A diez años de la muerte de Isabel Fraire (1934-2015), presentamos, a modo de homenaje, tres poemas emblemáticos de la poeta y traductora nacida en Monterrey, Nuevo León. Los poemas provienen de Kaleidoscopio insomne. Poesía reunida (2004). Agradecemos al Fondo de Cultura Económica su reproducción para esta entrada.
—La Redacción
Isabel Fraire es Viento. No el que perfora la roca, sino el que disemina las semillas, no el ventarrón que multiplica el Trueno, sino el aire que aviva la llama. Su poesía es un continuo volar de imágenes que se disipan, reaparecen y vuelven a desaparecer. No imagen en el aire: imágenes de aire. Su claridad es la diafanidad de la atmósfera en la altura…
—Octavio Paz, “Prólogo” a Poesía en movimiento (1966)
Esta poesía es extremadamente peligrosa. Aun cuando es triste o melancólico o meramente malhumorado, todo resulta bajo la mirada de Isabel Fraire fácil, risueño y ligero, con una ironía apenas tangible, nunca intelectual y siempre profundamente natural. Pero al final el puñado de palabras esparcidas como negros signos en la virginal blancura del papel crean un murmullo continuo, ininterrumpido, del que es imposible apartarse y que no deja de ser el exacto equivalente de ese silencio original, idéntico al de la blancura del papel antes de ser asaltado por la alegre libertad de las palabras del poema.
8 ½
No es cuestión de hacer un esfuerzo y de ir en contra de la corriente…
con lo cual NO SÉ lo que quiero decir
con lo cual no sé
con lo cual…
no es cuestión
de hacer más
no es cuestión
tampoco
de dejar brillar la luna y contemplarla
a solas
a secas
no es cuestión
no
de danzar una ronda interminable de caretas y gestos dirigidos
ni de inventar el pétalo en que tiemble
de nuevo
la primera gota
de rocío
sí
no
sí
abrirse ¡pero cómo! como una flor tocada por la luz
la luz desentrañar gritar buscar abrir cerrar
buscar
unos labios y en los labios
lo que ya sabemos
y se pierde
no es cuestión de
esperar
la aparición de un dios
en el lugar insólito
en Gomorra incendiada
en Sodoma
en el centro mismo de un corazón que ignora
en el nuevo relámpago
de luces mercuriales
o de ojos que brillan
que buscan
que prometen
ojos que son tal vez quién sabe
el reflejo de una nada que se busca
se excede
y se proyecta
en una sombra inmensa
en su contrario absurdo
en un total
un todo
un Todo
tan inalcanzable e incomprensible
como la nada misma
el Absoluto
reverso de sí mismo
y un andar y un andar
de hormigas cacareando
de huestes siempre infieles
de torturas y goces
incompletos
y un andar
un
andar andar andar
ya veo
qué veo
me veo
y veo lo mismo
y
nada
no era
después de todo
lo que yo quería decir
sino
“la marquesa salió a las cinco”
sólo que para poder salir a las cinco
la marquesa
tuvo que regresar al vientre
de su madre
y volver a salir
pero sin esfuerzo
sí
sin esfuerzo
porque yo y tú
somos la luna
y por eso brillamos
sin esfuerzo
y si no lo crees mírate brillando sin saberlo
Sentido del arte o también aquí hay un círculo
Y ése es Miguel Ángel
ese viejo
que sostiene
a la Virgen
que sostiene
a Cristo
y Cristo Cristo somos nosotros
tú y yo todos
y también somos los ojos
que sostienen con su mirada
(que es la de Miguel Ángel)
a Miguel Ángel
que sostiene
a la Virgen
que sostiene
a Cristo
que somos
nosotros
Informe sobre el clima de Inglaterra, 1982
Aquel año el verano fue apenas la esperanza del verano
tardes de sol después de lluvias grises
viento a veces
de pronto un largo día veraniego
un alivio de olanes y de hombros desnudos
brisas tibias
que pasó pronto
en un país en donde el clima es la principal preocupación del hombre
ni siquiera los motines de jóvenes desempleados
con sus gritos fascistas
sus cabezas rapadas
y saludos nazis
ni el resentimiento que rezuman tantos ojos brillantes
transformado de pronto en una guerra
contra la policía
rompe por mucho tiempo la superficie de la complacencia
la boda real llegó más hondo
conmoviendo
las fibras íntimas de innumerables
corazones femeninos
esa espina dorsal conservadora
amante de erigir altares
y comprar chucherías
los viejos de ambos sexos y todas las edades se encontraron de nuevo
en un mundo largo tiempo perdido
al cual intentaban regresar desde hacía tantos años
en que los príncipes
eran altos y apuestos
y se enamoraban perdidamente
de una bella Cenicienta
y todo terminaba en matrimonio
pero antes y después el clima
ése sí importa
lo tenemos siempre con nosotros
no como las bodas reales
o motines
tal vez los pobres estén siempre con nosotros
pero
generalmente
en su lugar

Aldo Vicencio, Tangram, México, Vitrali Ediciones, 2023, 62 pp.
Modelar imágenes con un número limitado de piezas es una de las habilidades más destacadas del ser humano. Sea a través del tangram, sea a través del lenguaje. Habilidad imposible sin la curiosidad y la imaginación, y profundamente necesaria para nuestro entendimiento del mundo. Bajo este orden lógico, la poesía es una estrategia cognitiva que nos permite mirar el mundo través de un caleidoscopio de sensaciones; una anomalía, un error de la forma, una figura superpuesta, oculta y variable.
En este sentido es que leo el libro más reciente de Aldo Vicencio (Ciudad de México, 1991), Tangram, que explora desde diversas ópticas y momentos lo que implica existir como cuerpo, como habitante de la ciudad caótica en que nos encontramos, como ser sensible y como nada. Este libro no aspira a otra cosa más que a existir. No es un libro que nace del proceso autófago de la dinámica de mercado; muy por el contrario, nace de la necesidad del yo poético por reflexionar sobre la condición del poema, del poeta y del proceso creativo, llegando a una conclusión que no debería sorprendernos en absoluto: el poema es el error. “El poema es el drama de la forma. Una consciencia disuelta, que empieza a abducir al sujeto del plano cartesiano y lo arroja a la radicalidad del mundo. No hay escenario, ni pre-consciencia. Instante, arrebato”. Podemos situar esta reflexión que hace el mismo Vicencio dentro de la tradición de la poesía mística, en tanto se entienda la poesía como un trance suprarracional que niega la idea de esencia y la idea de razón, pero no la idea de sentido: “El retozo de la forma en lo dramático, pero también su expansión asimétrica, que consume y crea sentido”.
Vicencio sabe que no es la inmediatez de la voz del poeta la que nos habla desde la poesía, sino un murmullo vivo que se va construyendo en tiempo real a través de la lectura. No hay que olvidar que, al final de cuentas, la poesía nos permite vincularnos y entender el mundo que habitamos. Y entiéndase mundo de cualquier manera posible, sin restricciones:
yo quiero volar siempre,
como estrella reducida en la oscuridad
estrecho, estrechos
tronando los dedos
sin torre los timbales
en el río los nuevos verbos
El lenguaje será el encargado de producir los momentos poéticos a través del autor, pero la posibilidad de su aprehensión radicará siempre en el lector. Sin embargo, para Vicencio, la creación de momentos poéticos a través del lenguaje también puede llevar a la destrucción: “El poema es también la más grande y jovial derrota”. Puesto que el poema que sueña con existir, con crecer cobijado por la imaginación, no siempre consigue su objetivo ni cumple lo que promete. Esta tendencia, que dibuja y desdibuja el poema como una Penélope, se encuentra en otros trabajos de Vicencio como Púlsar (Ediciones Camelot América, 2019), donde se retrata un viaje vitalista de las formas místicas, tanto occidentales como orientales, donde el “yo” poético se construye a partir del abandono del espacio que habita pero que, paradójicamente, lo va habitando.
En Tangram encontramos también esa dualidad vitalista donde los contrarios se reúnen, se desnudan y se suceden en largas tiradas con las que el poeta explora la intimidad de sus propios fantasmas:
el hueco del cuerpo
ondura
palpitación, una reja compartida
registro, renovación
el nudo fuerte en mi boca
El libro se compone de dos partes: “1:/ El Sol derribado/” y “2:/ Punzones en las ingles: los gritos astillados/”. Esta agrupación responde a una necesidad editorial para una colección de poemas escritos en diferentes momentos, ligados a través de la experiencia vitalista y de la exploración del error que es el poema. La primera parte nos presenta estrofas y versos copiosos que a veces parecieran cerrarnos la puerta en la cara frente al misterio del poema. Pareciera que no nos permiten acceder a su sentido; sin embargo, si nos dejamos guiar por las palabras, por su música y caída, el poema se suaviza, nos guía hacia su sentido, nos sumerge en un trance que nos regala imágenes, sensaciones y momentos de lucidez:
rosal en fiera
alumbrado,
dióptrica,
planos de la imposibles
castelar asiento,
calma cerrada, saltimbanquis de negro mirándose
cresta de ascensores
—la sensación de viajar se pierde
derrución
piedra picada, asaltada por la hervidera de sombras
La segunda parte, por otro lado, es más directa; continúa con las copiosas tiradas pero el acceso es inmediato:
espadas, incertidumbre que navega
apenas oración, adivinación malograda
ante oquedades, espejos de humo
como canto, niños abandonados
hay ángeles malévolos que sueñan mariposas
Mentiría si digo que la poesía de Vicencio es sencilla. Se trata de una poesía vitalista pero hermética, que abreva de tradiciones tanto orientales como occidentales. Su complejidad radica en estar construida para un lector atento, cómplice de una experiencia ajena y abierto a no encontrar una revelación, a no aprender nada después de cerrar el libro. También, y tal vez, abierto a perder un poco de lo que va ganando con la lectura.
Tangram no es un libro de victorias, pero su existencia nos permite adentrarnos en la experiencia de otra mente, sin filtros, sin preceptos, sin expectativas. El poema da forma al pensamiento y el pensamiento a la realidad. No puede existir realidad sin ese procesador de modelos narrativos que es nuestra mente, lo que implica que vamos a entender de manera defectuosa el mundo que nos rodea. Siempre existirán el error y el poema.
*
Tres poemas de Tangram, de Aldo Vicencio
Mirar cripta
rosal en fiera
alumbrado,
dióptrica,
planos imposibles
castelar asiento,
calma cerrada, saltimbanquis de negro mirándose
cresta de ascensores
—la sensación de viajar se pierde
derrución
piedra picada, asaltada por la hervidera de sombras
espectros entumidos
de radiar angelical
los círculos contiguos
que se adentran en cuartos interminables
embalar esferas que cantan
[crecer blanco y amurallado, medio antiguo]
se forman corredores de lilas y tulipanes fingidos
parapetar el silencio, y pasar corriendo para
c o n v e r g e r
entre imaginaciones tectónicas
el ayer
in-cuerdo, in-cruento, in-sufrible,
el rato que se desprende
y anda airante sin soltar el piso
mecha
u
r
a
l
para re-armar danzantes
cantares de ojos
una veladora que se descarapela
hacia el techo
un Santo Patrono
que crece enmascarado
longitud recíproca,
marcha de mujeres planta,
la tierra enjuagada, limpia, soporante
como reflejo del oro que se desliza
cuando caen los vitrales y las escaleras
se agotan
los andamios de portones sin muros
callar centelleante,
capilla encendida
arriba las fosas solares
de un instinto arquitectónico
partir, refractar, multiplicar
brillantes campaneos
sillar volcano,
misterio
que despierta
la fuga más icónica de un plano inmóvil:
n í t i d o ,
el cuerpo horadado de si…
Orilla roja
el hueco del cuerpo
ondura
palpitación, una reja compartida
registro, renovación
el nudo fuerte en mi boca
[solsticio sin brillo, la tempestad
regido por manos que abanican el sudor
me sostengo, encrespo la humedad
sin poder estar salvo de mí
la exhumación de lo convulso
tiempo de cristales
hacia miles de grietas
las marchas, los martes, la muerte
entre el martilleo de los muslos
arroyos de pétalos
sinergia dócil, emulación de Gea
irrigación de hojas
laderas de ardor,
sin el cobijo de mi propia presencia
[no he sido yo,
sino la insinuación de mí,
una cobija desnuda
apartado
entre la lengua el hielo,
filo domesticado
un pedregal rodea mi nombre
Murmullo, Ronroneo, Grito
enjambres vertidos
mullir la luz
eruptiva, triple corriente
resido en el instinto que resiste
un reposo tan distinto
ha contendido la noche;
los pájaros duermen pálidos
recogido en la gravedad, sonrío:
una varilla marca llagas en toda la tierra
El nuevo desasosiego de Hamlet
fracción de la especie,
umbral:
escamas adosadas,
el ensayo de un amor oscuro
cortina abierta, ardor frío
aquí las sombras no nadan
[el eremita nace de un árbol
espadas, incertidumbre que navega
apenas oración, adivinación malograda
ante oquedades, espejos de humo
como canto, niños abandonados
hay ángeles malévolos que sueñan mariposas
éste gusto de no ser ni poseer
se arrodilla ante el desierto
liban animales sin inocencia
en el agua, nubes confundidas
[sin párpados ante la luz
ciruelos de lágrimas
entre pasillos la neblina
reiteración de la tarde: éste no-momento
suntuosidad carente
coronas de fertilidad
entre dos fresnos, cauda circular de palabras
código de oraciones que se reiteran
y bordan un ojo de obsidiana en la hierba
lo que vendrá no será recordado ni visto
cráneos entre flores, pétalos entre dientes
las generaciones han renunciado a su linaje y solo dibujan
acantilados de estrellas: el agua del mar solo carcome…
Dice Girasol que el cielo de caricatura son tus labios pintados de lila
La misma semana que te dijeron
que tu mamá se estaba muriendo,
también te diste cuenta
de que estabas perdidamente enamorado.
Es como cuando ayer en la mañana
vi que había un operativo en la colonia de al lado,
y en la noche, al regresar del trabajo,
vi varias camionetas que bloqueaban la avenida.
Y yo pensé que probablemente seguía el operativo,
y que la cosa se había complicado.
¡Pero era la feria!
que se estaba instalando.
(Papas y juego del dragón bajo las estrellas de la Doctores.)
Y es que siempre es así.
Amor y muerte comparten el mismo mundo
y no parece que estén tan lejos el uno del otro.
La Tierra se derrite y no deja de crecer en todo momento.
Y besar a alguien después de tener sexo
me hace pensar vagamente en el fin.
Ahora el acontecimiento de la muerte de tu madre
te hace pensar
en que es urgente declarar tu amor.
Es raro, ¿no?
Sin embargo, se entiende por completo.
La luz entra a los cuartos como avisando que todo está protegido.
La noche abre siempre todas las puertas.
Yo vi cuando volviste del psicólogo
acompañado de la chica de la que estabas enamorado
y con un helado azul en las manos.
Y sentí mucha ternura.
Por los psicólogos.
Por las amigas.
Por los señores que venden helados.
Pero especialmente por ti.
Que sigues creciendo como un dj set que nunca termina
siempre con nuevos clímax
lleno de luz.
O el carrito de un juego mecánico en el que vamos juntos
y sube hasta el espacio
lleno de luz.
(A eso rojo y brillante que atravesaba el cielo
también lo llamaron los dinosaurios: amor)
)(
una noche salí de mi casa
para asistir a una fiesta
tenía la chamarra de cuero puesta
y los aretes de mi padre
y cuando toqué la puerta de la casa de la dirección que vi tecleada en el cielo
ésta no se abrió
y al mirar por una ventana
sólo vi polvo levitando en el aire
y humo
y sombras de insectos y ramas
y una especie de manos extendidas que nada apretaban
y al mirar a las casas a mi alrededor
supe de pronto
que ya ninguna puerta se me abriría
y que no volvería a ver a ______
entonces surgieron unos óvulos de entre la penumbra
flotando entre la brisa
e iluminando las calles negras de la ciudad blanca
y produciendo el ruido más suave
de cuantos oí
y atraían algo obscuro y desgarrante desde los límites del universo
y yo podía sentirlo acercarse
a una velocidad indigerible
como si no fuera velocidad
y luego una coladera se abrió
y se llevó mi sombra
o ella voluntariamente entró
y luego vi cómo mis ojos
se partían en gajos
y oí esperma goteando
de las paredes del cielo
y de mis nadas
mentiría si digo que no tuve miedo
me congelaría si te explicara
cuánto calor empezó a hacer
era como si de pronto hubiera llegado al centro de una estrella
subiendo una escalera
o abriendo una puerta
solo en el cuarto de alumbramiento
sabiendo claro
que no debía interrumpir
el parto
CANDY III
La chica que tenía pene y tenía vagina
La chica que tenía tentáculos y podía flotar
Lo conocí en Uzbekistán en el año 2073
Unos meses antes de publicar CANDY
La chica más guapa de la fiesta
El chico hermoso que ves pasar y estalla
El muchacho ojos de calamar que ves pasar y se te para
He comido mucha mermelada con él
Nunca he estado con él
Siete años viví con ella
Rompimos muchas botellas
Salimos en muchos comerciales
Nos perdimos en 4 laberintos diferentes
Tomamos el histórico helicóptero que viajó a la luna
Y nos probamos un vestido diferente todos los días
Es difícil explicar por qué ahogamos todos nuestros gatitos
Es divertido reflexionar por qué nombrábamos a las enfermedades
Por ejemplo
“Ay! Ramona me está haciendo alucinar”
“Ay! que feas ronchas dejó Paola”
“Cómo me ha dejado mi miembro este Josué”
Y “la sangre que me acabas de chupar está llena de Pepe”
Por qué tratar como caramelos a los días
Por qué seguir chupando cucarachas con semen hasta en las pesadillas
Cómo no aullar a Venus cuando me acercaba su cola
Nunca me cubriré esos tatuajes
Nunca estaré enamorado de otra forma como de ella
Nunca, en realidad
Viví
Abanico espiral
Tus ojos son la ternura de 100 pájaros
Tu amor me está salvando
Vivimos juntos en un bosque de gemas
Yo pensaba que en mi alma nadaba un helado amarguito
Pero la oscuridad se rellena de un hada que trae todos los sabores
Eres un hada en mi vida
Tengo miedos en mi vida y tú eres la luz que los ilumina
No los desaparece
Los alumbra y podemos escuchar suavemente sus gemiditos
Siempre es posible que salga el lado oscuro
La hada oscura
Tus dedos entre la sopa de mi amor
Y mis dedos en la sopa del tuyo
Hacen una sopita
Y el corazón del miedo se cae
Y germina la tierrita y nace algo nuevo y hermoso
Te voy a decir que ya no quiero consumir cristal
Porque sí te produce un ansiedadcito que no me gusta
La vida sin miedo es el amor
Y el amor es la vida sin miedos
Un torbellino de colores crece de tu alma a la mía
Ping pong de solecitos miniatura
Tetris de pastel con universo nuevo recién cosechado
Limpio de anuncios pero no de fósiles
Como las tierras llenas de jungla adonde nuestros hijos se escaparán
Y casarán mamuts
Marido y mujer
Mujer y mujer
Brillos de la vida real
Señor y señor diente de sable
Donde la acidez del suelo y los carroñeros
Hicieron desaparecer para siempre las señales de la existencia
Qué bueno
Porque la muerte es vida
De muchos hermanitos hermosos y grandiosos
Hermanitos hermosos y grandiosos
Desapareciendo
Todo el tiempo
¡Hola Sofía!
El amor crece y crece
Y es como un tejidito chicloso en torno a nosotros
Una telaraña que abraza por igual
Seres desaparecidos y seres persistentes
En esta etapa holográfica del tiempo y el espacio
Como salón de juegos de un restaurante
Que sirve comida que se come oyéndola
Sin precios y sin mesas dentro
Todos están fuera
Viajando a la velocidad de la música con los ojos cerrados
Tú y yo
Tomados fuertemente de la mano
Una medalla para la nada
Dentro de la tumba perdida de Tutankamón existían no una sino dos maldiciones.
Una de ellas salió hacia el cielo y fue pescada por los exploradores que ya conocemos.
La otra se desató hacia abajo
y atravesó cada una de las capas de la Tierra hasta llegar al núcleo.
Al famoso núcleo de magma . . .
Todo era ardor y luz cegadora en cada uno de los lados de ese mítico lugar,
excepto en uno, donde vivía Richard.
Richard era el único habitante de su cuarto.
El cuarto del centro de la Tierra.
Y vivía ahí sin enterarse de nada.
Una sola vez abrió la puerta y le pareció que allá afuera no había mucho que hacer,
por lo que se la pasaba jugando Xbox.
Pero ese día la maldición iba en camino hasta él,
y no iba a tener a dónde huir cuando ésta llegara.
Antes de que eso sucediera,
el fantasma de una mosca se había adelantado
y se había arrodillado a las orillas de su oreja para decirle:
–Richard, amiga
–¡?¡?¡?¡?¡
–Aunque estemos solos por la eternidad, no debemos dejar de ayudarnos.
–?!?!?!?!?!?!?!?!?!?!?!
–He oído cómo allá arriba nos quisieran ver a todas las moscas
del mundo reunidas en una esfera enorme,
llena de zumbidos y muchos tonos de negro
para después elevarla rápidamente hasta el sol
y vernos así por fin
fuera de su aire.
Pero nosotras las moscas no les deseamos mal.
No quisiéramos ver que los humanos se extingan nunca.
O al menos no yo.
No me importa que sus manitas de plástico
hayan matado a toda mi familia –la mosca jadeaba mientras hablaba.
–Mosquita –respondió Richard –a qué te refieres
con que no debemos abandonarnos
y, ¿qué es una amiga?
Mosquita cerró los ojos unos segundos y luego contestó:
–Una peste milenaria llegará hasta tu cuarto
y no podrás sobrevivir.
Una amiga es la forma más fácil de ser feliz –dijo.
–¡No quiero morir! –exclamó Richard–
¿Qué será de mis scores?
Siempre quise que alguien los conociera.
¿Y qué significa ser feliz?
–No te preocupes –dijo Mosquita–,
yo los he conocido todos,
y los admiro mucho.
Ser feliz es poder compartir.
Richard, somos los dos seres más solos del planeta.
Hubo un silencio como de 3 segundos o de cien años,
donde de pronto Richard vio como si llovieran decenas de soles sobre los ojos de la mosca.
Sin embargo él nunca había visto el sol.
–¿Morir es como salirse de un juego? –preguntó el muchacho.
–Quizá, amiga –dijo la Mosca–. Aunque también lo he imaginado
como sumergirse en una fruta
para nunca más salir de ella.
Richard y Mosquita estaban tirados en el tapete del cuarto
y miraban por la ventana la caída de una cascada de lava.
–¿Cómo es que siendo fantasma aún no conoces la muerte?
¿Por qué tuviste que ser mi amiga hasta estos últimos momentos?
–No estoy segura de lo que soy, pero algo dentro de mí
y de todo el cielo me llamó a venir hasta ti.
Pienso que las cosas más reales terminan siendo justo como sueños.
Las cosas empezaban lentamente a temblar y un sonido bajo y grave
comenzaba a hacerse cada vez más cercano.
La lava parecía estarse oscureciendo.
–Una vez jugué un videojuego donde el protagonista afirmaba que tenía apuntado bajo una mesa
el nombre de cada una de las personas que habían decidido jugar su vida.
Tengo una mesa idéntica aquí en el cuarto –dijo Richard.
–¿La has mirado por debajo? –respondió su amiga.
–Jamás me he atrevido –contestó.
Las cosas se ponían cada vez más oscuras.
Y las nuevas mejores amigas lo notaban sin mencionarlo.
–Pienso que alguna vez experimenté la telepatía con las personas que
más me gustaron, pero nunca llegué a sentir necesario preguntarle al otro
si también le estaba pasando –dijo Mosca.
–Quisiera confesar algo ahora pero no creo que nada de eso sea más
elocuente que sólo seguir mirándote –dijo Richard.
Ambos se habían acercado a la mesa y estaban hincados frente a ella.
Ya se oía cómo el techo empezaba a crujir.
–Veo un abismo por todos lados, y veo que cada uno es mi casa.
–Cuando comprendí hace un segundo
que aunque estés aquí, siempre seguiré estando solo, no sentí ninguna
clase de pena.
No se supo bien quién de los dos había dicho qué.
–¡Qué hermosa es la vida! Lo digo aunque sólo haya conocido este
inmenso mar de fuego y roca –dijo.
–Pienso que quizá he sido el hijo más pequeño y humilde de la Tierra,
pero también siento que fui el príncipe de toda ella –comentó.
La pequeña casa de Richard ya temblaba escandalosamente.
Eran los últimos segundos de su resistencia antes de que todo colapsara.
A pesar del enorme ruido, y de que caía polvo desde el techo, aún
podían seguir hablando.
–Amiga, ya es hora de mirar lo que hay debajo de la mesa.
Mosquita y Richard se juntaron lo más que pudieron
y alzaron juntas el mantel de la mesa.
Se metieron debajo de ella.
Ahí dentro escucharon cómo las ventanas tronaban.
Al mismo tiempo, miraron la tabla de la mesa por debajo y susurraron
las palabras que encontraron escritas en la madera.
Hicieron una pausa. Luego se quedaron calladas y se miraron a los ojos.
Sonrieron. Un cacho enorme de techo y lava caía sobre la mesa.
Voltearon hacia ti.
–Nunca dejes de leer poemas.
* Poemas pertenecientes al Libro de historia de los animales (Juan Malasuerte Editores, 2024).

¿Quién es La protestona (Editorial M. B., 2024)? ¿Dónde está el secreto de la plaza, ese topus uranus donde están las cosas? Como un Platón neomoderno, Carlos Morteo (Mar del Plata, Argentina) nos revela el misterio bajo una bóveda celeste donde los límites de las palabras hacen sus propios versos y andan los verdes; los árboles y canteros de un terreno donde niños, ninfas, seres alucinantes, casi fantasmitas, son muñecos de una aventura de lo imprevisto, en un aire que da pista al camino sin ir a ningún lado, y donde los solos y los enamorados prenden sus luces y los bancos se asolean. Son recuerdos de pasados y futuros pasados que allí permanecen, rastros de una felicidad que es para siempre y también la condena en ese silencio acompañado que limpia y barre el desconsuelo. El libro se cuenta así, con segmentos de versos encadenados y luego con entrecortes, fragmentando la prosa poética, abarcando campos incorporales que se van narrando con la prisa y la pausa del conversar, como una soledad visitada que hace libre a quien la transita, cuando el parque se “enfantasma” y estás sentado ahí en un banco de la vereda. Allí se dejan los amores y las quejas, hasta que uno se vuelve experto en ausencias y un vacío imposible de llenar invita a seguir, en la melancolía de los versos y la hidalguía de cada paso por sus baldosas que cubren el desierto de las letras que se hacen palabras. Versos que acuden a socorrer el incendio del bello poema: cuando el viento es llama, la voz está en llamas. El papel, la casa, la lluvia con sus árboles y hojas están en la maravilla del vuelo desplegado al aire; en la salvación de las cosas equivocadas, el futuro de un final cantado donde el banco espera, y allí la plaza donde morir un poco para volver a brillar.
La plaza como un hogar al aire libre, un camposanto donde baja el universo a darse cierta paz, consuelo, una pausa para que el alma pueda imponerse a la mente: ése es el sitio. Y el sitio del poema que es un devenir del poema fragmentado en otros sucesivos que dan el toque, la nota para que todo funcione y el sentido vuelva a su ruta para ser verdadero y vivo. ¿Quién o qué nos dice que la felicidad es posible? Se charla de esa verdad oculta que aparece en todos los destellos al andar por la plaza-libro, lo que va más allá de las palabras, lo que no puede expresarse y nos acerca. Una sinfonía de pensamientos que se interiorizan y exteriorizan a cada instante, el acontecimiento de un mundo que no se agota fuera de la inmensidad temporal. El poema hace su ecosistema y empuja a los sentidos a ocupar todos los espacios. “Ese sol diferente señala un banco de madera porque además de quemar ensordece uno imagina una lengua de fuego furiosa”; o cuando el niño vuela en la bici y las rueditas se instalan en el alma para siempre: es el ojo en la mirada del poeta que se abandona, se despoja y se entrega a lo allí experimentado como única causa de vida. El cuerpo se adueña de los espacios porque ya no pertenecemos a este mundo. Habitamos en él, ya que no pertenecemos a ningún banco. Vamos y seguimos por todos estos espacios, pues “la plaza está llena de amores y yo estoy allí para que consideres que hay un sitio dentro de mí para que te lo adueñes y ser banco en tu plaza”. Allí, en el poema-plaza, hay señales por todas partes para poder sacar sentido pleno de ellas y recibir un nuevo gusto por la vida, una nueva ternura.
—Pablo Queralt
Barrilete un día
la plaza tiene espacios aéreos
donde el papel y las cañas remontan
a veces en un día de hacerse humo aire
toca salir medio barrilete
viste con ropa sutil lleva una cola de historias atada
¿lastre o timón? una adquisición de los días
que dice el hilo es el corazón del asunto
igual va por la plaza con el ovillo en la mano
remonta vuelo y espera que el cable se corte
alienta al viento invoca todas las locuras
intenta la perversa sabiduría del olvido
hoy barrilete vive una jugada de carcelero y reo
donde el papel no es de estraza
las cañas no son huecas
y el cordel enroscado cuanto más largo
más nos ata a los adioses
Máquina de escribir
los te ando buscando por todos lados
no alcanzan aun cuando te encuentro
hace un tiempo
un adolecer era un hechizo
ahora ya grandes es brujería
ahí se anotan un punto los poetas
no me salen los buenos versos
por qué llevar a mi barro de papel y lápiz
a quien suspira con mi musa y no mi ser
te busco en palabras en cada banco de esta plaza
en el fondo del vidrio del alcohol
me hablaron de una máquina de escribir
que aunque sin tinta
marca sus quimeras en el papel
da trabajo leer sin color
no logro que me imagines galán
aunque hago ruido
sueño como esa máquina sin tinta
te doy mis pasos por la plaza
Llegada de las hojas hasta el suelo
más o menos por estos lares
a finales de abril llega el otoño a desvestirlo todo
la plaza jamás está lista para ese aluvión
de seres que mueren necesariamente
ella entonces se viste con una gama de colores
distintos de los habituales verdes y florvivo
se hace tan ocre y hojas secas
anda así liviana de ajuar
las hojas una de las amabilidades de los árboles
se enamoran de las charlas con los pájaros
escuchan de la maravilla del vuelo
de la belleza del plumaje desplegado por el aire
las hojas se hacen kamikazes
aún vivas se lanzan al planeo un día de viento
de esos de otoño
no se piensan pájaros
simplemente se arrojan en la oportunidad del vuelo
Diferencias entre un banco de plaza y la silla de un bar para una cita
la cuestión no es sentarse dónde
el banco de la plaza no tiene celos de la silla del café
sí le gustarían esas conversaciones llenas de planes
los que acuden a él son los desiertos los descansos
la melancolía después del beso
todo lo que dice el humo del cigarrillo
el banco de la plaza es solitario
la silla del café es del ruido de la sociedad apilada
allí te sentás a esperar alguien
a elucubrar un plan de amores
a arreglar el mundo y sus negocios
en el banco de la plaza te detenés a esperar algo
que ya sucedió
la del bar dice del futuro a veces de un final
el de la plaza posee la espera y sus revelaciones
la furia de la impaciencia por las cosas equivocadas
en la silla del bar intento convencerte
en el banco de la plaza
paso mi brazo sobre tus hombros
y morimos un poco los dos
* Poemas pertenecientes a La protestona (Editorial M. B., 2024).
Stonehenge
en el cimiento de la mente
ella dijo, Hasta las piedras saben esa historia:
que no quedará piedra sobre piedra
sin embargo, ahí en el cimiento de la mente
está Stonehenge
sus megalitos coronados de más piedra arenisca
siendo, desde sus muertos, para sus muertos
una tumba anillada
obediente en sus erecciones
a un cielo allí
detenido aquí
constante de sí mismo
limpiándose del día a la noche
sobre los bloques de piedra erguida, amanecido:
los azules y verdes
en las aguas
los azules y verdes
espesándose
los vientos, su bocana fría
temblando entreabiertas
las bocas de los capullos
a oscuras sus bocas
después totalmente abiertas
floraciones, desfloraciones nocturnas, frutos
perfumes que la mañana encontrará
también el ruido, golpes sin descanso
visiones de pieles bajo el sol:
aquellos cuerpos recortando la piedra
su origen,
todo lo que sabemos de esas piedras
es por el hombre que las trajo
un misterio el cómo todavía
conjeturas
rocas golpeando roca
bajo un cielo limpio (en lo que supongo
llamaron o conocieron por día)
los indicios, de dónde, hacia qué orilla, peña
de estos años
son por esos hombres,
los mensajes en sus tumbas
noticias, alguien llama desde el estroncio de los huesos
dice qué frutos, animales, distancias
consumieron
la misma región que les dio las plantas, el alimento
les dio las piedras
gigantes
de pie, con los pies enterrados y el resto del cuerpo
incólume
atravesados por estaciones, migraciones desde el hielo
deslaves
palabras
que crecieron en ella
palabras le crecen al mundo, nos crecen piedras en el poema
pliegos
estamos en la excavación por la nostalgia
en la ausencia del sentido
en las preguntas con respuesta
en la usura de lo sagrado
en las pantallas de plasma
ultradelgadas
plasmados
paisajes de un primer mundo
en Windows XP
gigantes reducidos a palabras: «el papel tapiz a escoger»
| una fotografía .png de un paisaje en la llanura de Salisbury (Inglaterra) con piedras
colosales y acomodadas en círculo con dinteles encima y figuras rectángulos |
el lenguaje, nuestra aportación, reciente de codo
a otras sofisticaciones: cobertura de espinas, olfato
bajo el agua, inmunidad al cáncer
estamos en el tacto del mundo mediante palabras
somos / vivimos hechos de palabras
sexo.vida.sentimientos.naturaleza.magia
palabras atrás, palabras adelante de palabras
encima,
dinteles encima
de bloques
dólmenes clavados en la tierra
proyectos a futuro
y amigos de la infancia
la respiración que soy ahora
y la que eres tú, debajo, de esa piel
silencio en el complejo jeroglífico Rongorongo
¡silencio!
: el yo animal bajo el yo femenino se desprende
desde Lascaux, en la sala de los toros, el tiempo infinito
: los bóvidos marchan por siempre con cuernos y colas de
manganeso y arcilla
y estamos esperando para nacer, desparramar la entraña
de las cuevas, mirar el mundo, sus piedras
uno se sentaba aquí, al pie de la cuesta
a comer en el fresco entre raíces y piedras
se cree que encima de esas rocas
observaban el cielo
que había una cámara astral, asientos pétreos
los fenómenos celestes más extraordinarios
que no vimos, que no veremos, sucedieron ahí,
sobre ellas, Stonehenge, el rostro cíclope
eternamente despierto
en la noche de los tiempos,
mudanzas en su pernoctado piélago:
azules despanzurrados al crepúsculo, alas
y concorvadas eclosiones
trayectos fugaces, dibujos de tiza, un rayón
en el lienzo marino del firmamento
rocas en lluvia y cicatrices
oquedades donde el sol se vacía
ilusiones visuales: plantas que tapizan piedras
astros arriba, porfiando, ruborizando la tierra
su vida, el brote constante de especies
y luego extinciones masivas
y luego otra vez la vida como un cruel relevo
así es Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca es
nuestra naturaleza, tenemos
el corazón de piedra y estamos
envueltos en piel suave, naturalmente
como uñas le crecen piedras al mundo
piedras sobre una capa de piedras fundidas
el mundo está flotando encima de roca derretida
y nosotros pasando una cerveza por la boca, golpes
en muchachas, tocándonos, desde abajo
su furia en volcanes, ciudades caídas, escombros
con cabellera y también su creación de montañas
hogar de cornamentas, pelajes gruesos, agua dulce, nieve tibia, colores:
rojos los venados, azules los carneros, colas blancas en el ciervo
escapista desde el pleistoceno
el íbice marrón, en la cima, lamiendo sal de una piedra
humanos comiendo frutos al pie de la cuesta
y la lengua morada, azul y castaño
y las manos levantadas en un sábado de gloria
y el padre insiste Levantemos el corazón
Lo tenemos levantado
en la piedra más alta
miramos al futuro
lo queremos todo
a esto es lo que llamaron caminar A hombros de gigantes
lo dijo Newton apoyado en Juan de Salisbury (quien a su vez…)
y a su vez lo decimos nosotros:
en el cimiento de la mente
ahí
en el cimiento de la mente
está Stonehenge
sus muertos conjurando el futuro
nosotros
: son éstas nuestras palabras, son éstas nuestras armas
éstas son
tus piedras
[Créditos de las cursivas
Hasta las piedras saben… Ulalume González de León
Matamos lo que amamos… Rosario Castellanos
Levantemos el corazón… Plegaria eucarística iii. Misal Romano
A hombros de… Bernardo de Chartres]
* Poema perteneciente a Sobre estas piedras levantaré mi vida, de próxima aparición en la editorial Reverberante.
Lo más bello del cuerpo,
declaró el enfermero,
son los pulmones.
Imaginé aretes antiguos,
lágrimas paralelas de ámbar
o dos arces japoneses
invertidos en una camera oscura
o medusas gemelas
expandiendo sus enaguas.
Pero la realidad fue otra:
una pieza de pollo asimétrica,
una cantimplora antigua
perdida en el fango,
un salmón gris
sobre hielo picado.
Vengan y toquen
la masa oscura del fumador,
la esponja nueva del abstemio.
Quizás el enfermero recordaba
una interacción:
el color que crea el lente
al navegar los caminos del aire,
las manos del cirujano
dentro del pulmón de mi hermana,
los nódulos invasores
que remueve como pepitas de oro.
Espero entonces junto al enfermero
el momento de belleza prometida.
Cuando los pulmones vuelven a ser
dos fantasmas que dirigen
el tiempo del cuerpo.
En el desierto
Has dejado atrás
—siglos atrás—
lo innecesario:
las palmas verdes
que entregan agua
al pedir luz,
los brazos secos,
que atraen el brillo
de un colmillo limpio.
Porque el desierto no da
para ojos amplios,
libro abierto.
Requiere cuevas,
trincheras,
raíces sublimadas.
Requiere el repliegue
a un modelo
más económico.
Te vuelves esfera,
la forma más pura
de ensimismamiento.
Tus mil narices
sueltan el fruto
a la redonda.
Donde más canas hay,
ahí saldrán las flores.
Ciprés I
Si existe un portal en esta casa
son estos cuatro cipreses,
los tres espacios que dividen
las líneas de sus troncos.
La enterramos aquí,
al pie del primer ciprés,
cuyas raíces se resisten
a la tierra.
Saca un brazo, muestra
las cuerdas que te atan
a la tierra.
Ciprés II
El tronco del ciprés
muestra cicatrices,
llagas concéntricas
de ramas perdidas,
ojos abiertos de caimán.
Los perros hacen sombra
sin saberlo.
La niña es pantalla
sin ser niña.
El tronco del ciprés
muestra trincheras
de cabello engomado.
Son mechones rígidos
de bailarina que hiberna
y se despierta sin cuerpo.
Reliquias
No enmarqué un rizo tuyo
pero todo lo que alguna vez usaste
te contiene.
Y pregunto a las paredes
de este cuarto:
¿qué permanece?
Al probarme tu zapato,
¿qué baile transfiere
a mis huesos?
Y el peso de tu pierna,
el recuerdo del peso de tu pierna,
¿cómo lo conservo?
* Poemas pertenecientes a Cipreses (Infolio, 2020).
Sin título. Gouache sobre papel, 20 × 20 cm, 2019.
Lee estrellas como letras. Gouache sobre papel, 20 × 20 cm, 2020.
Para Fede in memoriam. Gouache sobre bastidor de madera, 20 × 20 cm, 2019.
Incipit perenne. Gouache sobre papel, 20 × 20 cm, 2020.
Africano. Gouache sobre papel, 20 × 20 cm, 2020.
Sin título. Gouache sobre papel, 25 × 25 cm, 2018.
Dones que descienden de lo alto en su propia forma. Gouache sobre papel, 20 × 20 cm, 2023.
El cielo es para los que piensan en él. Gouache sobre papel, 30 × 30 cm, 2020.
Para Julia. Gouache sobre lienzo, 58 × 58 cm, 2024.
Maderitas. Gouache sobre 16 maderas de 10 × 10 cm, 2021.

Desde sus poemas iniciales —aparecidos en Estos 13, emblemática antología de la generación poética peruana de 1970— José Cerna (Chachapoyas, Perú, 1949) llamó la atención por el virtuosismo que ofrecía su hermoso y rotundo lirismo urbano, configurando una nítida versión —exquisita y esencial— de la sensibilidad de los jóvenes en la turbulenta sociedad latinoamericana de la época. Después de haber emigrado a Estados Unidos en la década de 1980 —donde ha desarrollado una notable carrera académica—, Cerna publicó ruda (2001) en formato de gran despliegue, con el que retrató la vida total que sucede dentro de un microbús al recorrer una parte de la ciudad. Trabajando con incrustaciones yuxtapuestas de voces de variados personajes —y con destreza en el manejo de la elipsis—, descripciones puntuales y fragmentos de una suerte de monólogo interior múltiple, Cerna logra transmitir, a través de su poema coral, el auténtico ser social y espiritual andino en Lima, producto de la migración popular a la gran ciudad. Y todo esto con un singular estilo que recrea gracias a una intensa lírica la voz de la gente, sus sueños y esperanzas, pero también su sufrimiento expresionista bajo el capitalismo deformado y periférico de nuestra América.
ruda fue reeditado en 2011 y traducido al inglés en 2018 por Anne Lambright. Constituye un gran acierto su publicación actual por Salto de Mata desde México, ya que nuevamente pone al alcance de los lectores esta insoslayable joya de la poesía en lengua española.
vase encima del aire esa música metálica
base su nuca
sosteniendo el propio puente que nos parte
llamas los cabellos que
la luz que el cerro derrama les baña las caras
truncas las testas
jala al agua la lengua en la garganta sea
el vaho agobia los lomos
pero ya vamos ya que ya avanza el carro
y al pasar
viento encerrado en escenario de fierros
qué habrá, pues, qué
qué puente la parte que
se nos parte el alma
atravesemos el humo que al otro lado hay flores
y sudamos y subamos y ya suben
tallos que entre llantas se clavan
sube ella su anca
y avanza jalando los bultos
el grito, el frenazo, y suben, suben
roza la sien la flor
y bajan
bajan, la curva se hunde en la loma
pero vayamos pasando
que si no, después la amontonadera
aliento que roe al dar el aliento
crujen tras las orejas de esos ciudadanos chispas
va el vaho raspando los brazos
bulla tanta
que la criatura se asusta
y aquel niño cabecea y cabecea
la imagen a cuestas
cómo pesa, debe ser corazón bordado de plata
será el cautivo de ayabaca
o puro hueso y talvez gualdrapa
adormeciéndose va
aquella mujer
cansadísima, que en la manta lleva
los alambres, los ovillos
que en el vientre lleva
el cuerpo del hombre
o acaso la doblega
la sombra de la música que su cabeza derrama
desde el fondo del espejo
meticuloso va recogiendo sencillo
tesoro que la noche desfoga
riega sus polvos meticulosamente
oro que el amanecer ignora
plata que nadie de los aquí presentes toma en cuenta
cansados como van
cansados como van
un muchachito abre la boca
y atrás de su bostezo
sus pelos pétalos que el aire
y el aire
hambre que el aire trae
damas y caballeros, el que les habla
así como me ven, y han de pensar tal vez
no todo lo que no brilla no es oro
y hay cosas que no parecen, y no son, el que les habla
desmedidamente tablas de mis brazos
el clavo que en la nariz se hunde
joven estudiante
apoyándose en los fierros, y se cayera
y el ojo reventara
no fuera por
tanta apretadera
llama, llama
a cada soplido sufren las cañas entre sus clavículas
anunciando
en este santo sudor que nos baña
desde tan lejos estas andas a cuestas
en la lluvia de relumbres
unos mascan el aire, otros
escupen al cielo
todos desembuchan
billetazos
moneditas
papelitos van, papelotes vienen
rellenándole el buche
entre todas
duele abajo del vientre
¿rosa? ah, sí, sí, su sueño roza la luna
la lateral, la polvorienta
entre todas las mujeres
nace de adentro esa tos
nadie sino ella
nada sino la voz ensartando
no temas
fea voz ese humo que rosado
la boca exhala, y flota
sobre su blusa negra, voz chancada
de una boca chueca
voz al revés, flor entre fierros
voz raspando, ¿la oyes?
voz al fin, roída
la curva se labra en la loma
cuando dice bajan y no baja
cuando no dice bajan
y baja, cuando no dice bajan, y no baja, y se está ahí
temblorosa
clavada a un fierro del fondo
virgen en las andas del hambre
ambulando adentro de sus huesos
y la voz entre los arcos
el que les habla
sus pelos clavos
la cara la mancha los granos que pican y pican
sus codos troncos
el clavo que en la nariz nos meten
su boca la gran chapa desencajada
el que les habla
tesoro trasero se mea de risa
señoras y señores
respetuosamente
pasajes, pasajes
hinchada ya la bolsa que arrancando de su ingle
se le amontona en el espinazo
hasta ponerlo en cuatro
el que les habla
entre las patas arrastrando la gualdrapa formidable
la pampa la cara los granos las caras
se revuelve en la masa aguachenta y los codos
se le pegan a las nalgas
los talones se le hunden en las orejas
las tetas las flores en las ingles
¿costuras? ¿ojales?
un grito reventando en los ojos
el que les habla
se caga en la noticia
se dejaran ya pues de tanto aspaviento
a qué esa alharaca, avancen al fondo, o vayan bajando
no teman
que de la caña se encarga cualquiera que quiera
calma, calma
que siempre me duermo en la curva de noche
no temas, placera
ya para qué
ya no ya
hecha trizas, hecha frenos, hecha manchas, vienes
vienes, a ver si me acuerdo
ya ni cómo que te vayas
no se asusten
que recibe el órgano zumos diversos
y se pone granate de entusiasmo
rosa feroz que se comprime hasta el llanto
bajan, bajan
que ella, ansiosamente tarda
va a alzar el cuerpo, ávidamente, para
trasladar el aire de su vientre
a nuestro aire
duele el aire adentro del aire
no temas recibirme
abran cancha, abran concha
ahí viene el cholito hablantín tormentoso
acomódensen
¿puedo permitirme una palabrita?
haciendo torcer a todos los pescuezos
agua para la caballada
¿puedo permitirme una palabrita?
ají para la muchachada
¿a voz en cuello? ¿murmurar?
fervorosamente pegados a las lunas
sus rostros empañados por el vaho que
jala la lengua al agua
¿talvez trinar? ¿acaso tararear?
la curva se pierde en la loma
¿pararán la oreja?
el puente roza la testa
¿puedo permitirme?
sí, sí, sí puede, sí puede
¿no interrumpo sus labores? ¿no les cruzo los sueños?
¿no malogro su digestión? no, no, ya basta, ya basta
que basta ponerse
en el lugar del eucalipto que echa y echa su sombra a la cequia
se amontonan, se empujan
se tragan el cielo a trozos
vanse a ser raíz, se abre cancha
gesticulante saca pecho
reparte el aire a manos llenas
y dice así
música maestro
si me permiten
sujeta bien el vaso
adelanta un poco el pie
la otra mano va y viene
bajan y bajan, suben y suben
y sinceramente emocionado dice
y dice y dice y no acaba de decir
y dice así
¿de dónde diablos ha salido este viento?
aire que se regocija en el roble
se arranca el maestro
y el flaco va angelicalmente cobrando
viento que una brisa desgarra
su práctica
brisa que los caballos acorralan
su práctica
aire cometeril que más tira a viento
la canasta que todos llevamos en el pecho
viento que atenaza el nogal de la escuela
su práctica
aliento que traba al dar el aliento
el agua que parte la tierra
y que une la tierra con la tierra
el pecho con que diariamente llenamos la canasta
la brisa que reparte el aire a todos los vientos
la práctica
arránquense ya
la música modesta
la humildísima práctica
la práctica práctica
¿de dónde diablos ha salido este viento?
* Fragmento seleccionado por Juan Manuel Portillo

Nahid Rivera, Cosas no reclamables, Chihuahua, Ediciones Arboreto, 2023, 31 pp.
Nueve de diez objetos no son reclamados, al menos eso leí en una nota de hace algunos años que hablaba de la Oficina de Objetos Perdidos del Transporte Público de Madrid. Una suerte de purgatorio o tal vez un mínimo aleph borgiano, si tal cosa es posible, donde se daban cita lo mismo un vestido de novia, un traje de torero, una silla de ruedas, un par de aletas, gabardinas, un saxofón, celulares, maletas, gafas y peluches descomunales de felpa. Esto fue en lo primero que pensé al leer el título de la ópera prima de Nahid Rivera (Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua, 1992), Cosas no reclamables, publicada en noviembre de 2023 por la editorial independiente Ediciones Arboreto en su colección Flores de Jardín.
También pensé en otra cosa, más íntima quizá, más a tono con los poemas de Rivera. Hace ya muchos años, una amiga de mi madre fue la gerente de una línea área internacional. Y cada cierto tiempo —tres o seis meses, la memoria a veces falla o finge fallar (eso lo sabe muy bien la autora y nos lo muestra sutilmente en sus versos: “el pensamiento solapa imágenes / la memoria es ante todo este invento sobre tus ojos en color negro”)— llegaba la amiga de mi madre con unas enormes cajas de cartón: eran los objetos perdidos y no reclamados de los vuelos. Después de un prudente periodo de espera, pues siempre existía la posibilidad de que un legítimo dueño reclamara su posesión, los objetos eran donados, ya fuese entre los empleados de la misma línea aérea o a alguna causa caritativa como orfanatos y casas de refugio; pero algunos cuantos llegaban, felizmente, hasta a mí.
Al escribir todo esto divago, pues si bien hay una semejanza entre el título y mis anécdotas, es más bien un aire de familia o de lingüística, tal vez de fonética. Es cierto que en el libro de Rivera los objetos son muy importantes, pero me pregunto si son éstos las cosas no reclamables. Pienso que éstas operan a partir de dos condiciones: a) la ruptura de un principio de propiedad debido, usualmente a la pérdida y la distancia, como en las anécdotas que he contado, o b) la ruptura de un principio de confianza debido a una acción por la cual nos sentimos traicionados: un servicio o producto que no fue lo que esperábamos, unas vacaciones que no fueron como la postal, el amigo que habló a nuestras espaldas o, tal vez, el mensaje que un amante nos ocultó.
Cuando se rompen estos principios existe entonces la posibilidad de un reclamo, pero también la opción de la pérdida, de la transferencia, como los libros y suéteres que llegaban a mí a través de la amiga de mi madre, o incluso de la compraventa, como ciertos negocios —el Unclaimed Baggage Center, por ejemplo— que se han especializado en revender objetos no reclamados en línea: ¿no es acaso encantador ese mundo? Claro, siempre y cuando la pérdida no haya sido nuestra. Pero ¿podemos subastar la memoria?, ¿nuestras ausencias?, ¿vender al mejor postor nuestros dolores?, ¿las libretas de una dibujante que nos atravesó el corazón?, ¿la receta de una calabacita tierna?, ¿la ansiedad de estar a la altura de las circunstancias y las expectativas?, ¿de ser, en última instancia, buenos hijos?
¿Cuáles son entonces las cosas no reclamables de las que nos habla la autora? Tal vez son aquellas sobre las que no se tienen propiedad, como las enumeradas en el último poema, donde se lee lo siguiente:
en la casa antigua se quedan cosas no reclamables
el apagador del foco con la mugre de mi dedo
tu salero redondo
las mañas de las llaves
las gotas dentales de los espejos
no sé cómo hablarte de esto
siempre tendré vergüenza al confesar
que los objetos notan cuando no estoy
¿En verdad son las cosas no reclamables de este libro el apagador del foco, el salero redondo, la maña de las llaves o las gotas dentales de los espejos? Descrean de sus autores, al menos de esa primera capa de significado. Quizá detrás de lo insignificante hay algo más profundo, un ciclo de ausencias y amores, un ciclo de vergüenza y un deseo de estar a la altura de ciertas situaciones —estar a la altura, sobre todo, de la memoria de ese amor materno fantasma—. Quizá las cosas no reclamables de este libro son aquellas sobre las que la confianza no se ha roto, esencialmente ese amor cargado y complejo entre una madre y una hija.
De esta forma, en los diez poemas que configuran este ópera prima de Nahid Rivera, se nos presenta un diálogo o, mejor dicho, el monólogo de una voz lírica con una madre ausente por circunstancias que se nos van insinuando poco a poco. Pese a ello, la voz se empeña en mantener viva la comunicación a través de ciertos lugares de memoria, entendido este concepto desde las ideas de Pierre Nora: “un lugar de memoria en todos los sentidos de la palabra —nos dice el historiador— va desde el objeto más material y concreto, posiblemente ubicado geográficamente, hasta el objeto más abstracto e intelectualmente construido”. La materialidad, la comunicación diferida a través de la escritura y su mundo analógico adquieren un papel central en estos poemas: recetas de cocina, una calabacita que se ha fugado, un cuaderno con dibujos, una agenda telefónica o un cuadernillo de crucigramas y, por supuesto, una casa donde se cohabitó son algunos de los lugares de memoria que pueblan este libro. En el fondo, todos los objetos y poemas ponen de relieve el problema lingüístico de la ausencia, ese querer seguir hablando a pesar de la distancia, aun si resulta insalvable como la muerte.
Así, este primer poemario de Rivera nos envuelve en un círculo de ausencias: una hija que resiente a una madre que no está y sin embargo no para de hablar con ella, una madre que intenta contactar a una pareja que ha desaparecido en un pueblo en medio del gran norte y su desierto, y entre ellas, nosotros, los lectores, atravesados por nuestras propias ausencias, heridos por quienes ya no están con nosotros e incluso por la ausencia misma que es condición de todo poema, de todo acto de lectura en el que la figura autoral se desvanece detrás de lo escrito: fantasma de papel, la literatura es ausencia que vivifica.
Cierro con una astucia extratextual y que, no obstante, opera en el lenguaje: Nahid Rivera lleva la ausencia en el nombre. Cada vez que leo las cinco letras que lo conforman, algo en mí quiere pronunciar la h, su rasposa textura cercana a la j, pero refreno mi lengua y recuerdo que es una consonante ausente, ahí, en medio de su nombre, aquí, en medio de nosotros, aquí, en medio de los poemas que hoy nos comparte desde la generosa h de su nombre y que nos atraviesan en este círculo de ausencias de la escritura y también, cada vez más, la vida.
***
calabacita tierna
cuando mi mamá muera voy a leer sus libretas para traerla de vuelta
los rincones donde he encontrado sus hojas
estarán esperándola
blancos y polvosos
mientras rehago a mi madre y pienso en por qué nunca quería cocinar
me voy a limpiar la cara con la mano
y no aguantaré las lágrimas
ayer me habré cortado un dedo partiendo cebolla
soplaré la herida mientras escucho esa voz
más sal
más fuego
que esté listo todo antes de las cuatro
mamá para entonces estará en otro sitio
pero tengo sus notas
me voy a decir
iré a buscarlas
niña después de la escuela
ya llegué ma
busco las notas que te harán regresar
estaré a las dos vaciando cualquier bote
para encontrar en el fondo unas hojitas que dicen
un kilo de pechuga
dos kilos de arroz
medio de frijol pinto
cuatro calabacitas
con tiempo iré a comprar lo que falta
según mi madre
para revivirla
un pollo escrito que es mi herencia
y una falta de memoria en un renglón azul manchado
voy a regresar poniendo sobre la mesa su legado y su mandato
uno dos y tres productos
debieron ser cuatro
¿dónde ha quedado el otro?
¿en qué parte del trayecto hizo fuga una calabacita?
estaré en la calle como cualquier otra huérfana
¿alguien ha visto una calabaza?
releeré sus notas pensando si borrar el cuatro de las calabacitas
antes de ir con un notario
poner un tres
seguir con lo mío
no es herencia lo tuyo
sino lo de tu madre en ti
me dirá el actuario
y en ese momento apuraré como ella el paso
esta tarde, como cada día la revivo
le voy a responder
serán ya las tres y media
y en la calle sobre un poste que se ha de burlar de mí sin ella
pegaré una hoja de su cuaderno que diga
busco calabacita tierna
cómo serían las mañanas
si fueras tú quien quita la cáscara a esta papa
¿afilarías el cuchillo o te sería suficiente su estado actual?
todos los días tomo decisiones pensando en qué dirías
cargo fresas con azúcar en mi bolsillo
por si alguien quiere detenerse a platicar
quejarse del dinero
o del clima
me olvido de ti un rato y hago otras cosas
que sirven para perder tu cara en las voces de la gente
que opina mucho todo el tiempo
por ejemplo
estás presente al endulzar las cosas que cargo
pero al momento de compartirlas me quedo en blanco
y qué bien se siente
en el otro bolsillo
las papas terrosas
también se comparten
no recuerdo ya si tus ojos eran azules o verdes
un día a la gente ya no le importas tanto
el pensamiento solapa imágenes
para evitar dar cara a la muerte
la memoria es ante todo este invento sobre tus ojos en color negro
quiero testificar que en algún tiempo tuve suficiente valentía
en la casa antigua se quedan cosas no reclamables
el apagador del foco con la mugre de mi dedo
tu salero redondo
las mañas de las llaves
las gotas dentales de los espejos
no sé cómo hablarte de esto
siempre tendré vergüenza al confesar
que los objetos notan cuando no estoy
algo me impide hablarte del futuro
si no es desde lo insignificante
por lo pronto
hago constar mi amor por las ausencias
¿qué es el recuerdo sino esto mismo?
la pintura deshecha en el cielo del baño
el mosaico partido de la cocina
las puertas caídas
los polvos eternos de las ventanas
¿alguien más mirará la grieta del pasillo?
aunque parezca
esto no es una despedida
si acaso un inventario de lo que dejo
* Poemas pertenecientes a Cosas no reclamables.
El PdeP agradece la publicación de este inédito a Tania Favela, albacea literaria de Gloria Gervitz, y a la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana, que custodia el archivo personal de la poeta.
—La Redacción
Hace varios años leí en la Revista de la Universidad [de México] el poema Algo sobre la muerte del Mayor Sabines. Quedé profundamente conmovida y deslumbrada; no recuerdo haber leído nunca antes, con excepción tal vez del Kaddish de Allen Ginsberg, un poema en el que la experiencia desgarradora de la muerte de un padre se transformara en una poesía tan intensa, tan verdadera, tan misteriosa. Desde entonces [Jaime] Sabines (1926-1999) me ha acompañado en la vida.
A mí me cuesta mucho trabajo hablar, explicar, definir y dar juicios sobre poemas y autores a los que amo. Lo único que se me ocurre es regresar a ellos, a su obra, lo que verdaderamente cuenta; parafraseando al viejo Ezra [Pound], ir a las fuentes.
El material de la poesía es el lenguaje, y la poesía es quizá la más humana y la menos material de las artes, la que permanece más cercana al pensamiento que la inspiró.
Mnemósine, la madre de las musas transformada directamente en memoria, es uno de los medios de Sabines para fijar el recuerdo; esta cercanía en el recuerdo vivo permite a la poesía de Sabines permanecer, retener su durabilidad más allá, incluso, de la página escrita o impresa.
Hay poemas que piden ser escritos en la exaltación como el propio Algo sobre la muerte del Mayor Sabines; otros proceden de la emoción recordada en la serenidad como el de “Tía Chofi”. Yo no sé quién fue la tía Chofi ni tampoco tengo una, pero todos hemos conocido a esas muchachas que se hicieron viejas y a las que la falta de caricias les devastó la piel.
Escribir poesía es un acto de fe. Nunca sabremos con certeza si lo que se ha escrito tiene un valor permanente. Una pudo haber desperdiciado el tiempo, modificado su vida para nada. ¿Cómo saberlo? No hay forma. Quizá la importante es haberlo intentado. Escribir es algo misterioso; se da en lo oscuro de una misma como las sibilas en la oscuridad de la cueva para poder decir el oráculo.
La poesía tiene mucho de alquimia. Borges decía que tal vez la literatura no es otra cosa que un sueño dirigido; no podemos definirla sin diluirla. Lo que hace a un poeta como Sabines es una especie de persistencia con la naturaleza emocional, una disponibilidad, unidas a una forma peculiar de control y la necesidad indefinible e imperiosa de expresar situaciones, reflexiones, sueños y sentimientos que piden ser escritos, dichos.
Una no se pone a pensar por qué escribe ni para quién a la hora de hacerlo, pero desde el momento en que aceptamos que un poema tiene vida propia, también, simultáneamente, debemos aceptar que su destino es imprevisible; que nuestros análisis, juicios e interpretaciones pueden resultar muy interesantes aunque peligrosos, aun si proceden del mismo poeta. Antes de escribir acerca de una obra poética, el crítico honesto debe siempre mantener un acuerdo silencioso con el lector honesto: sus escritos son sólo intentos de aproximación y de ninguna manera un sustituto del poema, y deben olvidarse con rapidez para que una pueda regresar al poema. [Yorgos] Seferis escribió en su diario que los cuerpos vivos amedrentan porque son extraños e impredecibles. Pero la vida es así, extraña e impredecible, y si no podemos ver esto en la poesía es mejor quedarnos callados. Y la de Jaime Sabines es un cuerpo vivo.
Julio de 1986