enero 2024 / Inéditos

Las muletas del ángel

 
Oficios

A Zsazsa Karl

La mensajera da unas buenas pinceladas
y lava sus herramientas con saliva humana.
Nos gusta verla dibujar paisajes como los suyos,
luces sumergidas en un bajofondo
hecho de medicina y canciones lejanas.

Adentro están lloviendo en otro idioma.
Dibuja la traducción en su cuaderno
y entonces vuelve a trabajar.

La mensajera camina en puntas de pie
de arrecife en arrecife, no sea cosa
que despierte a sus temibles criaturas.
Después vuelve a pintar con dos o tres
ballenas bajo el brazo. Y sonríe.

Al pan, dice ella,
“hay que ganárselo de alguna forma”.
 
 
 
Discurso de la compraventa

Arrinconada por las maniobras de la publicidad,
la mano derecha de mi consumo
escribe redención sobre la tierra baldía
del patio del desarmadero vecino
sin ánimos de sonar trágico
pero con ganas de hacer ruido.

Fumo, comparo,
me escapo, opino, evalúo
con más amor que con odio
y esto te lo digo con una mano
en el dibujo de la Propiedad Privada
del Sagrado Corazón. Mi única soledad,
la no publicitada, se respira a sí misma
hasta perderse en el viento de tiza
que seca el barro para levantar
estatuas en la tierra baldía
del desarmadero vecino.
 
 
 
Apenas un garabato

Dame un poema rengo,
un poema que te sepa escuchar,
que me describa las muletas del ángel
dejando sus marcas en la orilla.

Dame ruta, aguaribay,
tus cuatro perros,
camino seco de tierra
para tirarnos a descansar
entre las misas del ruido.

Dame escalera firme
que apunte a la nube de sangre
más cercana. Dame furia.

Dame historias mal tejidas
en consecuencia de nuestras acciones,
ojos cerrados y estrellas podridas
en el agua de la historia reciente.

Dame una mano herida, en lo posible.

Dame la primera luz que tengas
como si se tratara de una droga antigua,
un motor de supervivencia, un oído
cuando más se lo necesita.

Dame cruz, estrella, pictograma,
cualquiera sea la forma del perdón.

Dame oro en la sangre
que se active al verte
bajar por las escaleras,
un domingo.

Dame ajo recién cortado,
fantasma para dejar atrás,
la renovada oportunidad de empezar
de nuevo a juntar estos fragmentos
no en fuga, no en disciplina,
sino en muletas del ángel
bailando por exceso
de hacha y de sol.
 
 
 
Txalaparta

Hace mucho tiempo
mis alpargatas rotas
quedaron bajo el sol
de la costa, abandonadas
entre los huevos de tiburón.

De repente,
una voz hace sonar
la campana de mi sangre
y me pide que me acerque.

Estoy descalzo. No digo nada.

Me acerco a esas alpargatas
sin pies hace unos treinta años.

Me voy acercando a ellas
desde que tengo memoria.
 
 
 
Segundo ejercicio

Hacerlos vivir, hacernos vivir.

No perderse en buscar caminos
fáciles para ensanchar el aire
y aprender a respirar con la rama
azul de los pulmones,
de manos transpiradas
por haber cuidado el fuego.

Hablar del dolor,
de nuestro dolor. Trabajar
en ejercicios respiratorios,
purgando toda la tierra
que sea necesaria.

Dejarse rezar
y sacarnos de adentro
con nuestras propias palabras.

Amar lo que se ama,
sin arrastrarse de rodillas.

 


Autor

Fermín Vilela

Buenos Aires, Argentina, 1992. Poeta, artista visual, traductor y docente. Publicó los libros de poemas Dormitorio (2017), Purga (2019) y Janeiro (2021). En 2020 fue becario del Fondo Nacional de las Artes (Argentina). Ha traducido a Giuseppe Ungaretti, Cesare Pavese, Leonard Cohen, Jonas Mekas, Maria Luisa Spaziani, Antonio Ramos Rosa y Fernando Pessoa, entre otros autores de lengua italiana, inglesa y portuguesa.

enero 2024