piensa
en la melodramática violencia del mundo
como un secreto dentro de otro secreto.
Desde el follaje el benteveo canta
para estrenar un nuevo caos.
—Hasta que alguien
desde las páginas del libro
apedrea al pájaro.
piromanía
Prendes la laptop.
El mundo es azul klein.
El monitor no es más que otro marco de ventana
aunque no puedes contemplar dos veces
El plumaje de un mismo pájaro.
Googleas.
Lees un poema breve.
Buscas un blog acerca de ese poema breve.
Buscas anécdotas en la vida
de ese poeta que escribió el poema breve
como si fuera un mamífero decoupage.
Mientras te preguntas
para qué encontrar en los tomos del Espasa Calpe
palabras que ignorabas.
Para qué escribir un poema
si uno no puede contemplar dos veces
el plumaje de un mismo pájaro
porque uno se ha prendido fuego
con tanta información.
—Como aquel bonzo del 63.
Traducción de Jorge Aulicino
Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908 – Turín, 1950) tenía para sí que “escribir es lindo porque reúne dos alegrías a la vez: hablar solo y hablarle a muchos otros”. Dispersos en cartas remitidas a distintos corresponsales, en hojas sueltas, en cuadernos manuscritos y aún en la eventual prolijidad que entonces aportaba una máquina de escribir mecánica —aunque tales transcripciones han llegado a nosotros con tachaduras y correcciones ológrafas marginales—, Pavese acumuló una obra que había conocido lectores de manera fragmentaria y accidentada. En un libro que la editorial Einaudi dio a la publicidad en el presente siglo, se incluyeron por primera vez en un solo volumen, y como parte de la obra poética completa, la suma de estos poemas. Bajo la forma expresa del verso regular (sonetos, cuartetas rimadas); construidos a través de acumulación de imágenes que hacen recordar los procedimientos de cierto famoso poeta con residencia permanente en Camden, Nueva Jersey (iteraciones, anáforas, epanalepsis, repetición incluso de versos enteros); entre la manifiesta tensión del poeta decadente y el cultor de los clásicos (Dante, Petrarca, Leopardi), se prefiguran los temas que el autor luego desarrollaría, con denodada profundidad, en su primer libro: el verano aventurado, las colinas, las mujeres de cuño (la búsqueda frenética de ellas), la vida en las ciudades (la música que las glosa), lo que se recuerda como testigo (o como sospechoso), el arte y el amor (u otras palabras fáciles de escribir, aleves y baratas).
En vida del autor sólo se publicó un volumen de su poesía: Trabajar cansa (1936/1943). Italo Calvino, su camarada y albacea, publicaría, bajo un título impuesto por él mismo, el postrer volumen Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (1951); años después organizaría ambos libros —más poemas provenientes de los escritos privados del autor— bajo el nombre de Poemas éditos e inéditos; los que componen el apartado “Poesía juvenil (1923-1930)” no conocían, hasta la fecha, traducciones en nuestra lengua. El poeta Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949) presenta al desocupado lector versiones que articulan un mito, una forma de la verdad que no requiere demostración porque se impone por sí misma: no es algo que pueda hallarse entre las dos tapas de un libro —y eso también implica lo que alguien quiso saber en Turín o en Buenos Aires, y que ya no volvería a ver ni en esas ciudades ni en la vida.
—Alberto Cisnero
¡Oh, pasear con ella en la noche oscura,
ir entre las plantas y escuchar con ella
los roncos gritos que cruzan la llanura
trémulos como la luz de las estrellas!
¡Oh, permanecer en el cálido aliento
del viento, encontrar de nuevo su figura
cerca de mi cara y sentirla temblar,
sentir temblar junto a mí su boca pura!
Oh, vagare con lei la sera scura,
perderci tra le piante ed ascoltare
le stride rauche su per la pianura
tremule come la luce stellare!
Oh, soffermarci al tepido alitare
del vento e ritrovar la sua figura
stretta al mio volto e sentirla tremare,
sentir tremare la sua bocca pura!
Oh, la alegría, alegría de crear
seres humanos, para que todos lloren,
rían, vivan embelesados en ellos,
en la existencia ardiente de ellos, oh nada,
nada en el mundo merece esta alegría.
[14 de octubre de 1925]
Oh, la gioia, la gioia di creare
esseri umani, sì che tutti piangano,
ridano, vivano, rapiti in essi,
nella loro esistenza ardente, oh nu[lla,]
null’altro al mondo vale questa gioia [!]
[14 ottobre 1925].
Me consume el alma perdidamente
el deseo de una mujer viva,
espíritu y carne, para estrecharla
sin freno y agitarla, entrelazado
mi cuerpo con su cuerpo tembloroso,
pero luego, en los días más serenos,
quedarme junto a ella suavemente, sin
ningún pensamiento carnal, mirando
su dulce rostro de muchacha, ingenuo,
como envuelto en dolor,
y oír su voz ligera
hablarme despacio, como en un sueño…
[24 de octubre de 1925]
Mi strugge l’anima perdutamente
il desiderio d’una donna viva,
spirito e carne, da poterla stringere
senza ritegno e scuoterla, avvinghiato
il mio corpo al suo sussultante,
ma poi, in altri giorni più sereni,
starle d’accanto dolcemente, senza
più un pensiero carnale, a contemplare
il suo viso soave di fanciulla,
ingenuo, come avvolto in un dolore
e ascoltare la sua voce leggera
parlarmi lentamente, come in sogno…
[24 ottobre 1925].
Andando triste por las avenidas,
atormentado siempre por el terror
de que desaparezcan ante los ojos
las creaciones largamente deseadas
y que se debiliten dentro del alma
el ardor, la esperanza, todo… todo…
Y quedarse así sin un amor,
una grandeza; vulgar, pequeño,
condenado a la tristeza diaria,
al incesante pensar que infinitos
hombres ya sufrieron esto que yo sufro
y murieron oscuramente, sin alzarse
en una luz de la gloria, desesperados.
En mi dolor no me queda entonces nada,
¡ni siquiera el orgullo de sentirme solo!
[14 de noviembre de 1925]
Andare per le vie tristemente
tormentato in continuo dal terrore
di vedermi svanire sotto gli occhi
le creazioni a lungo vagheggiate:
sentire indebolirsi dentro all’anima
l’ardore, la speranza tutto… tutto…
E restare così senz’un amore,
una grandezza, piccolo, volgare,
dannato alla tristezza quotidiana
e al pensiero incessante che infiniti
uomini han già sofferto quel ch’io soffro
ora e son morti oscuri, senza sorgere
a una luce di gloria, disperati.
Nel mio dolore nulla m’è lasciato,
neppur l’orgoglio di sentirmi il solo!
[14 novembre 1925].
Oh nada en la vida hay que valga
mi alma inflamada en este instante,
su sufrimiento desgarrante
que funde en sí todas las esperanzas,
todas las angustias de mi existencia.
[17 de diciembre de 1925]
Oh nulla nella vita c’è che valga
la mia anima gonfia in quest’istante,
il suo struggimento doloroso
in cui si fondon tutte le speranze
tutte le angosce della mia esistenza.
[17 dicembre 1925].
Veo borrarse lejos las colinas
en una niebla gris y todo el verde
de la campiña rojizo y podrido.
No más azul el cielo, no más sol.
ya no vivos sonidos del verano,
sino un tedio frío, grave, que envuelve
todo. Solo, rápido, entre los árboles,
a ratos pasan ráfagas de frío
sacudiendo las frondas esqueléticas
[30 de septiembre de 1925]
Vedo lontano le colline perdersi
in una nebbia grigia e tutto il verde
della campagna arrossa e infracidisce.
Non più l’azzurro in cielo non più il sole
non più i vivi rumori dell’estate
ma un tedio freddo e grave che ravvolge
ogni cosa. Sol rapide, tra gli alberi,
passano a tratti gelide ventate
scrollandone le fronde ischeletrite
[30 settembre 1925].
¡Sin mujer que oprima mi corazón!
Nunca la tuve y nunca la tendré.
Solo, agotado por deseos inmensos de pasión.
y pensamientos continuos, sin meta.
[18 de abril de 1926]
Senza una donna da serrarmi al cuore!
Mai l’ebbi e mai l’avrò.
Solo, stremato da desideri immensi di passione
e pensieri incessanti, senza meta.
[18 aprile 1926].
He caminado una tarde de diciembre
por un camino oscuro de campaña
desierto, el corazón alborotado.
Llevaba un revólver en el bolsillo.
Cuando estuve lejos
de lo habitado, lo volví a la tierra
y presioné.
Saltó al rugido
del disparo que me pareció que lo
sacudió como si estuviera vivo
en el silencio.
De veras tembló en mis dedos.
a la repentina luz que brilló
fuera del cañón.
Fue como el espasmo,
el último atroz estremecimiento
del que muere por muerte violenta.
Lo puse de nuevo,
todavía caliente, en el bolsillo
y remonté el camino.
Así, caminando
entre árboles desnudos, me imaginé
agarrando ese revólver,
en la noche en que la última ilusión
y los terrores me abandonen
y lo apoye contra mi sien,
la sacudida destrozando mi cerebro.
[enero de 1927]
Sono andato una sera di dicembre
per una strada buia di campagna,
tutta deserta, col cuore in tumulto.
Avevo dietro me una rivoltella.
Quando fui certo d’esser ben lontano
d’ogni abitato, l’ho rivolta a terra
ed ho premuto.
Ha sussultato al rombo,
d’un rapido sussulto che mi è parso
scuoterla come viva in quel silenzio.
Davvero mi è tremata tra le dita
alla luce improvvisa che sprizzò
fuor della canna.
Fu come lo spasimo,
l’ultimo strappo atroce, di chi muore
di una morte violenta.
L’ho riposta
ancor tepida, allora nella tasca
e ho ripreso la via.
Così, andando
tra gli alberi spogliati, immaginavo
quando afferrando quella rivoltella,
nella notte che l’ultima illusione
e i terrori mi avranno abbandonato,
io me l’appoggerò contro una tempia,
il sussulto tremedo che darà,
spaccandomi il cervello.
[gennaio 1927].
Frases a la enamorada
Salgo a caminar en silencio con una chica
abordada en la calle, en la avenida, por la tarde,
la avenida llena de árboles y luces.
Es nuestro tercer encuentro.
La chica no puede tomar una decisión, es difícil:
no vamos al café porque odiamos a la multitud,
tampoco al cine, porque la primera vez
fuimos… porque… ya no tenemos que hacerlo más,
si no nos amamos tanto.
Caminemos así
hasta Po, hasta el puente, miraremos los edificios
de luz que los faroles construyen en el agua.
La saciedad de la tercera cita.
Sé tanto de ella como un extraño podría saber,
uno que la besó y la abrazó en una sala oscura,
donde otras parejas oscuras se apretaban
y la orquesta —de un solo piano— tocaba Aída.
Caminamos por la avenida, entre la gente.
Aquí también hay una orquesta que chilla y canta.
Hace un ruido metálico como los sacudones de los tranvías.
Estrecho a mi compañera y la miro a los ojos:
ella me mira y sonríe.
Sé tanto de ella como siempre he sabido de todos los demás,
quién trabaja, quién está triste y quién, si le preguntan
—“¿quieres morir esta noche?”— diría que sí.
—“¿Y nuestra aventura?”— “Nuestra aventura es diferente,
vamos a romper” (Hay un novio dando vueltas).
Oh mi hermosa niña, yo no soy el compañero de esta noche,
atrevido, que te ganó besándote en la calle
bajo la mirada de un anciano caballero asombrado.
Esta tarde camino pensando en la tristeza,
como tú a veces piensas en que quieres morir.
No es que quiera morir. Ese tiempo ha pasado
y luego, “no nos amamos”. Es la multitud que pasa
que me oprime y me asfixia, y tú también eres la multitud,
que, como todos, caminas a mi lado.
No es que te odie, pequeña —¿podrías pensar eso?—
pero estoy solo y siempre estaré solo.
Aquí está el Po. —“¡Qué hermoso es!… Esta noche es de cristal.
Las columnas de luz… y la curva del muelle:
en la oscuridad casi parece la playa del mar.”
La compañera me habla alegremente y me abraza:
yo también tendré que abrazarla más fuerte en el puente.
Una orquesta lejana nos persigue hasta aquí.
Las colinas están oscuras. “¿Vendrías a las colinas?”
—“No, no a la colina. Está muy lejos. Quedémonos a mirar…”
En el fondo esta noche ni siquiera quiero tu cuerpo,
ay mi nena hermosa, que también estás viva
para la mano que busca tu flanco.
Sé de ti tanto como siempre he sabido de todos:
que eres ávida bajo el vestido de seda azul,
que trabajas y estás triste y que un día tal vez seas mía,
si vencieras —¿quién sabe?— todos los escrúpulos.
Pero en este momento callo y estoy solo,
como estaré hasta la muerte.
No es orgullo, niña, hace tiempo que lo olvidé.
pero no quiero, no quiero que nadie me quite la vida.
—“¿Quieres que salgamos a navegar un poco esta noche?”
—“Está fresco. Mejor nos quedamos.”
—“Pero así no estaremos cerca” —“Pero está oscuro, nos podemos caer.”
—“¿Qué quieres hacer aquí mirando el aire?”
—“Aquí es hermoso” —“Bajemos. Es más hermoso junto al agua.
Nos darán luz los faroles.” Le hablo, le estrecho
la mano con suavidad y, torpemente, le doy un beso rápido
en la mejilla. Desde debajo del sombrerito de fieltro me mira fijamente
y luego, casi compungida, repite: “Quedémonos a mirar.”
[4 a 10 de agosto de 1930]
Frasi all’innamorata
Vado a spasso in silenzio con una bambina
abbordata per strada, lungo il viale, di sera,
il viale pieno d’alberi e di luci.
È il nostro terzo incontro.
La bambina è difficile nella scelta scabrosa:
al caffé non andiamo perché odiamo la folla,
al cinema neppure, perché la prima volta
siamo stati… perché… non dobbiamo più farlo,
se tanto non ci amiamo.
Passeggiamo, così,
fino a Po, fino al ponte, guarderemo i palazzi
di luce, che i lampioni fan nell’acqua.
La sazietà del terzo appuntamento.
So di lei tutto quanto può sapere un estraneo
che l’ha baciata e stretta in una sala buia,
dove altre coppie buie si stringevano
e l’orchestra —di un piano— suonava l’Aida.
Camminiamo nel viale, tra la gente.
Anche qui c’è un’orchestra che stride, che canta
ha un frastuono metallico come i tram che trabalzano.
Stringo a me la compagna e la guardo negli occhi:
ella mi guarda e sorride.
So di lei quanto ho sempre saputo di tutte,
che lavora, che è triste e che, se le chiedessero
—“vuoi morire stanotte?”— direbbe di sì.
—“E la nostra avventura? ”— “La nostra avventura è diversa,
ci lasceremo noi” (C’è un fidanzato in giro).
O mia bella bambina, stasera non sono il compagno
audace, che ti ha vinta, baciandoti per strada
sotto gli occhi di un vecchio signore stupito.
Questa sera cammino pensando tristezze,
come tu qualche volta pensi che vuoi morire.
Non ch’io voglia morire. É passato quel tempo
e, poi, “noi non ci amiamo”. É la folla che passa
che mi preme e mi schiaccia, e anche tu sei la folla,
che, come tutti, mi cammini accanto.
Non ch’io ti odî, bambina —potresti pensarlo?—
ma sono solo e sempre sarò solo.
Ecco il Po. —“Com’è bello!… Stasera è un cristallo.
Le colonne di luce… e la curva del molo:
pare quasi, nel buio, la spiaggia del mare”.
La compagna mi parla contenta e mi stringe:
dovrò anch’io abbracciarla più stretto sul ponte.
Un’orchestra lontana c’insegue fin qui.
Le colline son buie —“Verresti in collina?”
—“No, in collina. È lontano. Restiamo a guardare…”
Non desidero in fondo, stasera, nemmeno il tuo corpo,
o mia bella bambina, che pure sei viva
alla mano che cerca il tuo fianco.
So di te quanto ho sempre saputo di tutte:
che sei avida sotto la veste di seta azzurrina,
che lavori e sei triste e che un giorno sarai forse mia,
se vincerai —chi sa?— tutti gli scrupoli.
Ma in questo istante tacio e sono solo,
solo come sarò fino alla morte.
Non è orgoglio, bambina, da tempo ho scordato l’orgoglio,
ma non voglio, non voglio nessuno a stornarmi la vita.
—“Vuoi che andiamo un po’ in barca, stasera?”
—“Fa fresco, restiamo”.
—“Ma no, staremo accanto” —“Ma è buio, si cade”.
—“Cosa vuoi fare qui a guardare in aria?”
—”Ma qui è bello” —“Scendiamo. È più bello dall’acqua.
Ci daranno il fanale”. Le parlo, le stringo
la mano dolce e, goffo, le dò un bacio rapido
sulla guancia. Di sotto il caschetto di feltro mi fissa
e poi, quasi compunta, ripete —“Restiamo a guardare”.
[4–10 agosto 1930].
* Poemas pertenecientes al libro Cesare Pavese / Poesía juvenil: 1923-1930 (Jorge Aulicino, traducción, edición bilingüe), Buenos Aires, Barnacle, 2024.