Ignacio Ruiz-Pérez, El deseo es una lámpara que no alumbra. Universidad Autónoma de Sinaloa, Culiacán, 2022, 73 pp.

La reciente obra de Ignacio Ruiz-Pérez (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 1976), El deseo es una lámpara que no alumbra, es un viaje poético y filosófico a través de los misterios de la existencia humana. El poemario nos invita a un diálogo que atraviesa el tiempo, resonando con las voces del pasado literario y acogiendo elementos de la postmodernidad. Ruiz-Pérez se establece no sólo como una figura destacada en la poesía mexicana, sino también como un visionario que teje un tapiz que honra la tradición y la modernidad, y que invita a una profunda introspección.
Desde el inicio nos sumergimos en un libro que despliega una honestidad sin filtro y representa una lucha con la corporeidad, al manifestar una angustia palpable. La obra es una incursión perpetua entre el yo lírico y su existencia corpórea, delineada por una omnipresente tristeza y una búsqueda, a menudo frustrada, de serenidad.
La memoria se presenta como uno de los temas centrales del libro y la disfraza como belleza emergiendo incluso de los abismos: “esa escalera por donde caen los juguetes/ de la infancia para no recuperarlos jamás” (p. 21), evocando así la naturaleza efímera y a menudo melancólica del acto de recordar. Aquí, Ruiz-Pérez utiliza la metáfora de una escalera como símbolo de la transición temporal, donde los juguetes de la infancia —metáfora de momentos y sentimientos perdidos— se deslizan fuera del alcance, sugiriendo la inevitable pérdida y el distanciamiento de la inocencia y la alegría. Este verso no sólo refleja la nostalgia, sino también la temática de la pérdida y el anhelo, elementos centrales en la exploración emocional del libro.
Del mismo modo, Ruiz-Pérez utiliza otros símbolos que capturan la esencia de la existencia humana en su complejidad y contradicción; la figura de la mosca es un ejemplo destacado. A menudo considerada un insecto trivial, en esta obra adquiere dimensiones míticas, al emerger como un símbolo que desafía las percepciones comunes y se burla de las limitaciones humanas. El autor describe vívidamente:
o el aire le da de lleno en los élitros transparentes,
veo de inmediato cómo se arroja a la corriente más cercana
y desafía las leyes de gravedad que me atan a la silla (p. 67).
Este símbolo se convierte en una representación de la libertad y adaptabilidad, que contrasta con la inmovilidad y pesadez del ser humano. La capacidad de la mosca para alterar su trayectoria en respuesta a estímulos externos destaca su agilidad y ligereza, y también refleja la envidia del hablante lírico, simbolizando así lo inmenso y paradójico de la vida. En su vuelo inesperado y su habilidad para cambiar de dirección, la mosca se erige como un recordatorio de que, incluso dentro de los límites de un espacio restringido, se puede encontrar belleza y asombro. Estas líneas invitan al lector a sumergirse en reflexiones donde lo trivial se transforma en profundo y lo cotidiano en extraordinario, delineando así un paisaje mental que oscila entre la sublimidad de la poesía y lo efímero de la existencia humana.
Esta convergencia de símbolos y metáforas en la obra de Ruiz-Pérez nos lleva a una consideración más amplia sobre el ciclo de vida y muerte. El autor aborda este tema con una mezcla de resignación y asombro, visualizando el dolor como una “estrella en expansión” en el tejido cósmico. De esta manera, nos guía en un viaje marcado por la habilidad para evocar imágenes poéticas que capturan tanto la desesperación como la belleza con igual fuerza, al ofrecer una visión críptica y particular de la existencia.
Otro ejemplo puede ser el verso “cuerpo roto vencido expuesto a torbellinos huracanes tormentas de fuego” (p. 52), que ilustra de manera palpable la inmersión en la angustia. Esta metáfora visceral establece una analogía entre los desastres naturales y la devastación personal causada por el dolor, proyectando una imagen casi titánica de la turbulencia interna que puede generar el sufrimiento físico. Su lenguaje evocador captura la intensidad del tormento interno y expande nuestra comprensión del sufrimiento.
La obra destaca, además, una rica tapicería que refleja la dualidad de nuestra existencia. En ella, momentos de alivio y deleite se entrelazan con representaciones de desesperación y dolor, creando una amalgama de contrastes que delinean la naturaleza finita del ser. La presentación directa de vulnerabilidades y luchas internas del hablante lírico genera una conexión empática con el lector, facilita una inmersión en la complejidad de la experiencia y revela una lucha interna, además de incitar a la reflexión sobre nuestra propia existencia.
El hablante lírico, al explorar las complejidades de su mente y cuerpo, ofrece un retrato íntimo y conmovedor de su vulnerabilidad sin restricciones, con la franqueza de quien expone las cicatrices y fisuras del alma humana. Este aspecto del poema también refleja una batalla más amplia contra la alienación y desconexión, al sugerir cómo los individuos quedan atrapados en sus propios defectos, inseguridades y miedos.
Cabe resaltar la audaz manipulación lingüística de Ruiz-Pérez y la yuxtaposición de imágenes que sumergen al lector en un mar de asombro, en palabras que desafían y reconfiguran la realidad. Tal uso ingenioso del lenguaje no sólo embellece el poemario, sino que también agudiza nuestra percepción de la vida, invitándonos a mirar más allá de lo aparente y a encontrar significado en los detalles más sutiles.
De la obra también es oportuno resaltar cómo teje una rica tela de referencias culturales y literarias, desde Li Po hasta Augusto Monterroso, creando puentes hacia tradiciones literarias amplias y estableciendo un diálogo intercultural entre generaciones de escritores. Estas figuras literarias enriquecen la obra, sugiriendo tanto una contemplación meditativa como una compleja brevedad. Ruiz-Pérez muestra una habilidad única para tejer influencias culturales en su trabajo, y logra ubicar su poesía en un contexto literario más amplio; además, la resalta en tanto lenguaje que une épocas y culturas de manera universal.
El deseo es una lámpara que no alumbra, de Ruiz-Pérez, redibuja los límites de la poesía contemporánea. Al sumergirnos en sus páginas, nos encontramos envueltos en una profunda resonancia emocional, un entrelazado de melancolía, belleza, dolor y deleite que nos cautiva y emociona. Este libro no es sólo una obra literaria; es una invitación a un viaje introspectivo, un diálogo con lo más profundo de nuestra humanidad. Cada verso es un recordatorio de nuestra innata capacidad para encontrar belleza y significado, y alumbra esos caminos oscuros y complejos que forman parte intrínseca de nuestra humanidad, pese a que la lámpara siga apagada.
El deseo es una lámpara que no alumbra (fragmentos)
En las laderas hay soles disecados
aunque alguna vez vi las ruinas de una iglesia,
un campo yermo, cuervos que flotaban entre la materia muerta,
el mar en el horizonte
—una simple línea partida, hay que decirlo,
porque a sus orillas jamás llegaron los restos de la mañana
ahítos de luz, deseosos de islas
y estrellas fugaces
en las laderas, digo, hay soles disecados,
astros rotundos, húmedos ya de tanta voz y nombre
que pasan sin decir nada que no sea invierno,
vacilación de la carne, tierra a lo lejos
(poca cosa vuelve, me digo,
pues incluso los cuervos son un resplandor,
una aldea en el ojo,
un murmullo en el oído.)
Decided to try words.
Ted Hughes
De vez en cuando me visitan los cuervos de la noche,
esa obsesión de la infancia que todavía me cala los huesos
y los pule para que los recuerdos broten del fondo del río
donde se ahogó mi amigo más triste
en ese tiempo los cuervos salían de la caja de tiliches
y oscurecían mis tardes de lluvia
cuántas veces no escuché sus graznidos llegar a mi sangre
y tornarla densa atorándose en mis venas
yo no veía más que aletazos esquirlas plumas arañando la piel,
estirándola lejos hasta volverla un hilo delgado
que unía las constelaciones más antiguas
después, en mi juventud, recuerdo su vitriolo profundo
casi noche reventando las ramas de los árboles
mientras el mar arrojaba sus muertos
entonces yo lo decía todo, lo inventaba todo, lo creía todo
en mi palabra se formaban bahías adonde llegaban barcos
que jamás zarparon porque el mar era una sábana blanca
y yo decía el cielo está gris y entonces caía una lluvia lluvia
tan delgada como la brisa que se respiraba en esa ciudad abierta
de par en par y luego los cuervos volaban con sus alas pesadas
llevando consigo el aire el salitre las horas
yo los veía alejarse, minúsculos origamis
partiendo en dos el horizonte
el sol una oquedad espléndida yo sin lengua
o apenas temblorosa sombra respirando en mi cuarto
pero de pronto los cuervos volvían y se atoraban en mi garganta,
los mismos cuervos que aún ahora me impiden decir el día
y se afilan el pico para después escapar por la ventana desnuda.
Escribir, leer, cantar el vuelo del cuervo
que tantas veces vi en sueños
y luego revelarlo, fijarlo en el cielo, hincarle un alfiler en las alas
para que su vuelo sea pura transparencia sin viento
porque el viento (ya se sabe) desordena las plumas
y trastorna su equilibrio pausado
y después hincar en su pecho un cuchillo
y arrancar sus pequeñas vísceras
y desanudarlas poco a poco evitando dejar un boquete
por donde se vea el aserrín del cielo
y entonces pautar con sus tripas finísimas la constelación
de este cuaderno
y recomenzar mi canto:
Autores
Ignacio Ruiz Pérez
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1976. Autor de los libros de ensayos Lecturas y diversiones: la poesía crítica de Eduardo Lizalde, Gabriel Zaid, José Carlos Becerra y José Emilio Pacheco (2008) y Nostalgia de la unidad natural: la poesía de José Carlos Becerra (2009 y 2011). Ha obtenido, entre otros reconocimientos, el IX Premio Mesoamericano de Poesía Luis Cardoza y Aragón por Notas manuscritas llenas de incógnitas (2014), el XIV Premio Internacional de Poesía León Felipe por Libro de la ceniza (2016), el Premio de Poesía de la UAS por El deseo es una lámpara que no alumbra (2022) y el II Premio de Poesía Óscar Oliva por Ensayo de la sombra (2024). Su Islas de tierra firme/Isles of Firm Ground fue traducido por Mike Soto para la editorial estadounidense Deep Vellum.
David Cruz Jiménez
/ San José, Costa Rica, 1982. Poeta, autor de libros como Natación nocturna, Trasatlántico y A ella le gusta llorar mientras escucha The Beatles. Ha sido acreedor de diversos reconocimientos, entre los que se encuentran el Premio Nacional Joven Creación en Costa Rica y el Premio Mesoamericano de Poesía “Luis Cardoza y Aragón”. En 2020 fue finalista del International Poetry Price en Montréal, Canadá.